La Batalla por el Sentido
Por Conrado Yasenza*
La batalla cultural, esa expresión tan mentada últimamente y sobre la que convendría hacer alguna precisión, está planteada con vigor y fiereza en la sociedad argentina. También con un nivel de hipocresía y mendacidad apabullantes como lo demuestra la escenificación de un proceso de victimización burda y banal al que nos enfrentó el Gran Diario Argentino - ¿una solución argentina para los problemas de los argentinos? - , y al que acudió rápidamente, en una actitud de sumisión vergonzante ante el poder comunicacional, gran parte del arco político opositor. Diputados que ya no se preocupan por disimular que representan al partido de Clarín y La Nación y lo rubrican escribiendo un bochornoso Documento para la Defensa de la Democracia. De esto se trata justamente aquello que se denomina batalla cultural, que no es otra cosa que una disputa por el sentido y que implica el cuestionamiento a los relatos hegemónicos que sostienen un modo de sociedad en el que se ha bloqueado la experiencia de vida propia de las personas para crear un tipo de subjetivación que se construye en el interior de la dinámica de los mass-media y que se presenta como la realidad, en una dura concepción del modo de percibir el mundo y las relaciones con él. Sentido duro e hiperindividualista de la experiencia social al que el relato hegemónico neoliberal, en su carnadura de partido comunicacional y político de la oposición, aspira a reinstalar. Por ello el odio visceral a las plazas recuperadas para la manifestación popular y para el ejercicio de la memoria, la verdad y la justicia.
Batalla por el sentido, batalla cultural, que es imperioso dar con pasión, inteligencia y alegría. Batalla por la circulación democrática de la palabra aunque algunos periodistas independientes ejerzan una captura represiva y maniquea de las mismas. Captura represiva de las palabras que quedó evidenciada, hace muy poco, en uno de los programas de TN, -Palabras más, palabras menos -, en el que a cada término utilizado por Horacio González, el periodista de la casa Ernesto Tenembaum, buscó darle una connotación militarista, antidemocrática, ¿setentista?, mientras González intentaba explicar la existencia de un discurso de trinchera y una disputa de bandos en tensión que expresan una sociedad en conflicto, en discusión por sus modos culturales, políticos y sociales de representarse.
En el mismo sentido, la caracterización que hizo Mauricio Macri de un conflicto gremial que derivó en el bloqueo a la salida del diario Clarín (¿pudo Clarín sacar igual su diario o aprovechó y tiró un palito a ver si lo pisaban?) demuestra palmariamente el peso de la batalla por el sentido. Si no qué es lo busca instalar Macri – y casi toda la oposición- cuando dice que el bloqueo es uno de los episodios más graves que sufrió el país desde la recuperación de la democracia. Justamente vaciar de sentido un pasado aciago que incluye levantamientos carapintadas, atentados a la Amia y a la Daia, hiperinflación, 50% de desocupación, indigencia extrema, el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas y la desaparición de periodista Miguel Bonino – nunca esclarecida-; el fusilamiento de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el blindaje, el corralito, el 2001 y una semana en que se sucedieron cinco presidentes y la República estuvo al borde de su disolución institucional; la desaparición de Julio López bajo la sombra siniestra del represor-asesino Etchecolaz y su crucifijo manchado por la sangre de sus manos.
Se trata justamente de no discutir el sentido de graves acontecimientos del pasado reciente para envolvernos en un presente continuo en el que el futuro se nos retacea para que no vislumbremos las intenciones de reinstalar un modelo neoliberal de país en el que los sujetos sociales aceptemos pasivamente los designios de un destino marcado por la indiferencia, la falta de solidaridad, la desmemoria y la no participación popular en la construcción de un modelo social de país.
En eso están el partido de la oposición, blandiendo su Documento, y los medios hegemónicos, convocando a los dueños de las empresas comunicacionales, la Sociedad Interamericana de Prensa - SIP-, para defendernos del monstruo populista que acecha nuestra democracia.
*Periodista, Dtor. de La Tecl@ Eñe
Por Conrado Yasenza*
La batalla cultural, esa expresión tan mentada últimamente y sobre la que convendría hacer alguna precisión, está planteada con vigor y fiereza en la sociedad argentina. También con un nivel de hipocresía y mendacidad apabullantes como lo demuestra la escenificación de un proceso de victimización burda y banal al que nos enfrentó el Gran Diario Argentino - ¿una solución argentina para los problemas de los argentinos? - , y al que acudió rápidamente, en una actitud de sumisión vergonzante ante el poder comunicacional, gran parte del arco político opositor. Diputados que ya no se preocupan por disimular que representan al partido de Clarín y La Nación y lo rubrican escribiendo un bochornoso Documento para la Defensa de la Democracia. De esto se trata justamente aquello que se denomina batalla cultural, que no es otra cosa que una disputa por el sentido y que implica el cuestionamiento a los relatos hegemónicos que sostienen un modo de sociedad en el que se ha bloqueado la experiencia de vida propia de las personas para crear un tipo de subjetivación que se construye en el interior de la dinámica de los mass-media y que se presenta como la realidad, en una dura concepción del modo de percibir el mundo y las relaciones con él. Sentido duro e hiperindividualista de la experiencia social al que el relato hegemónico neoliberal, en su carnadura de partido comunicacional y político de la oposición, aspira a reinstalar. Por ello el odio visceral a las plazas recuperadas para la manifestación popular y para el ejercicio de la memoria, la verdad y la justicia.
Batalla por el sentido, batalla cultural, que es imperioso dar con pasión, inteligencia y alegría. Batalla por la circulación democrática de la palabra aunque algunos periodistas independientes ejerzan una captura represiva y maniquea de las mismas. Captura represiva de las palabras que quedó evidenciada, hace muy poco, en uno de los programas de TN, -Palabras más, palabras menos -, en el que a cada término utilizado por Horacio González, el periodista de la casa Ernesto Tenembaum, buscó darle una connotación militarista, antidemocrática, ¿setentista?, mientras González intentaba explicar la existencia de un discurso de trinchera y una disputa de bandos en tensión que expresan una sociedad en conflicto, en discusión por sus modos culturales, políticos y sociales de representarse.
En el mismo sentido, la caracterización que hizo Mauricio Macri de un conflicto gremial que derivó en el bloqueo a la salida del diario Clarín (¿pudo Clarín sacar igual su diario o aprovechó y tiró un palito a ver si lo pisaban?) demuestra palmariamente el peso de la batalla por el sentido. Si no qué es lo busca instalar Macri – y casi toda la oposición- cuando dice que el bloqueo es uno de los episodios más graves que sufrió el país desde la recuperación de la democracia. Justamente vaciar de sentido un pasado aciago que incluye levantamientos carapintadas, atentados a la Amia y a la Daia, hiperinflación, 50% de desocupación, indigencia extrema, el asesinato del fotógrafo José Luis Cabezas y la desaparición de periodista Miguel Bonino – nunca esclarecida-; el fusilamiento de los militantes sociales Maximiliano Kosteki y Darío Santillán, el blindaje, el corralito, el 2001 y una semana en que se sucedieron cinco presidentes y la República estuvo al borde de su disolución institucional; la desaparición de Julio López bajo la sombra siniestra del represor-asesino Etchecolaz y su crucifijo manchado por la sangre de sus manos.
Se trata justamente de no discutir el sentido de graves acontecimientos del pasado reciente para envolvernos en un presente continuo en el que el futuro se nos retacea para que no vislumbremos las intenciones de reinstalar un modelo neoliberal de país en el que los sujetos sociales aceptemos pasivamente los designios de un destino marcado por la indiferencia, la falta de solidaridad, la desmemoria y la no participación popular en la construcción de un modelo social de país.
En eso están el partido de la oposición, blandiendo su Documento, y los medios hegemónicos, convocando a los dueños de las empresas comunicacionales, la Sociedad Interamericana de Prensa - SIP-, para defendernos del monstruo populista que acecha nuestra democracia.
*Periodista, Dtor. de La Tecl@ Eñe
¡Excelente síntesis querido Conrado! La clarinocracia dará su batalla, y el Pueblo tendrá que dar la suya. Un abrazo.
ResponderEliminarUna muestra de quienes intentan obviar y olvidar el pasado, apelando a un presente que pareciera no tener antecedentes, lo que desligitimarìa en buena medida un esperado futuro.
ResponderEliminarUn abrazo Conrado
Mery castillo-Amigo
Gracias Claudio y Mery por sus palabras. Saludos! Conrado
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