17 abril 2010

Horacio González/ Ausencias: Sobre las fotos de Gustavo Germano

Sobre las fotos de Gustavo Germano
Ausencias

Por Horacio González
(para La Tecl@ Eñe)
Grupo de amigos en 1971.Hoy faltan dos.
Pocas veces he visto, como transcripción en imágenes, en estas fotos, mayor intensidad en el sentimiento que se provoca ante el hecho de la desaparición. Me refiero a este radical ejercicio fotográfico de Gustavo Germano, fotógrafo a quien no conozco personalmente, pero cuya obra me ha impresionado vivamente. La palabra desaparición transcurre entre nosotros con distintos niveles de estremecimiento, devoción o costumbrismo. Las palabras que se hacen conceptos de época, se imantan con un halo emotivo específico, que está sometido a los cambios de expresión que estamos obligados a hacer a diario. La capacidad de conmoverse por los hechos de la historia, en especial por sus atrocidades y masacres, no tiene registros únicos ni cartillas. Por la misma razón, no tienen emoción garantizada, pues a veces un pudoroso respeto es lo que brota de la conciencia, y a veces, los lugares que destinamos a la devoción o al culto rememorativo, nos conducen hacia la aptitud reminiscente. Así como hay cánticos públicos, hay un recogimiento íntimo que en ciertas circunstancias nos obliga a buscar en nuestras napas recónditas la pregunta esencial: qué somos, quiénes somos cuando recordamos el horror, los poderes aniquilantes que sufrieron otros y quizás en otra medida nosotros mismos, y que al alojarnos introspectivamente en la necesidad evocativa, debemos saber si ingresan en nuestra evocación como un sucedáneo ya establecido para memorar esos hechos, o si ellos están como brasas vivas pidiéndonos que seamos menos remisos, aunque igual mostremos constricción.
En las fotos de Germano –quien tiene un hermano desaparecido- la desaparición se torna un hecho físico, visual, paisajístico. Se dirá que el sentimiento que albergamos al respecto pide imágenes –las hubo y las hay numerosas, acompañaron todo el movimiento de reivindicación de las últimas décadas-, pero que en esencia no es un hecho que se preste especialmente al arte representativo. Como muchas veces se dijo, el horror tiene una característica inefable, en el límite de las experiencias vitales posibles, y muchas formas de representarlos llevadas por el afán de justicia, podrían debilitar el sentimiento que en sí mismo produce la palabra, cuyo aura se prende con una fulgurante chispa aciaga en nuestra conciencia. De hecho, no siempre logramos generar en nosotros mismos el estado que se esperaría que nos conmocione en relación a los actos que concurrimos, las fechas que respetamos, los nombres que nos llegan con su especial carga de vacío, remordimiento o afán de reparación.
El proyecto de Germano es increíblemente contundente y simple, pero su realización debe haber sido muy delicada y pone en juego los más difíciles resortes del espíritu, en cuando a percibir la ausencia como una forma existencial y autobiográfica. La fotografía, una vez más, muestra sus posibilidades supremas con una capacidad conmocionante genuina. El tiempo aparece en su ineluctable transcurso, en la inocencia de lugares y situaciones. Pero sobre ese magisterio del tiempo, Germano realiza un ejercicio inconsolable, que el espectador comprende de inmediato. No es que no haya textos que no puedan lograr ese singular efecto. Pero lo cierto es que han faltado entre nosotros en los últimos tiempos. Ya vendrán. La espera es la nota crucial de nuestra conciencia crítica frente al paso del tiempo. Pero estas fotos consiguen en su muda locuacidad, en la aceptación de los protagonistas para volver el álbum de sus vidas hacia atrás, y colocarnos frente al abismo de un sufrimiento intraducible. El vacío, el no estar, la no presencia, muchas veces la vemos con la óptica –incuestionable- de la política y del estrado judicial. Queremos que siga siendo así, porque allí hay un lenguaje común sobre los desparecidos que debemos honrar, respetar y prolongar en el recuerdo. Pero estas fotos consiguen llegar a un ápice artístico, conceptual y revulsivo que no es posible definir fácilmente, aunque estamos obligados a hacerlo. Esos rostros de ayer y de hoy, ese faltante en el segmento correspondiente de una foto, es una alegoría que hace las veces de estiletazo severo que nos alcanza de lleno no con un recuerdo sino con un hecho brutal en su estado de pureza alucinante. No hubiéramos querido verlas, en su tranquilo mensaje justiciero, que sin embargo nos estremece con la noción de vacío en un tibio horizonte de palmeras, un barranco, una plaza, el inocente living de una casa, una iglesia. Algo no está y estaba. Sobre esa comprobación sencilla y cotidiana, gracias a estas fotos de Germano, podemos evidenciar, o si se quiere rehabilitar nuestra conciencia –siempre remisa: ella sabe porqué- tal como actúa silenciosamente ante nuestras tragedias. Si es posible retratar un callado llanto, Germano lo ha conseguido. La esencia de su trabajo nos dice que la vida perdura, que la naturaleza en su mismidad nos rodea, pero al lado nuestro y frente a ella hay un vacío.

Cuatro hermanos.Gustavo,Guillermo,Diego y Eduardo Germano.

1 comentario:

  1. Lo conozco de aca (Parana)desde hace mucho a Germano y no le creo nada.Se montaron en la desaparicion del hermano pero siempre fueron unos "chicos bien" . Cero compromiso social.Saludos

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