31 agosto 2007

La Columna Grande/ Más allá de lo necesario - A. Grande


Dedicado a Silvia Bleichmar, compañera y amiga.

MAS ALLÁ DE LO NECESARIO: apuntes sobre el capitalismo serio.

Escribe Alfredo Grande (especial para LA TECLA Ñ)

“espero que Kirchner no sea el Alfonsín del peronismo”
( A.G. De una nota en el programa radial MATE AMARGO. Año 2003)


“El antisemitismo es odiar a los judíos más allá de lo necesario”. Esta humorada negra, da cuenta del núcleo de verdad de toda ideología reaccionaria. El tema no es el odio, que por otra parte se considera “natural” y “visceral”. El tema es solamente cuando rebasa una cierta cota considerada como democráticamente aceptable. El territorio del más allá es el de los exterminios de mediana y alta intensidad. El delito de genocidio da cuenta de ese más allá, y ha sido repudiado por toda la comunidad política de occidente. El emblema o el fetiche son los Juicios de Nuremberg. En nuestro país, los Juicios a la Junta de Comandantes y especialmente el juicio al genocida Etchecolatz. En el marco de las democracias de centro (del medio a la derecha y/o izquierda) no hay espacio político ni jurídico que avale una política de Estado que legitime los crímenes de lesa humanidad Al menos los realizados por acción y planificación directa. Aquellos como el hambre, la falta de vivienda, la contaminación personal y ambiental, serán considerados como imprevisión, daños colaterales, o simplemente como herencia de anteriores gestiones. El “más allá de lo necesario” ha sido desterrado en su apariencia por el grito de “Nunca Más”. En la actualidad, el gobierno ha legitimado y legalizado una política de los derechos humanos. Desde el acto en la ESMA, muchas aguas han corrido bajo los puentes de la democracia. Lamentablemente, algunas correntadas se lo llevaron a Julio Jorge López, otras a Carlos Fuentealba, y también a las víctimas del gatillo siempre fácil. Las imágenes del velorio del bombero asesinado, en su redundancia, no hacen justicia a familiares de los que son masacrados cotidianamente. Incluyendo a los sobrevivientes y familiares de los asesinados en Cromagnon. Justamente, porque pienso que no hay muertos de primera o de segunda, mucho menos de tercera, es que no deja de indignarme la manipulación de ciertos asesinatos por los medios-fines de comunicación. Lo que pretendo construir es un analizador de la humorada negra que inicia este trabajo. El “más allá de lo necesario” es políticamente incorrecto, aunque ya todos sabemos que la gobernabilidad es apenas reinar con apariencia de gobernar. Lo que me preocupa es el “más acá”, es decir, todas aquellas formas de la soberanía de la cultura represora que, sin llegar a cruzar la frontera para quedarse ni un milímetro del mas allá, de todos modos persisten en deshonrar la vida. Un canto opuesto al que propusiera la genial Eladia Blázquez, y que podrían entonar muchos menemistas y procesistas transvestidos. El “más acá” se organiza como una forma de naturalizar la represión y la exclusión compatibles con el capitalismo serio. Lo que no es por cierto contradictorio, porque el nivel fundante del capitalismo, cuanto más serio peor, es consagrar la explotación de las mayorías por las minorías. Pero si es lamentable que “el más acá” sea el teatro de operaciones de esta democracia del “todo bien” y de “es lo que hay”. En otros términos: nada pasa si odiamos a los judíos más acá de lo necesario. El significante “judío” tiene una polisemia importante. Denota el carácter de lo no incluido, de lo no asimilado por un orden represor, de aquello que se escapa de los intentos de captura de las masas artificiales. La diáspora sería lo opuesto a la certeza de la tierra prometida, y hace masa con el concepto de la travesía institucional que plantea el psicoanálisis implicado. Otra forma de pensarlo es que “lo judío” es análogo a “lo nómade”, aquellos que hacen camino al andar. Lo mas opuesto a los instituidos burocratizados, que están para quedarse. El “más acá de lo necesario” designa todos los mecanismos que la cultura represora pone en funcionamiento, para garantizar que la democracia, parodiando a Clausewitz, sea la continuación de la dictadura por otros medios. Dictadura del gran capital, de la especulación financiera, de los feudalatos provinciales, del sometimiento de niños y jóvenes, del hambre, la enfermedad y el analfabetismo. Sigue habiendo condenados de la tierra, y las formas del coloniaje han cambiado, mas no su esencia. En su artículo “Equipajes” Eduardo Aliverti dice algo parecido: “en algún punto esta sociedad no quiere a Menem. En todo caso, lo que quiere es a Menem vestido de otra cosa”[1]. En las palabras de este trabajo: el menemismo es corrupción mas allá de lo necesario. Y vestido de otra cosa es el trasvestismo político antes señalado. Que buena advertencia sería: no se olviden de Dromi. Pero el más acá de lo necesario lo sostiene esta variante donde las valijas van y vienen, donde los privados tienen razones que los estatales no entienden, donde una y otra vez la política ha sido derrotada por los políticos. En cierto sentido, asistimos a una disociación entre el ratio monetaria y la ratio cultural. En otros términos: el bolsillo, la víscera más sensible (al decir del General) está con una sensación térmica primaveral. El Indec intenta balbucear cifras por fuera de la alucinación y el delirio, pero no lo dejan. El costo de vida cada vez se parece más a una obediencia debida. “No más de tanto por ciento”. Aunque en el último mes la sensación térmica del bolsillo descendió algunos grados, los sueños de la convertibilidad no se han perdido del todo. El divorcio y enfrentamiento entre el piquete y la cacerola marca que la utopía del 2001 ha sido clausurada. Por eso ganó Macri en la ciudad de Buenos Aires, Reina de la plata. Por eso Sobisch sigue en pie. Después de todo, el liberalismo no es otra cosa que una forma de financiar todos los deseos, para que nadie se dé cuenta que en realidad son mandatos. Desear el mandato consumista es el logro mayor de toda cultura represora, similar al que quebrantó a Winston, el personaje de la novela “1984” de George Orwell”, cuando se dio cuenta que “amaba al Gran Hermano”. El privilegio de pertenecer no es poca cosa, y mucho más cuando se pertenece al privilegio. Pero estos deben mantenerse mas acá de lo necesario. Si hay miseria que no se note, y si hay privilegios, mucho menos. Cuando el filósofo autodidacta Luis Barrionuevo dijo que había que dejar de robar por lo menos dos años, en realidad anticipó la idea central de este trabajo. Bien hubiera podido decir: “no hay que robar más allá de lo necesario”, y eso lo cuantificó en 24 meses. Lo echaron porque dos años parecía demasiado tiempo para la abstinencia depredatoria. La re-reelección del señor de anillaco también era “más allá de lo necesario” Actualmente, en esta política del pucherito de gallina con viejo vino Carlón, Cristina (ahora solo Fernández, incluso solo Cristina, parece que redundar en el apellido empieza a ser un más allá) es una forma de reelección más acá de lo necesario. Por lo tanto inobjetable. Creo que el problema se hace dilema cuando aceptamos que la única forma de enfrentar el “más allá” es aceptando el “más acá”. El “mas acá” hace caso omiso de la profecía de Bertold Brecht: “primero vinieron por los…..pero yo no soy…” En el “más acá” se discute cuales son las décimas que separan la indigencia de la pobreza. O cuanto bajó el porcentaje de desocupación, sin temer demasiados miramientos en la calidad de vida de los ocupados. Si el Estado es el primer empleador en negro, y el mayor generador de precarización laboral, eso es un más acá de las políticas de exterminio de la clase trabajadora que ejerció el terrorismo de estado. Omar López señala que: “ahora pregonan catecismo, que utilitario alcanza por igual a plebeyos y señoritos; la sociedad muerta hace rato de deseos y de práctica para sobrevivir y especular acude al envase mas degradado que sirve al sistema único, ya que no hay otra alternativa que ensueñe a los argentinos” [2] Una de las formas de esa degradación es cuestionar profundamente el más allá del terrorismo de estado, pero no registrar el mas acá de las prácticas corruptas y entreguistas del capitalismo serio. ¿Será cierto que casas mas, casas menos, igualito que en La Rioja? La idea del mal menor, tan sintónica con la cultura represora, es el triunfo de la anestesia de la esperanza y el cultivo de la resignación oportunista de los cínicos y los débiles. La confianza suicida en los medios de comunicación, capaces de hacernos creer que cuestionan aquello que en realidad protegen, es una de las formas más probables para que la cultura del más acá termine devorando a sus creadores. Fernando de y en la Rúa lo sabe. ¿Será el último?

Agosto 2007

[1] Equipajes. Eduardo Aliverti. Leído en el Foro de Internet Pensar lo Social que modera Jorge Garaventa.
[2] Revista Mate Amargo. N° 20.

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