29 noviembre 2006

Editorial


De qué hablamos cuando hablamos del agua

Ahora... Al término de... y las imágenes de una de las novelas con mayor audiencia se suceden en la pantalla del televisor. Ya llega... Ahora... Casi medianoche y la reserva acuífera del Iberá, esa espléndida y subterránea masa de agua dulce, sacude el insomnio y la conciencia de la no muy poblada audiencia que arriba a la región luego de un trasnochado zaping.
Unos días atrás, en la televisión por cable, el misterioso Sr.Tompkins cobró vida mediática, por lo menos su nombre, a través de una discusión entre el funcionario kirchnerista D’Elía y el camaleónico partidario de la oposición Rodríguez Larreta. El tema fue la irrupción de D’Elía cortando los candados de las tranqueras en los campos del Sr. Tompkins. Todo quedo en una bizantina discusión entre los dos invitados, plagada de acusaciones e insultos que serán devorados por la fugacidad de la imagen. Del Sr. Tompkins y de cómo y por qué ha comprado y cercado gran parte de los esteros del Iberá en Corrientes, nada. Una oportunidad más desperdiciada para tratar de acercar luz (¿profundizar, buscando la vertiente?) sobre un tema sensible que compromete nuestras reservas naturales. Es decir, el futuro del país. Pero no, el griterío y la superposición de voces vende más, aunque revestido de seriedad. Es claro como el agua: las peleas en televisión no son sólo patrimonio de los programas de chimentos.
Mientras tanto los verdaderos dueños de la tierra están atrapados entre alambres, negados en su identidad y en sus derechos, y hasta imposibilitados de circular libremente por la tierra que desde siempre habitaron. El agua ya no les pertenece, no pueden llegar hasta ella. ¿Y por qué?. Bien, porque el Sr. Tompkins así lo quiere. Él se siente dueño hasta de la vida de las personas del lugar. Él ha comprado las tierras con la gente, los animales y el agua incluidos. Él, El Sr. Tompkins, haciendo uso del más arrogante cinismo, dice estar preocupado por la conservación del medio ambiente; el problema de la gente es una cuestión de desigualdad social (le parece natural) que debe ser atendida por el Estado y no por él; Estado al que le devolverá las tierras que compró transformadas en maravillosas reservas y parques naturales, como las vendidas a seis veces más su precio a la para nada contaminante pastera chilena.
Pero, ¿Y el gobierno Provincial?. Porque alguien vendió esas tierras consideradas patrimonio y reserva natural del país, alguien lo autorizo y alguien hizo la vista gorda también. ¿Y el gobierno Nacional? ¿Qué responsabilidad tiene en todo este asunto, mas allá de las intempestivas acciones del funcionario D’Elía que no representan una formulación, en modo directo y en forma explicita, de la postura del propio gobierno nacional?. ¿No debería ser declarada una cuestión de Estado y obrar en consecuencia? Porque lo que rápidamente se puede observar es que nuestro país no es dueño de sus reservas energéticas, como el petróleo, ni de las reservas naturales, como el agua de la cuenca acuífera Guaraní. Y más allá de los escépticos y los falsos ambientalistas, el agua es el recurso del futuro. El Sr. Tompkins lo sabe, por eso ha comprado la tierra y no para venderla en botellitas de agua mineral, aunque puede ser parte del negocio.
Así dadas las cosas, en nuestro país no hará falta una guerra de ocupación como en Medio Oriente, ya que la ocupación es hoy, ahora, y no al término de ninguna novela. El futuro llegó hace rato, todo un palo, ya lo ves.

Conrado Yasenza

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