17 enero 2007

Zona Literaria/Cuento


Casamiento

Por César Hazaki

Pasó y hay otros ejemplos en la misma dirección que lo están indicando: es una moda que llega para quedarse. Para los especialistas en ciencias sociales es un tema que invita a reflexionar en coloquios, jornadas y simposios.
Es por todos conocidos que una famosa actriz de carácter se casó con su psicólogo. Fue una ceremonia muy linda en la iglesia del Pilar, (¡qué otra sino!). Al evento concurrieron: Maria Kodama, Cecilia Bolocco, Gogó Rojo, Erica Rivas
—como todos sabemos la espectacular esposa de Rodrigo de la Serna— la muy simpática y reconocida Mónica Gonzaga. Por otra parte se hicieron presentes prestigiosas autoridades del ámbito de la salud mental que, como corresponde al recato de las profesiones que practican, prefirieron evitar cámaras de noticieros y a los insidiosos noteros de la radio con sus grabadores. Es verdad que muchos de los especialistas del arte de curar invitados lejos, por sus prácticas de consultorio, al modo de ser y vivir de la farándula demostraban cierta incomodidad ante tanta farándula en estado de exhibición.
Llamó la atención que CQC no estuviera presente, dada la ironía que la situación podía plantear. Tampoco lo hicieron otros programas que se dedican a maltratar a las actrices y actores, como los terribles Lucho Avilés y Jorge Rial con su troupe de sanguijuelas y aves de criticar, las que usufructúan la impiadosa necesidad de los actores de figurar, que podría definirse de la siguiente manera: —Que hablen de mí, mal o bien, pero que hablen—.
Claro que no faltaron los malintencionados de siempre, los que hicieron correr el rumor de ciertos arreglos por dinero. Se decía que esa prebenda por debajo, apaciguó la curiosidad de los medios escritos y televisivos vinculados a la siempre molesta e insidiosa prensa amarilla. Se agregaba que quienes deslizaron los sobres con euros y dólares fueron las asociaciones de profesionales de psicoanalistas y psiquiatras con el objetivo de evitar que alguno, de los capitostes presentes, fuera tomado en solfa delante de las cámaras. En consecuencia: el recato fue la marca registrada que impusieron a su presencia los colegas del feliz novio. Siendo un ámbito tan disciplinado y de costumbres tan arraigadas fue sencillo establecer las pautas básicas. Algo imposible de lograr en el bullicioso ambiente artístico, sin duda.
Ella vestía un hermoso vestido blanco largo y llevaba en la mano un espléndido bouquet de jazmines que hacía juego con una corona en su cabeza, en forma de sujetador de pelo, que terminaba en su parte superior con otro conjunto de la fragante y aromática flor, lo que permitía dividir su pelo en dos suaves partes que caían, delicadas y brillantes sobre sus descubiertos y perfectos hombros.
El de elegante frac, pantalón gris y saco negro azulado con una camisa terminada en puntas hacia arriba, de allí salía un hermoso corbatón ancho ajustado con una perla muy grande en el medio. Ambos estaban elegantes y se los observaba muy felices.
Hasta aquí una noticia de la página de sociales de periódicos y revistas pero este es un hecho que golpea a las puertas de los consultorios y hace temblar los divanes. No se puede ocultar más que las actrices de carácter ya no van en busca de los empresarios millonarios, dado que éstos se lanzan sobre las jovencitas que prepara Pancho Dotto. Ergo, luego de una serie de avatares y desencuentros, se han puesto de moda entre ellas, los psicólogos que las atienden.
Hubo un tiempo previo en que los ginecólogos eran la pieza prestigiosa de recambio a los millonarios, pero cayeron en estrepitosa desgracia después de infortunadas experiencias de más de una vedette. Es que hubo cámaras ocultas descubriendo affaires sexuales de distinto orden de éstos especialistas de la medicina.
Digamos, para no ser innecesariamente crueles, que pueden ser aceptados para controlar pechos y otras partes pudendas del cuerpo de las famosas, pero éstas no quieren saber nada más con éstos facultativos en el tema casamiento. La conclusión es clara: producto de sus conductas licenciosas y audaces se ha establecido sobre ellos una severa interdicción.
Es de destacar que hubo otro hecho que colaboró para este nuevo reinado de los especialistas de la escucha y la interpretación. Nos estamos refiriendo a los escándalos sexuales de los multimillonarios abogados penalistas mediáticos. Es que han tomado la costumbre de abandonar a sus familias, para ir detrás de jóvenes prostitutas que tienen su pequeño momento de gloria en juicios a ricos y mafiosos vinculados al narcotráfico y el lavado de dinero. Esto las actrices de carácter no lo han perdonado y en forma gremial han erradicado a éstos ricos abogados de sus listas de posibles candidatos al casamiento.
Es aquí dónde empezaron los psicólogos a ser los candidatos más firmes para tan gráciles actrices necesitadas, como cualquier hijo de vecino, de afecto y comprensión. Consecuencia, sin duda, de la honesta y loable tarea desarrollada durante tantos años. Hubo que ahí estar sentado años y años, de día y de noche. Abriendo la puerta del consultorio a cualquier hora para socorrerlas de las fragilidades del amor. Bancándose la dichosa transferencia erótica de hermosas mujeres tiradas en el diván vestidas con cortas minifaldas y generosos escotes, sólo diciendo, ante tentadoras declaraciones de amor y sexo, frases como estas: -¿Y a usted qué le parece? o bien: -Es sólo una idealización erotizada de su parte.
Esto ha convencido a las experimentadas actrices de carácter que, dentro del raro espécimen: marido y prestigioso profesional, los psicólogos cubren de maravillas las expectativas amorosas y casamenteras de las mismas.
Un amigo atribulado me pidió hace unos días una supervisión urgente. El motivo era las dificultades que tiene con en el tratamiento de una de las más reconocidas actrices, la que frisa los cincuenta años. Ocurrió que ella, después del casamiento comentado más arriba, entró a sesión muy bella y producida. La mujer se zambulló en el diván y le dijo sin casi saludarlo y mirándolo fijamente a los ojos desde el diván:
—Creo que es el momento de hablar de nuestra probable boda.
El sorprendido, sólo carraspeo nervioso. La paciente estiró para acomodar su larga pollera de gasa —que se ajustaba inquietantemente a su cuerpo desplegado en el diván, con un largo tajo que iba de su tobillo hasta el muslo— hacia abajo para continuar, con tan mala fortuna que en el gesto final quedaron más al descubierto sus largas piernas recién depiladas. Luego de este estudiado movimiento, sin duda en algún curso con Augusto Fernándes o Alejandra Boero, continuó:
— ¿Puede usted invitar a Teresa Constantini a nuestra probable boda?
El sorprendido respondió, abochornado dado que no sabía qué hacer y mucho menos decir, recurrió, como buen analista al clásico: —¿A usted qué le parece?
Ella insistió, con una mezcla de mohín y puchero: —No me haga la Gran Psicoanalítica. Me está contestando con una pregunta. Somos grandes y no hay mucho tiempo que perder, dígame sin vueltas ¿Puede usted invitar a Amalita Fortabat?
El trató de insinuar un señalamiento: —No deja sus sueños infantiles de princesa.
La actriz no cedió y siguió jugando la escena que le interesaba:
— ¿No es Daniel Hadad el que viene a sesión después de Piñón Fijo? O ¿Acaso ese productor es su amigo?
Entusiasmada continuó mirando al psicoanalista directamente a los ojos desde el diván donde se hallaba recostada: —Si así fuera, más que seguro que podría ser padrino de nuestra probable boda. No podría negarse.
El volvió a negar, esta vez moviendo la cabeza hacia los costados. Estaba plenamente incómodamente convencido de la imposibilidad de su paciente para escuchar interpretación alguna. Debía, me comentó inquieto, dejar que la paciente hiciera catarsis.
A la cuarta o quinta negativa la actriz, resignada, le comentó: —Entonces lo único que puedo hacer con usted es seguir analizándome. Eso si voy a venir una vez por semana dado que me bajaron de la tira que estaba haciendo para Ideas del Sur. Claro que necesito que me reduzca los honorarios y acepte unos tickets canasta como parte del pago de honorarios.
Terminado de decir esto giró su cuerpo, dejó de mirar a su psicólogo, y mientras fijaba la atención en blanco techo, con un gesto inconsciente se pasaba la mano derecha por hombros y senos en forma muy delicada. Fue en ese momento en que empezó a narrar un sueño erótico que había tenido la noche anterior. En el mismo: caminaba, vestida con la misma ropa que lleva hoy en sesión. En el sueño se alejaba de su analista al que rechazaba, luego de que él la desnudara al notar lo insignificante de sus partes masculinas. Iba, a continuación, por un muelle de un extraño puerto del Mediterráneo. Se da cuenta que es observada por un mulato marinero, al que describe con lujo de detalles, ella hace como que no lo ve mientras se quita la blusa debido al intenso calor. El hombre fornido comenzó a seguirla, allí, la mujer, apura el paso. Así andan un largo trecho, mientras desaparece lentamente de la escena el analista desnudo y acongojado. Pero lo extraño, agrega la paciente, es que el sueño sigue desde los ojos del propio analista que mira a través de sus propias lágrimas. Ve que le persecución sigue hasta que en un lugar desierto, cerca del agua intensamente azul donde ella simula un vahído para dejarse alcanzar. Ahí mismo, el marinero, la alza entre sus fornidos brazos impidiendo que caiga al agua. Ella agradecida por el salvamento se abraza a su rescatador. Mirándose intensamente a los ojos, él le desgarraba su pollera y le hace sentir su enorme potencia viril dentro de su cuerpo. En voz más queda, mientras se seguía acariciando el cuello y los senos con delicadeza, agregó: —Si me pide asociaciones le digo que me desperté en medio de un espectacular orgasmo como nunca me ocurrió con hombre alguno. Espero que haga buenas interpretaciones del mismo
e-mail: cesar.hazaki@topia.com.ar

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