Por Sebastián Russo*
(para La Tecl@ Eñe)
1
Sordas bocinas. Máquinas achacosas. Trenes. Un descarrile. Un choque. Trenes. Muertos. Siempre del mismo lado. Trenes. Su sino trágico es el de un país, el de los desheredados, el de los desamparados.
2
Los diarios se apresuran, su lógica político-mercantil puede más. Incluso en desmedro de dignidades, de cuerpos muertos. Difuminan: no es lo mismo que hayan descarrilado un tren, a que el tren haya descarrilado. Entre una y otra sentencia, un mundo de significaciones, un abismo fáctico, político, formas y relatos de un país.
Por un lado, el fantasma de la criminalidad bárbara, de los pobres acosando hasta límites intolerables nuestras civilizadas certezas (descarrilar un tren), nuestras ganadas seguridades. Por el otro, la sombra omnipresente de un Estado que se vendió por completo, dejando ruinosas hilachas (trenes descarrilando) de lo que fue: una red ferroviaria magnánima, como símbolo (claro, de un unitarismo anglófilo, pero también, de las formas vinculares dadas para un precario sesgo federalista: palabras demodé pero vaya si aun palpables)
Y en José León Suárez, para anteponer una capa trágica más de sentido. Nuevamente fusilamientos, en José León Suárez. Aunque la voz de la Gran Costumbre dirá, con un eufemismo de tufillo fascistoide, que más que fusilamientos lo que allí hubo fueron “enfrentamientos” (en los que “lamentablemente” siempre mueren los de un mismo lado: el Indo americano, una sombra aun corpórea)
3
José Pedraza, añejo líder sindical de los ferroviarios, mientras escribo estas líneas, está detenido por la muerte de Mariano Ferreyra. Seguramente quede absuelto, quizás no. Pero de seguro, la política discrecional de la llamada burocracia sindical, al menos la ferroviaria, exhibe una nueva marca de acorralamiento, evidencia su anacronismo menemistoide.
Un vínculo siniestro, necesario, Pedraza, para el desmantelamiento de ese conglomerado de hierros, trabajo, afectividad: el tren. Su extensión, metáfora y praxis de una lógica nacional, desguasada grácilmente con la necesaria anuencia de traidores a la defensa del Trabajo, pusilánimes entusiastas del Capital.
Del desguace a la tercerización. Términos con vínculos íntimos, que aun acosan en su sinergia.
4
Dijimos anuencia, no absoluta responsabilidad.
Luego del choque de trenes en San Miguel, donde murieron 4 personas que seguían viaje al oeste del conurbano, una encuesta de Clarín (entre sus lectores Web) anuncia ganadora la opción de los que prefieren que los trenes no estén subsidiados.
Anuencia, entonces, no sólo de sindicalistas que violentan la voluntad e intereses de sus representados, sino de una “sociedad” que torpemente repite cantinelas antiestatales, arengadas por quienes tienen intereses contrarios a su propia supervivencia (como sociedad). Gramsci para principiantes: hegemonía, aquel imaginario (interés) de una clase que es encarnado (y vuelto práctica) por integrantes de otra clase, y defendido como propio, incluso, siendo contrario a sus propios intereses.
5
Escuché comparar lo ocurrido en José León Suárez, es decir, el asesinato de dos chicos por parte de la policía, en un virtual enfrentamiento entre saqueadores del tren descarrilado (esto es, gente de barrio humilde de a pie, y a lo sumo, piedras en mano) y la policía bonaerense (cuyos efectivos olvidan que en sus escopetas tienen balas de plomo y no de goma), y los fusilamientos en la misma localidad del Gran Buenos Aires durante la autodenominada Revolución Libertadora (sucesos que Rodolfo Walsh reconstruye en su Operación masacre)
“Estamos ante una nueva Operación Masacre”.
La situación, si bien es comparable sobre todo como parte de una rememoración del arbitrio del poder, y su uso aniquilante, tiene varias diferencias, pero sobre todo una: los muertos, como muchas otras veces, y como forma sistemática de eliminación (más, o menos virulenta, visible, explícita), son bastardos. Mejor dicho, bastardeados. Es decir, des-heredados, “hijos ilegítimos”, a los que se cree poder matar (y mata) como gatos, como perros, o sea, como no pertenecientes no sólo al cuidado staff de ciudadanos “pagadores de impuestos” y banda ancha, sino de ciudadanos, de hombres/mujeres con derechos.
Son jóvenes, pobres, andan en bandita: una estigmatización insalvable, criminalizable.
Dice Giorgio Agamben (hablando de los campos de exterminio nazi) que para poder aniquilar al otro, primero hay que excluirlo al status de no-humano. No tan lejos estos jóvenes están en el imaginario clasemediero televisivo.
Los fusilados por la Libertadora, eran militantes, es decir, sujetos concientes de una situación histórica y su lugar en ella. Lejana la característica que designa a estos jóvenes muertos: son bastardos, no sólo políticamente, sino enajenados en su propia condición de sujetos con derechos. Hijos del tándem dictadura-neoliberalismo. Es decir, apenas preocupados en su alimentación cotidiana.
6
Desguaces, descarrilamientos, tercerización, muerte. Trenes. Televisión, pibes-chorros, represión, operaciones, masacres. Trenes. La máquina arranca, su inercia arrastra, convoca restos de un ayer de dignidad, golpeteando en su achacosa materialidad. Trenes.
(para La Tecl@ Eñe)
1
Sordas bocinas. Máquinas achacosas. Trenes. Un descarrile. Un choque. Trenes. Muertos. Siempre del mismo lado. Trenes. Su sino trágico es el de un país, el de los desheredados, el de los desamparados.
2
Los diarios se apresuran, su lógica político-mercantil puede más. Incluso en desmedro de dignidades, de cuerpos muertos. Difuminan: no es lo mismo que hayan descarrilado un tren, a que el tren haya descarrilado. Entre una y otra sentencia, un mundo de significaciones, un abismo fáctico, político, formas y relatos de un país.
Por un lado, el fantasma de la criminalidad bárbara, de los pobres acosando hasta límites intolerables nuestras civilizadas certezas (descarrilar un tren), nuestras ganadas seguridades. Por el otro, la sombra omnipresente de un Estado que se vendió por completo, dejando ruinosas hilachas (trenes descarrilando) de lo que fue: una red ferroviaria magnánima, como símbolo (claro, de un unitarismo anglófilo, pero también, de las formas vinculares dadas para un precario sesgo federalista: palabras demodé pero vaya si aun palpables)
Y en José León Suárez, para anteponer una capa trágica más de sentido. Nuevamente fusilamientos, en José León Suárez. Aunque la voz de la Gran Costumbre dirá, con un eufemismo de tufillo fascistoide, que más que fusilamientos lo que allí hubo fueron “enfrentamientos” (en los que “lamentablemente” siempre mueren los de un mismo lado: el Indo americano, una sombra aun corpórea)
3
José Pedraza, añejo líder sindical de los ferroviarios, mientras escribo estas líneas, está detenido por la muerte de Mariano Ferreyra. Seguramente quede absuelto, quizás no. Pero de seguro, la política discrecional de la llamada burocracia sindical, al menos la ferroviaria, exhibe una nueva marca de acorralamiento, evidencia su anacronismo menemistoide.
Un vínculo siniestro, necesario, Pedraza, para el desmantelamiento de ese conglomerado de hierros, trabajo, afectividad: el tren. Su extensión, metáfora y praxis de una lógica nacional, desguasada grácilmente con la necesaria anuencia de traidores a la defensa del Trabajo, pusilánimes entusiastas del Capital.
Del desguace a la tercerización. Términos con vínculos íntimos, que aun acosan en su sinergia.
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Dijimos anuencia, no absoluta responsabilidad.
Luego del choque de trenes en San Miguel, donde murieron 4 personas que seguían viaje al oeste del conurbano, una encuesta de Clarín (entre sus lectores Web) anuncia ganadora la opción de los que prefieren que los trenes no estén subsidiados.
Anuencia, entonces, no sólo de sindicalistas que violentan la voluntad e intereses de sus representados, sino de una “sociedad” que torpemente repite cantinelas antiestatales, arengadas por quienes tienen intereses contrarios a su propia supervivencia (como sociedad). Gramsci para principiantes: hegemonía, aquel imaginario (interés) de una clase que es encarnado (y vuelto práctica) por integrantes de otra clase, y defendido como propio, incluso, siendo contrario a sus propios intereses.
5
Escuché comparar lo ocurrido en José León Suárez, es decir, el asesinato de dos chicos por parte de la policía, en un virtual enfrentamiento entre saqueadores del tren descarrilado (esto es, gente de barrio humilde de a pie, y a lo sumo, piedras en mano) y la policía bonaerense (cuyos efectivos olvidan que en sus escopetas tienen balas de plomo y no de goma), y los fusilamientos en la misma localidad del Gran Buenos Aires durante la autodenominada Revolución Libertadora (sucesos que Rodolfo Walsh reconstruye en su Operación masacre)
“Estamos ante una nueva Operación Masacre”.
La situación, si bien es comparable sobre todo como parte de una rememoración del arbitrio del poder, y su uso aniquilante, tiene varias diferencias, pero sobre todo una: los muertos, como muchas otras veces, y como forma sistemática de eliminación (más, o menos virulenta, visible, explícita), son bastardos. Mejor dicho, bastardeados. Es decir, des-heredados, “hijos ilegítimos”, a los que se cree poder matar (y mata) como gatos, como perros, o sea, como no pertenecientes no sólo al cuidado staff de ciudadanos “pagadores de impuestos” y banda ancha, sino de ciudadanos, de hombres/mujeres con derechos.
Son jóvenes, pobres, andan en bandita: una estigmatización insalvable, criminalizable.
Dice Giorgio Agamben (hablando de los campos de exterminio nazi) que para poder aniquilar al otro, primero hay que excluirlo al status de no-humano. No tan lejos estos jóvenes están en el imaginario clasemediero televisivo.
Los fusilados por la Libertadora, eran militantes, es decir, sujetos concientes de una situación histórica y su lugar en ella. Lejana la característica que designa a estos jóvenes muertos: son bastardos, no sólo políticamente, sino enajenados en su propia condición de sujetos con derechos. Hijos del tándem dictadura-neoliberalismo. Es decir, apenas preocupados en su alimentación cotidiana.
6
Desguaces, descarrilamientos, tercerización, muerte. Trenes. Televisión, pibes-chorros, represión, operaciones, masacres. Trenes. La máquina arranca, su inercia arrastra, convoca restos de un ayer de dignidad, golpeteando en su achacosa materialidad. Trenes.
*Sebastián Russo es sociólogo y coordinador de la revista Tierra En Trance
che sebas russo ya averiguaste lo que es el iapi ??? mira que tuviste tiempo de sobra desde el 2004 por lo menos ... porque me acuerdo que querias desmitificar a peron y al peronismo y te pregunte si sabias lo que era el iapi y no tenias ni la menor idea... que curioso
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