30 abril 2010

Afiches y escenificación del miedo - Periodismo y Poder

Afiches y escenificación del miedo

Por Conrado Yasenza
Ilustración: Daniel Santoro

Sí, está naciendo una nueva sociedad. Con aciertos e incertezas; a veces de un modo algo torpe, pero una nueva sociedad se está gestando, no hay dudas. Y esto se debe, en gran medida y junto a otras importantes medidas de gobierno, a la Ley de Medios Audiovisuales aprobada por ambas cámaras del Parlamento Nacional. Este es el gran temor, el miedo que acucia a los grupos concentrados de desinformación. Sienten, por primera vez en la historia de sus vidas, que el sitial hegemónico construido en connivencia con el poder del período más perverso y sangriento de la vida nacional, la dictadura militar, corre peligro. Allí está el maravilloso libro de Eduardo Blaustein, Decíamos ayer, dejando constancia, con la reproducción de portadas y textos, de la complicidad de medios como La Nación y Clarín con los años de tortura y muerte que asolaron nuestro país entre 1976 y 1982.
Otras voces surgen, se alzan ante la corporativa y mediocre llanura dominada por Clarín y el grupo Uno, por nombrar sólo dos con posiciones dominantes en el mercado de las comunicaciones, para poner luz donde sólo reina la mentira y la oscuridad. Es por eso que en estos últimos días hemos observado, aprovechando la aparición de afiches donde se exponen las caras de los periodistas estrella del Grupo Clarín, como se desarrolla el operativo victimización: "Corre riesgo la libertad de expresión!" "La dictadura se ha apoderado del país!" "Estos son peores que los militares", en palabras de Silvina Walger. Y entonces todo el arco opositor, que es la reunión de la mediocracia con la política de la UCR, la Coalición Cívica, el Peronismo Disidente y, lamentablemente, el Proyecto Sur, llenan horas de debate parlamentario y espacios televisivos de TN para llegar a aprobar un texto consensuado de repudio a los “escraches”.
Pero volvamos al principio: tienen miedo, pavura, pánico. Sienten cómo el imperio se desvanece, se horada por la maldad acumulada en el falso retrato. Necesitan lograr que desviemos la atención del eje de la discusión primordial: La Ley de Medios y el derecho a la información veraz. Porque con ella se pueden comunicar en detalle logros ansiados como la cobertura de miles de ancianos gracias a la ampliación de la jubilación estatal, la Asignación Universal por Hijo, que le brinda la modesta posibilidad de subsistir a miles de seres arrojados del territorio del trabajo durante los terribles años ’90; allí podrán tener voz los despojados de la tierra y los medios de producción, con la Ley podrá surgir la verdadera pluralidad de voces. Entonces no tendremos que escuchar y ver sólo al circunspecto vocero del Operativo Independencia de 1975, Joaquín Morales Solá, dándonos clases de ética y verdad periodística. No estaremos sometidos a la carestía de no saber que el Juez Conrado Bergesio ya no tiene incumbencia en la causa de los hijos Herrera-Noble (aquí quiero abrir un paréntesis y decir que no me gustaría estar en el lugar de ellos sabiendo que es posible que si se realizan el análisis de sangre en el Banco Nacional de Datos Genéticos, y se comprueba que son hijos apropiados, su madre, Ernestina Herrera de Noble, puede ir presa, porque ésto también está en juego. Quizás los comprendo un poco, cargar con esa culpa) Sí, se trata de esto. Y la “crispada” oposición política también teme. Sabe que si el monopolio cae, su constante desfile por los programas de televisión tiene un precio: el descrédito y la pérdida del reino; la ilusión del acceso al poder por la vía fácil de la acción destituyente. Por eso la desmesura en el uso del lenguaje, que no es gratis. Temen, saben que el Poder no son ellos. Y temen los dueños del Poder, porque les ha surgido un David en el corazón de las tinieblas. Eso es la Ley de Medios. Y esa ley es producto de una decisión política, de un Gobierno caracterizado como el eje del mal. Y por ello también dramatizan y escenifican el temor, lo sobreactúan, lo multiplican para tratar de darle entidad. Y juegan peligrosamente con las palabras: “No pararemos aunque haya un muerto, si el gobierno lo quiere”, sentencia y magnifica Joaquín Morales Solá. Pobre Rodolfo Walsh! Qué tiempos mezquinos y cobardes estos: No sé si no tuvo temor pero escribió una precisa carta a la dictadura – en plena dictadura, a un año de su irrupción! – describiendo el asesinato y desaparición de personas junto a sus causas económicas lo cual le costó la vida.
Pero nuestros defensores de la libertad de empresa sienten pánico por un afiche. Y tratan de escandalizarnos y hacernos partícipes de su real temor, o de su pantomima. Podríamos contribuir para aliviar su sufrimiento donando grandes cantidades de Paroxetina y Clonazepam. Y estaríamos en sintonía con los tiempos que corren: la moda del pánico y el temor al miedo. Qué lástima, yo la pasé mal en los ’90. Fuera de moda. Sienten miedo junto a los Giudici, los Morales, los Aguad, los Rodríguez Saá, los/as Burlich que nos arrojaron a un abismo finisecular de tristeza y muerte. Y siguen jugando a enlazar paquetes de sentido atemorizantes en un país que arrojó a sus hijos al mar: Dictadura, Nazismo, desapariciones, dicen, hablan, sin importarles la brutal usurpación que hacen del valor de esas palabras. Da bronca, y hay que decirlo. Construyen juntos – medios y políticos – un irresponsable universo semántico que repercute en las capas medias necesitadas de odio y soma orwelliano ante la, todavía escasa, inclusión de la muchedumbre innumera, de los cabecitas negra o simplemente, de los negros de mierda que reciben beneficios por nada.
Mientras tanto, la Ley de Medios sigue suspendida gracias a los jueces mendocinos, y nosotros nos solazamos hablando de el horror persecutorio que sufren los periodistas independientes y de la torpe y burda pegatina de afiches. ¿Habrán logrado su objetivo? Sospecho que, de alguna manera, por el momento sí. Pero de algo estoy seguro: una nueva sociedad está naciendo.

Conrado Yasenza
29 de Abril de 2010.

17 abril 2010

Horacio González/ Ausencias: Sobre las fotos de Gustavo Germano

Sobre las fotos de Gustavo Germano
Ausencias

Por Horacio González
(para La Tecl@ Eñe)
Grupo de amigos en 1971.Hoy faltan dos.
Pocas veces he visto, como transcripción en imágenes, en estas fotos, mayor intensidad en el sentimiento que se provoca ante el hecho de la desaparición. Me refiero a este radical ejercicio fotográfico de Gustavo Germano, fotógrafo a quien no conozco personalmente, pero cuya obra me ha impresionado vivamente. La palabra desaparición transcurre entre nosotros con distintos niveles de estremecimiento, devoción o costumbrismo. Las palabras que se hacen conceptos de época, se imantan con un halo emotivo específico, que está sometido a los cambios de expresión que estamos obligados a hacer a diario. La capacidad de conmoverse por los hechos de la historia, en especial por sus atrocidades y masacres, no tiene registros únicos ni cartillas. Por la misma razón, no tienen emoción garantizada, pues a veces un pudoroso respeto es lo que brota de la conciencia, y a veces, los lugares que destinamos a la devoción o al culto rememorativo, nos conducen hacia la aptitud reminiscente. Así como hay cánticos públicos, hay un recogimiento íntimo que en ciertas circunstancias nos obliga a buscar en nuestras napas recónditas la pregunta esencial: qué somos, quiénes somos cuando recordamos el horror, los poderes aniquilantes que sufrieron otros y quizás en otra medida nosotros mismos, y que al alojarnos introspectivamente en la necesidad evocativa, debemos saber si ingresan en nuestra evocación como un sucedáneo ya establecido para memorar esos hechos, o si ellos están como brasas vivas pidiéndonos que seamos menos remisos, aunque igual mostremos constricción.
En las fotos de Germano –quien tiene un hermano desaparecido- la desaparición se torna un hecho físico, visual, paisajístico. Se dirá que el sentimiento que albergamos al respecto pide imágenes –las hubo y las hay numerosas, acompañaron todo el movimiento de reivindicación de las últimas décadas-, pero que en esencia no es un hecho que se preste especialmente al arte representativo. Como muchas veces se dijo, el horror tiene una característica inefable, en el límite de las experiencias vitales posibles, y muchas formas de representarlos llevadas por el afán de justicia, podrían debilitar el sentimiento que en sí mismo produce la palabra, cuyo aura se prende con una fulgurante chispa aciaga en nuestra conciencia. De hecho, no siempre logramos generar en nosotros mismos el estado que se esperaría que nos conmocione en relación a los actos que concurrimos, las fechas que respetamos, los nombres que nos llegan con su especial carga de vacío, remordimiento o afán de reparación.
El proyecto de Germano es increíblemente contundente y simple, pero su realización debe haber sido muy delicada y pone en juego los más difíciles resortes del espíritu, en cuando a percibir la ausencia como una forma existencial y autobiográfica. La fotografía, una vez más, muestra sus posibilidades supremas con una capacidad conmocionante genuina. El tiempo aparece en su ineluctable transcurso, en la inocencia de lugares y situaciones. Pero sobre ese magisterio del tiempo, Germano realiza un ejercicio inconsolable, que el espectador comprende de inmediato. No es que no haya textos que no puedan lograr ese singular efecto. Pero lo cierto es que han faltado entre nosotros en los últimos tiempos. Ya vendrán. La espera es la nota crucial de nuestra conciencia crítica frente al paso del tiempo. Pero estas fotos consiguen en su muda locuacidad, en la aceptación de los protagonistas para volver el álbum de sus vidas hacia atrás, y colocarnos frente al abismo de un sufrimiento intraducible. El vacío, el no estar, la no presencia, muchas veces la vemos con la óptica –incuestionable- de la política y del estrado judicial. Queremos que siga siendo así, porque allí hay un lenguaje común sobre los desparecidos que debemos honrar, respetar y prolongar en el recuerdo. Pero estas fotos consiguen llegar a un ápice artístico, conceptual y revulsivo que no es posible definir fácilmente, aunque estamos obligados a hacerlo. Esos rostros de ayer y de hoy, ese faltante en el segmento correspondiente de una foto, es una alegoría que hace las veces de estiletazo severo que nos alcanza de lleno no con un recuerdo sino con un hecho brutal en su estado de pureza alucinante. No hubiéramos querido verlas, en su tranquilo mensaje justiciero, que sin embargo nos estremece con la noción de vacío en un tibio horizonte de palmeras, un barranco, una plaza, el inocente living de una casa, una iglesia. Algo no está y estaba. Sobre esa comprobación sencilla y cotidiana, gracias a estas fotos de Germano, podemos evidenciar, o si se quiere rehabilitar nuestra conciencia –siempre remisa: ella sabe porqué- tal como actúa silenciosamente ante nuestras tragedias. Si es posible retratar un callado llanto, Germano lo ha conseguido. La esencia de su trabajo nos dice que la vida perdura, que la naturaleza en su mismidad nos rodea, pero al lado nuestro y frente a ella hay un vacío.

Cuatro hermanos.Gustavo,Guillermo,Diego y Eduardo Germano.