29 noviembre 2006

El Damero




DEL JUICIO A CRIMINALES DE GUERRA Y OTROS CUENTOS

Por Mery Castillo-Amigo*
Ilustración: Le p`oete rouge, Clovis Trouville
Cuando pensamos en los juicios a los criminales de guerra, a la mayoría se nos viene a la mente el famoso juicio a Eichmann, que tan magistralmente relatara y analizara Hannah Arendt en las páginas del The New Yorker (y que luego se convertiría en el libro Eichmann in Jerusalén); pensamos también en varios otros líderes del nazismo, sentados en el banquillo de acusados en Ñüremberg. En esos tiempos estos juicios eran algo serio, algunos de los acusados sufrieron la pena de muerte y otros fueron sometidos a condenas.
Parecen muy lejanos esos tiempos. Hoy en día, los juicios contra varios de los personajes más siniestros que ha dado la política mundial, se han convertido en un teatro, o un burdo cuento de nunca acabar. El juicio a Saddam Hussein, ha devenido en una sucesión de ardides, en el que el inculpado desacredita la función del tribunal, y éste a su vez no pareciera tener la solidez moral necesaria para dar visos de legitimidad a su papel.
En el ínterin, el juicio a Slobodan Milosevic llegó a su fin convertido en exequias funerales, luego de años de alegatos, legajos de declaraciones cada vez más tediosas y millones de dólares derrochados. Las sospechas iniciales de suicidio y la posterior confirmación de una muerte causada por medicaciones no controladas oficialmente, no hacen sino demostrar falta de eficacia y control. Mientras escribo estas líneas, Charles Taylor, el ex dictador de Liberia, ha sido detenido, y se inicia la discusión de cuál será el tribunal que lo juzgará. Y no nos olvidemos de los miembros del Khmer Rouge, sobre quienes después de casi una década, aún no queda claro si serán llevados a juicio.
Por supuesto esto no quiere decir que es mejor acabar de una vez con estos asesinos de masas que ejercieron el poder durante buena parte del siglo XX. No es para ufanarse el que un personaje como Nicolai Ceaucescu, último gobernante comunista de Rumania, muriera ejecutado sin un juicio justo. El sentido de un tribunal recae en la legitimidad de los actores, y en la normatividad legal que la justicia necesita, no importa si el resultado final sea el mismo.
Al parecer en la actualidad parecieran existir dos modelos para proceder contra un dictador destituido. Un país puede someter a juicio a sus propios ex gobernantes, como es el caso de Argentina, que ha llevado a varios de los generales responsables de haber desaparecido a más de 5000 de sus compatriotas. Internacionalmente, el modelo de Ñüremberg todavía puede ser utilizado para posibilitar nuevos juicios, pero con las condiciones con que las potencias suelen asignar la responsabilidad, como cuando se trata de crímenes contra la humanidad, que no habían sido claramente definidos cuando se perpetraron.
En algún momento eran claras las ventajas de los juicios nacionales tanto como de los juicios internacionales. La posibilidad de los juicios dentro del propio país, permitía a la ciudadanía ser participe del proceso. De esa manera se abre la posibilidad de entender lo sucedido, asumir su papel en los hechos y buscar las garantías para que no se repitan.
Dentro de todo, el enjuiciamiento de los generales en Argentina ha hecho parte de un ritual necesario en la transición a la democracia. Aunque se mantienen aún muchos cuestionamientos, ya que a pesar de las condenas, el poder de los militares seguía manteniéndose; los juicios terminaron y obtuvieron el perdón presidencial. Después de veinte años, Argentina todavía no ha resuelto la maraña legal de esos juicios. Pero el caso de Chile es el más desesperanzador, luego de la detención de Pinochet en Londres, hecho que daba esperanzas de un juicio internacional, la entrega posterior a su país, ha demostrado las dificultades en que se encuentran las legislaciones nacionales. Lo más certero es que Pinochet será juzgado por evasión y corrupción y no por su responsabilidad en los crímenes y desapariciones de chilenos.


Cuando el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas estableció el Tribunal Penal Internacional para la ex Yugoslavia (ICTY) se generó la confianza y abrió expectativas acerca del funcionamiento. Al asumir el juicio a Milosevic, la falta de claridad respecto a su funcionamiento y duración y la aparente abundancia de cautelas, han terminado en lo que ya conocemos. No nos queda claro tampoco cuál habría sido el manejo que los serbios le hubieran dado al dictador en un juicio local. Lo más cercano es que en ese influiría el partido político que manejara el tribunal.
En todo caso los juicios de personajes como Milosevic, Hussein y otros, nos deben enseñar algunas lecciones. Una de ellas, es que hay que tener cuidado al enjuiciar a éstos buscando solamente acabar con eso, que podríamos llamar carisma, ya que usarán el juicio para reivindicar sus actos y convertirán un tribunal en su palestra. Para ello es necesario que sean derrotados totalmente y que sus sociedades lo asuman así. Todavía hay muchos que han logrado evadir la ley. Y hay países, como en el caso de Colombia, que intentan iniciar estos procesos. Es importante aprender la lección.


* Filósofa y analista social.

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