13 febrero 2012

Polémicas/A raíz de la tira de Gustavo Sala/¿Te ríes, tío? Ay de la risa/Por Perla Sneh



A raíz de la tira de Gustavo Sala en Página 12


¿Te ríes, tío? Ay de la risa... –En honor a un humorista


Por Perla Sneh*


La psicoanalista y Dra. en Ciencias Sociales, Perla Sneh, se pregunta en este texto, y motivada por la tira de humor de Gustavo Sala, publicada en Página 12, ¿por qué es la risa piedra de toque de tal polémica? Más aún, tal pelea, ya que no se trata sólo de mejores o peores argumentos, sino de dónde nos ubicamos para sostenerlos. Quizá, sostiene Sneh, Sala no sepa dónde lo ubican las risas que buscó despertar, pero puede que se espante al advertirlo. Quizás se estremezca al percibir cuán agraviante resulta su malogrado intento, no para con “sensibilidades individuales”, sino para con una memoria que no le atañe. Sin embargo, aún si desconoce las razones, Sala no puede desconocer lo que ha provocado, es decir, no puede desentenderse de las consecuencias de su acto.


May Christ have mercy on your soul/for making such a joke

amid these hearts that burn like coal/and the flesh that rose like smoke.

Leonard Cohen

Conviene hacer un poco de historia: Hubo en el Ghetto de Varsovia un hombre llamado Abraham Rubinztajn [Pronúnciese: “Rubinshtein”]. Algo en él, cuenta N. Nudelman[1], obligaba a reír a los atormentados judíos allí encerrados. Enormemente popular -quizás estaba loco, quizás no- Rubinztajn corporizaba el amargo humor del ghetto. Al ver pasar el carro con los muertos, gritaba: Recuerden, compañeros muertos, después de la calle Smotcha, el camino va cuesta abajo. ¡Sujétense fuerte!... Solía instalarse frente a algún negocio a gritar ¡Abajo Hitler! y no había modo de callarlo hasta que recibía algo de comer. Cierta vez, se corrió la voz de que había muerto, el ghetto entero derramó por él lágrimas ardientes. Reapareció a los pocos días y agradeció a todos, uno por uno, por haber asistido a su entierro. Los cronistas lo recuerdan correteando, con su extraña alegría a cuestas, acosando a los transeúntes, vociferando chistes y refranes. Pero, de pronto, se acercaba a alguno de los que reían y le murmuraba al oído: ¿Te ríes, tío? Ay de la risa....

Rubinztjan no fue una excepción: en todos los ghettos hubo lo que Rajel Auerbach[2] llamó un marshelik fun umkum, un bufón de la matanza. Rojl Pupko[3] cuenta sobre un sastre en Vilna obligado a trabajar para los nazis quien, al medirles un traje nuevo, en vez de la expresión ídish usual en estos casos -ir zolt es trogn gezunterheit, o sea, “que lo use (trogn)- con salud”- decía: Gezunte zoln aij trogn, Herr Levtenant, “que los sanos se lo lleven (trogn), Sr. Teniente” (es decir, “que se lo lleve el demonio”). La diferencia, inaudible a oídos nazis, hacía, sin embargo, estremecer los hombros de los demás judíos presentes; Pupko no omite relatar sus esfuerzos por disimular la risa.

No pocas veces los judíos –que debían cantar al marchar al trabajo, ya que debían mostrarse alegres- coreaban versos derogatorios de los nazis en su misma presencia. Una de las canciones preferidas por los asesinos era una antigua copla sumamente popular: Lomir zij iberbeitn... (“Hagamos las paces...”). Espontáneamente –todas las crónicas coinciden en esto- los judíos cantaban, alterando apenas la letra: Lomir zei iberlebn... Sobrevivámoslos...

Hay registros de infinidad de expresiones de un humor insoportable, como el grito de ese judío de Bialystock al ser arrastrado al tren de la deportación: Mir hot ir genumen, nor Stalingrad, ¡a faig! / A mí me agarraron, pero Stalingrado, ¡minga!.., pero basten estas pocas líneas para asomarnos apenas a una risa que nos congela el alma. Y digamos, simplemente, que la risa -ingenua, franca, cavernosa, trágica, desesperante-, no faltó ni en lo más negro de la matanza.

Pero no fue la única risa en juego: Cuando los ciudadanos, soldados y SS realizaban sus actos inenarrables, las fotos muestran que sus rostros no estaban torcidos de horror, ni siquiera de sadismo común y corriente, sino más bien deformados de risa. (...), dice Anne Michaels[4], que propone un nombre para esto: la risa de los malditos

¿Por qué, entonces, es la risa piedra de toque de tal polémica? Más aún, tal pelea, porque no se trata sólo de mejores o peores argumentos, sino de dónde nos ubicamos para sostenerlos. Digámoslo así: se trata de donde nos ubican nuestras risas.

Es muy probable que el autor – y quizás también quienes se alzaron “contra la censura y el acoso”- no entiendan qué paso. Pero no sé si el Sr. Sala deba “pedir perdón”. Quizás baste leer a Vladimir Jankélevitch para reconsiderar tamaña exigencia. Por mi parte, no me creo con derecho a desnudar conciencias ajenas. Asimismo, descreo de las vestiduras rasgadas en letras de molde, sobre todo ahora que el gesto se ha convertido en dudosa credencial de un desleído bienpensar. Sin embargo, entiendo que, aún si desconoce las razones, el Sr. Sala no puede desconocer lo que ha provocado, es decir, no puede desentenderse de las consecuencias de su acto. Bueno, tampoco exageremos: poder puede, (¿acaso no es lo que hace la lógica de ese espectáculo que rige tantos de nuestros debates cotidianos, es decir, desentenderse de sus propias palabras? ¿O debemos redundar diciendo de las propias risas?). Pero, vaya uno a saber por qué, abrigo la esperanza de que no lo haga.

Porque quizás Ud. no sepa, Sr. Sala, dónde lo ubican las risas que buscó despertar pero puede que se espante al advertirlo. Quizás se estremezca al percibir cuán agraviante resulta su malogrado intento, no para con “sensibilidades individuales” -¿cómo reducir esto a algún pequeño yo ofendido?-, sino para con una memoria que, lo entienda Ud. o no, le atañe; lo injurioso que resulta para con una historia siempre en peligro y que quizás Ud. no advierta –y se espante al darse cuenta- cuánto ha colaborado en acrecentar ese peligro. En fin, quizás no advierta lo irresponsable de su acto, incluso para con ese impensado colega que, como Ud., sostuvo a ultranza, hasta el último átomo de su cuerpo hecho cenizas, su derecho “al humor negro y la acidez”: dicen que Rubinztajn reía cuando subió al tren.

Quizás Ud. no sepa lo que ha hecho, Sr. Sala, pero ya no le asiste el derecho a desconocerlo.

* Psicoanalista, escritora, doctora en Ciencias Sociales (UBA); investigadora del CEG (UNTREF)



* Psicoanalista, escritora, doctora en Ciencias Sociales (UBA); investigadora del CEG (UNTREF)

[1] Gelejter durj trern / “Risas entre lágrimas”, Bs. As., 1947

[2] “Der Umkum Drame” [El drama de la aniquilación], Rev. Di Góldene Keit, Nº 4, 1949

[3] “Ein ior árbet in YIVO únter di daitchn” [Un año de trabajo en el IWO bajo los alemanes”], citado por N. Blumenthal, en Bleter far gueshijte – Ídisher Histórisher Institut [“Hojas de historia – Publicación del Instituto Histórico Judío”] Tomo I, Cuad. 3-4; Varsovia, Agosto-Diciembre 1948

[4] Piezas en fuga, Alfaguara, 1997


Debates/La vida intelectual como estructura moral/Por Horacio González



La vida intelectual como estructura moral


Por Horacio González*

(para La Tecl@ Eñe)


A partir de un interesante trabajo de Jorge Orovitz Sanmartino, El Kirchnerismo y el Quiasmo, Horacio González realiza algunas puntualizaciones, agregados y críticas. Bienvenido el debate.


He leído un más que interesante trabajo de Jorge Orovitz Sanmartino, El Kirchnerismo y el Quiasmo, sobre el cual quisiera hacer algunas puntualizaciones, agregados y críticas. Evidentemente, no se puede extraer toda la vida política de la función o la práctica intelectual. Las fronteras más extremas a las que se ha llegado en cuanto a recubrir lo político con lo intelectual es la obra de Gramsci, el que de alguna manera toma la cuestión intelectual como un equivalente completo de todo vínculo social. Todo pensamiento, para el filólogo Gramsci –y es que la filología creo que es su modo general de interpretar las visiones del mundo- es un encadenamiento de metáforas que acaban teniendo un aspecto pragmático, pues se convierten en motivos de acción. Por ejemplo, en cuanto a las consideraciones sorbe la guerra, la metáfora de la “guerra de posiciones” encierra una definición completa de una forma social, una trama de vínculos productivos, el sistema industrial en su totalidad, etc. Toda metáfora, en Gramsci, es una forma de acción, por lo que la vida política emana, por así decirlo, de ciertos recodos del lenguaje, que tienen un peso ontológico, además de ser el ámbito en que se expresan las luchas sociales. Al ser luchas entre ideologías colectivas cuya armazón es la historia misma de las palabras, las clases sociales hay que buscarlas en el “interior” de los usos de la literatura social, el periodismo, las adivinanzas, las creencias sobre el azar o la religión, en fin, todas las vicisitudes que se agrupan en el “sentido común”, que es, como diríamos hoy, lo que “está en disputa”.

A muchos nos sirvió esta concepción de la sociedad como “reforma moral e intelectual” –que Grasmci toma de Durkheim, que a su vez la toma de Renan, sin contar la decisiva influencia de Sorel en la cuestión del mito, que también significa un acto de agrupamiento de voluntades a través de imágenes verbales, pictóricas y escritas –nos sirvió, digo, para convivir con cierta (in)comodidad en los pliegues internos del peronismo, cuya urdimbre textual estaba hecha de aforismos de la vida práctica, de una esfera sentimental colectiva que narraba hechos excepcionales de un evangelio laico y de un conjunto de metáforas militares –la principal de las cuales era la de la “conducción”-, que armaban una escena lingüística que aún perdura, aunque desprovista del aura de los tiempos fundadores.

Son conocidas las dificultades que tuvieron los intelectuales con idiomática propia –los Scalabrini, los Jauretche-, para cohabitar con una doctrina que por un lado parecía cerrada y tenía un operador único- Perón- y por otro lado, mantenía tal maleabilidad que podían ser usados sus más contradictorios fragmentos para la ocasión que cupiera. Las cuestiones referidas al desentendimiento de Perón con ambos escritores –aunque no solo con ellos- tenían muchos motivos fundados en decisiones efectivas, como la cuestión petrolífera en Scalabrini, la cuestión de la operación nominativamente abusiva del nombre de Perón sobre el paisaje, en Jauretche.

Pero en esencia, se trataba de un problema que perdura: la esfera política popular ya pertenecía al fuerte arraigo que había hecho en ella la comunicación masiva, con sus estilos globalizantes, sus iconografías morales, sus estructuras sentimentales, sus leyendas sobre “ascensos y caídas”, sus liturgias que poseían un denso poder metonímico en paralelo a las devociones cristianas, genéricamente consideradas, y a ciertos cultos marginales con el que el peronismo no rechazó entrar en contacto. (Se pueden encontrar en el primer Perón, lector pedagógico de autores pre-cristianos y de textos militares que hablan del “destino” del conductor y aún de descifrar un “cuadro de situación” por el vuelo de las aves, cosas que se encuentran en célebres manuales que ya no se leen, pero que Perón cita, como la Ciropedia, de Jenofonte. Nada más diferente al modo en que Gramsci entendía el mundo antiguo -la apología de Maquiavelo y su “Príncipe”-, pues los hacía pasar por la idea de praxis de Aristóteles y Marx.

Pienso desde hace mucho que no es conveniente hablar de “los intelectuales”, pues esa terminología suele ser una concesión de los jefes políticos, los medios de comunicación e incluso las universidades, que reservan un papel estetizante a personas con formación académica, artística o poética, que según parecería “sirven para ayudar a pensar” (concepto de la televisión) sin que se conviertan en otra cosa que en el ornamento literario de decisiones ya tomadas. Y todo en medio de una época notoriamente “antiintelectual”. En cambio, veo que hay “núcleos de problemas intelectuales”, que pertenecen a un cuerpo de debates permanentes cuya identificación en mayor o menor grado, nos convierte en “intelectuales”. La decadencia del intelectual “humanístico” tiene que ver con esto, pues si la época parecía propicia para crear un horizonte más elevando para tratar cuestiones de la técnica y la pregunta por la crítica, lo que hubiera sido el ámbito natural para producir esta conjugación de lenguas, el giro de la globalización ha tornado todo eso en su contrario. En las redes sociales, desde su propio nombre se produce una sustitución del viejo lenguaje de la “ciencia social”, convertido en metáforas de acción, sin pasar por las prevenciones que tal mutación civilizatoria reclamaba. Por eso, el “intelectual de las redes” puede reclamar que ya no precisa de los viejos textos “gramscianos” – lo pongo como ejemplo, ya que hablé de él-, porque lo escrito por nuestro querido sardo pertenecía a un mundo cultural casi petrarquiano, en que ni siquiera se tomaba nota de los problemas comunicacionales de la radio –que ya existía-, aunque tuviera Gramsci la conocida lucidez para tratar las cuestiones de la lengua periodística. Gramsci llega hasta Pirandello; sus temas son los de la teoría política del siglo XVI, el teatro laico, la traducción de los lenguajes sociales heterogéneos a través de las metáforas y el papel del libro como instrumento o acto dramático creador de vínculos sociales.

Lo que quisimos hacer en Carta Abierta -y ésta es una opinión mía, tan solamente personal- fue crear un registro novedoso, una esfera autónoma de lenguaje que a la vez llamara la atención de la aparición de un ciclo nuevo en la política argentina, en el cual veíamos la misma y crucial cuestión de la traducción de lenguajes en síntesis de nuevo tipo. Las nuevas relaciones sociales se constituían a través de diversos legados, fáciles de desentrañar en lo político –las vertientes de izquierda y las nacional / populares-, pero no tan fáciles de traducir en el plano que podríamos llamar epistemológico. Por ejemplo, la cuestión de la razón tecnológica, la corte de conceptos desarrollistas que desde hace un tiempo impregnó rápidamente todo el espacio político nacional y el lugar en que quedaban las filosofías remanentes por las que todos habíamos atravesado, referidas a la crisis de la razón tecnológica, la crítica a las industrias culturales y la indagación más profunda en el cuerpo escindido de las ciencias (donde no podía ser que se siguiera manteniendo el criterio de “ciencias duras” y “ciencias blandas”, que pertenecen a una definición sobre distribución de recursos y no sobre las diferencias internas en un cuerpo de conocimientos en última instancia inescindibles). Por otro lado, se quería efectivamente tratar un problema ligado a la relación política y lenguaje, del cual todos somos testigos: casi están por desaparecer los textos políticos públicos, la construcción de grandes imágenes sigue su curso dando a veces grandes resultados, pero no siempre una isla de edición y formas atrevidas de montaje que ya no son las de la época de Eisenstein, pueden reemplazar a gramáticas complejas que son herencia del lenguaje escrito y oral articulado. Una renovación política en un país, incluye indudablemente una observación crítica sobre el papel de la lengua –cotidiana, escrita, oral, literaria, poética-, y en todos los demás niveles antropológicos en los cuales la usamos.

Esto no está ocurriendo. Por eso, Orovitz Sanmartino, que según me entero es representante comunal de Proyecto Sur, nos brinda un buen anzuelo en torno a la cuestión intelectual (en su faz terminológica o lingüística) al emplear el concepto de quiasmo, lo que realmente no es frecuente. Si tengo que hablar de manera a recordar los tramos de un propio itinerario de lecturas, siempre me gustó ese concepto, pero no era para decirlo en público. Se trataba de un secreto que heredábamos de las lecturas de Merleau-Ponty, sobre todo de sus últimos trabajos, como Lo visible y lo invisible, y según recuerdo, el término –tomado de la óptica y la medicina- aparecía como un intento de definir la existencia que permitiese pensar el cuerpo y el lenguaje al mismo tiempo, sin superar sus realidades pero sin aceptar esas dicotomías: haciéndolas, por tanto, un juego de fuerzas entrecruzadas que llevaba a pensar el ser. No me parece ahora que esta sea una cuestión independiente de la política, y revisando las obras sobre la cuestión de la guerra, la dialéctica y el terror en Merleau-Ponty, el quiasmo está en su escritura y se resuelve mencionando la tradición humanística y su frontera de peligro, allí donde se pone en tensión permanente a través de la creación de los poderes mundiales basados en “la razón instrumental”.

Acepto, por qué no, que tanto la actual situación de Carta Abierta como las relaciones que se establecen con otros grupos intelectuales están en estado de quiasmo, pero no en estado de oxímoron, otra figura central de la retórica, mucho menos interesante, y que un vasto público porteño de medio pelo utiliza a cada rato para imputarle a alguien que carga una contradicción irresoluble en sus espaldas. “Peronismo de izquierda”, por ejemplo. Ese es un mal uso de este concepto menor, o por lo menos, gastado en las charlas bien humoradas que todos tenemos alrededor de los clichés que se pegan a nuestra vida.

El problema no es el supuesto “peronismo de izquierda”, que es en verdad un acertijo que al haber ocupado la vida de miles y miles de personas merece un análisis respetuoso, sino si ha llegado en la Argentina, el momento de superar esas encrucijadas que se muestran tan atenazadoras de nuestro lenguaje. Bien quisiéramos que no haya quiasmos, oximorones y otras delicatessen de las retóricas más venerables, y que solo imperase una dialéctica triunfal, capaz de identificar contradicciones y proponerles el terreno seguro de su superación. Solo desde una concepción dialéctica penetrante puede juzgarse el fallo en el que incurrirían un conjunto de personas al haber confiado el cuadro de situación actual, en cuyo centro está el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner. Leamos lo que dice Orovitz Sanmartino al describir la situación de Carta Abierta: “Pero aquellas esperanzas de lanzar hacia adelante el tiempo histórico, de superar el pejotismo, pronto chocaron con las rocas submarinas de una realidad persistente y dolorosa, de un país rico con enormes desigualdades, un pacto reforzado con los gobernadores, un sistema fiscal regresivo, una inserción económica dependiente y un incipiente distanciamiento con el mundo laboral. Los márgenes para sostenerse en el gobierno se habían, paradójicamente, estrechado justo en el momento en que mayor poder político concentró la administración. La segunda presidencia de Cristina había nacido corrida al centro y las esperanzas de lanzar hacia el futuro el movimiento, ahora eran reducidas a una disputa más discreta, modesta, la de evitar que no desfallezcan”.

Creo que es una buena descripción, apenas le cambiaría uno u otro término, pero tiene una dificultad de fondo que es la de toda la vida política argentina, por lo menos, en la zona de las izquierdas. Me refiero al peso que tiene el “ya lo sabía”, que es una consigna muy profunda del conocimiento. Sartre ya la condenaba en sus Cuestiones de Método. Por ejemplo, podemos señalar esa deficiencia del artículo de Jorge Altamira sobre este mismo tema, al cual no me voy a referir para no hacer demasiado extenso este escrito, y que peca de algo que sin dejar de ser atractivo, inhibe la reflexión sobre el flujo real de la historia. Es ese “ya lo sabía”. Son esas “rocas submarinas” de la buena metáfora de Orovitz Sanmantino. En su sistema, debo reconocerlo, el “ya lo sabía” tiene escasos efectos paralizantes. Y la prueba es su propio texto, lleno de matices y agudas reflexiones. Pero es indiscutible que hay una ontología del ya-saber. Noción lindante a la de destino –pues sería esa la figura final que debería mentarse, antes que la de quiasmo-, por la cual solo nos quedaría ahora hurtarnos de este trayecto mal prefigurado por los dioses y reconocer que todo aquello en lo que pusimos el cuerpo, las palabras, las marchas en la noche a Plaza de Mayo –en 2008- son hechos que se engarzan en la falsedad de un pasado.

Pero no: recuerdo una noche, con imágenes fantasmagóricas, el piso de polvo de ladrillo despedía un halo rojizo ante la iluminación de la televisión, y un Néstor Kirchner demudado, cayendo y subiendo encima de los hombros de quienes intentaban llevarlo en andas, y otra vez caía al suelo en medio de una turbamulta espectral. Es que me parece que aquello mismo, que fue nuestro quiasmo, no está convertido en una roca paralizante. Aunque lo primero que hago cuando leo una frase así, sin embargo, no es exorcizarla torpemente. La leo y pienso en ella, porque puede ser verdad, la verdad secreta de mi propia conciencia, ya incapacitada para comprender su entorno y comprenderse ella misma. Pero debo evitar también que me devore otra roca submarina, que es el propio concepto de “roca submarina” de Orovitz, que siempre supone el obstáculo que estaba allí, inerte.

En cambio, muchos nos dimos el beneficio de la ingenuidad, que es una manera de pensamiento de la que diría –ya que veo también que Orovitz pertenece tanto a EDI (economistas de izquierda) y a la Asociación Gramsciana-, que es casi, casi gramsciana. La veo en el modo en que Grasmci estudia las conversaciones, las frases sueltas, los partidos anacrónicos –“pensionistas de la historia”-, las configuraciones culturales de la Iglesia -¡lector concienzudo de Civiltà Católica!- y en que disfraza los nombres de las personas para tantear un cambio teórico que si pudiera hacerse, es porque escribe “ingenuamente” los nombres, los envuelve en pseudónimos literarios que son mudanzas en la forma misma del concepto. Así configura su pensamiento, desde su propio “sentido común”, el de un preso de la izquierda comunista que lee a contrapelo a Marx –invierte todo su sistema de la “sociedad civil”- y deja que sobrevuele un halo durkheimiano en su concepto de “orgánico”. Gramsci es el escritor del sobrevuelo que pedía Merleau-Ponty. Todo lo toma y todo deja pasar en su manera de escritura. Su socialismo está allí, en el trazo de sus reseñas expandidas sobre un vago cuaderno de anotaciones.

Pero no digo esto para florearme con los que apenas son memorias lectoras que ya he abandonado. ¿Por qué? Porque fui a esas plazas que mencioné de una manera diferente. No como había ido antes, en donde al mismo tiempo era profesor, leía a Wittgenstein y Adorno y hablaba con Casullo sobre Massimo Cacciari, el alcalde Venecia que había conseguido aunar una alta vocación filosófica con ciertas practicidades políticas. No, ahora iba como algo que no era más que una apuesta pascaliana, que no impedía ser profesor (pero me sacaba esencialmente de la universidad) ni político-militante (aunque trataba de recobrar todo lo que eso significaba en medio de un compromiso institucional que era necesario justificar no de una manera meramente funcionarial). Cuando leo la descripción que hace Orovitz de la conciencia posible de muchos que como yo optaron no por tropezar con rocas sumergidas sino por removerlas, no puedo molestarme para nada. Leamos: “No pocos integrantes [de carta abierta] comenzaron a preguntarse por el límite posible de su participación. La lucha contra la derecha, la “corpo”, la “opo” y demás fantasmas en un período donde el peligro destituyente había terminado, los dejó más expuesto que nunca al peligro opuesto, el de alistarse por complacencia, acomodándose a las ventajas del poder. Si eras cuestionable el apoyo político tout court al “proyecto” en 2008, la incomodidad se multiplicó con el enorme triunfo electoral de 2011. Así, para racionalizar esta deriva, en el imaginario grupal el peligro destituyente debía ser permanente, eterno, y aparecía incluso entre los aliados de ayer. Esa fue, cada vez más, la retórica esgrimida, aunque nunca rozó, como en el discurso de algunos “kirchneristas puros”, la monserga macartista contra toda crítica y todo cuestionamiento. Cuando se recibe los favores en tantos medios de comunicación es difícil, luego, desilusionarlos. Sus palabras no tuvieron el mismo valor bajo las balas del Indoamericano, la represión a los Qom y el asesinato de (los) Ferreyra que bajo los embates del ruralismo conservador. Cuando se necesitó la potencia política de palabras claras y filosas que pusieran en evidencia la deriva minera o el Nunca Más a leyes como la “anti-terrorista”, Carta Abierta sólo las susurró con timidez, gotas de protesta en el mar de los elogios. Su función era, primera y fundamentalmente, la defensa del gobierno contra los ataques destituyentes. La lógica de “no hacerle el juego a la derecha” se impuso por su propio peso”.

Si copio estas palabras es para hacer notar en primer lugar que las he leído, que no me son inverosímiles, aunque sí un poco injustas. Nadie está conforme donde está, y mucho menos sabiendo lo que sabemos todos: por ejemplo, tomo el tema no menor de lo que significa ir a la televisión. Por más que vayamos a decir lo que cada uno considere justo, la experiencia es de carácter expropiativo, sea en un lado o en otro. Allí siempre somos otros. Principal cuestión de una reflexión sobre la crisis de la razón contemporánea –ya que mencioné a Cacciari-, es hacer un balance profundo del legado cultural de siglos y el modo en que son o deben ser tratados por los medios de masa. ¿El futuro gobierno de Orovitz Sanmartino tendría otra solución para este tema que a todos nos abarca? ¿En la comuna 7 donde es concejal, según veo, se trataría de un modo diferente el empleo de la palabra pública, y en la toma de decisiones sobre problemas públicos, no anidarían allí las mismas rocas submarinas tan insondables para unos como para otros.

Orovitz es un analista que no me disgusta; como fenomenólogo (pues recuerda más eso que al gramscismo) describe bien las peripecias vivenciales de las conciencias. Así escribe la prosopopeya de Carta Abierta: “Es cierto que no fue la presidencia quien ordenó la represión en los casos de asesinatos políticos, pero ¿cómo modificaron esos acontecimientos la relación con los gobernadores como Insfrán, Soria o Barrionuevo? ¿Qué tipo de reacción tuvo la crisis del Indoamericano en relación a la vivienda, la toma de tierras y la judicialización de las ocupaciones? ¿Por qué motivo los proyectos de reforma fiscal, de reforma financiera, de reparto de ganancias lejos de avanzar han retrocedido? ¿En qué sentido puede denominarse “lo que falta” al resultado persistente de 8 años de política económica? Aunque la productividad discursiva puede ser altamente valorable pues construye a su vez materialidades, ella es parte, como régimen discursivo, de la globalidad de un modo y régimen de acumulación determinado”.

Bien: no puedo responder exactamente estas preguntas, pero hay un último concepto que me gustaría destacar. Es la cuestión de “lo que falta”. Si un grupo político se reuniese tan solo bajo ese eslogan trivial, no merecería que nos dediquemos a discutir nada. ¡Qué forma tan lineal de concebir la historia tendríamos! No, el enfoque de “lo que falta” es meramente complaciente, indicio de militancias muy seguras de su realismo o pragmatismo, según sea. Concibo la historia como una suma de amenazas e inminencias, como núcleos inesperados, escenas superpuestas y contradictorias que corrigen el pasado, anulan lo hecho, retoman un camino en un punto incierto del pasado y principalmente, que no se sienten cómodas en cualquier visión rectilínea del suceder social y político. El lenguaje de la “asignatura pendiente”, por lo menos yo, no lo empleo. Toda materia, toda clase –lo digo como viejo profesor- es una cosa nueva que aparece sin estar pendiente ni saberse que “faltaba”.

Por lo tanto, sigo pensando que este gobierno que parece haber optado por una lógica de “tiempo objetivo” (el neodesarrollismo), no lo hace sin contradicciones ni sorpresas. Claramente digo y me digo que en muchísimas ocasiones esperaba mucho más, que no quiere decir un “agregado superador” a lo que “ya hay”, porque eso es un conformismo parecido al que los que dicen: “ya lo sabía”. Aunque no deseo ni es necesario que sea así, quizás las cosas vayan en dirección a un horizonte irreversible donde las cuestiones ambientales, culturales y productivas se acerquen más a definiciones que son más propias de un Grobocopatel que de un gobierno que introdujo en su interior el drama nacional por excelencia: lo humano como valor universal y el igualitarismo como compromiso político. Digo drama nacional: porque todo esto se sitúa en medio de nuestras clases populares tal-cual-son, de los consumos masivos tal como los perfila el mercado de imágenes, de un tecnologismo a veces excluyente de los presupuestos culturales de los que surge lo tecnológico, una relativa indiferencia de la historia de los márgenes de la sociedad argentina (los pueblos preexistentes y sus dramas de la tierra, la explotación minera y sus consecuencias complejas, evaluadas con una desaconsejable rapidez). Veamos el episodio del dirigente sindical que habló en Olavarría en contra del ambientalismo, sin aclarar que su opinión era la de un político profesional. Mala jugada. Todo nos coloca en la brizna más frágil de las cosas. Al final de ese diálogo, en el que la Presidenta le confirió a esas palabras el valor de “palabra popular”, ella misma llamó a la discusión, relativizando de alguna manera los dichos anteriores. Sin embargo, no digo esto para agarrarme de la última hebra disponible, sino porque pienso que esta es la estructura de la situación: inestable, contradictoria, desesperante a veces. Es decir, un quiasmo. Lo que es sinónimo de una discusión, no de una pulseada vivaracha y repleta de chicanas, sino de un diferendo moral e intelectual en la historia del presente. ¿Estamos preparados para ello?

Ante eso, lo único que no podemos perder es la estructura moral de la vida intelectual, que también es de índole quiasmática. Está entrelazada con su contrario y a veces parece que no hay salida; y los que piensan que hay fácilmente una salida, desvalorizan el camino tomado por miles y miles de biografías políticas y sociales más complejas que serán, no me cabe duda, una base indispensable para pensar esta época y procurar los senderos de su realzamiento. No digo profundización, tareas pendientes ni nada. Apenas realzamiento, en lo cual, la crítica cultural y el pensamiento que se renueva haciendo ejercicios “en contra de sí”, quizás sea una nota que todos deberemos practicar. A Orovitz le gustan las figuras retóricas (a mí también). Cuando habla de los demás grupos intelectuales (¡ah! qué efímeros somos todos!) prosigue (y yo lo cito, para hacerle ver también que lo leo bajo la manera de incorporarlo a lo mismo que ahora estoy escribiendo) y dice:

Para servirme nuevamente de alguna figura de la retórica diría que creyendo superar el quiasmo kirchnerismo – anti-kirchnerismo, se sumerge en él (habla del escrito titulado Argumentos) como retruécano de Plataforma. El retruécano, como el quiasmo, imita el contenido simétrico y opuesto de los términos, pero además invierte las funciones sintácticas. Argumentos nos exige que pasemos de la renovada crítica del modelo a un nuevo modelo de la crítica, pero se agrupa y junta firmas no tanto por la defensa de un mensaje crítico hacia el gobierno, sino por la defensa del gobierno frente a los mensajes críticos. Pero lo fundamental aquí no son los juegos de palabras, ni siquiera la palabra como tal, sino el valor que adquieren dentro del proceso vivo. Que el Estado esté surcado por contradicciones o que la lucha de clases sea el fundamento de tal o cual institución o de tal o cual medida de gobierno, en definitiva, que los procesos sean contradictorios y complejos no sustituye la exigencia de una caracterización de conjunto del carácter del gobierno, que supere la sumatoria de medidas positivas y negativas. La carencia intelectual más relevante aquí es la falta de ella. En su documento se plantea la alternativa entre neodesarrollismo e igualitarismo, pero no se arriesga a definir cuál ha sido el curso del kirchnerismo en estos años. Igual que Carta Abierta, aspiran a zanjar el problema mediante la teoría de “lo que falta”, dando por supuesto que para llegar al paraíso sólo falta un trecho por un camino que se piensa adecuado”.

Ya ve compañero Orovitz como una serie de lazos van entretejiendo relaciones. Haber descubierto un quiasmo lo hace partícipe de él. Del lado, claro, de los que dicen querer superarlo. Perfecto: el quiasmo admite la solución dialéctica (que lo trivializa) sin que luego se prive de armar nuevos quiasmos. Es posible ver todos esos documentos como una marcha hacia una muy importante discusión común. Juntos y contrapuestos aportan un nuevo texto de naturaleza retórica, invisible, aun no escrito. Pero se ha demostrado que los textos valen porque siempre que se tropiezan con rocas submarinas –o sea, con la imprevista realidad- deben decir que están en condiciones de seguir hablando con aún mejores textos… con palimpsestos que nos convenzan de que escribir de política no es una comodidad de los analistas, sino un ejercicio moral e intelectual.

Si se quiere, una escena política contemporánea es una estructura que como tantos han dicho, nunca se completa. Por eso ni me afilio a los que están dispuestos a justificarlo todo porque hay una derecha que retoma todas estas situaciones críticas. Ni dejo de admitir que este flujo complejo de hechos que colectivamente se han protagonizado, no merecen, ni desde dentro ni desde afuera, ser considerados ya en términos de una clausura. Cuyo diagnóstico correría ahora por la cuenta de los que, ufanos, “ya lo sabían”. Todos somos hijos de nuestros propios arquetipos, pero no dejemos que ellos hablen por nosotros. De algún modo, siempre sabemos todo. Pero el conocimiento es la ingenuidad de los que no sabíamos.

*Sociólogo y ensayista. Director de la Biblioteca Nacional

11 febrero 2012

Entrevista/Ricardo Forster/2012:entre desafíos a cielo abierto e intelectuales con plataforma/Por Conrado Yasenza




Entrevista a Ricardo Forster

2012: Entre desafíos a cielo abierto e intelectuales con plataforma.


En la entrevista que se ofrece en esta edición de la Tecl@ Eñe, el filósofo y ensayista Ricardo Forster, analiza en profundidad los desafíos que enfrenta el gobierno de Cristina Fernández en el año que ha comenzado. Aborda también el debate intelectual que produjo la aparición de Plataforma 2012 y los riesgos de una invalidación posible.


Por Conrado Yasenza

(para la tecl@ eñe)


- Conrado Yasenza: Inicialmente me gustaría saber cuál es su visión acerca de los núcleos problemáticos que enfrentaría el gobierno de Cristina Fernandez en este 2012. Exiten temas muy complejos como lo es la minería a cielo abierto, el conflicto en la relación con Hugo Moyano y la C.G.T; las preocupantes represiones a integrantes de los pueblos originarios.

- Ricardo Forster: Siempre hay que tratar de contextualizar un nuevo momento. Si lo pensamos sólo de manera autorreferencial y sin vincularlo con lo que sucedió hasta hace poco tiempo en el país, perderíamos precisamente la perspectiva, la posibilidad de desentrañar un proceso histórico que es mucho más que el aquí y ahora o la cotidianeidad del instante. Con esto quiero decir que ocho años son los que han marcado en gran medida aquello que podemos pensar del 2012. En el kirchnerismo hay una lógica de transformación, un proyecto que va desplegándose con idas y vueltas, enfrentándose a desafíos, que algunas veces pueden ser previstos y otras veces no, de una realidad que siempre está en estado de movimiento y tensión, y que va generando que los actores decisivos de cualquier proyecto político vayan teniendo que construir sus opciones.

El 2012 hay que leerlo como un proceso de continuidad y no de ruptura; continuidad de todo un camino recorrido en estos años y con desafíos que le son propios y que tienen que ver con cambios en la argentina pero también con cambios a nivel mundial. No es la misma potencialidad la de un proyecto en un momento caracterizado por el avance sin dificultades del proceso económico, al momento actual en el que tiene la necesidad de hacerse cargo de nuevas dificultades, con nuevos desafíos y con núcleos de crisis a nivel central que sigan profundizándose y extendiendo sus crisis a otras zonas del planeta. Esto plantea una nueva lectura, plantea otra lógica de lo que podríamos llamar desafíos frente al contexto. A mí me gustaría aclarar algo sobre la minería a cielo abierto. Es un tema importante en la medida en que podamos sacarlo de la autorreferencialidad, como si fuera algo que pudiera ser pensado como totalmente aislado de un proceso más amplio que tiene que ver nada más y nada menos que con la manera de encontrar núcleos de sustentabilidad al desarrollo industrial, al crecimiento económico y a la protección del medio ambiente. Ahí me parece que hay problemas no menores que no son sólo de la argentina sino que involucran a parte de américa del sur. Estoy pensando en Bolivia, en ecuador, en Perú, en Chile; gobiernos algunos con identidad popular muy potente y otros que transitan una ideología conservadora de derecha pero que se enfrentan también a la cuestión del equilibrio en la relación entre crecimiento económico y sustentabilidad medio ambiental, demandas de consumo, mejoramiento de la calidad de vida, y a su vez, límites en ese consumo y del mejoramiento de vida en función de las problemáticas medio-ambientales. No hay que pensar la minería a cielo abierto sólo y exclusivamente en sí misma, hay que tratar de pensarla, enlazarla, con fenómenos más complejos de transformación económica, social, cultural. Esto, por supuesto, no significa que no haya que tomarla como una cuestión importante sobre todo cuando afecta a núcleos poblacionales que más allá que sean o no significativos en términos demográficos para la argentina, sí lo son en términos de experiencias colectivas, en términos de vidas. Entonces pensar la minería a cielo abierto es pensar la problemática del capitalismo, es también pensar la problemática de la degradación del medio ambiente, es pensar en la necesidad de vincular distintas áreas que son económicas pero también son tecnológicas y socio- culturales. La expansión del capitalismo suele ser muy dura, no solamente con los derechos sociales, sino también muy poco atenta a la conservación del medio ambiente, en sociedades como las nuestra que tiene como norte la mayor distribución de la riqueza, que sabe que sin procesos de industrialización esa distribución se pone cada vez más difícil, que intenta la búsqueda de una compatibilidad, de un equilibrio, entre lo que podemos llamar desarrollo atendiendo a las demandas populares y las necesidades de intervenir con nuevas tecnologías, con nuevas formas de explotación sobre la escena de la naturaleza. Entonces, esa expansión del capitalismo plantea ingentes problemas que no pueden ser reducidos a simplismos, a lecturas banalizadoras o a expresiones puramente virtuosas. Merecen un debate más significativo en torno a lo económico pero también en torno a lo civilizatorio, a lo que tiene que ver con el vínculo hombre-naturaleza, y con la problemática de la distribución, de la igualdad, de las lógicas del desarrollo y la obtención de condiciones para el mejoramiento de la vida de nuestras sociedades. Esos son problemas no menores pero tampoco es casual que en el debate a fondo de la minería, sectores claramente identificados con intereses corporativos, ideológicamente liberal-conservadores, hoy parezcan ponerse del lado de los ecologistas o los movimientos sociales. Hay un gran oportunismo político que tiene que ver con las propias debilidades o lo irresuelto de gobiernos de matriz popular que no han terminado de pensar cabalmente la complejidad de una temática como ésta. Eso lo vimos en el escenario político conflictivo por el que tuvo que atravesar evo morales hace poco tiempo, lo vemos también en Ecuador donde Rafael Correa tiene arduos problemas con las comunidades originarias, sumado todo esto a los problemas de la minería. Todo esto significa que no hay respuestas rápidas, que no hay salidas sin contradicciones ni tensiones, ni conflictos, y que en última instancia, lo que se está dirimiendo es lograr desplegar una política de la igualdad que sea capaz al mismo tiempo de no dañar la sustentabilidad medio-ambiental. No es algo fácil de resolver. Esta cuestión también está vinculada a la problemática de la soja y a la forma en cómo puede o no un gobierno apropiarse de parte de esa renta extraordinaria para transformar esa apropiación de renta en políticas sociales, en políticas de distribución; cómo se reemplaza una generación determinada de riqueza, que efectivamente puede dañar al medio ambiente, por otro mecanismo económico que requiere otro tiempo, que requiere otra manera de desplegarse, y un plazo que quizá es contradictorio respecto a las demandas inmediatas de la sociedad. Bueno todo esto hay que discutirlo. Es mucho más fácil colocarse en la posición del purismo, del alma pura y bella que sabe que siempre puede intervenir sin jugar ningún compromiso político en su discurso, porque desde afuera plantea lo que debiera hacerse sabiendo que no tiene una responsabilidad inmediata en lo que se está haciendo. Este es un problema no menor e histórico que enfrentan los proyectos transformadores, los proyectos en su momento revolucionarios y hoy progresistas o populares que saben que están lidiando con un sistema industrial, tecnológico, científico y técnico de una vastedad que pone en discusión la propia condición del mundo y la propia condición humana. Es un debate que no puede ser reducido a una querella construida en torno a chicanas, a palabras rápidas o a simplismos que no nos llevan a ningún lado. Esto requiere de nosotros, un esfuerzo para pensar incluyendo dimensiones político-económicas, filosófico-técnicas también. En ese sentido creo que el gobierno nacional se enfrenta a un tema que también tiene otro problema, que es la constitución neoliberal de la década del ’90, que ha dejado a las provincias la determinación respecto a la riqueza de su suelo. Esto tampoco es menor, porque en función de una supuesta lógica federal lo que se vino a desplegar es lo que el neo-liberalismo forjó ideológicamente como la lógica de la fragmentación, esto es dividir, fragmentar, multiplicar en casi todos los órdenes. Se provincializó la educación, la salud, el uso de los recursos naturales, entendiendo que al fragmentar, al dividir, se habilitaba una decisión compartida. En el campo del movimiento obrero organizado, esta idea de la fragmentación sindical muchas veces es correlativa al debilitamiento de la capacidad de defensa y protesta, y de construcción unificada, de la clase obrera.

Todo esto hay que verlo también en el contexto de una disputa que es una disputa respecto a cómo construir de otro modo un proyecto social- económico y político, de qué manera se puede volver a unir lo que fue despedazado, fragmentado; y allí, por supuesto, hay un límite que para el gobierno nacional, insisto, es la vigencia de esta constitución que nos remite a los años ’90, al predominio de la lógica de mercado y a la idea de propiedad sobre los derechos sociales, sobre los derechos compartidos, sobre el escenario público; el avance indiscriminado de una lógica privatizadora y despolitizadora sobre la vida compartida. Parte de lo que viene desarrollándose en estos años tiene que ver con la recuperación de la política, la recuperación de lo público, de lo colectivo, la idea de un país que se tiene que integrar y no vivir fragmentado, y en pedazos. Por ejemplo, cuando se discutió la cuestión de aerolíneas argentinas, el argumento central del gobierno fue la conectividad. Aerolíneas argentinas no debía ser pensada como una compañía de alta rentabilidad sino que debía ser pensada como una compañía que le otorgaba a las distintas regiones del país un derecho equivalente a las regiones más ricas. Que la aerolínea de bandera tenía que ser fundamentalmente para reconstruir un país que había sido desmembrado en gran medida. Bueno, el debate sobre la minería se vincula también a esta mirada; por supuesto que lo que le sucede a un pueblo como el de la rioja, nos tiene que importar a todos, pero tampoco podemos reducir la argentina al pueblo de la rioja. Es decir, tenemos que encontrar ese punto de equilibrio para pensar lo particular pero también lo general, pensar un proyecto que atienda a los cuarenta millones de argentinos pero que al mismo tiempo no desconozca las necesidades, incluso los padecimientos, de una población de cinco mil personas.

- CY: Esto supone también un problema que implica cómo se dirimen estos conflictos entre el gobierno nacional y los gobiernos provinciales, y que todavía no está saldado.

- RF: Ese es otro tema. Cuando uno piensa en el gobierno nacional, piensa efectivamente una política de alianzas que tiene problemas, que tiene zonas opacas, donde uno sabe que ciertos aliados bajo determinadas condiciones pasarían a ser adversarios, que la visión de país que tiene el gobierno nacional no se corresponde con la visión que tiene el gobernador de Salta o el gobernador de La Rioja, o incluso también en muchos aspectos, el gobernador de la provincia de Buenos Aires, por mencionar tres. Esto supone algo no menor, en cierto sentido una plasticidad para seguir formulando un proyecto central y al mismo tiempo encontrar los vasos comunicantes, las negociaciones y el sostenimiento de una tensión, con un mosaico político que no es reducible a una sola visión de las cosas. Este es un núcleo que acompaña al kirchnerismo desde sus inicios. No casualmente el 2012 es un año en que algunas de estas relaciones, algunas de estas tramas de alianza, como la alianza con el sindicalismo expresado por la CGT de Hugo Moyano, o los núcleos ríspidos que hoy pueden aparecer con la gobernación de Scioli, están en discusión pero también, en muchos casos, magnificada por dispositivos mediáticos opositores. No cabe duda que hay tensiones, rispideces que tienen que ver con un proyecto que ha ido avanzando , tocando intereses, a veces incorporando aliados y a veces sintiendo que esos aliados que incorporaba en muchos casos tenían una visión conservadora o regresiva. Esto es parte también de la historia del peronismo, es parte también de las asimetrías del desarrollo social y político en la argentina. No es la misma realidad la de la provincia de buenos aires, con su historia, con su proyecto social y político, con el lugar que ocupa el peronismo en la provincia, que en provincias como La Rioja , donde el menemismo sigue teniendo muchísima ingerencia; y lo que pasa en muchas provincias donde estructuras feudales, clientelares, siguen siendo predominantes, pienso en Formosa y también en Santiago del Estero, Catamarca, Salta o Jujuy. Este es un desafío no menor, a mediano y largo plazo, no es algo que se pueda resolver de una manera radical y absoluta en un instante porque implica alianzas políticas en las que se privilegia un sentido mayor, un sentido de potencialidad transformadora en un sentido nacional, y que si se rompen inmediatamente esas alianzas se pone en entredicho la posibilidad misma de avanzar en una sociedad no desprovista de complejidades, contradicciones como es la sociedad argentina.

Entones, me parece que ahí hay una historia del kirchnerismo que a su vez hunde sus raíces en la historia tensa, compleja, del peronismo, que hoy sigue siendo una cuestión abierta, donde uno también lee que las grandes líneas maestras de este recorrido de ocho años, fundamentalmente las sigue imponiendo el gobierno nacional, y que en la mayoría de los casos los aliados tienen que aceptar las grandes líneas. Lo que el gobierno nacional no ha terminado, no ha podido o no ha querido resolver - depende de la interpretación - es avanzar en una política más progresista, más democrática, desfeudalizadora, sobre esas estructuras provinciales que siguen siendo un espacio de reservorio de posiciones conservadoras.


- CY: ¿Cuáles serían los mecanismos a desarrollar, o las propuestas a elaborar, para lograr una estructura más democrática en la relación con las provincias?

- RF- Creo que por ejemplo lo que está pasando en Famatina da cuenta de algo interesante: son sólo las poblaciones, los colectivos sociales, las iniciativas que se tomen en cada uno de estos lugares, las que pueden crear una de las condiciones sociales y políticas para avanzar sobre estructuras feudalizadas con una lógica de concentración del poder y la riqueza como suele predominar en provincias como La Rioja. A esas capacidades de producción de colectivos socialmente potentes, que comienzan a tener relevancia, tiene que prestarle mucha atención el gobierno nacional, porque me parece que puede ser parte de una transformación de prácticas políticas, pueden ser fuerzas sin las cuales el gobierno dif'ícilmente pudiera avanzar en un sentido progresista. Entonces hay que pensar cómo los kirchnerismos más genuinos de esas provincias, que suelen ser minoritarios o suelen ser desplazados de la disputa por el poder, tienen capacidad de construir proyecto propio, sustentable, sostenido también por proyectos del gobierno nacional.

Me parece que ahí hay una responsabilidad de las propias fuerzas políticas que se definen a sí mismas como progresistas, o que acompañan de un modo más genuino el proyecto nacional, y que en sus propias provincias no terminan nunca de disputar, o no pueden disputar, el poder que sigue siendo hegemonizado por los sectores tradicionales. No hay una receta. Me parece que hay provincias que han logrado avanzar en un sentido más interesante, que han logrado en parte invertir esas redes de dominación que vienen desde hace mucho tiempo; hay otras donde la dureza de esa dominación se perpetúa bajo formas políticas, bajo formas económicas, y bajo formas culturales. Estos son desafíos. La Argentina de estos últimos años ha iniciado un proceso de transformación pero hay formas cristalizadas, hay conductas sociales, económicas, políticas y culturales, que siguen siendo parte de todo un proceso muy complejo de construcción y de deconstrucción de la Argentina contemporánea.

- CY: Suponiendo que existe esa capacidad de escucha y atención de esos conflictos y tensiones por parte del estado nacional, y pensando justamente en el desarrollo de su respuesta, en el sentido de atender también las prácticas de las poblaciones, podría uno pensar en la posibilidad de crear empresas nacionales, de corte estatal, que vinculen los recursos naturales con el estado; y voy aún más lejos, se podría pensar en una nacionalización de, por ejemplo, YPF; o la creación de una empresa estatal minera que vaya articulando la cuestión estatal con la provincial.

- RF: Me parece que hay señales. En una de sus últimas presentaciones públicas, la presidenta habló muy claramente sobre las petroleras, sobre sus negocios y la necesidad de ir avanzando hacia una política que para algunos tiene como horizonte central una recuperación público-estatal de las petroleras y de lo que sería una política energética que tenga al estado nacional como centro de las grandes decisiones. Esto por supuesto involucra a las provincias, involucra una lógica completamente distinta a la que domina la teoría y la práctica del emprendimiento privado, la pura lógica de la rentabilidad, el propio núcleo absolutamente depredador de un capitalismo sin controles. Es decir, si el Estado quiere pensarse como un árbitro o como un actor clave, si estratégicamente un país necesita ser capaz de manejar sus propios recursos naturales, especialmente sus fuentes energéticas, si eso supone que ese manejo implica una concepción de sociedad, una concepción de país, un respeto por las experiencias, las formas de vida del conjunto de su población, habría una posibilidad cierta de producir cambios, de generar las condiciones que son económicas pero también lógico-políticas, socio-culturales. Una empresa privada busca fundamentalmente su rentabilidad, sólo frena sus ansías de rentabilidad si hay un actor otro que les pone condiciones, que determinan una política, que construye un proyecto más amplio que no se corresponde con los intereses autorreferenciales de la inversión privada.

Bueno, este es un desafío no menor y tiene que ver con la recuperación de una idea de país integrado, pero también en un sentido más pleno, tiene que ver con una discusión respecto al medio ambiente, a la sustentabilidad, a las políticas de desarrollo, a la compatibilidad entre la reindustrialización y protección ambiental; tiene que ver también, insisto, con los diferentes sujetos que son parte de algo tan frágil como es justamente el equilibrio entre cada una de estas dimensiones. Creo que también, y esto no hay que perderlo de vista, en un nivel de conflicto político donde se disputa poder, ciertos sectores del establishment, de la derecha conservadora, van a utilizar como recurso la protección medio ambiental, al ecologismo, a la cuestión de la minería a cielo abierto para favorecer una crítica cada vez más extendida y un descreimiento respecto a las políticas públicas nacionales. Pasó de alguna manera en Bolivia, donde la disputa en torno a la construcción de una importante carretera, mostró como había un escenario político donde los actores reaccionarios tanto del ámbito interno como externo, en parte parasitaban la protesta de una comunidad de pueblos originarios para transformarla en una gran construcción de oposición política. Bueno, en la argentina esto hay que leerlo con mucha inteligencia y creo que el gobierno tiene la posibilidad de tomar la ofensiva. Me parece que la cuestión de Famatina habilita un tipo de intervención del gobierno nacional donde la discusión sobre la minería se pueda plantear en otro territorio, bajo otras premisas y no solamente como algo que se está absolutamente a favor o absolutamente en contra.

- CY: Y aprovechando un momento económico mundial que habilitaría dejar de ejercer por parte del Estado un rol solamente punitivo, e insisto, quizá generar empresas estatales que aprovechen los recursos naturales y los suelos provinciales

-RF: Por supuesto, estamos en un momento del capitalismo mundial sumamente complejo, de una fragilidad que se ve cotidianamente, de una crisis que se extiende y cuya resolución no se ve clara en el horizonte. Los compromisos de la crisis en los países centrales hay que ver hasta dónde alcanzan a involucrar los países emergentes como china pero también Brasil. Por lo tanto, la argentina no está aislada de un mundo global donde las redes de intercomunicación económica ponen en fragilidad a cualquier proyecto económico, y donde nadie puede aislarse de un desarrollo planetario del capitalismo que de alguna manera involucra registros nacionales. Eso no significa que las condiciones para enfrentar la crisis no sean completamente distintas hoy que las que le hubieran tocado a la Argentina si la crisis hubiera estallado diez o veinte años atrás, porque efectivamente ha habido un giro en la visión de la economía, en la visión de la política, la politización de la economía, en el rol del estado en la reivindicación y revitalización del consumo interno, en avanzar en un proceso claro de reindustrialización , que implica también un modelo de sustitución de importaciones. Todo eso genera las condiciones para enfrentar una crisis muy aguda, también la decisión clave del desendeudamiento que tomó Néstor Kirchner, el poder haber salido del manejo externo de las decisiones económicas nacionales , el desenganchar a la Argentina de esas decisiones del FMI o del Banco Mundial.

En resumen, me parece que todas esas medidas son claves. El desenganche de un modelo de globalización cuyas consecuencias están a la vista suponía un proceso de concentración de la riqueza en los países centrales y un proceso de pauperización económica, social, política de los países periféricos. La Argentina ha tomado otro camino el cual también tiene que ver con un proyecto latinoamericano, fundamentalmente con un tipo de relación estratégica completamente diferente con el Brasil, y eso implica que estamos en un momento completamente distinto del que había determinado las políticas argentinas al menos del ’76 en adelante. Estas decisiones nos habilitan, frente a la crisis mundial, para pensar que es posible atravesarla con los menores daños posibles. Esto no supone que algunas de las políticas económicas no tengan que adaptarse a tiempos de mayor complejidad que cuando no se avizoraba en el horizonte un nivel de crisis y de tensión tan grande en las economías centrales. Esto es parte también de los fenómenos políticos, históricos que una sociedad enfrenta y que un gobierno tiene que saber enfrentar.

- CY: Me gustaría pasar al plano de la discusión en torno al debate intelectual, luego de lanzado el documento de Plataforma 2012, en donde se hace demasiado hincapié en el relato épico o hegemónico del kirchnerismo. En ese sentido, ¿qué entiende usted por relato épico o hegemónico en el plano del ejercicio de un gobierno podríamos decir reparador, transformador?

- RF: Yo creo que justamente uno de los problemas en la presentación de Plataforma 2012, es que sigue pensando lo que pasó en la argentina de estos últimos años bajo lo que podríamos llamar la lógica de la impostura. Para Plataforma, el kirchnerismo, tanto en su formato inicial en el gobierno de Néstor Kirchner como durante el proceso que se abrió sobre todo desde el 2008 en adelante, ha sido un gobierno que no se ha diferenciado radicalmente de las políticas neo-liberales de los años ’90, lo que ha hecho es una construcción dramática, ha generado las condiciones de una escenificación de un tipo de relato que en verdad viene a intentar oscurecer o desviar la atención de una realidad, de una estructura o de una matriz económica, social y política que sigue siendo deudora de los intereses concentrados, de las políticas de ideología liberal. Partiendo de esta premisa que supone estar dentro de una ficción en la que hay una gran mentira, una trama que tiene como norte principal la actuación y la impostura, la gente de Plataforma 2012 hace una lectura donde es muy difícil siquiera plantear un plano de debate, porque uno puede debatir siempre y cuando haya algunos puntos en los que sea posible afirmar en común una visión que se corresponda o que sea compartida. Si yo digo que este es un gobierno de la impostura, un gobierno represivo, hegemónico, donde el concepto de hegemonía es utilizado de la misma forma como la suele utilizar el establishment y la derecha, y no como la definían las tradiciones de izquierda, nacional populares, en las que un proyecto de transformación popular que quiera expandir sus bases sociales de sustentación apunta a una lógica de la hegemonía pero entendiéndola como una lucha contra-hegemónica, como una lucha contra la hegemonía del liberalismo.

Entonces, me parece que en un punto Plataforma no quiere discutir, lo que quiere es afirmar un núcleo de verdad que tiene tres o cuatro nudos claves, insisto, por un lado la idea del kirchnerismo como una impostura, una gran ficción, y que esa ficción se sustenta en un relato, una mistificación, una construcción épica de una historia que carece de toda épica. Por otro lado, también en términos económicos, les interesa privilegiar la problemática de la minería a cielo abierto, por ejemplo, o que ciertos sectores económicos mantengan altas tasas de rentabilidad frente a lo que ha sido a lo largo de ocho años, y por primera vez en décadas, una disputa cierta con respecto a la estructura social económica, respecto al poder, respecto a la relación entre política y economía. Entonces me parece que lo que no quieren ver, lo que no desean ver, es que justamente el kirchnerismo vino a invertir un proceso histórico de hegemonía absoluta del establishment económico sobre la vida argentina en términos como no se veían en los últimos tiempos. En esa inversión, el kirchnerismo por supuesto enfrentó intereses, se encontró también con acuerdos en algún momento necesarios, se encuentra también con sus propias tensiones, sus propias contradicciones, como apuntalar un proceso de reindustrialización con sujetos económicos siempre problemáticos, muy ladinos, que tienden a defender intereses autorreferenciales y corporativos. Esto por supuesto que tiene que ver con la compleja trama del desarrollo económico de los últimos años, pero muchos de los firmantes de Plataforma 2012, cuando estalló el conflicto por la Resolución 125, que fue un conflicto en torno a la renta, en torno a interés corporativos económicos, en torno a lo que había sido la manera de imponer condiciones de grupos concentrados, en realidad se pusieron a favor de la mesa de enlace. Esto no es algo menor cuando se disputan intereses concretos reales con uno de los sectores decisivos de la apropiación de la renta o de la riqueza argentina. Resulta que ahí el gobierno está equivocado, o el gobierno ataca los intereses de los pequeños y medianos productores; la cuestión también del modo en que se ningunea lo que ha sucedido en la Argentina en los últimos ocho años, o se lo pone en un tono de relativización casi absoluta, desde la política de derechos humanos a la política latinoamericana, pasando por la reconstrucción del sistema jubilatorio, donde también se dio una disputa clave por una porción de la renta que recuperó el sistema jubilatorio e impidió que siguiera siendo esa masa de dinero un botín especulativo financiero. Pero también lo que ha significado la ley de medios, que para los integrantes de plataforma no tiene ninguna significación porque ha sido simplemente una guerra, un enfrentamiento entre el gobierno y el Grupo Clarín, como si el Grupo Clarín o esa unión corporativa con el diario La Nación, no fuesen un factor real del poder político, económico y cultural en la Argentina de los últimos 50 ó 60 años. Pareciera que allí no hay ningún problema de disputa político-cultural, simplemente es el intento de un gobierno hegemónico por maniatar a quienes se pueden enfrentar mediáticamente con este gobierno, un enfrentamiento entre corporaciones, o un enfrentamiento entre un gobierno de impostores con una corporación mediática y nada más que eso, desconociendo lo que significó la lucha social, cultural de mucho tiempo para llegar a la aprobación de la Ley de Servicios Audiovisuales, o la política de ampliación de derechos civiles, la Ley de Matrimonio Civil Igualitario, la decisión de no reprimir la protesta social, sabiendo que hay un riesgo que se está mostrando en ciertas economías provinciales, con ciertas políticas clientelares feudales, donde obviamente hay un peligro que el gobierno nacional no puede desoír y del que tiene que hacerse cargo, como han sido los asesinatos de luchadores sociales, de campesinos, donde efectivamente policías bravas, intereses económicos y políticos del interior operan sobre un registro que es de provocación.

Por otro lado, y para continuar, el avance de la frontera sojera o las problemáticas de las comunidades campesinas, son cuestiones que por supuesto le atañen y le corresponden al gobierno nacional y que por supuesto debe asumirse una posición clara y firme. Como ocurrió con el asesinato de Mariano Ferreyra, donde el gobierno nacional tomó claramente una decisión y se asumió un compromiso de investigar hasta las últimas consecuencias, y hoy están presos no sólo los responsables materiales inmediatos del asesinato sino nada más ni nada menos que los principales dirigentes del gremio de la Unión Ferroviaria. Eso es una decisión, y sobre ella silencio de radio.

- CY: Pero lo que cuestiona Plataforma 2012 es que en ocho años de gobierno kirchneristas lo que no se abordó o resolvió son cuestiones que no están en el plan de gobierno, no es que son desafíos a enfrentar, sino que son ítems que no están dentro del proyecto de gobierno. Eso me parece clave en el discurso de Plataforma.

- RF: Yo creo que, por ejemplo, con relación a la cuestión de la seguridad, la creación del Ministerio de Seguridad y el hecho de haber puesto a Nilda Garré al frente de ese ministerio, es claramente una señal política fuerte, un intento de comenzar a transformar algo muy difícil de cambiar, porque es un núcleo perverso enquistado muy profundamente en la sociedad argentina, como lo son tanto las policías provinciales como la policía federal. Este es un tema no menor, el gobierno no tiene incidencia directa sobre las policías provinciales pero también es cierto que puede presionar a sus aliados provinciales, que puede salir a poner en cuestión el uso de mecanismos represivos como los que se utilizan en algunas provincias. También es cierto que muchos de estos asesinatos son el producto de construcciones para-oficiales, de la utilización de esbirros para reprimir las protestas campesinas, y lo que eso genera es la necesidad de habilitar caminos judiciales, una puesta en cuestión del modo en que esas policías provinciales actúan, etc. Por supuesto esas son cuestiones donde es necesario decir algo y Carta Abierta no ha dejado en ningún momento de expresar su visión, su crítica; lo hizo en cada una de sus cartas, desde el asesinato de Mariano Ferreyra en adelante. Eso hay que leerlo también en relación a las tensiones y en la persistencia de núcleos retrógrados, reaccionarios, que buscan debilitar al propio gobierno nacional generando este tipo de situaciones que lo pone en cuestión, que le quitan credibilidad. Por supuesto que es así para un gobierno que ha hecho una política de la no represión de la protesta social; se pone en entredicho esa política, le plantea un problema y tiene que salir a decirlo y tiene que salir a disputar con esos sectores que están planteando una lógica de mano dura y represiva. El gobierno se tiene que hacer cargo, no puede mirar hacia otro lado así sean situaciones provinciales, porque en muchas de estas provincias hay gobiernos que son aliados del gobierno nacional, y eso es algo que está allí y sobre lo que hay que salir a decir algo.

Pero no creo que no esté en los planes del gobierno nacional, como sostiene Plataforma 2012, que estas cuestiones no estén contempladas o que en la dinámica misma de los procesos políticos vayan apareciendo distintas situaciones y que el gobierno no las contemple, que es el núcleo del sistema denuncialista de Plataforma 2012. Claramente lo que Plataforma 2012 intenta es generar una imagen de un gobierno que ha asumido políticas represivas, de un gobierno que incluso se plantea la idea de la serialización de la represión y de los asesinatos, y el lugar último de la responsabilidad es el gobierno nacional; y se hace todo un gran listado mezclando todo con todo, y a partir de ese listado se le dice a la sociedad que el responsable último es un gobierno, en este caso kirchnerista, que según la lógica de la impostura dice una cosa, habla de derechos humanos, habla de la dictadura, pero hoy comienza a construir métodos que “se asemejan a los métodos de la dictadura”. Bueno, ese es el eje central del discurso de plataforma, por eso me parece que hay un problema en el debate con Plataforma 2012, porque centralmente hay una visión de rechazo absoluto, críticas sin mediaciones, y a su vez, se califican a sí mismos como los custodios del pensamiento crítico.

- CY: ¿Qué significa ser portador de un pensamiento crítico?

-RF: ¿Quién tiene la capacidad de medir la dimensión de la crítica de cualquier pensamiento? ¿Cuál es el núcleo de definición que permite decir éste es crítico y éste no lo es? ¿por qué un posicionamiento político en gran medida dogmático, como es el de Plataforma 2012, tiene que llevar el aditamento de “nosotros somos efectivamente los portadores de pensamiento crítico”? Desde Carta Abierta nunca hemos dicho que seamos los dueños del pensamiento crítico ni que la crítica es patrimonio de quienes defendemos un proyecto político. Hemos planteado que el camino recorrido por Carta Abierta ha sido un camino en que la dimensión de la crítica ha sido parte de nuestra intervención pública, de la construcción de lo que creemos un nuevo lenguaje político y que nunca hemos abandonado esa dimensión. De la Carta 1 hasta la Carta 11 es un camino que supone la incorporación permanente de una discusión respecto a la compleja trama de la realidad nacional. También está la discusión sobre la cuestión de la autonomía del intelectual con relación a un proyecto político, e incluso, la propia discusión de qué es un intelectual. A mí me parece interesante celebrar que hoy tenga relevancia el discurso público de los intelectuales, de aquellos que trabajan con las ideas, de aquellos que van hacia el espacio público para dar un debate de ideas que está atravesado por una dimensión política. Me parece que es muy rico, interesante y valioso para una recreación democrática la existencia de distintas voces, de distintos espacios que salgan a discutir ideas. Por supuesto que muchas de esas discusiones están atravesadas por diferencias muy agudas, muy profundas, insalvables, que eso también es parte de una tradición. Es decir, Plataforma 2012 tiene todo el derecho de decir lo que dice. Quiero decirlo de este modo: yo puedo estar en desacuerdo con su interpretación del gobierno, del kirchnerismo, etc. , pero tienen todo el derecho de decirlo, y de decirlo en los lugares que quieren decirlo, y nosotros tenemos todo el derecho de salir a discutirlo, cuestionarlo, deconstruir lo que están planteando. Bueno, eso es parte de la vitalidad de un debate, de una polémica política, teórica.

- CY: Cuando surgió Plataforma 2012, el entusiasmo pasó por lo interesante que suponía correr la discusión de los sectores conservadores, neo-liberales, de derecha tradicionales, y llevarlo hacia una discusión entre izquierdas o entre núcleos progresistas, y esto parece que corre el riesgo de diluirse.

- RF: Yo creo que ahí hay un problema. A mí me parece muy interesante que haya una crítica por izquierda al kirchnerismo, al gobierno nacional. Es bueno que el kirchnerismo tenga que confrontarse a lo no resuelto, a sus contradicciones, a los núcleos problemáticos de sus propias acciones y que haya quienes planteen la problemática de la minería a cielo abierto, que planteen lo difícil que supone la construcción de un modelo de distribución con rentabilidad exhorbitante sobre determinados grupos económicos, que se haga un debate en términos de la sustentabilidad del desarrollo económico de la reindustrialización y de la problemática de los sectores afectados por esos procesos de expansión, que existan cuestionamientos hacia la política sojera; está muy bien que se discuta el rol del Estado, que se plantee la problemática de las nacionalizaciones, etc. Eso es necesario, es indispensable y si no la hubiese hay que crear una alternativa crítica a decisiones nacionales. Eso enriquece a un proyecto que se reivindica a sí mismo como un proyecto transformador. El problema es cuando la dimensión de la crítica supone una radical tachadura de un proyecto, que como decía al principio, es rápidamente homologado con una continuidad de aquello que dominó a la Argentina desde la dictadura en adelante, pero ahora bajo matriz democrática, y con el riesgo de que se avance en una lógica autoritaria, hegemónica, represiva. Ahí ya no hay discusión, porque lo que se está diciendo del gobierno es que es un gobierno impostor. Entonces se plantea un problema de discursividad, de diálogo, que es imposible, porque cómo puedo yo discutir con alguien que supone que lo que yo represento en realidad es una falacia, una mentira, un engaño; que es una cobertura ideológica para seguir haciendo lo que siempre se hizo en el país. Cuando dicen en un lugar de la carta que publican, hablando de Carta Abierta, “integrada por intelectuales a los que respetamos y quisiéramos seguir respetando”, ahí están planteando una cuestión atravesada por una definición: No nos respetan; nosotros somos una especie de tontos, en el mejor de los casos, que nos hemos creído lo que es una gran impostura, una gran mentira, o peor, somos cínicos, somos hipócritas, o somos mentirosos que en realidad apoyamos a un gobierno represor. Cómo puedo dialogar con alguien que está pensando de mi eso. Es un problema. Yo puedo aceptar discusiones por izquierda, que podamos poner en debate qué significa el rol del Estado, la sustentabilidad, la distribución de la riqueza, la política latinoamericana, pero que se haga desde un punto de acuerdo de que algo está sucediendo en la argentina desde hace ocho años que habilita un tipo de discusión, de debate político de esta naturaleza, que antes era inimaginable, entre otras, cosas porque la década de los ’90 y el neo-liberalismo suponían una política despolitizadora, suponían una sociedad fragilizada, suponían un avance de la privatización y suponían un silencio frente a cualquier horizonte de posibilidad. Esto es lo que no se reconoce y al no reconocerse estamos ante la invalidación de un debate posible.

Por Conrado Yasenza para La Tecl@ Eñe, Febrero de 2012