05 septiembre 2008

Entrevistas/ Tomás Abraham/La seguridad nunca es suficiente - Por Conrado Yasenza


Entrevista a Tomás Abraham

La seguridad nunca es suficiente


En la presente entrevista el filósofo y ensayista Tomás Abraham, analiza cómo el clima de violencia incide en la vida cotidiana y cuáles son sus vinculaciones con el Estado, el poder y las mafias. El tratamiento del tema por parte de los medios de comunicación, y la relación entre violencia marginalidad y pobreza, son otros de los tópicos que conforman este reportaje.

Por Conrado Yasenza


-¿Cuál es su visión acerca de el clima de violencia social al que asistimos en la actualidad? (Robos, asesinatos, violencia familiar, abusos sexuales, narcotráfico, etc.)

-Lo que sucedió en nuestro país hace ya años incide en la vida cotidiana. Las crisis políticas y económicas, el terrorismo de Estado, la corrupción estatal y privada, la impunidad, la miseria social, el desmantelamiento institucional, producen consecuencias en la vida de la calle. No vivimos en ciudades tranquilas. Un apacible lugar litoraleño como la ciudad de Santa Fe, tiene el índice de criminalidad más alto del país.


-¿Cómo se vinculan los aparatos ideológicos y políticos del Estado con la violencia social?

-No sé a qué se refiere con “violencia social” ya que la violencia es social por definición. Pero si abarca a los rubros de la primera pregunta – crímenes privados - , lo que ha sucedido en nuestro país es responsabilidad de los que han ocupado funciones de delegación política. No tendrán responsabilidad exclusiva pero sí decisiva. Bajo la presidencia de Menem el narcotráfico se instala en la Argentina, y hoy ya es un poder indefinido del que no se conoce su dimensión y cuánto han infiltrado los aparatos de Estado. Los robos conforman la cenicienta del delito, es una pobrecita delictiva. El que roba y no mata casi parece inocente de infracción. El crimen organizado es el nombre de la realidad delictiva de nuestros días. La estrategia oficial con Duhalde durante su gobernación en una zona en la que vive el 40% de la población total fue el gatillo fácil, la distribución de dinero para la fuerza pública con el juego, la prostitución y la droga, y la remisión permanente a la unidad de la familia protegida por la Iglesia con la asistencia de peritos en psiquiatría de formación tenebrosa e irresponsable.
Durante el Proceso sin duda que la delincuencia fue menor. Cuando Mao Tsé Tung llega al poder en el 49 en China, barre con la mafias privadas que dominaban los barrios de las grandes ciudades. Hay quienes quieren esta política. Fuego y hoces o cruces. La estrategia de Giuliani llamada tolerancia cero aplicada en Nueva York dio buenos resultados. La ciudad desplazó de los centros urbanos a sectores marginales mediante una persecución minuciosa por infracciones menores y por una política de la sospecha dirigida a jóvenes, negros e inmigrantes. Sin embargo, las asesorías del ex alcalde no sirvieron, por ejemplo en México, adonde lo llamaron mediante grandes operaciones de propaganda política y beneficios comerciales para Giuliani.

-¿Podemos pensar la violencia sin caer en la trampa de analizarla desde las categorías del poder?

-Entre los hombres no hay violencia abstracta. La agresividad animal es un soporte biológico instintivo que nada tiene que ver con la violencia que es cultural. La palabra poder no es un abracadabra. Dice tanto que no abarca casi nada. La violencia familiar y los abusos sexuales no son extirpables por completo de una comunidad, pero si no hay redes de protección para las víctimas, si no hay consciencia del sufrimiento que ocasionan, de la crueldad y de la injusticia de la que provienen, si están encubiertos por el microfascismo del patriarcado, el machismo, los aparatos eclesiásticos con su culpa religiosa (ver políticas respecto del Sida, el aborto y la violación sexual), siempre tendrán atenuantes y quedarán impunes.


-¿Es posible atribuir las causas de la violencia social sólo a cuestiones vinculadas al aumento de la marginalidad y la pobreza, y a la falta de oportunidades educativas y laborales?

-Claro que sí y no del todo. Entre ricos hay sadismo y violencia. Los asesinos seriales no son desocupados. La miseria y la marginalidad crean condiciones en la que todo vale. Pero no se trata de neoliberalismo, sociedad de consumo y otras excusas para lucimiento de pastores progresistas. Hay obviedades que no permiten pensar. Entre finales del siglo XVI y mediados del siglo XVII, Europa septentrional redujo su población de veinte millones de habitantes a siete, en gran medida debido a guerras religiosas, con su secuela de saqueos, caos, y barbarie. La violencia social no es un invento del nihilismo posmoderno ni de la globalización.
No podemos pretender que en una sociedad fragmentada como la argentina, con enormes diferencias de clase, con sectores juveniles fuera del sistema laboral y escolar, con la desorganización general que ya es tradicional, con la impericia de muchos a cargo de funciones claves, con un PBI de país del Tercer Mundo, no podemos pretender vivir en una sociedad con una meseta de clase media mayoritaria y una población integrada a un sistema económico y cultural propio del llamado primer mundo.


-¿Es posible definir la violencia como una “sensación de inseguridad?

-La sensación de inseguridad es una noción confusa, que remite a los que nos puede pasar y pasarles a nuestros seres cercanos por lo que les ha sucedido a otros más lejanos. Es una inquietud por proximidades. Los medios de comunicación achican las distancias.





-¿Cuál es su análisis sobre el tratamiento por parte de los medios masivos del tema de la inseguridad?

-Los medios diagraman escenas de terror para fascinar a los televidentes y hasta a los oyentes, a pesar de que la voz no tiene el efecto hipnótico que llega a tener la imagen. Es sintomático que durante el conflicto del gobierno con el campo, no hubo crímenes ni violaciones con grandes titulares, y que apenas se sosegaran los ánimos políticos, volvieran sin solución de continuidad las escenas de horror de chicos asesinados, otros ejecutados por mafias y cárteles, etc. El observatorio de medios que quería crearse, en lugar de proteger a un grupo político, debería presionar a los organismos de control para que regulen imágenes escabrosas y obscenas que incluso violan la intimidad de las propias víctimas.
-¿Cree Usted que la violencia es producto de los efectos de la globalización?

-Ya lo dije, meter la globalización en cada cuchara es para no pensar. En el decenio 70-80 no había globalización. Durante el nazismo tampoco, y en el 70 Tito que masacró a los habitantes de Judea tenía imperio romano pero no globalización. La violencia social no tiene una sola causa, pero una de ellas, específica, tiene que ver con el dinero del narcotráfico – son cifras descomunales, que penetran organismos de todo tipo.
En un viaje que hice a la ciudad de Tucumán, visité un ingenio ahora paralizado, y vi que al lado de la fábrica estaba la mansión de los dueños, de una exhuberancia y un lujo monárquico de otra época. Los obreros al salir de la usina la tenían a la vista. Los patrones y sus familias no tenían temor de residir en medio del ingenio. La seguridad estaba garantizada. La separación de clases estaba bajo custodia y el sometimiento inmaculado.
Hoy, sabemos, la seguridad nunca es suficiente, no sé si hay una guerra social, el término es desmedido y grato para universitarios nostálgicos. Pero vivimos en un mundo cuyos cambios no dan seguridad, la de otro tipo, la de otra época, la de un capitalismo fordista de empleo vitalicio, profesión consolidada y educación básica integrada. Los padres tampoco se divorciaban, y los chicos no por eso eran más felices.
La historia no retrocede, no se vuelve a otros tiempos, salvo con leyendas.

-¿Cuál es su visión sobre el panorama social a futuro?

-Creo que una economía en crecimiento, desarrollo de fuerzas productivas, un personal gubernamental honesto y eficiente en un gobierno republicano, una política distributiva progresiva y un sistema educativo sólido, ayudan a que la sociedad sea más vivible. No sé si lo tendremos, pero sin él, las cosas empeorarán, salvo para los espíritus apocalípticos, y los que pescan en aguas turbias.

-¿Existen soluciones reales al problema?

-Creer que el mundo es producto del diablo no es sólo la versión maniquea de los antiguos gnósticos y los cátaros, es la de la pornopolítica de una izquierda y un populismo decadente. No tiene más propuestas ni las quiere tener porque la historia es el decurso de un mismo y único crimen. Su utopía se sostiene en el contemptus mundi, el desprecio a la vida.
La lucha por un mundo mejor debe tomar en cuenta las fuerzas activas y los poderes en juego. El mercado mundial existe, los medios de comunicación se transforman a gran velocidad y ya somos parte de una generación de enchufados a las redes y navegantes de la net. El proceso de democracia de masas, de cambios tecnológicos, corporaciones poderosas, es un fenómeno irreversible. Pero nadie controla todo. No asistimos al funcionamiento de un panóptico que todo lo ve y sabe. A cada refuerzo de poder, surge una línea de fuga y otra de resistencia. El poder es poroso.
Creo que en nuestro país vivimos bajo una ideología insular propia de personas que han vivido entre hielos. No es una broma. El aislamiento y la creencia de que nuestro mundo está bajo permanente peligro de invasión de gérmenes capitalistas y globalizadores, nos deja al margen de los procesos de crecimiento no sólo económico. Hay progreso, no es moral, sino material, y la materia es lo que nos constituye como seres vivos y responde a los deseos de las grandes mayorías que pretenden tener acceso a los bienes terrenales. La vida espiritual, que también existe, está hecha de las mismas preguntas siempre dichas con nuevas palabras, y tiene que ver con la lucidez, es decir, con la consciencia de nuestros límites y errores. Es el otro lado de la ciencia y del poder.

Agosto de 2008
Conrado Yasenza
La Tecl@ Eñe, Revista Digital de Cultura y Política

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