09 enero 2012

Cine y Política/Cine guerrilla. Derivaciones/Por Goyo Anchou




Cine guerrilla. Derivaciones.


Es posible la apelación a un cine guerrilla como canal contra informativo, para filtrar lecturas contrapuestas de la realidad a través de las fisuras de un sistema de control dado. Pero esta utilización del sistema de guerrilla como herramienta contra informativa, debería englobarse dentro de la práctica misma de un cine guerrilla como acción contracultural. El cine guerrilla pasa más que nada por la manera de producción, que implica la libertad en los contenidos, esa libertad es en sí misma política, porque se encuentra más allá de cualquier direccionamiento político que quiera dársele desde las estructuras de poder instituidas.


Por Goyo Anchou*

(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Aimeé Zito Lema



1. Se tiende a pensar al cine guerrilla como un cine de contenido político, cuando lo político en el cine guerrilla pasa más que nada por la manera de producción, que implica la libertad en los contenidos, esa libertad es en sí misma política, porque se encuentra más allá de cualquier direccionamiento político que quiera dársele desde las estructuras de poder instituidas.

2. Sí es posible la apelación a un cine guerrilla como canal contra informativo, para filtrar lecturas contrapuestas de la realidad a través de las fisuras de un sistema de control dado. Pero esta utilización del sistema de guerrilla como herramienta contra informativa, debería englobarse dentro de la práctica misma de un cine guerrilla como acción contracultural.

3. La definición de contracultura es polémica, he tenido discusiones con directivos estatales que negaban incluso su existencia, reduciéndola a un emblema de marketing. Puede creerse que una película realizada con pocos recursos, al estilo de The Blair Witch Project, pero destinada a los circuitos industriales en función de un negocio millonario, es cine guerrilla, ésta es la definición que circula en el campo cultural norteamericano y que, por hegemónica, es repetida por muchas voces, pero no tiene en cuenta la dirección contracultural que debe marcar la acción de guerrilla .

4. La definición norteamericana de cine guerrilla es especialmente odiosa porque lo reduce todo a los términos de un buen negocio, esto tiene que ver con la matriz cultural de los norteamericanos. Un sociólogo californiano, John Ellison, que conocí durante una proyección de La peli de Batato, me comentaba que la diferencia cultural más importante que notaba entre los argentinos y los norteamericanos era que a los argentinos no nos importaba tanto el dinero. Ustedes no son capitalistas, me decía, ustedes son populistas, dentro de su corazón, y esto no es un juicio de valor: si a un norteamericano le dicen que deje a su núcleo familiar y a sus amigos para mudarse a otra ciudad, donde conseguirá un puesto que redundará en un aumento salarial, el norteamericano no lo dudará y dejará todo por la oportunidad misma de hacer más plata, el argentino, en cambio, preferirá quedarse entre los suyos si no ve amenazada su subsistencia, porque entiende, por la estructura misma de su matriz cultural, que hay valores diferentes al del capital. En una película clase b de los años 60, Village of the Giants, the Bert I. Gordon, un buen muchacho norteamericano pretende utilizar el invento de su hermanito genio, una pasta que hace que los seres vivos crezcan desproporcionadamente, como alimento de engorde industrial “para hacer un millón de dólares”, según el mandato de corrección social de su entorno, mientras que la pandilla de chicos malos, que roba la creación milagrosa con el mismo fin de enriquecerse, no puede evitar comérsela ellos mismos y, convertidos en gigantes, ponerse a bailar música a-go-go. En esta acción de la pandilla de descastados hay una respuesta contracultural a la matriz capitalista de la cultura norteamericana, negando los beneficios del capital a favor de una experiencia alucinada. Un remontar contra corriente con el fin último de bailar una danza en la cual arden los valores su cultura.

5. Si nos atenemos a la definición clásica de Guy Debord, según la cual “el espectáculo es capital acumulado en un grado tal que deviene imagen”, el cine guerrilla sería más un anti espectáculo que un espectáculo barato, tal como lo entienden los norteamericanos. Por eso no debe sorprendernos que los adictos al espectáculo huyan instintivamente de una verdadera producción guerrilla: no se encuentra en el cine guerrilla un sucedáneo genérico de los enlatados espectaculares.

6. Un verdadero cineasta guerrilla no debería usar la palabra “espectacular” más que como insulto tajante. “La última de Campanella? Espectacular!”, por ejemplo.

7. Entre nuestra realidad de producción y la norteamericana hay un abismo infranqueable. Las producciones tempranas de Campanella en Argentina podrían ser consideradas de guerrilla si se las trasladara a Hollywood y se las evaluara según allá se evalúan los sistemas de producción. Si uno examina las cifras “guerrilleras” de los buenos negocios manejados por los norteamericanos, se encuentra con que un presupuesto de 175 mil dólares para la ópera prima de Spike Lee es una cifra mínima casi imposible, cuando para cualquier argentino de ley esa cifra equivaldría a una película hecha sin dificultades y en condiciones laborales paradisíacas, incluso los 30 mil dólares que juntaron los chicos de El Estudiante para hacer la suya sonaban en los foros a los que concurrí este año como una cifra francamente astronómica, imposible de alcanzar para la mayoría de los otros realizadores que participaban de los debates. En mi última producción, llamada alegremente Heterofobia, porque no tuvimos que pedirle permiso a nadie, gasté solamente 500 pesos, y estos solamente porque a un actor cabeza de moño se le rompió una cerradura en el medio de la noche y hubo que llamar a un cerrajero de urgencia.

8. Los norteamericanos, a pesar de su cultura brillante, tienen el horrible defecto de no ver más allá de su ombligo, piensan que el cine guerrilla nace de las posibilidades de un buen negocio en el mejor de los mundos (el de ellos) y no de las necesidades culturales del inmenso continente que está un poco más hacia el sur. Porque el cine guerrilla, digámoslo de una vez por todas, es una forma artística esencialmente latinoamericana. El principal aporte que nuestra región cultural ha dado a la historia general de los lenguajes audiovisuales, nacido por necesidad en la época de prescripciones políticas y económicas de los años sesenta y frente a cuya fuerza quedaron relativizados los otros modos de abordar la escritura audiovisual.

9. El cine guerrilla no se puede ceñir a un conjunto de reglas. El cine guerrilla no es “dogma” latinoamericano. El “dogma” es un voto de castidad estético, que limita dentro de la abundancia, la guerrilla es un voto de libertad en la más abyecta pobreza. El cine guerrilla es el anti dogma, la liberación de los dogmas cristalizados por otras matrices culturales, inadecuadas a nuestra realidad, y el establecimiento de la acción como único generador de la experiencia audiovisual. El fin último del cine guerrilla es, como decía Solanas, la descolonización del gusto para la germinación de una nueva relación con los signos. El cine guerrilla es la conciencia en revolución.


*Cineasta. Director de "La Peli de Batato" (2011)



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