17 diciembre 2009

Globalización y goce/ Mirta Vazquez de Teitelbaum

Globalización y goce

Por Mirta Vazquez de Teintelbaum*
(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Felipe Noe
En la entrada a la segunda década del siglo XXI Occidente se encuentra con las contradicciones propias del malestar en la cultura a la que aludía Freud en 1924.[1]
Se dice que sociedades altamente tecnificadas, como un desprendimiento del discurso de la ciencia que dominó el siglo XX están “en crisis”. El problema puede ser el “calentamiento global” o “el capitalismo salvaje”, sintagmas que tratan de etiquetar pero no logran aplacar ni la furia de los vientos ni la muerte de miles de personas que “no entran dentro del sistema”.
Las palabras suelen acudir cuando lo real del goce de los cuerpos no logra satisfacer la pulsión de muerte y, entonces, algunos denunciamos, castigamos, publicamos y tratamos de hacernos escuchar en un desierto. Otros son “hombre de acción”, como si los actos de los hombres no dependieran de su ser de lenguaje.
En fin, Discépolo se adelantó algunos años a lo que es universal: la aniquilación del otro en tanto muestra su diferencia de goce.
“Cuando manyés que a tu lado se prueban la ropa que vas a dejar” escribía el poeta del tango adscribiendo a la rivalidad antes que a la solidaridad y al amor: “cuando te dejen tirao, después de cinchar, lo mismo que a mí”…
No se trata de la nostalgia por tiempos idos, ni siquiera por la poesía del tango que ahora es “patrimonio intangible o inmaterial” de la humanidad. Otro eufemismo para decir que es una música, una danza y un sonido único, inventado en una ciudad alejada de las grandes urbes donde se centraliza el poder. Se sabe que Buenos Aires, su lugar de nacimiento, no existía para Europa más que como desembarco de inmigrantes pobres que lo pasaban mal en sus países de origen. Éramos (¿éramos?) el culo del mundo. Lo que no es un mal lugar si pensamos en el buen funcionamiento de cualquier organismo vivo.
Y las ciudades, sus gentes lo están en tanto cambian y se reproducen constantemente.
¿De qué se trata, entonces, cuando se habla de globalización? Parece que de diversas cosas, pero, en general, los medios aluden a la globalización en tanto parece que todos tenemos los mismos problemas y, por ende, necesitamos las mismas soluciones.
Lo cual es el primer paso para no resolver ninguno. Es cierto que, frase hecha también, los argentinos a cada solución le encontramos un problema. Pero analicemos que hay allí un punto de verdad: no hay solución completa. Sólo al nazismo se le ocurrió “la solución final” y ya sabemos adonde condujo eso.
Es decir que no hay solución universal a los problemas porque no hay universalidad del goce. La pulsión de muerte se satisface en su recorrido y este es particular. Cada uno sabrá que hacer para lograrlo.
Obviamente no es lo mismo matar niños que pintar cuadros. A esta última actividad Freud la llamó sublimación. Es un destino posible de la pulsión.
En nuestra ciudad colectivamente pensamos que la educación podría canalizar la pulsión mortífera que hace que mucha gente joven ataque agresivamente a sus semejantes. Pero surge la paradoja de que es en los medios educativos mismos donde se manifiesta con fuerza esta violencia hacia el semejante. Divididos por edades y clases sociales (no todos los jóvenes pueden ir a los mismos Colegios) nunca más homogénea la convivencia que en los años de la adolescencia. Sin embargo se acuchillan, se matan, se lastiman aún en los momentos de esparcimiento y diversión.
Se dice que es la droga como elemento común la que provoca estas conductas. Puede ser pero en tal caso habría que preguntarse por qué se drogan ya que en el texto de Freud citado da como una salida al malestar también la droga…
En fin, que hay malestar y no hay manera de resolver sus causas. Quizás porque sean complejas y múltiples.
Propongo un modo de abordar el problema: la articulación entre lo particular y lo universal. El discurso de la ciencia propone un conocimiento y, en tanto ordena el avance del mismo en Occidente se convierte en lo que Lacan[2] llama: el discurso amo. Se trata de significantes paradigmáticos, a la manera de los sintagmas a los que aludía al comienzo, que determinan la posición de los sujetos en un momento de la historia. La política, elevada a la categoría de ciencia (hay la carrera de Ciencias Políticas) es la manifestación más clara de esto. Los políticos hablan con frases hechas que luego en la realidad cotidiana no pueden sostener. ¿Engañan? Más bien están, como todos, divididos entre el enunciado y la enunciación, donde se aloja el deseo inconciente. Por eso las buenas intenciones no bastan para modificar la realidad conforme a esos deseos. La voluntad tampoco y puede llegar a ser un imperativo de goce mortífero. Vuelvo al nazismo…
¿Qué hacer?
Alguien habló de “glocalización”. Interpreto este significante nuevo como la condensación entre el universal de la Cultura y la singularidad de cada sujeto.
La alienación a la lengua materna va de suyo pero cada uno de los sujetos que la habitan no dicen lo mismo ya que no realizan la misma combinatoria ni piensan exactamente igual al otro. Los movimientos masivos tratan de unificar un discurso. Es imposible, no hay universo de discurso y siempre algo queda afuera, algo que cada sujeto puede procesar a su manera. Es bien cierto que la creación artística posibilita esto en tanto se trata de una “creación”, de traer al mundo un objeto nuevo que no existía antes.
La invención científica puede cumplir esa misma función y, ya desalojando el término sublimación, cada acto cotidiano artesanal de transformación de la naturaleza es cultura.
El malestar ante lo cotidiano da la posibilidad de que cada sujeto puede hacerse alguna pregunta que lo enfrente con su deseo inconciente. El psicoanálisis es la respuesta a eso, pero es individual.
Cuando en el mundo globalizado somos muchos tenemos el paradójico resultado de que dependemos de las líneas de fuerza que traza la pulsión de muerte. Hoy, Occidente, más allá de su pretendida globalización, enfrenta una dura batalla. Hay Otro a quien no le importa morir con tal de aniquilarnos. Otra forma de satisfacer dicha pulsión.

Mirta Vazquez de Teitelbaum
Diciembre 2009

*Psicoanalista

Miembro de la Escuela de la Orientación lacaniana y de la AMP (Asociación Mundial de psicoanálisis)


[1] Sigmund Freud. OC. Malestar en la Cultura. Ed. Biblioteca Nueva. Madrid.
[2] Jacques Lacan. OC. Editorial Siglo XXI

No hay comentarios:

Publicar un comentario

comentarios