10 enero 2012

Medios y Política/2001: Ni rebelión, ni epopeya espontánea./Por Ana Wortman/




Medios masivos e imaginarios sociales. Una nueva vuelta de tuerca sobre la crisis argentina del 2001

2001: Ni rebelión, ni epopeya espontánea.


¿Es posible pensar, a esta altura del desarrollo tecnológico y de todo lo que se ha dicho sobre el poder de los medios de comunicación, que un acontecimiento social de la envergadura dramática que adoptó Diciembre de 2001, pueda ser leído como espontáneo?. Los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre del 2001 en Argentina, aparecen como resultado de múltiples factores.


Por Ana Wortman*

(para La Tecl@ Eñe)


¿Cuánto inciden los medios de comunicación y -hoy en día-, los nuevos medios de información y comunicación en la construcción de imaginarios sociales?. ¿Es posible pensar a esta altura del desarrollo tecnológico y de todo lo que hemos dicho sobre el poder de los medios de comunicación, que un acontecimiento social de la envergadura dramática que adoptó pueda ser leído como espontáneo?. Los acontecimientos de diciembre del 2001 en Argentina aparecen como resultado de múltiples factores. Es evidente que hubo un estallido social como consecuencia de la dureza de las medidas económicas implementadas sobre el conjunto de la sociedad - las cuales afectaron a las ya castigadas clases medias y a las clases populares - y de las contradicciones del discurso político gubernamental, de la falta de estructuración de los partidos políticos, - deuda de la democracia argentina - y el debilitamiento de las instituciones en general así como de la presencia de cierta lógica golpista al interior de las instituciones mismas, etc. Por su parte, también las maneras de reaccionar de la sociedad tuvieron múltiples facetas, fueron inorgánicas, contradictorias, violentas las cuales dieron cuenta de una profunda desorganización y cierta anomia social. También es sabido que si bien los partidos políticos no dieron respuestas orgánicas, participaron alentando la agudización de la crisis institucional por canales extra institucionales, como la organización de algunos de los saqueos a supermercados, amparados en el malestar y el sufrimiento de los desocupados y sectores de la economía informal atravesados por el hambre etc. Sin embargo, resulta de cierta ingenuidad y de una pretenciosa épica sostener que la sociedad, en sus diversas clases sociales, ocupó el espacio público naturalmente. Es importante recordar el alto nivel de exposición de la sociedad argentina a la televisión y a los programas periodísticos durante la segunda mitad de los años noventa. La difusión del cable - es sabido el dato acerca del lugar relevante que ocupó la Argentina en esos años en la inscripción a la TV cable - como la compra de televisores por los bajos costos y el predominio del imaginario del consumo así como la creciente recepción de la de la banda ancha y las redes virtuales de contrainformación, deben ser consideradas. Cierto discurso antipolítica, discurso que tuvo distintas acepciones como la consigna “que se vayan todos” fue promovida por varios periodistas hegemónicos en ese momento, de alto nivel de rating. Es sabido que en la Argentina la prensa, y más recientemente la TV, han adoptado prácticas golpistas en diversos momentos de la historia argentina, construyendo el discurso descomprometido de “la gente lo pide “ o “el ciudadano común opina”. Sabemos hoy que muchos programas de cable son auspiciados por consultoras económicas del establishment, y los de aire también dependen del financiamiento de la publicidad de empresas globalizadas. Se debe recordar que los periodistas que “la gente” seguía en ese momento (aquel 2001) como Daniel Hadad y Jorge Lanata, tendían a identificar a las clases medias con un discurso economicista y moral, en torno a la pérdida de los ahorros de toda la vida, y alentaban a sus audiencias a salir a golpear cacerolas. Esta construcción de una clase media pacificista se oponía - en la construcción mediática - a momentos anteriores de violencia política del país asociada reiteradas veces a través de imágenes mediáticas de los años 70. Permanentemente se insistía con este discurso, asociando clases medias con la vuelta del orden y el trabajo. En contraposición se mostraban unas clases populares en relación de clientela política y social, en situación indignante, saqueando supermercados, sin derechos, como animales hambrientos, lejos de las épocas de las clases trabajadoras sindicalizadas y organizadas. Por su parte, los movimientos de desocupados y piqueteros eran mostrados como guerrilleros de una nueva época. Entonces, si las clases medias actuaban defendiendo sus ahorros, las clases populares eran mostradas como manipuladas. Los medios del 2001 consagraron un escenario social sumamente fragmentado, lejos estaba la sociedad con movilidad social y con derechos a la educación, a la salud, a la seguridad social y a la vivienda digna. Más allá de la debilidad y contradicciones que manifestaba el gobierno de De La Rúa y de la confusa Alianza que lo sostenía, es evidente que su figura fue devaluada y deslegitimada por los medios masivos y también por algunos gobernadores opositores. Recuerdo un programa televisivo periodístico en el cual invitaban a De La Rúa, y de cortina musical sonaba la Marcha Peronista. En ese sentido sostengo que el “2001 argentino” es resultado de la confluencia de las convocatorias de los periodistas a construir una realidad político cultural por un lado, del debilitamiento y deslegitimación de la autoridad presidencial, junto con la ausencia de representación política de los partidos políticos y la mayor visibilidad de movimientos y organizaciones sociales, en torno a demandas específicas, la eterna y nunca acabada pugna interna peronista por el control de la herencia combinada con algunos barones del conurbano quienes promovieron gran parte de los saqueos para generar un clima de desorden social sumados a la mayor presencia de la imagen visual, los documentales que incidieron en recrear una imagen de una argentina dividida, empobrecida y fragmentada socialmente, vacía de autoridad política, y en consecuencia, lista para el cambio de figura política. En ese sentido, lo que me interesa señalar aquí es que lo que ocurrió en el 2001 no fue resultado de una rebelión ni de una epopeya espontánea; en esos días convergieron una serie de discursos mediáticos, políticos y culturales que generaron un escenario para una situación política distinta. El nuevo escenario se constituyó en el 2003. Ese es un nuevo relato.


Ana Wortman es Dra. en Ciencias Sociales y autora del libro Construcción imaginaria de la desigualdad social. Buenos Aires, CLACSO-ASDII, 2007.


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