El pueblo siempre vuelve
Por Norberto Galasso*
( para La Tecl@ Eñe)
El 25 de mayo del 2003, cuando Néstor Kirchner asumió como Presidente de la Argentina, se ha convertido en fecha clave que marca un nuevo camino en nuestra historia.
Ese día se encontraron una Argentina destruida y un presidente imprevisto. La Argentina, castigada por varias décadas de neoliberalismo, hundida en plena crisis del “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, con índices tremendos de pobreza, indigencia y desocupación, de un gravísimo endeudamiento externo, de un deterioro del Estado en sus funciones, donde quien tenía algún proyecto, sólo pensaba en concretarlo yendo a una embajada para hacer su vida en el extranjero. Tal era el desánimo y la despolitización de largos años de frustraciones y entregas. A su vez, Néstor venía de haber logrado apenas el apoyo del 22% del electorado, sin una fuerza política organizada detrás suyo, llegando a la Casa Rosada inesperadamente a hacer frente a un desafío que le planteaba la Historia.
Siete años después, cuando falleció repentinamente, una explosión juvenil de congoja y afecto cubrió las calles céntricas y lo acompañó luego al silencio, para ratificarle que lo consideraba uno de los suyos, un militante, un transgresor, que en medio de las dificultades había logrado empujar a la Argentina hacia un nuevo camino y que dejaba en su lugar a Cristina para continuar avanzando en la tarea.
¿Que había sucedido en esos años? Se habían puesto en marcha nuevamente, como a través de toda nuestra historia, las mayorías populares. Golpeadas, traicionadas, explotadas, una y otra vez, venían de nuevo a afirmarse en su protagonismo para iniciar transformaciones muy importantes. Néstor jugó primero a la “transversalidad” para intentar consolidarse en el poder y sacarse de encima el abrazo del oso del duhaldismo. Se gestaron movimientos sociales y se fue reorganizando el mundo sindical, pero cuando existió el peligro de que el duhaldismo se acantonara en el Partido Justicialista, el Presidente debió sostenerse en esa trinchera aunque hubiese que negociar con algunos dirigentes no del todo confiables. Al mismo tiempo, se declaró hijo y nieto de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y avanzó, después de remover a la cúpula de las Fuerzas Armadas y depurar la Corte Suprema, con el castigo a los culpables del genocidio que durante años venían esquivando la sanción. Mientras se echaba a andar por estos nuevos caminos democráticos, le pagó la deuda al FMI y los despidió amablemente a los inspectores de ese instrumento del imperialismo que desde largo tiempo se habían dedicado a “monitorear” la economía argentina con recetas liberales de ajuste en perjuicio de las masas populares. Y achicó la deuda externa. Además, recuperó el espíritu de su militancia juvenil en La Plata y confrontó con quien había que confrontar, con lo cual se repolitizó el país y las fuerzas se fueron alineando como tantas otras veces en esta nuestra larga lucha. Al terminar su mandato, el triunfo electoral de Cristina para el período 2007/2011 evidenció que del 22% de los votos se había pasado a superar el 40%. De nuevo, la Plaza histórica congregaba militancia que superaba el desánimo, militancia especialmente juvenil y las grandes corporaciones salieron a la palestra para impedir los avances.
Allí se deslindaron cada vez más las fuerzas: de un lado la Sociedad Rural, los grandes poderes mediáticos y el imperialismo cuyo jefe se había ido con el rabo entre las piernas, derrotado, en Mar del Plata, en diciembre del 2005, hundido en el océano su proyecto del ALCA mientras emergía, desde el otro lado, lo que sería poco después la Unasur .
El reemplazo de una economía de especulación por una economía productiva operó notables cambios en la desocupación, la pobreza y la indigencia, para lo cual hubo que pelear duramente con los poderosos ganaderos que resistieron las retenciones y hubo también que afrontar los efectos de la crisis económica mundial del 2009. Sin embargo, cuanto más atacado, el kirchnerismo logró afirmarse más y así vinieron sucesivas medidas, desde la segunda mitad del 2009, que evidenciaron la vocación nacional y popular del gobierno, ahora presidido por Cristina: el fútbol para todos, la ley de medios, la asignación universal por hijo, los planes de trabajo, la consolidación del Unasur, del cual Néstor pasó a ser secretario General, fueron sucesivos golpes a la reacción. EL kirchnerismo se sostenía ya especialmente en la CGT, en movimientos sociales, en sectores de la industria que salían de su agonía y avanzaba cada vez más decididamente. Cumplía una vieja consigna futbolera: No hay mejor defensa que un buen ataque, mientras los sectores del privilegio se desesperaron al contemplar la impotencia de los diversos partidos de la oposición, desde la derecha más rancia hasta la centro izquierda que quiere titularse progresista y es funcional a la derecha frente al gobierno popular, como asimismo la ultraizquierda abstracta algunos de cuyos componentes no vacilaron en rodear la Mesa de Enlace impulsada por la Sociedad Rural.
La marcha por la ley de medios, y por los derechos humanos, como asimismo los festejos del Bicentenario mostraron la creciente politización de la sociedad, especialmente en sus sectores más jóvenes, como así también que los viejos mitos empezaban a caerse: se empezó a saber que la libertad de prensa era simplemente libertad de empresa, que la libertad de mercado era la libertad de explotar al pueblo por parte de las grandes corporaciones oligopólicas, que la reivindicación nacional tiene que ser al mismo tiempo latinoamericana porque sólo unidos en la Patria Grande podremos hacer el mundo nuevo.
Néstor Kirchner se jugó entero por los cambios hasta que su corazón ya no dio más y
el 27 de octubre del 2010, la congoja se apoderó de los barrios populares y hubo dolor y llanto ante la desaparición del Presidente militante.
Los privilegiados creyeron que esa era la ocasión para parar los avances del pueblo. Pero éste ha remontado su tristeza y se ha colocado junto a la Presidente para continuar su lucha. Ha sabido reponerse del duro golpe y se dispone ahora a dar la batalla en octubre del 2011 para profundizar las conquistas alcanzadas.
Pero para ello es preciso cerrar filas por abajo, construir en los barrios, en las plazas, consolidar el frente nacional y dar la batalla ideológica para tener en claro el camino que emprendemos. Porque no sólo hay que ganar en las urnas, hay que ganar en las calles. Porque no sólo hay que resguardar lo obtenido, sino que hay que profundizarlo.
Las clases privilegiadas no sueltan así no más sus privilegios y van a dar dura pelea: antes del comicio, con toda clase de provocaciones; en el comicio con alianzas espurias y después del comicio, cuando hayan perdido, presentando reclamaciones a ciertas embajadas, mintiendo por los medios, socavando, tratando de desgastar a la Presidenta. Para afrontar estos peligros habrá que tomarse de los brazos, como hacían los soldados de Bolívar para cruzar los ríos en su gesta liberadora y desarrollar nuevas medidas audaces para que no quede duda de que la meta son cambios trascendentales e imposibles de ser revertidos. Porque “El pueblo siempre vuelve”, y esta vez ha vuelto, para quedarse
Ese día se encontraron una Argentina destruida y un presidente imprevisto. La Argentina, castigada por varias décadas de neoliberalismo, hundida en plena crisis del “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”, con índices tremendos de pobreza, indigencia y desocupación, de un gravísimo endeudamiento externo, de un deterioro del Estado en sus funciones, donde quien tenía algún proyecto, sólo pensaba en concretarlo yendo a una embajada para hacer su vida en el extranjero. Tal era el desánimo y la despolitización de largos años de frustraciones y entregas. A su vez, Néstor venía de haber logrado apenas el apoyo del 22% del electorado, sin una fuerza política organizada detrás suyo, llegando a la Casa Rosada inesperadamente a hacer frente a un desafío que le planteaba la Historia.
Siete años después, cuando falleció repentinamente, una explosión juvenil de congoja y afecto cubrió las calles céntricas y lo acompañó luego al silencio, para ratificarle que lo consideraba uno de los suyos, un militante, un transgresor, que en medio de las dificultades había logrado empujar a la Argentina hacia un nuevo camino y que dejaba en su lugar a Cristina para continuar avanzando en la tarea.
¿Que había sucedido en esos años? Se habían puesto en marcha nuevamente, como a través de toda nuestra historia, las mayorías populares. Golpeadas, traicionadas, explotadas, una y otra vez, venían de nuevo a afirmarse en su protagonismo para iniciar transformaciones muy importantes. Néstor jugó primero a la “transversalidad” para intentar consolidarse en el poder y sacarse de encima el abrazo del oso del duhaldismo. Se gestaron movimientos sociales y se fue reorganizando el mundo sindical, pero cuando existió el peligro de que el duhaldismo se acantonara en el Partido Justicialista, el Presidente debió sostenerse en esa trinchera aunque hubiese que negociar con algunos dirigentes no del todo confiables. Al mismo tiempo, se declaró hijo y nieto de las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y avanzó, después de remover a la cúpula de las Fuerzas Armadas y depurar la Corte Suprema, con el castigo a los culpables del genocidio que durante años venían esquivando la sanción. Mientras se echaba a andar por estos nuevos caminos democráticos, le pagó la deuda al FMI y los despidió amablemente a los inspectores de ese instrumento del imperialismo que desde largo tiempo se habían dedicado a “monitorear” la economía argentina con recetas liberales de ajuste en perjuicio de las masas populares. Y achicó la deuda externa. Además, recuperó el espíritu de su militancia juvenil en La Plata y confrontó con quien había que confrontar, con lo cual se repolitizó el país y las fuerzas se fueron alineando como tantas otras veces en esta nuestra larga lucha. Al terminar su mandato, el triunfo electoral de Cristina para el período 2007/2011 evidenció que del 22% de los votos se había pasado a superar el 40%. De nuevo, la Plaza histórica congregaba militancia que superaba el desánimo, militancia especialmente juvenil y las grandes corporaciones salieron a la palestra para impedir los avances.
Allí se deslindaron cada vez más las fuerzas: de un lado la Sociedad Rural, los grandes poderes mediáticos y el imperialismo cuyo jefe se había ido con el rabo entre las piernas, derrotado, en Mar del Plata, en diciembre del 2005, hundido en el océano su proyecto del ALCA mientras emergía, desde el otro lado, lo que sería poco después la Unasur .
El reemplazo de una economía de especulación por una economía productiva operó notables cambios en la desocupación, la pobreza y la indigencia, para lo cual hubo que pelear duramente con los poderosos ganaderos que resistieron las retenciones y hubo también que afrontar los efectos de la crisis económica mundial del 2009. Sin embargo, cuanto más atacado, el kirchnerismo logró afirmarse más y así vinieron sucesivas medidas, desde la segunda mitad del 2009, que evidenciaron la vocación nacional y popular del gobierno, ahora presidido por Cristina: el fútbol para todos, la ley de medios, la asignación universal por hijo, los planes de trabajo, la consolidación del Unasur, del cual Néstor pasó a ser secretario General, fueron sucesivos golpes a la reacción. EL kirchnerismo se sostenía ya especialmente en la CGT, en movimientos sociales, en sectores de la industria que salían de su agonía y avanzaba cada vez más decididamente. Cumplía una vieja consigna futbolera: No hay mejor defensa que un buen ataque, mientras los sectores del privilegio se desesperaron al contemplar la impotencia de los diversos partidos de la oposición, desde la derecha más rancia hasta la centro izquierda que quiere titularse progresista y es funcional a la derecha frente al gobierno popular, como asimismo la ultraizquierda abstracta algunos de cuyos componentes no vacilaron en rodear la Mesa de Enlace impulsada por la Sociedad Rural.
La marcha por la ley de medios, y por los derechos humanos, como asimismo los festejos del Bicentenario mostraron la creciente politización de la sociedad, especialmente en sus sectores más jóvenes, como así también que los viejos mitos empezaban a caerse: se empezó a saber que la libertad de prensa era simplemente libertad de empresa, que la libertad de mercado era la libertad de explotar al pueblo por parte de las grandes corporaciones oligopólicas, que la reivindicación nacional tiene que ser al mismo tiempo latinoamericana porque sólo unidos en la Patria Grande podremos hacer el mundo nuevo.
Néstor Kirchner se jugó entero por los cambios hasta que su corazón ya no dio más y
el 27 de octubre del 2010, la congoja se apoderó de los barrios populares y hubo dolor y llanto ante la desaparición del Presidente militante.
Los privilegiados creyeron que esa era la ocasión para parar los avances del pueblo. Pero éste ha remontado su tristeza y se ha colocado junto a la Presidente para continuar su lucha. Ha sabido reponerse del duro golpe y se dispone ahora a dar la batalla en octubre del 2011 para profundizar las conquistas alcanzadas.
Pero para ello es preciso cerrar filas por abajo, construir en los barrios, en las plazas, consolidar el frente nacional y dar la batalla ideológica para tener en claro el camino que emprendemos. Porque no sólo hay que ganar en las urnas, hay que ganar en las calles. Porque no sólo hay que resguardar lo obtenido, sino que hay que profundizarlo.
Las clases privilegiadas no sueltan así no más sus privilegios y van a dar dura pelea: antes del comicio, con toda clase de provocaciones; en el comicio con alianzas espurias y después del comicio, cuando hayan perdido, presentando reclamaciones a ciertas embajadas, mintiendo por los medios, socavando, tratando de desgastar a la Presidenta. Para afrontar estos peligros habrá que tomarse de los brazos, como hacían los soldados de Bolívar para cruzar los ríos en su gesta liberadora y desarrollar nuevas medidas audaces para que no quede duda de que la meta son cambios trascendentales e imposibles de ser revertidos. Porque “El pueblo siempre vuelve”, y esta vez ha vuelto, para quedarse
*Historiador y ensayista
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