28 julio 2008

Una discusión con Mopy/ Por Horacio González


Horacio González, Sociólogo y Director de la Biblioteca Nacional, nos ofrece este texto como amistoso ejercicio polémico en respuesta a la nota El Peor Acuerdo publicada por Martín Caparrós en el diario Crítica de la Argentina.





Una discusión con Mopy
Por Horacio González
(para La Tecl@ Eñe)

Solo como ejercicio polémico, desde ya amistoso, quisiera ensayar algunas respuestas a Martín Caparrós. Se trata en este caso de su artículo sobre las declaraciones del ex general Luciano Benjamín Menéndez, respecto a que los represores habían triunfado sobre una guerrilla marxista, no democrática, que quería abolir las condiciones de vida social que se sobreentendían como apropiadas para el país. “Es cierto”, nos dice Caparrós, no podemos ahora fraguarnos retrospectivamente democráticos. Se puede “coincidir”, pues, con ese “hijo de puta”. “No peleábamos por la democracia”, sostiene Mopy, y conjetura que no es injusto decir –declarado también por Menéndez- que “los guerrilleros del 70 están en el poder”. Solo que hay que matizar: son personas que estuvieron “alrededor de la guerrilla”, y –remata Martín- “cambiaron, como todo cambió, tanto en los últimos treinta años que ya no tienen nada que ver con todo aquello, salvo usarlo como figura retórica”.
Se trata de una ardua discusión. Caparrós pone el dedo en la llaga, pero no me convence el modo en que resuelve el dilema. En primer lugar, no veo porque decirse “de acuerdo con el hijo de puta”. El hecho de coincidir con una frase de Menéndez pero para interpretarla al revés – Caparrós lo hace para fijar y saludar un momento único que atesora el pasado en relación a esos jóvenes idealistas- no parece adecuado, salvo como golpe de efecto, que solo se salva de inmediato diciéndole, obviamente, hijo de puta. Entiendo el recurso efectista, pero pienso que había muchas posiciones en la época en relación a la cuestión democrática, lo que hace difícil decir que las declaraciones del ex general sean aceptables, siquiera como mera descripción de un tema. No voy a abundar en eso, pero el movimiento por el regreso de Perón –con el papel específico que en él jugaron las organizaciones insurgentes de todo tipo, y que culminaron en las fuertes formaciones guerrilleras producto de varias fusiones políticas-, puede considerarse de contornos democráticos. Aún en los grupos guerrilleros mismos, en los que, concuerdo con Caparrós, existían mayoritariamente análisis que desdeñaban la articulación de socialismo y democracia, de todas maneras flotaba, en tono un tanto espectral, la reflexión clásica del marxismo en torno a la “etapa burguesa”, más perceptible en montoneros –todo lo débilmente que se quiera-, pero también en los grupos armados que provenían del marxismo más singularizado, en éstos con más peso teórico aún.
De modo que hay muchos matices a comprobar respecto a la afirmación de que no existía una preocupación democrática en los grupos activistas de la época, quizás más implícita que explícitamente. Por otro lado, hay un derecho a la interpretación “retrospectiva”. Las personas cambian, como afirma muy bien Caparrós. La cuestión es que esos cambios puedan ser parte de la construcción de memorias personales y colectivas que tengan en sí mismas el recurso a una hipótesis mayor en término de biografías: los cambios deben ser modos de autoreflexión, prudencia y desdicha. Sé que esta afirmación puede aparecer como carente de enjundia histórica, pero estas tres prevenciones que señalo en el caso de los cambios personales deben formar parte de las éticas personales que acompañan lo que todo militante político debe saber: se empeñan acciones en mundos políticos y culturales que pueden desvanecerse sin que desaparezcan los compromisos subjetivos y objetivos en los que nos movemos. Siendo así, podemos decir que nuestra permanencia en ideas muy firmes más allá de las épocas es coherencia y no obsecación. El tema ya está muy bien planteado en Maquiavelo -¿hay que cambiar cuando cambian las circunstancias?- y por supuesto en Sartre, sobretodo en Las manos sucias. Hago algo que posee justificaciones de época. Éstas desaparecen y lo que hice ya queda expuesto al mundo como un hecho desnudo de razón. Bueno: todos estos son planos de la cuestión que me parece que Martín no analiza adecuadamente.
Pienso entonces que se puede cambiar e incluso que hay que cambiar, dependiendo de hacer con un arte de la mudanza biográfica cuyas reglas no están escritas. No hay voluntad monolítica sino escisiones permanentes de la voluntad. Esa es la historia. Por eso, el secreto de cómo mirar el pasado en donde nosotros estuvimos –Mopy dice “yo allí estaba” y yo digo también que estaba, asimismo, aunque de manera igual y diversa a la de él- es que en primer lugar nuestra fatalidad es que no hay otra posibilidad que ser “otro” cuando miramos después. Es cierto que hay que saber ser otros. Empleo esta palabreja otro, porque ya cité a Sartre, pero no quiero hacerme el vivo con artificios del lenguaje. La política es lo que nos convierte en otros, no hay vuelta que darle, y digo esto no sin preocupación. Diluirnos en la época y en cada situación, es torpeza oportunista. No pensar en cómo nos vamos desmenuzando en el tiempo y en los límites de nuestras palabras, es un error autobiográfico.




Pero lo que Caparrós quiere discutir en verdad es otra cosa: es al “kirchnerismo”, denominación difícil de sustentar, porque “no me incluyo aunque te incluyen”. Mopy cree que hay un kirchnerismo como vástago de una vasta falsificación. Una “figura retórica”, dice en el artículo que estoy comentando, publicado en el diario Crítica de la Argentina. Esas personas hablarían de los 70 solo para justificar sus deficiencias actuales, revestidas de derechos humanos solo para aprovechar –impostoras que son- el mundo político que se abre luego de la victoria militar y las visicitudes complejas que de ellas devinieron. Los juzgan y los condenan, a los militares, pero no hacen cosas muy distintas en materia económica o en el resto de las cuestiones. Estamos en el país sojero e injusto que siempre conocimos.
Pues bien, no concuerdo con estas apreciaciones, que sería largo discutir. Solo me detengo en el punto en que se desea atesorar la experiencia de los 70 como un diamante refulgente, en pureza irredimible, pero incorporada hoy como cartilla política de buen tono, oratorio para las juras de funcionarios progres, pero para completar acciones esencialmente falsas. Caparrós, mi amigo, escribió una novela sobre el tema, A quién corresponda, que leí con mucho interés y tristeza. Es una reflexión muy sensible sobre el tema de la degradación, la pérdida de autenticidad, la traición a un sentido primigenio de las cosas. Digo nuevamente: no concuerdo con el modo en que se juzga el pasado y el presente desde este andamiaje moral, surgido de una aflicción existencial. Concuerdo con que el tema es abrumador y su trato es necesario. En cambio, no es necesario proponer las ventajas de ningún gobierno, ni éste ni otro, para imaginar que hay muchas maneras de hablar del pasado. No veo porque usar el recurso estrepitoso de elogiar a la inversa al asesino, provocación para nuestras bellas almas, –desea que se pudra en la cárcel pero para decir que sus dichos refieren con paradojal exactitud el impulso revolucionario, “no democrático” de una generación-, no lo veo, sinceramente, porque ahí el tema es otro, y Caparrós también lo alude. Es otro caso paradojal: quienes los juzgan, a estos asesinos, modestos jueces de una maltrecha democracia, representan en la letra de la ley el más grande aprendizaje colectivo en materia de cómo una época juzga a otra. Es una circunstancia excepcional poder juzgarlos así, y a la vez, percibir que muchas consecuencias de ese comportamiento militar están vivas entre nosotros, de manera oscura o sigilosa. Ni hay que repetir la historia –eso en verdad no es posible- ni hay que revestirse de “retóricas” para desvirtuarlas en nombre de otra cosa. Pero no veo que ocurra eso, sino más bien el intento de juzgar como hacen los jueces, pero sin los incisos o reglamentos de una figura legal en el caso de los que vamos y venimos en torno de acontecimientos ya lejanos pero tan conmovedores. Que las figuras legales y las retóricas existan y la comunidad las sostenga. Pero en lo más profundo, juzgar el pasado siendo otros no nos hace inauténticos ni obliga a nadie salir a pelear contra las imposturas, salvo que quiera escribir las buenas novelas que escribe Mopy. Es lo que siempre ocurre, y mejor ocurre cuando actuamos sin piedad hacia nosotros mismos sino con pudor. Menéndez no describe bien la época. Nosotros tenemos el derecho, aún hoy, de describirla mejor. Y al tratar de hacerlo, también debemos evitar coincidir en la misma descripción. Esta es mi discusión con Martín Caparrós, viejo amigo, que con razón, desde hace mucho tiempo llama novela, entro otras cosas, a la crónica de las almas que velan los muertos.

Julio 2008


El Peor Acuerdo/Martin Caparrós
http://www.criticadigital.com/index.php?secc=nota&nid=7983

15 julio 2008

Entrevistas/Jorge Fernández Díaz


Entrevista a Jorge Fernández Díaz

La literatura o el arte de vencer la muerte


Jorge Fernández Díaz es periodista y escritor. Fue director de la revista Noticias y en el año 2002 fue designado como secretario de redacción de la sección política del diario La Nación. Actualmente es jefe de redacción de la Revista ADN Cultura del mismo diario.
Publicó las novelas “Mamá” (Sudamericana), “Fernández” (Sudamericana) y la serie de relatos “Corazones desatados” (diario La Nación). En esta entrevista Fernández Díaz reflexiona sobre el periodismo y la literatura, y sus vinculaciones con el mercado e Internet. También da su parecer sobre el conflicto entre el campo y el gobierno.


Por Conrado Yasenza


- Se ha preguntado y escrito mucho sobre los acontecimientos devenidos del conflicto entre el Gobierno y el Campo, pero poco se ha buscado la voz de los escritores. Es por eso que me interesaría saber cómo vive Usted este momento histórico y si elaboró alguna reflexión o sentimiento en torno a lo vivido.

- Mirá, creo que estamos viviendo una bisagra histórica. En la década del ’40 los desahuciados del campo argentino, víctima de aquella oligarquía vacuna y del atraso, vinieron a las grandes ciudades por la gran oportunidad que les planteaba la industrialización peronista. El peronismo es padre e hijo del proletariado industrial, en su alianza con otros sectores. El proletariado aquél fue el corazón del proyecto peronista. Más de sesenta años después, el mundo y el país han cambiado. Existe una crisis mundial de alimentos y el precio competitivo que plantea el modelo kirchnerista permitió expandir la agroindustria como nunca. En estos años se ha formado un nuevo actor social: el campo argentino, que dejó de ser lo que era. Se calcula que viven de manera directa o indirecta del campo doce millones de argentinos. Hoy la gente del campo no se viene a las grandes ciudades para “salvarse”, se queda trabajando y progresando en su lugar de origen, dando lugar a un fenómeno inédito. Mirar al campo con las categorías antiguas, aplicarle un impuestazo como las retenciones a sectores que eran afines al kirchnerismo y luego no ser capaz de alcanzar un consenso con este sector satanizándolo con ayuda de periodistas adeptos e intelectuales rentados es un grave error que nos puede costar muy caro a todos. El peronismo maneja con el espejo retrovisor, y debe adecuarse a los tiempos modernos. Nada tiene que ver esto con la función del Estado ni con la redistribución de la riqueza, como se está presentando.


- ¿Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general? Quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, los políticos, los televisivos ( los discursos de los medios masivos en general


- Estaría banalizando la respuesta si dijera que la televisión lo banaliza todo. No encuentro nada de banal en el actual debate público sobre las retenciones. No me preocupan las aventuras de Wanda Nara: son digestivas. Sí me preocupa que los periodistas y los intelectuales simplifiquen, que en los medios todo sea blanco o negro, lucha entre buenos y malos, como si no hubiera grises ni ambigüedades. En cuanto a la banalización de la vida cotidiana tengo mis dudas. Creo que somos sociedades sin ideología, religión ni propósito, y eso nos vuelve tristemente leves, pero a la vez, y como paradoja, también nos vuelve un poco más tolerantes. Siguen publicándose todo el tiempo libros sobre nuestra identidad. Ningún país del mundo tiene tantos problemas acerca de eso. La frase “descendemos de los barcos” es síntoma de que nunca aceptamos verdaderamente que somos parte de antiquísimas familias que lucharon, trabajaron y murieron antes de llegar al puerto de Buenos Aires. Luego barrimos bajo la alfombra la historia que siguió, la de nuestros inmigrantes, porque era una historia plebeya. Y entonces nos pasa que no sabemos de dónde venimos, ni quiénes somos, ni hacia donde vamos.


- ¿Le parece que la literatura que esboza algún grado de compromiso político tiene mala prensa en la actualidad?

- Martín Caparrós y Martín Kohan han escrito recientemente dos libros políticos ineludibles, uno sobre el setentismo y otro sobre la dictadura. Y nadie los ha objetado como obras de arte. La Argentina tiene una larga tradición acerca de la literatura como arma política: Sarmiento, Mitre, Mansilla, Walsh. Todos ellos, a su modo, han construido obras de compromiso político que han sido obras maestras. No creo que tenga mala prensa el compromiso político en la literatura argentina. Más bien todo lo contrario.


- Y en todo caso, ¿qué significa para Usted el término o categoría “Literatura Comprometida”?

- Es la literatura que practican los escritores cuyo arte interviene en el imaginario político de un modo más bien explícito. Digo esto porque, naturalmente, todo libro, toda obra de arte y casi todo acto humano pueden ser tildado de políticos. Los novelistas “comprometidos” sirven a dos amos: el arte y la realidad a denunciar. Con esta técnica se han hecho obras maestras, como “Facundo”, y bodrios como “El libro de Manuel”.

- ¿Cree Usted en la idea de que la creación literaria se vincula con la exploración de los márgenes de la vida y la existencia?


- Creo que esa puede ser una de las acepciones de la creación literaria. Pero hay muchas otras.

- ¿Qué le sugiere la idea del encuentro o cruce de la literatura con el espacio de la muerte y la locura?. ¿ La literatura debe reivindicar para sí algo como la posibilidad de inquietar y enfrentarnos con fantasmas negados?


- Otra de las acepciones de la literatura podría ser la del arte que intenta vencer a la muerte. “Facundo” venció a la muerte de Sarmiento, volviéndolo inmortal. Creo que la literatura explora mejor los fantasmas negados de los hombres que los medios no pueden revelar. Veo a la literatura como la otra cara de la moneda del periodismo. O el lado oscuro de la luna.


- ¿Cómo ve la relación entre cine y literatura? Por ejemplo, el proceso de adaptación o transformación de una novela a guión de cine?


- Es una relación necesariamente tensa. Son dos artes diferentes y no necesariamente complementarios. Conozco pocos casos de escritores que no haya sufrido al ver su novela convertida en un guión de cine. Ahí está Chandler, que escribía en una carta lo que sentía al tener que adaptar una de sus novelas: “Siento que la estoy reduciendo a huesos”. Como si el guión fuera sólo el esqueleto de una novela, y en el traspaso de una a otra forma se perdiera casi todo. Los novelistas le tenemos miedo a ese proceso, y a la vez nos fascina la idea de que alguien construya buenas películas con nuestras historias.

- ¿Y cómo observa el fenómeno de Internet y su relación con la literatura?


- Hay literatura en Internet. Y cada vez habrá más. Lo que aún no se sabe es cómo influirá Internet en la prosa literaria. Es muy prematuro sacar conclusiones acerca de eso.

- ¿Sobre qué estructuras ideológicas e incluso filosóficas se articula hoy la construcción de una literatura argentina.? Existe algún paradigma de este tipo?

- La literatura argentina es muy amplia y diversa. Pero yo diría que todos escribimos contra, con, como o por Borges.


- ¿Cuál es la relación que existe entre literatura y mercado (la mercadotecnia?), y la vinculación de la literatura y el periodismo?

- Hay mucho mito en la vieja cuestión de la literatura y el mercado. A los escritores les encanta hablar del tema. Es como si escucháramos a una mujer diciendo todo el día que la prostitución es aberrante: terminaríamos creyendo que esa mujer fantasea con prostituirse. No conozco ninguna editorial argentina que haya podido tomar a un escritor de ficciones y con encuestas en la mano lo haya convertido en un best seller. Por otra parte, el mercado son los lectores, ¿no? Quienes abominan del mercado suelen publicar sus libros en el mercado, matarse por sus regalías, exigir publicidad para su obra, pelearse por aparecer en los medios y firmar autógrafos en la Feria del Libro. La manera más honesta es escribir para uno mismo, y luego tratar de que la mayor cantidad de lectores coincida con uno. Hay algunos críticos para los cuales si un libro está en la lista de los más vendidos es necesariamente un libro malo. Son los que piensan que nosotros, los lectores, no somos suficientemente maduros para apreciar una gran obra. Que el gusto general es horrible. Y que sólo algunos iniciados pueden entender verdaderamente la buena literatura. Es una idea tan reaccionaria que da pena.

- ¿Le interesa la poesía? ¿Y cómo observa el panorama de la creación y difusión poética en la argentina?

- Me interesa la poesía, y trato de difundirla en adncultura. Admito, no obstante, que es un arte con pocos lectores. ¿Por qué ocurre esto? No lo sé.

- Para finalizar, ¿cuál es a su entender la función de la literaura?

- No tengo la menor idea. Puedo responder qué espero de un libro. Que me transporte a otra realidad. Que lo haga con honestidad y eficacia. Y que cale hondo.

Por Conrado Yasenza

Julio 2008

La Columna Grande/ Suicidio de Estado - Alfredo Grande


SUICIDIO DE ESTADO
Escribe Alfredo Grande (especial para La Tecla Ñ digital)

las dictaduras toman lo diferente como incompatible y asesinan. Las democracias toman lo incompatible como diferente y se suicidan” (aforismo implicado)

Victimizar al victimario. Resultante de la operación psíquica que Freud describiera como “transformación en lo contrario” y “vuelta contra si mismo”. Tempranos mecanismos con los cuales el sujeto enfrenta aquello que ataca la vida. Aquello que en la inermidad de los comienzos es necesario y suficiente, aparece en los tiempos del edipo después del edipo, como queja sin protesta, o en el mejor de los casos, como protesta sin combate. “Victimizar al Victimario” podría ser el nombre del operativo político cultural que, mas allá de triunfos aritméticos-legislativos de última generación, han colocado al Estado de la democracia en un lugar de extrema vulnerabilidad. Con total convicción, que no es lo mismo que la absoluta certeza, pero asumo que se le parece, afirmo que la autoría intelectual del Operativo no se puede atribuir solamente a “lo Kirchner”. Ni ella ni él han estado solos, y pienso que están tanto bien como mal acompañados. La negación maníaca de la lucha de clases, no afecta en lo más mínimo a las clases, que más allá de afirmaciones de circunstancia, seguirán existiendo y creciendo, unas a expensas de otras. Pero sí afecta, y demasiado, la decisión colectiva de la lucha. Negar la lucha de clases es rendición incondicional (o condicional, ¿que más da?) a la hegemonía de las clases dominantes. El tema en todo caso no es mostrar la debilidad, como señala Eduardo Aliverti en una columna. El tema fundante es tener esa debilidad e intentar “transformarla en lo contrario”. Termina con una lamentable “vuelta contra si mismo”. Cuando todo el escenario político gira excluyentemente en la coyuntura, obviamos datos fundamentales. En los últimos cinco años la violencia familiar aumentó un 60%. O sea: la violencia que ya no se ejerce contra el sistema represor, “vuelve contra si mismo” y se ataca lo mas propio: el hogar dulce hogar. Pero la familia en el orden burgués es un estado en miniatura. La “unidad de la familia, grandeza de la patria” que sermonean los reaccionarios, como todo delirio de la derecha tiene su núcleo de verdad. Una familia unida, es decir, sometida al patriarca represor, es funcional a cualquier otro patriarca represor aunque no sea de la familia. Un Estado autista a estos problemas, está criando los cuervos que, más temprano que tarde, le sacarán los ojos. Por eso un Operativo Político Cultural que victimice al Patriarca Represor, es exactamente lo opuesto a una política de emancipación. Y una de las formas de victimizarlo es creando polaridades bizarras. “Gobierno vs campo”. Correlato inevitable: “Todos ellos son golpistas” A confesión de parte, D Elia dijo que eran los sectores más enriquecidos en los últimos años. Haré el relevo de prueba, porque siempre los sectores mas enriquecidos van por más. Como todos sabemos, la cosecha de lucro nunca se acaba. Hay dicotomías descubridoras y otras encubridoras. El problema no es la polarización, a pesar de las advertencias de Hilda Sábato. El problema es el reduccionismo de la confrontación, que algunos han bautizado como pensar el conflicto en los términos de un “boca-river”. Si pensamos al Estado como la vanguardia administrativa, jurídica, política y cultural de la clase dominante, los partidos finales no pueden jugarse de visitante sin hinchada que aliente. Castrilli, el sheriff fracasado, inventó partidos sin hinchada visitante, algo así como la intimidad sin espejos. Fue peor, como todo lo que hizo Castrilli. Pero polarizar mal es peor que mediar. Detener a De Angeli, el torito panzón, es una forma absurda de echarse encima a la hinchada contraria. Y largarlo tan rápido fue una forma ridícula de tirarse encima la hinchada propia. Una polarización, una dicotomía, un binarismo duro, es preferible para intentar salir de la confusión y la mezcla nada milagrosa de sabihondos (no sabios) y suicidas (homicidas vueltos contra si mismos) Pero el progresismo, que es la involución de lo que alguna vez fue el progreso, necesita la confusión o su forma más encubridora, falsas dicotomías. “Braden o Perón” en la posguerra, fue necesario para desmentir la simpatía con el eje que habían tenido los militares del GOU. “De Angeli o Kirchner” : ¿que pretende desmentir? Quizá que el patrimonio nacional rifado en el menemismo, no se ha recuperado. Que en esa rifa con pocos números se anotaron varios K, incluidos el ex presidente. Que la ley de entidades financieras del peor de todos, Martínez de la Hoz, sigue vivita y culeando. O que las petroleras siguen siendo las convidadas de diamante del negocio exportador. Pero la victimización de la víctima, que la cultura represora propicia, siempre tiene propagandistas. Mario Toer responsabiliza a las debilidades del campo popular la falencia de políticas en las cuales se puede mensurar progreso. Supongo que también pensará que Carlos Marriera, que murió por la farola en la cabeza , o Juan Valdez, muerto al caer la tribuna en Tucumán, son responsables de su propia debilidad popular. Creo que la diferencia fundante entre la derecha y la izquierda es que cuando la primera ve causas, la segunda descubre efectos.
El campo popular débil, es un efecto del desmesurado afán por debilitarlo. Por ejemplo, no darle la personería jurídica a la CTA y festejar los 20 años de Moyano Hugo al frente (y a los costados, y al fondo) del sindicato de camioneros, no es precisamente un entrenamiento para fortalecer al campo popular. Otros campos seguro que si, como el de la burocracia enquistada que se llevó puestos a los jóvenes de la gloriosa JTP (recuerdo al ministro de trabajo Otero diciendo que eran algo jóvenes, poco trabajadores y nada peronistas) Una de las consecuencias de la polaridad encubridora que propone el campo y no desarma el gobierno, es que el hambre, el genocidio silencioso, sigue indiferente a los éxitos de la macroeconomía. Fidel Castro dijo que en las clases altas, los alimentos representan el 25 % del presupuesto familiar. En las clases bajas, el 80%. Las necesidades básicas, (de placeres no básicos mejor no hablar) además están insatisfechas. Y esto no es un tema de retenciones más o menos. El hambre no puede ser retenido. Ni retrotraído a la última vez que se comió. Por eso las dicotomías encubridoras se sostienen porque bloquean la emergencia de la dicotomía fundante: vida/muerte. Incluso la propuesta del recordado Toto Zimmerman de nombrar a la dictadura como “cívico militar” puede quedar traicionada al acentuar el carácter civil de la dictadura e indultar a la institución militar. De paso, premiarla con un no remunerativo aumento del 20%. La dicotomía “democracia/dictadura” puede prescribir rápidamente, en tanto los fundantes del genocidio no sean subvertidos. Y esa subversión no pasa por las retenciones. La “dignidad” del campo es apenas falso orgullo oligárquico. No conviene herirlo, a menos que se esté dispuesto a cortar las cabezas de la hidra. El abrazo de Rossi y Buzzi mas bien dan muestras de lo contrario. Retenciones más, retenciones menos, el modelo sojero continúa. El glifosfato, el napalm de los agronegocios, sigue siendo utilizado, a pensar de la masacre ambiental y humana que ocasiona. Como señala Nicolás Casullo, “el que impone la campana cultural avanza, aunque retroceda; el que se opone o resiste, aunque avance, apenas se está defendiendo” Es evidente que llevar el tema de las retenciones al Congreso fue defenderse, de lo contrario hubiera sido el primer paso, no el último. Catorce horas no le hacen bien a nadie, menos a una mayoría de ñoquis a los cuatro kesos. Sin embargo, recordando a Cesar Bruto cuando decía que en la sopa mas repugnante hay algo de nutritivo, en ese debate pudo asomar por ráfagas, al nivel convencional descubridor. La pregunta: “¿en que se usa el dinero del superávit, incluyendo retenciones?” no es lo mismo contestarla: “para escuelas, hospitales, comedores” (algo así como un revival de con la democracia se come, se educa, se cura.) que contestarla: “para pagar la deuda externa” Sin el agregado de “con la sangre y el hambre de los argentinos”, porque hubiera sido más sarmientito de lo necesario. Con el agravio no gratuito, porque el diablo siempre mete la cola, que algún oligarca dirá que son ellos los que, vía retenciones, permiten la salud, la educación, la felicidad. Por eso este Estado sin participación directa de las mayorías, excepto que estén mediatizadas por frentes, contrafrentes o partidos, no es capaz de enfrentar binarismos fundantes. Ayer nomás, (de 1876 a 1903) 42 millones de hectáreas para 1843 terratenientes. Casi siempre repartidos en la numerosidad familiar de los ricos. Ese fue el objetivo único de la conquista del desierto, según deduzco de los datos que Felipe Pigna escribe. Hoy, Grobocopatel y pools de siembra. A los cuales se critica sin cambiarlos. O sea: mucha queja, sin combate.
Victimizar al Victimario es el nombre del Operativo Político Cultural. La transformación en lo contrario: una clase expoliadora y exfoliadora que prefiere el lucro con hambre, convoca a una asamblea multitudinaria en el Monumento a la Bandera en Rosario, cuna del Che. Vuelta contra si mismo: inflación sin Indek que valga, desabastecimiento, aumento de la apatía y el pésimo humor social.
Cuando en su último artículo José Pablo Feinmann (el Feinmann bueno como decía en mi Unipersonal) expresa que “yo no podría hacer política”, está definiendo a la política desde el capitalismo mas rancio: “espacio para todos los negocios, incluso los legales” Imposible aceptar esta katekesis dominguera. El corralito político y cultural en el que se ahoga el gobierno es el del capitalismo serio, y la insoportable continuidad del menemismo en figuras como cristobalito, señor de las tragamonedas. ¿Es serio un IVA del 21%? ¿O que la renta financiera no tribute? Mas allá de las votaciones, haber logrado que el victimario articule el discurso de la víctima, es una forma de suicidio de estado del cual todos los que no somos “campo” tendremos funestas consecuencias.
Freud señala que “la sombra del objeto ha caído sobre el yo”. Marx que “la tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”. Yo digo que “la subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases” La sombra del menemismo, el hecho maldito del país peronista, ha caído sobre la administración K. Aunque sea la sombra de un cabezón que alguna vez sepultó a Cabezas. Las generaciones muertas en combate contra la dictadura genocida no lo hicieron para un capitalismo serio, sino para una patria socialista. La lucha de clases, organiza al sujeto social como adaptado pasivamente, adaptado activamente o no adaptado. Vicente Zito Lema con su lengua sucia y alma limpia nos habla poéticamente de esa diferencia.
El suicidio de estado puede ser el próximo genocidio. La no victimización del victimario es uno de los pasos para impedirlo. Y parafraseando a Viglieti, “el gobierno no lo hará, pero lo haremos tu y yo, nosotros lo haremos, pongamos arcilla para el hombre nuevo”.
Alfredo Grande
JULIO DE 2008

Opinión/Conflicto campo-gobierno:Por la renta sojera - Víctor Redondo



Conflicto campo-gobierno


Por la renta sojera
Escribe Víctor Redondo*


Al conflicto que sacude al país, los trabajadores, los consumidores, asisten como convidados de piedra. Mientras el campo y el gobierno discuten quién se va a quedar con la renta extraordinaria del agro, es el pueblo que vive de su trabajo quien paga las consecuencias. Los productos volvieron a los supermercados con un 15 a 20% de aumento. Carestía y aumento de precios, licuación de salarios. En la discusión del conflicto no está en juego el interés popular.


Qué quiere el bloque de las entidades agrarias: quedarse ellos con los beneficios extraordinarios resultado de la explotación de la soja en todo el país. Defienden a la llamada patria sojera, que es la extensión de un cultivo a costa del envenenamiento del suelo, a costa de la erosión, a costa de la expulsión de miles de campesinos (Chaco, Formosa, Salta, Tucumán…), a costa de inflación y carestía.


Del otro lado un gobierno que dice que quiere cobrar impuestos para la redistribución social. Sin embargo no ha ido un solo centavo de ese impuesto a la soja al bolsillo del jubilado, del trabajador estatal. Los impuestos que el gobierno le cobra a los capitalistas de la soja van al pago de la deuda externa, van como subsidios a los empresarios amigos del gobierno. El matrimonio Kirchner quiere aumentar el impuesto a la soja con el único fin de seguir pagando la deuda pública, de seguir beneficiando con subsidios a los Taselli, a los Cristóbal López, a los Eskenazi, a todo el grupo de capitalistas amigos.


En este conflicto no está presente el interés popular. ¿Alguien se acordó en estos 120 días de la situación del trabajador rural (1.300.000 trabajadores, el 70% de los cuales está en negro)?


Las entidades agrarias dicen que no ganan plata porque la plata la ganan los monopolios cerealeros o los que les venden fertilizantes o agroquímicos, ¿por qué entonces en vez de reclamar que bajen impuestos –y que por lo tanto suban los precios de los alimentos– no reclaman una intervención pública sobre el comercio exterior, sobre la gran propiedad de la tierra, por qué no reclaman la nacionalización de los monopolios agroquímicos o de herbicidas que se quedan con la parte del león en el negocio agrario? No, no lo hacen; pretenden resarcir su propio beneficio a costa del salario y la condición de vida de los trabajadores.


Cuando la presidenta envió la ley al Parlamento dijo que iba a agregar más democracia al debate. Y no es así, lo que el Congreso está discutiendo es un toma y daca de prebendas. Podrá colocar todas las carpas que quieran frente al Congreso, podrán desfilar todos los que quieran por la Comisión de Agricultura del Congreso, pero tanto las carpas como las discusiones son para la gilada. La verdadera discusión sobre las retenciones se está haciendo entre bambalinas. El kirchnerismo ya les prometió a los diputados de Río Negro y Neuquén una baja en las retenciones a la fruta si vota con él (que pagaremos nosotros con el aumento del precio de la fruta). A los diputados de Salta y de Jujuy ya les prometieron mayores precios para el tabaco, a los de Misiones lo mismo con la yerba mate. El pacto que se está discutiendo en el Congreso lo va a pagar el pueblo con más inflación, más carestía, mayores privaciones.


Por este análisis, se desprende que es necesario abrir un rumbo independiente frente a estos dos bloques capitalistas que están peleando por el botín de la renta sojera. Pero esta crisis tiene una salida afín con el interés popular: en primer lugar, la nacionalización integral del comercio exterior (para que las reales ganancias no queden en manos de cuatro monopolios internacionales), para que sea un patrimonio del país. Junto a esto, nacionalizar la gran propiedad agraria, para abrir un plan de arriendos baratos para los campesinos, los pequeños productores, para lograr un gran poblamiento agrario y no el despoblamiento de la patria sojera. Es necesario también recuperar el dominio público del petróleo y del gas, para que los productos químicos y petroquímicos que utiliza el campo resulten un patrimonio social.



Los dirigentes sindicales y la mayoría de los partidos –incluidos varios de izquierda– están corriendo detrás del bloque del campo o detrás del gobierno, cuando lo que es necesario es abrir un rumbo independiente, una alternativa a estos dos bloques capitalistas, con un programa de nacionalizaciones a favor de los trabajadores y no de los monopolios cerealeros ni de un matrimonio que pretende quedarse él con el presupuesto nacional.


Sin carpas blancas de 7.000 pesos diarios pagadas con dinero público, ni carpas verdes pagadas a costa del trabajador rural, ésta es, resumida, una posición para darle a esta crisis nacional una salida obrera, popular y socialista.


Víctor Redondo/Julio 2008


*Poeta y Presidente de la Sea - Sociedad de Escritores y Escritoras Argentinos

14 julio 2008

Conflicto Agropecuario/Economía/ Argentina: Inflación, agronegocios y crisis de gobernabilidad - Jorge Beinstein

Argentina: inflación, agronegocios y crisis de gobernabilidad
Por Jorge Beinstein


jorgebeinstein@yahoo.com
Julio de 2008


(para La Tecl@ Eñe)


Hacia mediados de Junio la confrontación entre el gobierno y las asociaciones patronales del campo parecía haber llegado a un punto de ruptura total, pero no fue así, pocos días después las aguas se calmaban. La presidente decidía transferir al Parlamento la decisión final sobre los impuestos a la exportación de productos agrícolas, es lo que esperaban los empresarios rurales para levantar su lockout que empezaba a desgastarse rápidamente al igual que la popularidad del gobierno. Fue el fin provisorio de más de cien días de enfrentamiento luego de los cuales, como dicen ahora algunos politólogos, “Argentina ya no es la misma”. La imagen de la presidenta había llegado a un nivel de deterioro solo comparable con el del ex presidente De la Rua en diciembre de 2001, sus convocatorias a la movilización en apoyo al gobierno habían enardecido en su contra a las clases altas y a sectores crecientes de las clases medias. Por su parte los ruralistas habían extendido su influencia unificando detrás de ellos al conjunto de la oposición de derecha y a vastos sectores de las clase medias rurales y urbanas, en este último caso incluso a grupos medios-bajos afectados por un proceso inflacionario que a lo largo de los últimos meses ha deteriorado su nivel de vida. Sin embargo su radicalización los llevaba a un callejón sin salida, especialmente en el caso de la pequeña burguesía agraria prospera, una suerte de “nuevos ricos” furiosos ante las cargas fiscales que enturbiaban sus expectativas de ganancias abundantes y ascendentes. La intransigencia extremista a que habían llegado en sus exigencias era de hecho una convocatoria al golpe de estado, en el pasado tal vez su deseo se hubiera podido materializar, pero ahora, a un cuarto de siglo del fin de la última dictadura militar, la capacidad de intervención de las Fuerzas Armadas es casi nula, su degradación institucional y la lápida moral que pesa sobre ellas llamada genocidio hace impracticable esa posibilidad. La otra alternativa golpista era la de una pueblada de derecha (una suerte de 2001 al revés) amplificada por los medios de comunicación y finalmente manipulada por un sector del sistema institucional (judicial, parlamentario nacional, gobiernos provinciales, etc.). Pero los dirigentes de las derechas política y rural no estaban dispuestos a intentar semejante aventura, en primer lugar porque el actual gobierno más allá de su imagen progresista ha respetado integralmente al sistema neoliberal dominante heredado de los años 1990 y en consecuencia núcleos decisivos del poder económico no apoyarían de ninguna manera el desalojo de la presidenta. En segundo término porque ese hecho habría abierto una suerte de caja de pandora, un desorden general que unido al más que probable hundimiento de las clases populares acorraladas por el alza de los precios de los alimentos podría haber generado una avalancha muy extendida de protestas sociales. Y finalmente porque hacia mediados de junio pese a la persistente agitación de los medios de comunicación la popularidad del derechazo mostraba serios signos de deterioro, el alza de precios y la amenaza de desabastecimiento comenzaban a producir reacciones hostiles hacia los ruralistas provenientes de importantes sectores de las clases medias y bajas. Las asociaciones tradicionales de la burguesía terrateniente como la Sociedad Rural que a lo largo del conflicto habían mantenido un perfil relativamente moderado presionaron con fuerza para desacelerar la protesta. Los nuevos ricos del mundo agrario (pequeños y medianos rentistas y agricultores) fueron de hecho la masa de maniobras del bando de los agronegocios, se creyeron sujeto de una suerte de cruzada gaucha contra el “estado-ladrón” que les quería cobrar tributos extraordinarios. Por debajo de las escarapelas y banderas patrias se movía azuzada por las clases altas una clase media agraria mezquina que pretendía apropiarse de una parte sustancial del botín de super ganancias del negocio exportador.
Sin embargo sería un grueso error limitar el fenómeno a ese aspecto socioeconómico, el abanico civil movilizado contra el gobierno fue mucho más amplio, se extendió a las ciudades, cobró ímpetu en los grandes conglomerados urbanos incorporando a importantes sectores medios la mayor parte de ellos sin vínculos materiales directos con el mundo agrario.
Es cierto que en los barrios acomodados de Buenos Aires, por ejemplo, la vanguardia de los cacerolazos fueron las “cacerolas de teflón” esgrimidas por los ricos acompañados por nostálgicos de la última dictadura militar, pero el movimiento se extendió a las zonas de clase media y fue visible la simpatía despertada en sectores importantes de clase media urbana baja.


La desestabilización

Las movilizaciones promovidas por el gobierno se realizaron a fuerza de aparato, el clima entre los trabajadores fue de apatía o indiferencia y en ciertos casos de repudio no muy entusiasta a la derecha, el activismo pro gubernamental a veces autocalificado como “anti oligárquico” fue claramente minoritario.


Un factor decisivo del ascenso opositor en las capas medias y de alejamiento respecto del oficialismo en las clases bajas (donde la presidenta hizo su mejor cosecha de votos en 2007) es la inflación que ha deteriorado rápidamente los ingresos reales de los asalariados.
Actualmente la derecha política y su paraguas empresario señalan a la inflación como el enemigo principal a combatir para lo cual vuelven a levantar las tradicionales recetas neoliberales centradas en el llamado “enfriamiento de la economía” alcanzado a través de la reducción del gasto público y del freno a los salarios. El resultado sería un rápido incremento de la desocupación y la precarización laboral y el achicamiento de la demanda de las clases bajas pero no de los beneficios empresarios que se mantendrían o aumentarían gracias al descenso de los costos salariales reales. Con menores gastos el Estado podría preservar el superávit fiscal sin necesidad de aumentar los impuestos lo que beneficiaría obviamente a empresarios y clases altas en general. Allí se detiene la ofensiva liberal, porque según ellos el Estado debería seguir interviniendo en el mercado cambiario acumulando dólares y sosteniendo así un dólar artificialmente muy alto lo que permitiría mantener o aumentar los altos ingresos en pesos de los exportadores industriales y agropecuarios. En este esquema económico la gobernabilidad solo podría ser sostenida con dosis crecientes de represión social y con la consolidación del bloque reaccionario (clases altas y medias) tal como se ha ido conformando en los últimos meses. Pero ambas condiciones son de muy difícil obtención, las bases populares han cambiado mucho desde la década pasada, la experiencia de 2001-2002 marca un punto de inflexión casi irreversible. Si se impone la opción neoliberal la generalización y radicalización de las protestas populares conformaría un panorama de alta turbulencia al que seguramente se incorporarían sectores intermedios que afectados por la concentración de ingresos abandonarían sus delirios elitistas para volver a mirar con simpatía a los de abajo.
Por su parte el gobierno trata desde hace algo más de un año de enfrentar la inflación con medidas puntuales que no consiguen frenar el proceso. Desde el ocultamiento de la realidad manipulando las estadísticas hasta los acuerdos de precios sectoriales pasando por toda clase de negociaciones con grupos empresarios y burocracias sindicales, fue desplegado un complicado juego destinado a ahuyentar el clima inflacionario preservando la alianza social y mediática que había sido la base de la gobernabilidad desde 2003.
El gobierno temía que dicha alianza se rompiera desde abajo, desde el espacio de los trabajadores debido a la persistente degradación de los salarios reales pero se rompió por arriba, desde el mundo de los agronegocios, desde las capas sociales más beneficiadas por la estrategia económica kirchnerista desatando una ola reaccionaria cuya magnitud y radicalidad sorprendió a todos, al gobierno por supuesto pero también a sus instigadores directos, los dirigentes empresarios rurales.
La aplicación de impuestos o retenciones móviles a la exportaciones agrícolas, que apuntan centralmente a las ventas externas de soja no constituyen una medida fiscalista, el estado dispone de una amplia variedad de fuentes tributarias alternativas y cuenta con un superávit fiscal considerable, su objetivo es el sistema de precios, la inflación empujada por la repercusión interna del alza internacional de los precios de los productos agrícolas. Midió muy mal las posibles repercusiones de la medida pero ¿quien las midió bien?, ni los dirigentes patronales agrarios, ni los medios de comunicación que los apoyan, sospechaban la ola de protestas que se desataría y mucho menos la rápida conformación de una masa social reaccionaria cuyo volumen y dinamismo no tiene precedentes en el último medio siglo. Para encontrar algo parecido deberíamos retroceder hasta 1955 cuando un enorme bloque de clases medias y altas apoyó (impulsó) al golpe militar antiperonista, también en ese entonces como ahora salpicado con brotes racistas contra los pobres.



Inflación, capitalismo realmente existente y agronegocios


El proceso inflacionario no es el resultado de un supuesto “recalentamiento” económico sino de una combinación de factores internos y externos cuya convergencia desborda tanto al oficialismo como a su oposición de derecha.
Desde el ángulo de los costos productivos, la inflación internacional hizo subir los precios de una amplia variedad de insumos importados, esa tendencia se vio reforzada por la política de dólar alto en beneficio de los exportadores.
Pero un factor decisivo ha sido la carrera entre salarios y beneficios empresarios. Tomando como base las estadísticas oficiales los salarios reales cayeron en promedio un 30 % en 2002 y comenzaron a recuperarse al año siguiente, hacia 2007 ya se encontraban casi en el nivel de 2001, antes del desplome, pero eran todavía inferiores a los de mediados de los años 1990.
Tenemos que tomar en cuenta tendencias de largo plazo como las del crecimiento de la tasa de desocupación y de la concentración de ingresos, las mismas fueron avanzando lentamente desde mediados de los años 1950 a través de un movimiento zigzagueante, expresión de la puja entre los sindicatos y las empresas; el golpe militar de 1976 aceleró su marcha que adquirió mayor velocidad en los años 1990. En 2001-2002 se produjo el derrumbe de los salarios y del gasto público en términos reales pero desde 2003 la recomposición económica produjo un gradual incremento de la ocupación que creció cerca del 20 % entre 2003 y el primer trimestre de 2007, de los salarios reales (crecieron algo más del 30 % en el mismo período) y de la participación de los trabajadores en el Ingreso Nacional: 23 % en 2003 y 28 % a comienzos de 2007 aunque todavía inferior a la de 2001 próxima al 31 % , todo esto siguiendo las estadísticas oficiales (1). Es muy probable que dichas estadísticas exageren las cifras positivas, además la recomposición salarial fue muy despareja, sin embargo resulta evidente que entre 2003 y 2006, el período de gloria del kirchnerismo, las tres variables arriba mencionadas aumentaron. Frente a ello el conjunto de la clase capitalista aprovechó en una primera etapa los bajos salarios reales para acumular beneficios festejando la expansión general de la demanda interna. Pero cuando entre fines de 2006 y comienzos de 2007 los salarios reales comenzaron a aproximarse a los niveles de 2001 los empresarios reaccionaron tratando de revertir la situación; comerciantes, industriales, productores agropecuarios, etc., fueron aumentando los precios de sus productos. Desde su punto de vista los aumentos en los precios de insumos y de los salarios estaban comprimiendo márgenes de beneficios hasta niveles “inaceptables”; para ellos 2001-2002 (al igual que 1976) marcaba un hito histórico irreversible.
La primera oleada inflacionaria fue suave y pudo ser absorbida por el conjunto de la población (incluidos los asalariados) y las relativamente pequeñas retracciones iniciales de la demanda en las clases bajas fue más que compensada por incrementos paralelos en la demanda de las clases superiores. Más adelante la reconcentración de ingresos (paralela al deterioro de los salarios reales) impulso con mayor fuerza el fenómeno de “inflación de demanda” proveniente de los sectores medios-superiores y altos.
El empujón final lo produjo la aceleración del alza de los precios internacionales de los productos agrícolas repercutiendo sobre el sistema interno de precios (y sobre las expectativas de superbeneficios en las clases altas y medias del mundo rural).





Como ya lo señalé, el gobierno, cuyo negocio principal es la “gobernabilidad”, madre del poder político y de todos los negocios oficiales, reaccionó tratando de imponer retenciones móviles a las exportaciones agrícolas partiendo de la base de que sus precios futuros, en un horizonte previsible, serán cada vez más altos. Fue a la vez una medida defensiva y preventiva que provocó el amotinamiento ya conocido lo que a su vez aceleró el proceso inflacionario.
En uno de sus primeros discursos, al iniciarse la protesta rural, la presidenta señaló estar “en contra de la lucha de clases”, lo expresó como una suerte de “principio doctrinario” irrenunciable; como lo estamos viendo se podrá estar a favor o en contra pero la lucha de clases existe. El fundador de su movimiento solía repetir hace varias décadas una y otra vez que “la única verdad es la realidad”, queda abierto el debate acerca de si se trataba o no de un principio doctrinario o sobre el significado filosófico del concepto de “realidad” , etc., pero no podrá negarse que constituía un llamado a la sensatez y a la desacralización de fantasías irracionales, por ejemplo (si nos situamos en la Argentina actual) la ilusión respecto de un capitalismo armónico, estable, aunque subdesarrollado y crecientemente dominado por los agronegocios (inmersos en una avalancha de superganancias especulativas) y en medio de una formidable crisis global.


La larga marcha del parasitismo financiero


Los agronegocios aparecen hoy como la cabeza, el área más prospera del capitalismo argentino, la agresividad de sus huestes, su tono autoritario ha llevado a diversos grupos y comunicadores pro gubernamentales a calificar al fenómeno de “renacimiento oligárquico”, de resultado de la “reprimarización económica”, de retorno al viejo sistema agroexportador sobre el que la aristocracia terrateniente colonial asentó su poder hace algo más de un siglo, desplazado después por la industrialización y el primer peronismo.
Esa imagen oculta el carácter claramente “financiero” de los agronegocios y en consecuencia su pertenencia al movimiento global de financierización ascendente desde hace cuatro décadas que ha terminado por establecer su hegemonía sobre la economía mundial. La masa total de fondos que circulan en sus redes especulativas se aproxima a los mil millones de millones de dólares (equivalente a casi 16 veces el Producto Bruto Mundial), solo los negocios con los llamados “productos financieros derivados”, registrados por el Banco de Basilea, rondan los 600 millones de millones de dólares. Esta hipertrofia parasitaria ha impuesto su sello subcultural a las más variadas actividades productivas tanto en los países centrales como en los periféricos, es una de las causas decisivas de la inflación internacional (cuyo pilar fundamental es obviamente la explosión del precio del petróleo) y la principal fuente nutricia de la depredación ambiental planetaria.
Dicha tendencia, expresión de decadencia civilizacional, atrapó a las sociedades latinoamericanas hace ya mucho tiempo. El inicio de la declinación de la economía argentina suele establecerse en el segundo lustro de los años 1970, durante la dictadura militar, cuando emergió dominante el sector financiero como cabeza de un sistema más vasto de actividades especulativas que fue dejando en un segundo plano a los sectores productivos, principalmente la industria. Entre 1976 y 1981 el sector industrial creció apenas un 2% en términos reales, mientras el financiero lo hizo en casi 150% (2).



En Argentina el nacimiento de la hegemonía financiera, que desde el comienzo asumió formas mafiosas, apareció como resultado del agotamiento y descomposición del proceso de industrialización (subdesarrollada) evidente desde fines de los años 1960 cuya más alta expresión política fue el primer gobierno peronista (1945-55). Dicho proceso nunca había podido superar el viejo esquema agroexportador, con el que coexistió de manera inestable y confusa: dependía para funcionar de las divisas de las exportaciones provenientes del sector rural, lo que determinaba una debilidad estratégica fundamental en su inserción internacional. Esto prosiguió hasta mediados de los 1970, en un contexto de interminable sucesión de golpes y contragolpes de Estado y asociaciones intersectoriales de las que participaban las transnacionales que iban ocupando posiciones, los acreedores externos, los industriales más o menos "nacionales", los intereses de la alta burguesía rural y comercial, los sindicatos, etc., en una suerte de eterno "empate" donde ningún sector conseguía prevalecer de manera durable. En los hechos se iba produciendo, poco a poco, la recolonización del aparato económico argentino (a través de la deuda externa, las inversiones extranjeras, el debilitamiento comercial) al mismo tiempo que se concentraban los ingresos y se degradaba el Estado. Este retroceso general debilitaba, quebraba una tras otra las zonas de protección económicas, institucionales y sociales, transformando al capitalismo local en su conjunto.
La dictadura instalada en 1976 produjo un cambio cualitativo, marcado por la avalancha especulativa, la caída salarial y la apertura importadora salvaje, coincidente desde la especificidad periférica argentina con el proceso global de dominación financiera.
El predominio de los agronegocios debe ser visto en consecuencia como la resultante (la más reciente degeneración socioeconómica nacional) de ese movimiento externo-interno, la dinámica del mundo rural argentino de hoy es inexplicable sin la introducción de términos como “pool de siembra”, “fondo fiduciaro” o “rentista rural”. Por otra parte su auge es el producto del alza acelerada de los precios internacionales de los productos agrícolas: componente de la crisis mundial del capitalismo, resultado del agotamiento tecnológico de la modernización agrícola convertida en mega depredadora de recursos naturales, generadora de hambrunas en vastas zonas subdesarrolladas, desestabilizadora de economías centrales y periféricas.
De todos modos la “cultura financiera” de los centros dinámicos del sistema rural argentino no significa la presencia de una “nueva burguesía” borrando por completo las viejas raíces oligárquicas. El proceso histórico ha sido más complejo, las antiguas clases dominantes agrarias fueron mutando en las últimas décadas, sobre todo desde los 1990, algunos sectores desapareciendo del escenario, otros adaptándose con dificultades y finalmente los ganadores incorporándose de manera plena a los nuevos tiempos, asociándose con los recién llegados por lo general especuladores, estructuras financieras locales y transnacionales (en numerosos casos es casi imposible diferenciar estas dos últimas categorías). Hoy cuando observamos a la élite dirigente de la economía agraria encontramos viejos apellidos de la aristocracia rural combinados con personajes surgidos de los negocios rápidos de la era neoliberal, grupos financieros globales, etc. A este proceso de “financierización” han ingresado amplias capas de la clase media agraria en tanto socias de los nuevos emprendimientos o como rentistas.
Por otra parte no deberíamos oponer de manera esquemática los nuevos comportamientos a la antigua cultura “oligárquica”, muchas veces señalada erróneamente como “poco-capitalista”, “atrasada” desde el punto de vista del desarrollo burgués. Desde sus orígenes en el siglo XIX la élite pampeana estuvo impregnada de una gran dinámica comercial-financiera, su carácter colonial le otorgó una identidad “internacional” (pro europea), diversificó sus negocios en el área urbana donde por lo general residía, etc.
En consecuencia su última mutación hacia los agronegocios de alta tecnología no significó el ingreso a un mundo totalmente nuevo sino más bien el salto cualitativo de procesos recientes y también de otros muy lejanos en el tiempo.


Crisis de gobernabilidad


La economía mundial, con centro en los Estados Unidos, va ingresando en una situación caracterizada por la combinación de inflación y desaceleración productiva. El desorden inflacionario global llegó para quedarse seguramente durante mucho tiempo, acunado por la hipertrofia financiera, empujado por el alza incesante de los precios del petróleo, los alimentos y la commodities en general.
Los agronegocios actuales son entre otras cosas “negocios inflacionarios”, impulsados por (e impulsando) corridas especulativas internacionales (e intranacionales), golpes de mano y operaciones de corto plazo en procura de superganancias, acumulaciones veloces de liquidez destinada a ser reinvertida en ese rubro o en otros. La depredación de todo lo que se les cruza en el camino (recursos naturales, estructuras sociales, etc.) es una componente esencial de su comportamiento. En el caso específico argentino es posible afirmar que el clima cultural prevaleciente a comienzos de esta década (bien abonado por el período menemista) estaba perfectamente preparado para esa avalancha capitalista global, el gobierno de los Kirchner ahora victima del fenómeno lo alentó desde su llegada porque lo consideró un factor decisivo de la “prosperidad económica” que aseguraba la estabilidad institucional. Los records de exportaciones agrícolas (es decir el ascenso triunfal de los agronegocios) era presentado desde el oficialismo como ejemplo de éxito empresario de la nueva Argentina donde la acumulación de reservas dolarizadas, las altas tasas de crecimiento del PBI y el enriquecimiento de los poderosos solían ser asociadas a la integración social, la recuperación de salarios y empleos y la consolidación de la convivencia republicana.
Al parecer el “progresismo” había por fin encontrado la fórmula de la cuadratura del círculo: subdesarrollo capitalista prospero con inclusión de los de abajo y democracia representativa. Pero la fiesta duró menos de un lustro, los agronegocios fueron acumulando poder económico, mediático y político y en el primer semestre de 2008 ya estuvieron en condiciones de exponer su poderío y avanzar hacia una super concentración de ingresos.
Al hacerlo deterioraron gravemente no solo a la gobernabilidad progresista sino a la gobernabilidad en general: la inflación descontrolada y la irrupción de una masa social reaccionaria muy agresiva y extendida con claros brotes protofascistas puso al desnudo la debilidad del régimen político, su insuficiente legitimidad. De manera aparentemente “inesperada” ha comenzado la enésima crisis de gobernabilidad de la historia argentina, la misma no ha sido originada por el derrumbe económico sino por la prosperidad (agroexportadora), su contexto internacional global esta sobredeterminado por la crisis estanflacionaria global, la burguesía ganadora que la ha desatado difícilmente podrá transformar su dominio económico en un sistema integral y durable de control político de la sociedad, su ascenso es desestabilizante. De todos modos no parece preocuparle demasiado el futuro en general y mucho menos el futuro de la “democracia” virtual argentina. Su obsesión es acumular grandes beneficios lo más rápido posible, su mundo es el del corto plazo y se corresponde con la vorágine nihilista de los centros financieros del planeta.
Mientras tanto el gobierno y la totalidad de los grandes medios de comunicación insisten en que Argentina se encuentra ante “una gran oportunidad” para enriquecerse gracias al ascenso vertiginoso de los precios de los alimentos, el hecho de que el mismo sumerja en el hambre a centenares de millones de seres humanos no parece motivar en ellos ninguna reacción ética. Su pequeña “racionalidad” amoral le impide percibir desde una visión racional más amplia la catástrofe hacia la que se encaminan mientras contabilizan sus ganancias extraordinarias, al zambullirse en el mar turbulento del área más inestable de la economía mundial con sus precios zigzagueantes y sus estampidas financieras.
------------------------------------
(1), Eduardo M. Basualdo, “La distribución del ingreso en la Argentina y sus condiciones estructurales”, Memoria Anual 2008, Centro de Estudios Legales y Sociales, Argentina.
(2), Jorge Beinstein, “Crisis de régimen en Argentina. Pujas internas en la dirigencia, descontento social”, Le Monde Diplomatique, “el diplo”, número 22, abril 2001.

Crítica Cultural/ El efecto CNN; del secuestro de las imágenes al "Espectáculo Humanitario" - Adolfo Vásquez Rocca

EL EFECTO CNN; DEL SECUESTRO DE LAS IMÁGENES AL “ESPECTÁCULO HUMANITARIO”.


Por Adolfo Vásquez Rocca*
(para La Tecl@ Eñe)




1.- Aproximación político–estética al fenómeno de la guerra.






La guerra es un fenómeno específicamente humano. El hecho de que la guerra haya mutado de manera tan radical a lo largo de los tiempos evidencia claramente que se trata de un producto de la cultura. Desde una perspectiva antropológica y una aproximación estético-política de la guerra –según el modelo inaugurado por Jünger y sus Tempestades de Acero y continuada por Sloterdijk en sus Temblores de Aire–, podemos sostener que la guerra moderna ha cambiado de modo radical con el hecho logístico –no menor– de no poder verle el rostro al enemigo, esto hace que ya no pueda hablarse de un Frente. En el frente ya no se hayan actores humanos sino monitores, cámaras (la imagen reemplaza a las palabras escritas, con su aplastante fuerza visual y mediática), ya no se ve el rostro del adversario ni el de las víctimas sólo mercados, edificios devastados y oficinas de monitoreo con evaluadores militares. Las guerras modernas son, pues, asépticas, son guerras donde no se ven las víctimas, donde no hay sangre ni quejidos de heridos.



El paradigma de la guerra mediática fue la noche del 17 de enero de 1991 cuando las imágenes enviadas por la CNN dieron la vuelta al mundo, una guerra donde no se veían las víctimas, donde no había sangre ni quejidos de los heridos... La imagen reemplaza a las palabras escritas, con su aplastante fuerza visual.



2.- El Proyecto Ruanda o cuando el horror no tiene rostro.



En la última década hemos sido testigos de un fenómeno estético-político de gran alcance, una operación político gubernamental de blanqueamiento de imagen, de manipulación de imágenes o ––si se quiere–– de su secuestro, perpetrado por países como Estados Unidos, que bajo alianza estratégica con bancos de datos como los de Microsoft, no dejan circular ciertas fotografías y registros visuales que comprometen su imagen en el concierto internacional: imágenes de la intervención militar en Iraq o las prácticas de encierro y tortura en los campos de prisioneros en las bases militares de Guantánamo. Probablemente por ello, por este secuestro de las imágenes y a diferencia de Vietnam – donde el rol jugado por los corresponsales de guerra fue decisivo para sensibilizar a la población civil– la cobertura extensiva de la guerra en Iraq mantuvo el nivel de conformidad pública en los Estados Unidos, a pesar de la vociferante oposición masiva. Durante la invasión de Iraq, desde marzo hasta mayo de 2003, se produjeron más imágenes –ya fuera en televisión, en fotografía o en internet– que en cualquier otro período comparable de la historia, sin embargo aquí ha tenido lugar, en el decir del artista visual Alfredo Jaar, un secuestro de las imágenes. Las mismas que el ha intentado recuperar, mediante su prolífico trabajo de documentación de catástrofes y genocidios como el acontecido en Ruanda. Jaar trabaja con la idea de la desaparición de las imágenes. En esta misma instalación encontramos la idea de la manipulación de las imágenes, su privatización y posterior desaparición. Esto obedecería a la convicción de los gobiernos acerca del poder de las imágenes, tesis refrendada históricamente por el caso de Vietnam, donde las imágenes detuvieron una guerra, jugando allí un rol preponderante los corresponsales de guerra que lograron sensibilizar a gran parte de la población civil. A esto se le teme, por ello no se deja a las imágenes circular y más bien se les secuestra.



A esta lógica, esto es al aprendizaje de la lección de Vietnam, corresponde el así denominado efecto CNN, donde por medio de una gran operación mediática de maquillaje se presento una ––aparente–– guerra aséptica e indolora.



La Guerra del Golfo, con sus mentiras y falsa creencia de que podía retransmitirse una guerra “limpia” e indolora, sin sufrimiento y en directo, inauguró una nueva época en cuanto al tratamiento de los conflictos por parte de los medios de comunicación, preparando el terreno de lo que luego sería otra operación mediática maquillada: Somalia. Desde entonces se habla del llamado “efecto CNN”, para describir la existencia de un tremendo poder de influencia de la televisión para desencadenar respuestas políticas ante determinados escenarios conflictivos, en los que el sufrimiento de las personas es retransmitido en directo.



Ahora bien, partir de los años '80, paralelamente al proceso de desregulación de los sistemas de comunicación, de la privatización de las telecomunicaciones y del crecimiento de los conglomerados donde estaban reunidos el software y el hardware, hubo una desestabilización conceptual. Es decir, muchos conceptos que tenían un sólo sentido, se volvieron polisémicos. Paralelamente, también, surgieron nociones como “globalización”, “mundo libre” que nuclearon los debates internacionales.



En una primera etapa el concepto de globalización se usó en los sistemas financieros y luego se expandió a partir del uso de la red de internet. Y esto sucedió en un contexto triunfalista del modelo de desarrollo neoliberal.



3.- Alfredo Jaar: El lamento de las imágenes.

Alfredo Jaar, uno de los más importantes artistas visuales latinoamericanos, desarrolló su obra-proyecto Ruanda con miras a la sensibilización sobre el genocidio acontecido en 1994, y sobre el cual hubo un silencio cómplice por parte de la comunidad internacional. Conmovido por el genocidio de Ruanda de 1994, viajó allí, y en lugar de mostrar imágenes cruentas de una de las peores matanzas de la edad moderna, optó con sabia sensibilidad por focalizar el hecho en los ojos de Nduwayzu ––un pequeño sobreviviente–– imagen que reitera copiándola un millón de veces hasta formar una montaña de un millón de diapositivas, se trata del Lamento de las Imágenes, el reverso de su instalación donde se experiencia una luz cegadora, donde ya no quedan imágenes posibles para representar el horror.



Para ciertos analistas convencidos del “efecto CNN” en Ruanda no se actuó durante los dos meses de apogeo genocida por la ausencia de imágenes, mientras que el desembarco mediático sí se produce cuando surge el éxodo de millones de personas y se extiende el cólera y la muerte, con escenas que el gran público no puede soportar-consumir.



4.- El espectáculo humanitario.



Ciertos tratamientos mediáticos de las crisis humanitarias, y en virtud de las posibilidades de retransmitir en directo, han logrado convertir auténticos dramas humanos, éxodos masivos o epidemias de gran mortalidad en espectáculos de gran audiencia. Hemos comentado ya el caso dramático de Ruanda en 1994, cuando se produce un genocidio sin apenas periodistas internacionales que pudieran explicarlo, y mucho menos mostrarlo. No es hasta dos meses después , cuando el cólera se cobra decenas de miles de muertos en los alrededores de Goma, que centenares de periodistas de todo el mundo se acercan a la zona, invaden todos los hoteles de la ciudad, ocupan el aeropuerto con un impresionante despliegue de parabólicas y ordenadores, y se organiza un auténtico “escaparate telemático de la muerte”, cuando no una verdadera búsqueda y captura del agonizante más esquelético o el cadáver de mayor impacto visual, además de mostrar las proezas de los nuevos héroes, los “humanitarios”. Roskis puso el dedo en la llaga cuando señalaba que no fue la guerra civil, la masacre planificada de centenares de miles de tutsis y de opositores hutus, lo que inspiró más a las cámaras, periódicos, magazines y televisores, sino la liturgia humanitaria, “éxodo y sacos de arroz, huérfanos y dispensarios, humanidad maltratada y benefactores decididos, imágenes de desgracia y movimiento de salvadores”.



Periodistas y humanitarios se vieron obligados a compartir mesas en hoteles y restaurantes, pero acompañados a veces de unos recién exiliados: militares y políticos del defenestrado gobierno ruandés, los planificadores del genocidio y los escuadrones de la muerte, sin que fueran realmente interpelados por nadie, porque la atención mediática no pasaba por adentrarse en las causas de cuanto sucedía, ni en señalar los causantes de tanta muerte, sino únicamente en mostrar el espectáculo de las consecuencias. Y así durante semanas y meses, consumiendo imágenes de muerte y desolación, sin atinar en que si hay víctimas es que también, forzosamente, ha de haber culpables. De esta forma, el espectáculo humanitario basado en operaciones para su consumo mediático se convierte en el peor enemigo de la misma acción humanitaria, porque dicho espectáculo “no significa el retorno al altruismo, sino el confort moral, nueva modalidad de la satisfacción hedonista”.


Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Estética y Antropología. Profesor de Postgrado PUCV; Profesor de Antropología y de Estética, Departamento de Artes y Humanidades, UNAB. En Octubre de 2006 y 2007 es invitado por la Fundación Hombre y Mundo y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias Magistrales en México. Profesor visitante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado UCM. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Buenos Aires.

Bibliografía:
- WOLTON, Dominique, "Elogio del gran público. Una teoría crítica de la televisión", Ed. Gedisa, España, 1992.
- BAUDRILLARD, Jean, Pantalla Total, Editorial Anagrama, Madrid.
- CROVI DRUETTA, Delia, “Medios y telecomunicaciones en el camino de la desregulacion”, en Razón y Palabra, Número 12, Año 3, octubre 1998 - enero 1999.
- FISAS, Vicenc, Cultura de paz y gestión de conflictos. Ediciones UNESCO, Barcelona, 1998.
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Sloterdijk; Entre rostros, Esferas y Espacio interfacial. Ensayo de una historia natural de la afabilidad”, En EIKASIA, Revista de Filosofía, Nº 17 - 2008, ISSN 1885-5679 - Oviedo, España, pp. 221-235 http://www.revistadefilosofia.com/17-05.pdf
- BRAUMAN, Rony, L'action humanitaire, Flammarion, 1995.
- VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Peter Sloterdijk: Temblores de aire, atmoterrorismo y crepúsculo de la inmunidad", En NÓMADAS, Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas - Universidad Complutense de Madrid, Nº 17 Enero-Junio 2008 -1º / 1 pp. 159-168, http://www.ucm.es/info/nomadas/17/avrocca_sloterdijk3.pdf
- BAUDRILLARD, Jean, La Transparencia del mal, Editorial Anagrama,
- VÁSQUEZ ROCCA. Adolfo, "Ernst Jünger: tempestades de acero o la entrada en escena de los titanes", en KONVERGENCIAS Literatura, Nº 7 – 2008, Capital Federal, Argentina, pp. 62-74,
http://dialnet.unirioja.es/servlet/articulo?codigo=2572644&orden=154145&info=link

Modelos Socioculturales del Poder IV/ Enrique Carpintero


Modelos socioculturales del poder IV

El Mayo del `68 o la potencia de la alegría*

Por Enrique Carpintero
Psicoanalista
enrique.carpintero@topia.com.ar
(para La Tecl@ Eñe)

Si no quieres repetir el pasado, estúdialo
Baruch Spinoza


Este año se conmemoran los 40 años del mayo francés de 1968. En Francia se abrió un debate crítico en el que participaron desde el presidente francés Nicolás Sarkozy, quién dijo que había que terminar con los efectos del mayo del `68, hasta algunos intelectuales que reflexionaron sobre “una herencia imposible”.
Debemos señalar que al recordar otras épocas se puede caer en idealizar el pasado donde “todo tiempo pasado fue mejor”. O, por lo contrario, desvalorizarlo. Ambas perspectivas no permiten dar cuenta de que la esperanza es una de las formas de la memoria. Recordar no es una actividad que nos lleve meramente a evocar los hechos acontecidos, sino al recuerdo de las razones por las cuales importantes valores individuales y sociales no forman parte de la actualidad de nuestra cultura.

Los `60: el inicio de una “contracultura” que expande el campo de lo posible


Referirnos al mayo del `68 necesariamente nos lleva al clima de época. En los `60 comenzó a formarse una “contracultura” que se oponía a la cultura dominante. Este movimiento, con características diferentes en cada región del planeta, si bien incluía a una minoría de la población, expresaba las ideas, fantasías y deseos de la época cuya significación producía transformaciones en la subjetividad que se expresaba en palabras como “voluntad” y “compromiso”.
En este sentido algunos intelectuales construían un discurso de oposición al sistema. En Francia Jean-Paul Sartre había rechazado en 1964 el premio Nobel. En el campo del marxismo se comenzaba a rescatar las ideas de Antonio Gramsci y la Escuela de Frankfurt en oposición a los partidos comunistas y socialistas tradicionales. En EEUU las universidades de Harvard, Berkeley y Columbia producían un pensamiento marxista para crear una “nueva izquierda”. Las ideas de Wilhelm Reich y Herbert Marcuse recorrían las grandes universidades del mundo. El psiquiatra argelino Frantz Fannon y el pedagogo brasileño Paulo Freire construían la propuesta de una psicología de la liberación. La antipsiquiatría, la psiquiatría comunitaria, la psicología institucional y el psicoanálisis permitía desarrollar el campo de la Salud Mental. Es en este proceso cultural y social que se produjo la intervención de EEUU en la guerra de Vietnam generando un movimiento pacifista de una envergadura sin precedentes por las grandes manifestaciones que se realizaban en las principales ciudades norteamericanas. Este movimiento se unió con los hippies que mantenían una actitud inconformista y antiautoritaria con su consigna de “amor y paz”. Ellos, conjuntamente con los estudiantes de la Universidad de Berkeley, defendieron el derecho de apropiarse de terrenos del Campus Universitario para plantar pasto y flores con el objetivo de crear lo que llamaron el “Parque del pueblo”. El derecho de propiedad fue nuevamente instalado con gases lacrimógenos disparados desde helicópteros del ejército y policías que reprimieron violentamente. Su resultado fue la muerte de una persona, otra quedó ciega, muchos heridos y más de quinientos arrestados. Lo que se conoció como “La batalla de Berkeley” fue una parodia absurda de la guerra de Vietnam impulsada por los sectores conservadores de California. El gobernador era Ronald Reagan. El asesinato de John Fitzgerald Kennedy en 1963 provocó una gran conmoción cuya consecuencia fue aumentar el descreimiento en el sistema y reafirmó los movimientos contestatarios. También, en el mismo año, se produjo el asesinato de Martin Luther King que condujo a una rebelión de la población negra. Estos levantamientos estaban ligados a nuevas corrientes político-religiosas como los musulmanes negros cuyos líderes eran Malcom X y Stokeley Carmichael. Otros grupos revolucionarios que se reivindicaban como socialistas eran los “Panteras Negras” uno de cuyos representantes más significativos era la profesora de filosofía Angela Davis que había estudiado con Herbert Marcuse.
En América Latina este movimiento contestatario mundial tomo formas decididamente revolucionarias contra el sistema de atraso y dependencia del imperialismo de EEUU. El modelo era la revolución cubana. Sin embargo en México la rebelión de los estudiantes culminó en la matanza de Tlatelolco preanunciando las represiones que en la década del `70 abarcarían a la casi totalidad de los países latinoamericanos.
En la China de Mao Tse Tung se inició una “revolución cultural” contra las estructuras burocráticas del Partido Comunista Chino que, en muy pocos años finalizó en un verdadero fracaso. En los países de Europa del Este también comenzó a darse un proceso de búsqueda para liberarse de la burocracia soviética. En Checoslovaquia la intelectualidad de Praga elaboró un texto de críticas al socialismo totalitario estalinista. Esta rebelión que se conoció como la “Primavera de Praga” fue fuertemente reprimida con tanques soviéticos. Algo similar ocurrió en Polonia. Pero, fue en París donde se produjo el mito de la época: el mayo francés del ’68 donde la “imaginación al poder” se transformó en una consigna que tuvo efectos en las nuevas formas de lucha y oposición al poder.

“Las estructuras no salen a la calle”


Varias cuestiones hacen a la actualidad de las problemáticas que siguen vigentes. Una de ellas es el lugar que los intelectuales jugaron en esa época.
En Francia había adquirido gran peso el estructuralismo fundado por Levy- Strauss en la antropología. Althusser realizaba una lectura estructuralista de Marx y Lacan llevaba ciertos conceptos estructuralistas al psicoanálisis. Levy-Struss nunca apoyó el Mayo del 68. Althusser estaba enfermo en esa época y miraba con recelo el movimiento de acuerdo con el Partido Comunista francés del cual era militante que tuvo una posición ambigua en relación a los hechos que producía el movimiento obrero y estudiantil. Foucault estaba en Túnez y lo apoyó con recelo igualmente que Derrida y Barthes. Podemos decir que fue Sartre el gran intelectual que apoyó el Mayo del 68. Recordemos una de sus frases: “Hay algo que ha surgido de ustedes que asombra, que trastorna, que reniega de todo lo que ha hecho de nuestra sociedad lo que ella es. Se trata de lo que yo llamaría la expansión del campo de lo posible. No renuncien a eso”. Sus ideas humanistas se veían reflejadas en las luchas obreras y estudiantiles. Esto llevó a que una de las consignas escritas en las paredes era “las estructuras no salen a la calle”. Lacan le contesta que sí las estructuras salen a las calles y los estudiantes son efectos de esas estructuras. Aún más, en un seminario sobre los 4 discursos afirma que los estudiantes pasan del discurso del amo al discurso de la Universidad. En definitiva Lacan afirma que es imposible salir del discurso del Otro. Siempre va haber un Amo. Por ello dirigiéndose a los alumnos les dice “en tanto histéricos, Uds. exigen un nuevo amo. Uds. lo tendrán”.





“El acto instituye la conciencia”



Estas posiciones sobre los acontecimientos del mayo del `68 llevaron a importantes debates que formaban parte de la polémica sobre la vigencia y validez del estructuralismo como método de análisis de la realidad. Como dijimos anteriormente su fundador fue Levi-Strauss. Este sostenía, a partir de la lingüística de Saussure, que así como la lengua podía estudiarse como un sistema de elementos que no variaban y que mantenían relaciones entre sí, también podía estudiarse las estructuras básicas de las sociedades primitivas con el mismo método. Este método fue trasladado a las ciencias sociales. Su objetivo era cuestionar el humanismo y el historicismo. En este sentido se interesaba por las categorías básicas del pensamiento por sus contenidos y su relación con la totalidad social. Negaba el rol de un sujeto creador de las estructuras y presuponía el carácter inmanente de éstas.


A mediados de esa década el estructuralismo alcanzó su máxima expansión junto con el comienzo de su cuestionamiento. En 1965 Michel Foucault publica Las palabras y las cosas. En 1966 Lacan publica sus Escritos donde el sujeto queda reducido en el discurso del Otro. Ese mismo año Louis Althusser en Para leer el Capital propone un redescubrimiento del marxismo como ciencia que estudia las "formaciones económico-sociales", no a partir de su evolución histórica sino como un sistema de relaciones de producción del que los hombres son meros portadores. Estas obras generaron polémicas en las que participaron -entre otros- Sartre, Goldmann, H. Lefebvre y Garaudy, que desde distintos ámbitos impulsaban un diálogo del marxismo con otras disciplinas. Las mismas se desarrollaron en los espacios críticos de la vida académica francesa y fueron un puente entre el pensamiento crítico y la militancia política. En otros dos países europeos como Alemania e Italia se daba una polémica semejante entre el campo intelectual y la izquierda.
Podemos decir que a mediados de la década del `60 las tesis estructuralistas comienzan a ser cuestionadas en diferentes aspectos: 1) El concepto de estructura como fenómeno ahistórico para explicar los fenómenos sociales; 2) Pensar el lenguaje como un sistema independiente de la acción de los sujetos que hablan; 3) La ausencia del colectivo social detrás de los códigos sociales; 4) La neutralidad de las ciencias sociales.

Estas perspectivas que hoy se conocen como neoestructuralistas continúan hasta la actualidad. Lo cual lleva a una idea de que es imposible una lucha emancipatoria. Este es el pensamiento postmoderno donde el capitalismo es llevado a la consideración de un hecho natural. El capitalismo solo puede ser reformado, modificado, humanizado. Pero nunca reemplazado por otro sistema social más justo. El socialismo, dicen los postmodernos, es una antigüedad que surgió en el siglo XIX y mostró su fracaso en el siglo XX. La tesis de Fukuyama sobre “el fin de las ideologías”, a pesar de las críticas “políticamente correctas”, podemos decir que ha triunfado en la mayoría de los intelectuales.



El mayo del ´68 nos muestra la fuerza de una política de las pasiones alegres





La fuerza del mayo del 68 constituye su límite. La fuerza que anidaba en su utopía revolucionaria constituye su límite en tanto no pudo constituirse en formas organizativas que se opusieran al poder. Al año del inicio de las grandes movilizaciones obreras y estudiantiles se llama a elecciones y la derecha representada por la URD gaullista gana por un amplio margen de votos.
Sin embargo las reivindicaciones del Mayo del 68 fueron incorporadas por el capitalismo: la autogestión, las libertades sexuales, la libertad de la mujer, la critica a la sociedad patriarcal, etc.
En la actualidad se han afianzado las ideas conservadoras como modelo sociocultural. En el capitalismo mundializado la injusticia es mayor que en esas épocas. El poder nos somete desde nuestra subjetividad con la utopía de la felicidad privada. La felicidad puede ser comprada en cómodas cuotas mensuales. La condición es encerrarnos en nosotros mismos. Para ello están los shopping, los barrios cerrados, los muros para separar a los que molestan, es decir a los pobres, ya que estos deben ser invisibles. Los debemos invisibilizar.
De allí la importancia de rescatar la fuerza de la esperanza que nos deja el Mayo del 68. La fuerza de las pasiones alegres. Marx decía que la gente no muere por la ley de la tendencia decreciente de la taza de ganancia. La gente muere por la religión y por la patria. De allí el desafío en cómo generar un imaginario de esperanza para que la gente luche por la vida, por un mundo más justo. Spinoza decía que el ser humano tiene pasiones alegres (el amor, la solidaridad, etc.) que nos potencian y pasiones tristes (el odio, la depresión, la melancolía, etc.) que limitan nuestra potencia. La lucha contra nuestra pasiones tristes es afirmándonos en una razón apasionada basada en la pasiones alegres. De allí la pregunta ¿Cómo generar una política de las pasiones alegres? Una política que construya comunidad. Una política que se plantee la lucha por la vida no por la muerte. Una política que reemplace las consignas “revolución o muerte”; “socialismo o muerte” por “revolución por la vida”; “socialismo por la vida”. En definitiva, una política que expanda el campo de lo posible


El Mayo del 68 nos muestra la fuerza de una política de las pasiones alegres. El Mayo del 68 convocó a la potencia de la alegría en el sentido spinoziano del término en tanto fuerza liberadora de nuestras potencias creativas. Esta es su enseñanza. Esto es lo que tenemos que rescatar. Pero también recordar sus limites ya que, si la potencia liberadora de la alegría no encuentra formas organizativas que puedan enfrentar al poder este se impone a través de las pasiones tristes no solo sometiéndonos desde afuera sino desde nuestro interior.



*La perspectiva histórica de este artículo se basa en el libro de Enrique Carpintero y Alejandro Vainer, Las Huellas de la memoria. Psicoanálisis y Salud Mental en la Argentina de los ´60 y ´70. Tomo I (1957-1969), tomo II (1979-1983), editorial Topía, Buenos Aires, 2004 y 2005.