Palabras para las manzanas y el miedo
(especial para La Tecl@ Eñe)
(especial para La Tecl@ Eñe)
En el comienzo de los comienzos fue la necesidad
del fuego y de la luz; el vacío conoce la negrura
perpetua, no la caridad, tampoco escucha los cantos
y las risas del amor…
En la oscuridad sin fronteras nació el miedo,
era de esperar… Las flores son las hijas del
sol, repican las voces entusiastas de generación
en generación… El miedo siguió avanzando; Dios
no había nacido desde el dolor humano; el hambre
y el deseo dieron paso al monstruo de los monstruos:
la muerte que se piensa, la muerte como idea,
más monstruo cuanto más intangible…
En escena el miedo: el miedo nos encierra
en una caja de cristal y el cielo no hace otra cosa
que arrojar piedras al techo… (son piedras de furia,
o tal vez de desencanto…)
Muy cerca, el río pasa; hay arenillas a
diestra y siniestra, hay un hálito de palidez
en su lecho cercano…
Poco se repara en el brillo de los peces, la angustia
gana un lugar en la mesa; sólo preocupa el ritmo
de las olas, la posibilidad de ahogarnos pone lágrimas
de luto en nuestros ojos…
En el comienzo de los comienzos la naturaleza
quedó afuera del honor y del horror; no fue vista
como amiga o enemiga; el frío dejaba
su pasaje en los rostros, y el hielo y la nieve
con su corona sobre las espesas cabelleras
anunciaban el fin de una época…
El sol aparecía desde el fondo del mar con la belleza
en su lomo; las ofrendas y el misterio
se practicaban en silencio; alguien dijo:
la noche es el amor del cielo; los demás dijeron:
es hora de dormir, un vigía que suba a un árbol
y nos proteja… Las huellas de un gran animal
auguraban las sombras…
En el comienzo de los comienzos las palabras
se decían en la cara, fueran caricia o un duro
reproche; el viento que curte las hojas jamás
se esconde; la oscuridad se deshace en la luz
que chorrea; un niño dice: tengo hambre,
cien manos le alcanzan la comida, poco
y nada queda, un gesto, una sonrisa,
mañana será otro día; alguien quiere contar
las estrellas y llora: ¡son infinitas!, ¡son infinitas!;
la voz se apaga junto al fuego,
que no se apaga…. Lo que gira, gira;
lo que viene se va; si todo se reparte,
parejamente, el miedo de estar muerto
dormirá plácido en los brazos del alba…
Hay perfume de fogatas, la llovizna no lastima….
El comienzo de los comienzos llegó a su fin…
Hubo quien escuchó lúgubres campanas…
Hubo quien vio un pájaro de plumas negras y
pico negro, volando sobre nubes súbitamente negras
Hubo otro comienzo: un hombre sentó su gran culo
en una parva de manzanas,
y un niño soñó que sus pies eran un mar
para los peces; poca clemencia se conoció
a la hora de la cena, poco diálogo, poco canto;
discutieron y repartieron golpes hasta que alguien
gritó y golpeó la mesa:
¡Hay dueño, hay propiedad, hay renta!
¡Estos son mis intereses! (Pareció que el invierno
apresuraba sus pasos…)
Al que igual quiso comer las manzanas,
le cortaron la mano; y a otros en la hermosa pradera
se los vio colgados de los álamos; y aunque el viento
pasó de largo, ya nadie podría olvidarse del nuevo
principio: pagarás con la vida por comer
del árbol ajeno…
El niño con pies de peces camina por las aguas,
lo roe el hambre y sueña con manzanas…
El hombre, que ahora no es un hombre sino un dueño
ya no duerme en su casa, ya no besa a esa mujer
solitaria que sufre de soledad en la cama;
tampoco cuando la noche es roja se acerca al mar
para escuchar su canto y el canto de las sirenas…
Se siente amenazado… Sospecha de los saludos…
y de quien da vuelta su cara…
Las músicas le suenan como gritos de dolor
como ira y reclamos… Para él las nubes semejan
la boca de un diablo…
Día y noche, día y noche lo pasa en duermevela
sobre puntiagudas manzanas…
que esconde y cuida como el oro…
y que pronto se pudren…
y que poco perfuman…
olvidadas de que fueron en un largo amanecer
bellamente manzanas
¿Y el miedo? ¡Ah, con miedo el azul del prístino
cielo languidece!
¡Ah, el miedo nos devora el corazón!
¡Ah, el miedo cunde y se convierte en plaga!
El niño con peces en los pies cuenta una historia:
El árbol tiene miedo del dueño de las manzanas;
les exige, con veneno, que rindan más manzanas…
El dueño tiene un verdugo y tiene un guardián
para que nadie toque las manzanas (y mira al mundo
con aires de cortarle el cuello),
y tiene perros que aúllan a la luna; una luna pálida,
que muestra el miedo de ser comida, igual que
una manzana…
El niño deja libre sus pies de peces en el mar…
Más tarde o más temprano llegará con luces
el verano… ¿Quién recordará en su tumba
al que fue dueño de las manzanas…?
El viento pasa… El viento pasa…
Vicente Zito Lema,
Buenos Aires, Mayo de 2009
Para La Tecl@ Eñe
del fuego y de la luz; el vacío conoce la negrura
perpetua, no la caridad, tampoco escucha los cantos
y las risas del amor…
En la oscuridad sin fronteras nació el miedo,
era de esperar… Las flores son las hijas del
sol, repican las voces entusiastas de generación
en generación… El miedo siguió avanzando; Dios
no había nacido desde el dolor humano; el hambre
y el deseo dieron paso al monstruo de los monstruos:
la muerte que se piensa, la muerte como idea,
más monstruo cuanto más intangible…
En escena el miedo: el miedo nos encierra
en una caja de cristal y el cielo no hace otra cosa
que arrojar piedras al techo… (son piedras de furia,
o tal vez de desencanto…)
Muy cerca, el río pasa; hay arenillas a
diestra y siniestra, hay un hálito de palidez
en su lecho cercano…
Poco se repara en el brillo de los peces, la angustia
gana un lugar en la mesa; sólo preocupa el ritmo
de las olas, la posibilidad de ahogarnos pone lágrimas
de luto en nuestros ojos…
En el comienzo de los comienzos la naturaleza
quedó afuera del honor y del horror; no fue vista
como amiga o enemiga; el frío dejaba
su pasaje en los rostros, y el hielo y la nieve
con su corona sobre las espesas cabelleras
anunciaban el fin de una época…
El sol aparecía desde el fondo del mar con la belleza
en su lomo; las ofrendas y el misterio
se practicaban en silencio; alguien dijo:
la noche es el amor del cielo; los demás dijeron:
es hora de dormir, un vigía que suba a un árbol
y nos proteja… Las huellas de un gran animal
auguraban las sombras…
En el comienzo de los comienzos las palabras
se decían en la cara, fueran caricia o un duro
reproche; el viento que curte las hojas jamás
se esconde; la oscuridad se deshace en la luz
que chorrea; un niño dice: tengo hambre,
cien manos le alcanzan la comida, poco
y nada queda, un gesto, una sonrisa,
mañana será otro día; alguien quiere contar
las estrellas y llora: ¡son infinitas!, ¡son infinitas!;
la voz se apaga junto al fuego,
que no se apaga…. Lo que gira, gira;
lo que viene se va; si todo se reparte,
parejamente, el miedo de estar muerto
dormirá plácido en los brazos del alba…
Hay perfume de fogatas, la llovizna no lastima….
El comienzo de los comienzos llegó a su fin…
Hubo quien escuchó lúgubres campanas…
Hubo quien vio un pájaro de plumas negras y
pico negro, volando sobre nubes súbitamente negras
Hubo otro comienzo: un hombre sentó su gran culo
en una parva de manzanas,
y un niño soñó que sus pies eran un mar
para los peces; poca clemencia se conoció
a la hora de la cena, poco diálogo, poco canto;
discutieron y repartieron golpes hasta que alguien
gritó y golpeó la mesa:
¡Hay dueño, hay propiedad, hay renta!
¡Estos son mis intereses! (Pareció que el invierno
apresuraba sus pasos…)
Al que igual quiso comer las manzanas,
le cortaron la mano; y a otros en la hermosa pradera
se los vio colgados de los álamos; y aunque el viento
pasó de largo, ya nadie podría olvidarse del nuevo
principio: pagarás con la vida por comer
del árbol ajeno…
El niño con pies de peces camina por las aguas,
lo roe el hambre y sueña con manzanas…
El hombre, que ahora no es un hombre sino un dueño
ya no duerme en su casa, ya no besa a esa mujer
solitaria que sufre de soledad en la cama;
tampoco cuando la noche es roja se acerca al mar
para escuchar su canto y el canto de las sirenas…
Se siente amenazado… Sospecha de los saludos…
y de quien da vuelta su cara…
Las músicas le suenan como gritos de dolor
como ira y reclamos… Para él las nubes semejan
la boca de un diablo…
Día y noche, día y noche lo pasa en duermevela
sobre puntiagudas manzanas…
que esconde y cuida como el oro…
y que pronto se pudren…
y que poco perfuman…
olvidadas de que fueron en un largo amanecer
bellamente manzanas
¿Y el miedo? ¡Ah, con miedo el azul del prístino
cielo languidece!
¡Ah, el miedo nos devora el corazón!
¡Ah, el miedo cunde y se convierte en plaga!
El niño con peces en los pies cuenta una historia:
El árbol tiene miedo del dueño de las manzanas;
les exige, con veneno, que rindan más manzanas…
El dueño tiene un verdugo y tiene un guardián
para que nadie toque las manzanas (y mira al mundo
con aires de cortarle el cuello),
y tiene perros que aúllan a la luna; una luna pálida,
que muestra el miedo de ser comida, igual que
una manzana…
El niño deja libre sus pies de peces en el mar…
Más tarde o más temprano llegará con luces
el verano… ¿Quién recordará en su tumba
al que fue dueño de las manzanas…?
El viento pasa… El viento pasa…
Vicente Zito Lema,
Buenos Aires, Mayo de 2009
Para La Tecl@ Eñe
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