Andrés Fabián Valdés
El cruce
Ningún vehículo viene a lo lejos por la avenida, y aunque el semáforo aún está en rojo, no detengo ni disminuyo mi paso. Imagino que habrá tiempo suficiente para cruzar hacia la otra vereda sin que antes me alcance algún conductor con más prisa que la mía. Apresuro mi andar mientras miro hacia el lado por donde puede aproximarse el tránsito. Titubeo. Un segundo de conciencia me detiene; sé que el hecho de arriesgarse de tal manera es un peligro estúpido; pero confío en mí, soy ágil y veloz. Prosigo más rápido aún y de pronto apenas veo de reojo dos focos alumbrándome desde la distancia. Las luces se intensifican aceleradamente. Miro el semáforo que todavía está en rojo. Empiezo a trotar hacia la vereda. Faltando un par de pasos disminuyo el trote ya recobrando algo de aliento y de seguridad. Escucho una bocina; no para de sonar. De inmediato miro hacia donde percibo el alarmante sonido. Las luces se me vienen encima. Corro conciente que en dos saltos estaré a salvo y al buscar el cordón noto que aún me falta la mitad del trayecto. Las luces se amplían. La bocina no cesa y aumenta. Corro aterrado. Pienso en el hijo de puta que conduce; ¡no frena! Ya me falta un metro. Veo el semáforo en rojo. Las luces me iluminan de lleno. Corro empujado por la desesperación. ¡No alcanzo la vereda! Voy por la mitad. ¡No quiero morir! Las luces me tragan…Ya no logro ver el semáforo.
El cruce
Ningún vehículo viene a lo lejos por la avenida, y aunque el semáforo aún está en rojo, no detengo ni disminuyo mi paso. Imagino que habrá tiempo suficiente para cruzar hacia la otra vereda sin que antes me alcance algún conductor con más prisa que la mía. Apresuro mi andar mientras miro hacia el lado por donde puede aproximarse el tránsito. Titubeo. Un segundo de conciencia me detiene; sé que el hecho de arriesgarse de tal manera es un peligro estúpido; pero confío en mí, soy ágil y veloz. Prosigo más rápido aún y de pronto apenas veo de reojo dos focos alumbrándome desde la distancia. Las luces se intensifican aceleradamente. Miro el semáforo que todavía está en rojo. Empiezo a trotar hacia la vereda. Faltando un par de pasos disminuyo el trote ya recobrando algo de aliento y de seguridad. Escucho una bocina; no para de sonar. De inmediato miro hacia donde percibo el alarmante sonido. Las luces se me vienen encima. Corro conciente que en dos saltos estaré a salvo y al buscar el cordón noto que aún me falta la mitad del trayecto. Las luces se amplían. La bocina no cesa y aumenta. Corro aterrado. Pienso en el hijo de puta que conduce; ¡no frena! Ya me falta un metro. Veo el semáforo en rojo. Las luces me iluminan de lleno. Corro empujado por la desesperación. ¡No alcanzo la vereda! Voy por la mitad. ¡No quiero morir! Las luces me tragan…Ya no logro ver el semáforo.
buen paradigma del hombre que nunca llega a lo que se propone, aun cuando lo que se propone parece estar a un solo paso
ResponderEliminareste cuento a mi parecer creo que esta mejor logrado que los anteriores, y no digo que haya encontrado errores en ellos o que carezcan de algo, simplemente que este cuento tiene una narrativa que va mas con ese particular estilo tan caracteristico de andres.
ResponderEliminar"Pienso en el hijo de puta que conduce; ¡no frena!"
ResponderEliminarlas acciones de los demas nos condenan a pesar de nuestros intentos y de nuestro sobreesfuerzo.
un beso para la gente de Ñ
a diferencia de valentina pienso que la idea esta mas inclinada al frustrado comportamiento del hombre, a las cosas que este no puede ver reealizadas o superadas, y si hablamos de superacion tal vez encontrremos un temita bastante largo para discutirlo entre gente que habitua la revista.
ResponderEliminarsaludos
Gracias Valentina y Jodi. Y anímese el debate en general!!!
ResponderEliminarSaludos.
es un cuento donde los sufrimientos no se manifiestan tan claramente como las frustraciones, lo que por lo menos a mi me hace pensar en que la condena se debe a una forma de ver y de pensar propia de cada uno, o sea del que padece la frustracion, sin embargo me pongo de acuerdo con valentina, en el sentido de que, lo ajeno, lo exterior, aporta la experiencia de de la frustracion, tal vez si no fuera por lo que no depende de uno, no se tendria la experiencia de muchas cosas que el hombre lleva inherente y que desconoce.
ResponderEliminarsaludos, y da gusto el debate.
tengan en cuenta algo muy particular: el hombre que no es consciente de lo que pasa a su alrededor y sufre la vida y sus momentos cotidianos como sucesos sobrenaturales. yo creo que ahi hay algo para estudiar en este espectacular cuento.
ResponderEliminarmil gracias a los responsables de Ñ que hacen posible semejante debate y manifiesto.
Gracias a vos Estela por enriquecer el debate. Saludos
ResponderEliminarcomo siempre un excelente cuento, aunque se que es poco decir comparado con el debate que ha originado.
ResponderEliminarestela tengamos en cuenta que el hombre del cuento esta viviendo una tragedia, la cual lo lleva a vivir ESE MOMENTO como algo sobrenatural,esto no significa que este sufre la vida y sus momentos COTIDIANOS como sucesos sobrenaturales. Dime si me equivoco o si no estas de acuerdo?
ResponderEliminarjaja hay que creer mucho en el destino.
ResponderEliminarcuando leo micronarrativa siempre me desepero al comienzo porque parece que los escritores se les hace medio dificil hablar solo del cuento, dedicarse unicamente a la narrativa. andres tus cuentosd son narrativa neta,cuentos sin media vuelta, pero con una vuelta de hoja al final impresionante.
ResponderEliminarhe leido un cuento de andres en la revista axolotl, muy bueno.
ResponderEliminarandres, estoy esperando tu libro.para cuando???me imagino que eso no depende de vos...bueh... perdonado...y te felicito por tus exitos. adoro tu literatura.
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