Por Claudio Díaz
(para La Tecl@ Eñe)
A la hora de dar recetas los economistas liberales no tienen parangón. Le ganan por lejos a la afamada Doña Petrona C. De Gandulfo y a los posmodernos chefs de este siglo que desde canales especializados nos quieren empaquetar con hermosas ikebanas que hacen pasar como platos sustanciosos.
La ventaja con que corren estos gurúes del “buen capitalismo” es que, cuando una receta les sale mal, no la corrigen sino que le echan la culpa al cocinero. Es más: hasta nos piden que la repitamos, pero cambiando el menaje antes que la propia fórmula. Y a veces ni eso.
Ellos se limitan a explicar que, en verdad, las cosas no salieron tan mal y que todo es cuestión de explicarlo racionalmente, es decir, siguiendo al pie de la letra los consejos que aparecen en sus libros de cocina. Porque -eso sí- estos cocineros del mercado siempre pueden explicar por qué si el asado se les estropeó, aparece una nueva oportunidad para inventar otra receta a base de carne quemada.
Estas consideraciones, que parecen ser una versión irónica de los últimos sucesos de la economía mundial, tienen una sorprendente verificación, no ya en el ámbito del humor sino en el más concreto de la noticia periodística.
A ver qué les parece esta nota extraída de las páginas de un diario que pasa por ser “tribuna de doctrina”. Pongan atención: la recesión es buena para la salud… Sí, como lo leen. ¿A quién se le ocurrió semejante dislate? A un tecnócrata estadounidense llamado Christopher Rhum, quien ha descubierto que en su país el aumento del 1% en la tasa de desempleo sirve para disminuir el 0,5% la tasa de mortalidad.
Según el cráneo de marras, este guarismo sin duda virtuoso es consecuencia de que los desempleados estadounidenses “comen de forma más sana y realizan más ejercicios físicos”. Además, agrega el tal Rhum, “he encontrado que la gente que se quedó sin trabajo tiene menos posibilidades de fallecer en accidentes de tránsito”. ¿No es extraordinario? Si tienen dudas pueden recurrir a la edición del diario La Nación del 8 de octubre último.
El capitalismo es una fe a prueba de dudas. Ante las dificultades que surjan siempre habrá un ignoto Christopher Ruhm que sepa sacar las más optimistas conclusiones de los peores hechos. Aunque a veces sea a través de los más trágicos sarcasmos, como en el caso que comentamos, donde morirse de hambre es bueno para la salud; caminar interminablemente en busca de empleo es un ejercicio físico altamente recomendable; y no poder usar el coche por falta de plata para cargar el tanque, una posibilidad segura de supervivencia al no tener que manejar y evitar, de ese modo, un choque.
¿De qué período de la prehistoria surge este ejemplar único? No es difícil imaginar que cada vez que regresa a su casa, a Don Christopher (y a los escribas de La Nación que lo elevan a la categoría de “hombre pensante”) lo esperan con la bañera llena de formol para meterlo adentro y conservarlo en buen estado, porque especies de este tipo ya no se encuentran en ninguna parte del planeta. Habría que avisarle a la National Geographic sobre el singularísimo caso de un hombre del siglo XXI con mentalidad de la Edad de Piedra.
Claudio Díaz
La ventaja con que corren estos gurúes del “buen capitalismo” es que, cuando una receta les sale mal, no la corrigen sino que le echan la culpa al cocinero. Es más: hasta nos piden que la repitamos, pero cambiando el menaje antes que la propia fórmula. Y a veces ni eso.
Ellos se limitan a explicar que, en verdad, las cosas no salieron tan mal y que todo es cuestión de explicarlo racionalmente, es decir, siguiendo al pie de la letra los consejos que aparecen en sus libros de cocina. Porque -eso sí- estos cocineros del mercado siempre pueden explicar por qué si el asado se les estropeó, aparece una nueva oportunidad para inventar otra receta a base de carne quemada.
Estas consideraciones, que parecen ser una versión irónica de los últimos sucesos de la economía mundial, tienen una sorprendente verificación, no ya en el ámbito del humor sino en el más concreto de la noticia periodística.
A ver qué les parece esta nota extraída de las páginas de un diario que pasa por ser “tribuna de doctrina”. Pongan atención: la recesión es buena para la salud… Sí, como lo leen. ¿A quién se le ocurrió semejante dislate? A un tecnócrata estadounidense llamado Christopher Rhum, quien ha descubierto que en su país el aumento del 1% en la tasa de desempleo sirve para disminuir el 0,5% la tasa de mortalidad.
Según el cráneo de marras, este guarismo sin duda virtuoso es consecuencia de que los desempleados estadounidenses “comen de forma más sana y realizan más ejercicios físicos”. Además, agrega el tal Rhum, “he encontrado que la gente que se quedó sin trabajo tiene menos posibilidades de fallecer en accidentes de tránsito”. ¿No es extraordinario? Si tienen dudas pueden recurrir a la edición del diario La Nación del 8 de octubre último.
El capitalismo es una fe a prueba de dudas. Ante las dificultades que surjan siempre habrá un ignoto Christopher Ruhm que sepa sacar las más optimistas conclusiones de los peores hechos. Aunque a veces sea a través de los más trágicos sarcasmos, como en el caso que comentamos, donde morirse de hambre es bueno para la salud; caminar interminablemente en busca de empleo es un ejercicio físico altamente recomendable; y no poder usar el coche por falta de plata para cargar el tanque, una posibilidad segura de supervivencia al no tener que manejar y evitar, de ese modo, un choque.
¿De qué período de la prehistoria surge este ejemplar único? No es difícil imaginar que cada vez que regresa a su casa, a Don Christopher (y a los escribas de La Nación que lo elevan a la categoría de “hombre pensante”) lo esperan con la bañera llena de formol para meterlo adentro y conservarlo en buen estado, porque especies de este tipo ya no se encuentran en ninguna parte del planeta. Habría que avisarle a la National Geographic sobre el singularísimo caso de un hombre del siglo XXI con mentalidad de la Edad de Piedra.
Claudio Díaz
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