28 febrero 2011

Sociedad Trabajo y Política/La libertad de los desposeídos/Agustina Desalvo y Roberto Muñoz

La libertad de los desposeídos.
Acerca de las condiciones de trabajo en el desflore del maíz y el arándano.

Por Agustina Desalvo* y Roberto Muñoz **
(especial para La Tecl@ Eñe)


A partir de una sucesión de allanamientos en diferentes establecimientos de empresas dedicadas al desflore del maíz salió a la luz, por un lado, las condiciones de superexplotación a las que son sometidos sus trabajadores, por otro, la procedencia de estos últimos, casi todos oriundos de la provincia de Santiago del Estero. Sin embargo, ninguno de estos fenómenos es nuevo. Históricamente, esta provincia se ha caracterizado por ser expulsora de su población, convirtiendo a una importante porción del proletariado santiagueño en la mano de obra barata disponible para las necesidades estacionales de distintas capas del capital a lo largo del país. Fundamentalmente, es la burguesía agraria la principal demandante, insertando a los obreros en “ciclos migratorios” que los llevan a trabajar en distintas cosechas, con el fin de escapar del pauperismo consolidado en su provincia. Actualmente son 30 mil los trabajadores rurales que migran todos los años para ocuparse en estas tareas, 6 mil de ellos menores de edad. En su momento, las producciones de azúcar y algodón fueron las principales válvulas de escape de esta masa obrera, pero la mecanización cerró esta vía. Hoy en día, dos de las actividades que emplean gran cantidad de obreros santiagueños son el desflore del maíz y la cosecha del arándano.

A comienzos de la década del noventa existían unas 30 empresas de mejoramiento genético (criaderos) y unas 500 multiplicadoras de variedades (semilleros), con un predominio, en ambos casos, de las empresas transnacionales. El desflorado consiste en quitarle manualmente las flores hembras a la planta de maíz, para evitar que se contamine. Se realiza antes de la cosecha, entre los meses de octubre y marzo y requiere gran cantidad de mano de obra. El objetivo final es la producción de semillas híbridas que se destinan, mayoritariamente, a la exportación. En 2008, la empresa de personal eventual Manpower, estimaba que era responsable de la contratación del 60% de los obreros que trabajaban en los semilleros. Alrededor de 3000 personas en provincias del norte y 5000 en la zona núcleo, la región más fértil del país.
Los obreros del desflore cumplen jornadas de entre 10 y 12 horas y prácticamente no cuentan con días de descanso. Las empresas a veces les conceden los domingos, pero por lo general los trabajan, al igual que los feriados. Los días de lluvia también son laborables si la actividad lo requiere. Por otro lado, dadas las elevadas temperaturas a las que se ven sometidos y a la carencia de agua fresca, muchas veces sufren desmayos en el medio del campo. Asimismo, el trabajo excesivo ha causado, en más de una oportunidad, la muerte de obreros por paro cardíaco. Los obreros también nos han referido el caso de trabajadores que fallecieron al ser interceptados por rayos, cuando eran obligados a trabajar bajo la lluvia. Las picaduras de víboras y los cortes en los ojos con las mismas hojas del maíz debido a que carecen de zapatos apropiados y antiparras para protegerse son accidentes comunes.
Respecto al cultivo de arándano en Argentina, éste era prácticamente desconocido dos décadas atrás, se desarrolla incipientemente durante la década del noventa y experimenta un acelerado crecimiento tras la salida de la convertibilidad y la devaluación de la moneda en 2002. Actualmente, la superficie implantada alcanza las 4200 hectáreas, concentrándose su producción en la provincia de Entre Ríos, principalmente en la localidad de Concordia. La cosecha en esta zona se extiende por apenas 2 meses -desde octubre hasta los primeros días de diciembre- y en ese breve período se necesita movilizar entre 10 mil y 15 mil obreros para la tarea. El mercado laboral se caracteriza por un altísimo porcentaje de trabajo no registrado y otros tipos de fraudes salariales como la emisión de recibos de sueldo por la mitad de los días efectivamente trabajados, remuneraciones por debajo de lo fijado por convenio, jornadas de hasta 12 horas diarias sin pago de horas extras, etc. A su vez, a los trabajadores se les prohíbe el uso de cremas de protección solar y de repelentes de insectos debido a los requerimientos de calidad impuestos para la exportación en fresco. Son largas horas de trabajo bajo el sol en donde abundan los desmayos e insolaciones. Por otra parte, se ha detectado en repetidas oportunidades la contratación de menores de edad. La mayoría es de origen local. En 2008 más de 600 padres pidieron autorizaciones a la delegación Concordia de la Dirección Provincial de Trabajo para que permitan que sus hijos puedan trabajar en la zafra. En general, se trata de chicos mayores de 14 años que, según la legislación vigente, están habilitados para trabajar siempre que cuenten con esta autorización. También se han descubierto casos en donde el reclutamiento de mano de obra infantil está a cargo de contratistas que se ocupan de traerlos de distintas provincias para la cosecha, falsificando sus documentos ante un eventual control. A ellos se suman los trabajadores migrantes adultos -llegados principalmente de Santiago del Estero, pero también de Corrientes, Chaco y Misiones- que son hacinados en galpones sin camas, baños, ni agua potable. Entre muchos casos, en la temporada 2008/09 fueron hallados alrededor de 50 trabajadores viviendo en pésimas condiciones en el Polideportivo de Concordia, que depende de dicho municipio, lo que estaría indicando la connivencia entre empresarios contratistas y productores con funcionarios públicos y policiales. Ante estas situaciones, el Sindicato Obrero de la Fruta, -que acaba de obtener la representación legal de estos trabajadores- reacciona de la misma manera que el gobierno con los obreros del desflore. En vez encarar la lucha exigiendo mejores condiciones de trabajo, su acción gremial se limita a una suerte de deportación, al pagarles el viaje de vuelta a sus respectivas provincias.

Las condiciones laborales en otras producciones agrarias son similares y pueden ser incluso peores. Por ejemplo, el nivel salarial pagado en los semilleros se encuentra entre los más elevados que puede percibir un peón golondrina. En 2008, Manpower aseguraba haber contratado a 18 mil personas para tareas rurales. Los salarios más altos se pagaban en los semilleros, seguidos por el arándano y la vid. Otras actividades como la cosecha de papa estaban peor pagos. Finalmente, actividades como el cultivo de la aceituna y la cebolla quedaban fuera de las posibilidades de la empresa puesto que las mismas se realizan por completo en negro y la firma decía no poder competir si tenía que cumplir reglamentaciones. Queda claro que por pésimas que sean las condiciones laborales de los trabajadores de los semilleros no son peores que en otras producciones regionales. Tampoco difieren de la forma en que otros trabajadores se emplean en negro o tercerizados en las ciudades. Por ello, la lucha tiene que provenir de la organización sindical de los trabajadores, defendiendo sus condiciones laborales y su derecho a subsidios al desempleo.

El lector habrá notado que en ningún momento hemos hablado de esclavos para referirnos a estos trabajadores. La razón es que simplemente no lo son. Caracterizarlos de esa manera fue la estrategia kirchnerista para minimizar y ocultar el problema, intentándolo presentar como un fenómeno excepcional, aislado, producto de la avaricia de ciertos sectores empresarios que habría que sancionar. Sin embargo, recurrir a la justicia no resuelve el problema. Las condiciones laborales descriptas más arribas son generalizables a todas las producciones rurales. Se trata de obreros libres, y la libertad de los obreros, bajo el capitalismo, se reduce a la posibilidad de optar entre vender su fuerza de trabajo, bajo las condiciones que el contexto histórico imponga, o morir de hambre. No se puede ser esclavo de a ratos. Terminado el período de cosecha, el obrero se transforma en desocupado –y no en esclavo liberado- que esperará la reanudación del ciclo agrícola para volver a ofrecer su capacidad laboral. Esto no es una anomalía, sino consecuencia del normal funcionamiento de las relaciones capitalistas. Una solución parcial para esta situación generalizada sería la implementación en forma inmediata de un subsidio universal al desempleo equivalente al valor de la canasta básica real, que permita a estos obreros dejar de emplearse en las condiciones descriptas. De esta manera, se verían liberados de tener que optar entre el hambre y la superexplotación.
*Agustina Desalvo - Socióloga (CONICET-CEICS-Razón y Revolución)
**Roberto Muñoz - Investigador TES - CEICS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

comentarios