05 septiembre 2008

La Columna Grande/ Lo que el tiempo no se llevó - Por Alfredo Grande

LO QUE EL TIEMPO NO SE LLEVÓ:

De El Espacio Institucional al Psicoanálisis Implicado

escribe ALFREDO GRANDE
(para La Tecl@ Eñe)


El Dr Alfredo Grande fue invitado al Primer Congreso de Psicosociología Institucional, realizado recientemente en la Universidad de San Luis, Facultad de Ciencias Humanas, y auspiciado por la LIc. Maria José Acevedo, Presidenta de la Fundación Gerard Mendel.

La Tecla Eñe publica en exclusividad la ponencia de nuestro columnista.






PLENARIO DE "EL ESPACIO INSTITUCIONAL"
(la dimensión institucional de las prácticas sociales)




NOVIEMBRE 1991. BUENOS AIRES ARGENTINA



El 1° ENCUENTRO de EL ESPACIO INSTITUCIONAL se realizó en Noviembre de 1991. La presidencia fue ejercida por Gregorio Baremblitt. El Secretario Científico fue el Dr. Juan Carlos Volnovich, la Secretaria de Relaciones Institucionales la Lic. Vida Kamkaghi y el Secretario de Organización, el Dr. Alfredo Grande.
Más de 1200 asistentes participaron en talleres, mesas y conferencias. Estuvieron, entre tantos otros, Fernando Ulloa, Ana Maria Fernández, Graciela Gullis, Alfredo Caeiro, Silvia Werthein, Jorge Volnovich, Gregorio Kaminski, Cristina Varela, Débora Sada, Tato Pavlovsky, Hernán Kesselman, Enrique Carpintero, etc.
Los invitados especiales fueron: René Loureau, Roberto Castel y Gerard Mendel.










LO QUE EL TIEMPO NO SE LLEVÓ:
De El Espacio Institucional al Psicoanálisis Implicado
escribe ALFREDO GRANDE

“el primer elemento referido a ese poder social es este: dicho poder solo es recuperable por el individuo en y mediante una institución y solamente si la dimensión de lo político está presente” Gerard Mendel. Sociopsicoanálisis 2.

“hay un psicoanálisis de la plaza y un psicoanálisis del palacio. Cada uno tiene el Freud que se merece” (Alfredo Grande. Aforismo Implicado)

1- Sobre el tiempo institucional.

Dicen que el tiempo todo lo cura. Siempre pensé que esa curación era más encubrimiento que elaboración. El tiempo pasa y la ropa queda, nos enseñaba Roveda. La ropa serían los instituidos burocratizados que a contramano de la historia, intentan la única inmortalidad posible: la infinita repetición del instante. En algún sentido, los tiempos cambian y nos cambian. En estos tiempos del consumismo, que implica consumir consumo, el Himno a la Alegría del genial Beethoven, apenas habría sido el jingle de cualquier comercialización. Al menos, eso hizo Visa con el Himno Nacional Argentino durante el mundial de Rugby. Entonces si sostenemos que todo cambia, como cantaba Mercedes Sosa y lo votó a Macri, no parece un recurso desdeñable pretender un trabajo donde se intente analizar aquello que no cambió. Ni siquiera voy a insinuar que se dialectizó, ya que acepto que estamos en tiempos de epistemologías sensibles y relatos destituyentes. Al menos señalar que el cambio, que de todas maneras desconozco si recién empieza o ya está terminando, no es un valor. Apenas, y no es poco, un dispositivo. O sea: un entramado propiciador. Exactamente eso fue la profecía fundadora del Encuentro El Espacio Institucional. Multiplicidad de encuentros para al decir de Juan Carlos Volnovich, intentar una y otra vez lo que deseamos. También como individuos, pero no solamente. Los sujetos sociales se hacían presentes en todos los espacios de El espacio, como una de las formas de resistencia a los cantos de las sirenas privatizadoras. En el año 1986 yo había fundado con otros 14 colegas la cooperativa de trabajo en salud mental ATICO. A los 5 años, es decir, entrando en la latencia, la cooperativa fue auspiciante de El Espacio Institucional, lo que rápidamente la catapultó a la metamorfosis de la pubertad. Compañeros de inmenso prestigio estaban presentes, algunos de ellos acá presentes, y yo siempre me acompañaba con un arroró para mis declives melancólicos: yo tengo ático, yo tengo ático. Bueno: más de 22 años después el tiempo no pasó. Sigue ATICO, siguen mis declives melancólicos. Y en 1996 aparece mi primer libro: “El Edipo después del Edipo: del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis implicado”. Si alguien piensa que esto se pone un poco autobiográfico, solo puedo decirle que tiene razón. Pero al no gozar del prestigio internacional que por ejemplo tiene Bucay, necesariamente debo dar indicadores que permitan discriminar el análisis de mi propia implicación de un delirio autorreferencial. Pensar es delirar un poco, pero solo un poco. El resto es la militancia concreta, social, histórica, política. La trayectoria, que siempre la pensé como una travesía institucional, que habla de nosotros no por lo que decimos, sino por lo que hemos hecho. Sin la certeza de una tierra prometida, pero con la convicción de una lucha compartida. Eso el tiempo no lo cambió. Desde El Espacio Institucional hasta este Congreso, he luchado, siempre acompañado, con la pluma, con la risa y la palabra. Creo que solo saben los que luchan. Es una clase de saber que casi nunca es poder. Pero que casi siempre es fuerza. Sostengo que en una cultura no represora, el que mucho abarca mucho aprieta, porque apretamos entre todos. La mayor fuerza que El Espacio desplegó fueron los dispositivos autogestionarios. Como dijo Rodolfo Walsh: “tenga la satisfacción moral de un acto de libertad”. Y nosotros la tuvimos. Libertad teórica, política, libidinal aunque esta última siempre en su medida y armoniosamente. Y también libertad de todo tipo de sponsor. No solamente hablamos de autogestión: la ejercimos. Y tampoco esto el tiempo cambió. Continúo trabajando con dispositivos autogestionarios y autoanalíticos. Una colega me explicó que terapeuta viene de therapon, el que ayuda en la batalla. En este sentido, Patroclo fue terapeuta del invencible Aquiles, aunque no pudo volver vivo a su tierra. He tenido muchos terapeutas y he sido terapeuta de muchos. Batallas no faltaron. Muchas derrotas, algunos triunfos, pero ningún fracaso. Porque fracasar es derrotarse a si mismo. Es tener la vergüenza de haber sido y el dolor de ya no ser, como cantó el que siempre canta mejor. Y este panel en este importante Congreso también es evidencia que El Espacio Institucional no fracasó. También es cierto que por dos veces lanzamos el II Encuentro, pero nunca lo alcanzamos. Quizá ese Segundo Encuentro tenga la función del horizonte, al decir de Galeano: se aleja para que nosotros sigamos avanzando. O a lo mejor el Segundo Encuentro se realizó no una vez, no siete veces, sino setenta veces siete y mas también. En la diáspora de la gran ciudad desnuda, se multiplicaron segundos, terceros, indefinidos encuentros en la lucha de piqueteros, fábricas recuperadas, docentes y no docentes universitarios, trabajadores sindicales no domesticados, estudiantes de colegios secundarios, y tantos luchadores que a diferencia del sargento Cabral no morirán contentos porque no podrán batir al enemigo. Al menos, habrán puesto en superficie la dimensión institucional de las prácticas sociales, el lema convocante de El Espacio Institucional. Dimensión institucional que se abre en el registro de lo instituyente y se cierra en los instituidos burocratizados. En este tránsito, el instituyente siempre anda buscando un instituido que lo prolongue en una victoria sin final, preferible a una victoria final al decir de Gregorio Baremblitt. Los instituyentes-instituidos también son conceptos. Desde Enrique Pichon Riviere estamos familiarizados con la idea del ECRO: el esquema conceptual referencial y operativo. Desde la mirada institucional, un Congreso que funciona garantiza la travesía conceptual entre diferentes territorios. No tanto para proponer que alguien abandone su tierra prometida, pero si para que al menos conozca las virtudes de dar alguna vuelta al mundo, y si es posible, en mas de ochenta días. Podemos denominar a esto la convergencia de las epistemologías, o mas directamente que otro mundo es posible y está en este. Y con la convicción de alguien que siente y piensa la izquierda como un tiempo de lucha permanente, puedo decir que el tiempo no se llevó la política deseante que construimos hace más de 17 años. Y eso, en los tiempos de la modernidad liquida y la posmodernidad congelada, quizá sea poco. Pero la diferencia entre poco y nada es mucho.



2-Sobre el espacio institucional.

Desde Foucoult afirmamos que un territorio es un espacio en el cual se ejerce un poder. Poderes y saberes en permanente disputa con fuerzas y verdades. ¿Será por eso que nadie es profeta en su tierra? En todo caso, la globalización podría ser pensada como una negación maníaca de la propia implicación. Si nadie es profeta en su tierra, quizá la afirmación de Bertold Brecht puede ayudarnos: “Pobre de la tierra que no tiene héroes-dice uno. Y otro le contesta: no, pobre de la tierra que necesita héroes”. La tierra, cuanto mas propia peor, funciona como una formidable máquina de impedir, una mortal fotocopiadora de vidas pasadas. Es un ancla terrestre que fija la mente para que no avance hacia ideas extrañas. O foráneas. O que atenten contra el ser nacional. La tierra, centro del universo para la iglesia, pasa a ser centro de la subjetividad. Es decir: el núcleo duro del sujeto está formateado por la tradición, la familia y la propiedad. Núcleo demasiado duro para que sea ablandado por algunas tormentas ocasionales. Después de todo, siempre que llovió paró. Y la resultante es una subjetividad cristalizada que es totalmente refractaria no solamente a profecías, sino a simples advertencias científicamente comprobadas. Efecto invernadero, agujero de ozono, contaminación de todas las napas de agua, etc. Como me comentó un amigo: “no creía ni en Dios ni en el psicoanálisis...No tenía la menor posibilidad”. Nosotros con seguridad creemos en dios, o en el psicoanálisis, o en ambos. Pero no creo que tengamos demasiadas posibilidades. La tierra nos atornilla y la semilla del pensamiento propio no brota. Demasiadas citas y pocos encuentros. Y de estos, poca fecundidad y poco placer. No en vano está descripto, aunque parezca un grotesco, el síndrome de fatiga sexual. Imaginemos que si lo sexual da fatiga, como será la fatiga que da pensar.
El único profeta que mantiene razonables niveles de credibilidad es Confessore, el meteorólogo de TN. No se cual será la credibilidad de esta mesa, pero creo que la invitación da cuenta de una convicción fundante: no estamos acá para recordar el pasado, por importante que haya sido, sino para convocar a una nueva parusía. No me importa demasiado si otro mundo es posible. Pero si me interesa demasiado que otro mundo es necesario y otro mundo es deseable. Si no es en la tierra que nos vio nacer, que nos otorgó la categoría de científicos, que nos brindó la hospitalidad de academias y de cátedras, entonces tendremos que aceptar transitar el desierto de lo real. Tolerar alguna intemperie, alguna incertidumbre, alguna fluctuación en nuestra propia matrix teórica. Pero no solamente. Si hemos hecho militancia del pensamiento crítico, propongo también desarrollar los sentimientos críticos. Porque cuando los ojos ven, el corazón siempre siente. En la cultura represora de la actualidad, los anestésicos y analgésicos son más importantes que los ansiolíticos. Quizá no sea la culpa el único sentimiento inconsciente. Lo será para el modo superyoico de producción de subjetividad. Pero si en otra tierra podemos pensar diferentes modos de subjetivación, los sentimientos inconscientes también pueden ser otros. Intento desterrarme de mis propios cultivos plastificados. Y pensar la existencia de un sentimiento inconsciente de gratitud. Correlato de postular como protofantasía la alianza fraterna, aquella que matara al protopadre. En oposición de la necesidad de castigo, corolario del sentimiento inconsciente de culpa, este sentimiento inconsciente de gratitud tiene como corolario la necesidad de abrigo. Freud denomina a esto carga de anhelo, si bien el fundamento metapsicológico es otro. El desierto de lo real nos encontrará unidos, quizá vencidos, pero nunca convencidos. En esta nueva tierra la multiplicación de panes, peces, ideas, pensamientos, no dependerá de un héroe o un mesías individual. Ni siquiera será un héroe colectivo, como postulara Oesterheld. Esta nueva tierra se abre al espacio del colectivo de héroes. Aquellos que osaron enfrentar los mandatos tanáticos de todas las formas de la cultura represora. En la singularidad del Encuentro del año 1991 y en la cotidianeidad del día a día y de la noche en noche. Del castigo al abrigo es el pasaje del modo superyoico al modo yoico de producción de subjetivación. Al primero le corresponde la hegemonía de los territorios. Al segundo, la potencia de los encuentros en espacios sin fronteras. Donde el pasaporte de pertenencias a organizaciones nacionales o transnacionales si bien no está prohibido, mucho menos es obligatorio. No por considerarnos en la omnipotencia de ser ciudadanos del mundo, sino por que sentimos que, como dijera el poeta sin odio, Jose Martí, “el arroyo de la sierra nos complace más que el mar”. Y estar complacidos con nuestros pensamientos y nuestros sentimientos, se acerca mucho a la felicidad, meta final de toda lucha y de toda batalla.

3-El psicoanálisis Implicado.

1994, diez años después de la fecha que George Orwell ubicara para su ficción verdadera de una sociedad de control. En esa fecha escribo un trabajo “El Edipo después de El Edipo: del psicoanálisis aplicado al psicoanálisis implicado”. Como soy un escritor serial, vuelvo al lugar del crimen originario. Juan Carlos Volnovich fue el comentador de ese trabajo en la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados. Dos años después, publico mi primer libro. El psicoanálisis implicado es efecto contingente del atravesamiento entre la psicología social, el institucionalismo y el psicoanálisis freudiano. Lo postulo como un analizador de la cultura represora. Incluso de la propia cultura psicoanalítica. En la medida de mis posibilidades, siempre acotadas, intento una respuesta teórica y política al desolador panorama que Roberto Castel señalara el El Psicoanalismo. Por eso señalo que hay un psicoanálisis de la plaza y un psicoanálisis del palacio. Este último siempre destronado, siempre resucita al lado del Freud Padre. El psicoanálisis implicado es por lo tanto un dispositivo teórico y un campo de intervención político. Teórico: en tanto ha construido conceptos[1]. Político: porque sostiene que la neutralidad es una herramienta que avala la complicidad con el represor. Defino la neutralidad como la negación maníaca del análisis de la implicación. Un mundo psicoanalíticamente feliz. Incluso seducido por neurotransmisores y psicofármacos. Confieso que he sido seducido, pero nunca por sinapsis y pastillas. Como homenaje y recuerdo permanente, quiero citar un escrito de Silvia Bleichmar en relación a mi segundo libro: “al borde de un vuelo que lleva a Alfredo Grande a plantearse, en cierto momento, que la enumeración puede conducirlo, como Ícaro, a quemar la alas, hay sin embargo una afirmación que marca el punto mismo en el cual pretende colocarse: el extremo es el punto medio de una serie infinita. ¿Quien, en definitiva, define cual es el extremo en cada momento histórico? Como se corre este extremo a lo largo del tiempo es la cuestión central para determinar la justeza de una proposición y el envejecimiento de un planteo” En el psicoanálisis implicado se juega siempre el extremo. Por eso la definición de la subjetividad como decantado identificatorio de la lucha de clases. Y acá me reencuentro con el joven Gerard Mendel y su concepto de clase institucional. Cuando señalo que la lucha de clases en la subjetividad enfrenta los deseos y los mandatos, pienso a la subjetividad como una institución y al sujeto histórico en su dimensión institucional. En el psicoanálisis implicado de hoy reencuentro al Espacio Institucional de ayer que vuelve a ser hoy. La cultura represora no abomina de la lucha de clases porque niegue las clases sino porque teme la lucha. Sin embargo, desde el modo yoico afirmo que mientras haya lucha hay esperanza. Detenida la lucha no hay igualdad, hay hegemonía de una o varias castas. El espacio institucional pasa a ser un fuerte rigurosamente custodiado por expertos y malevos. En esa dimensión, toda verdad degenera en dogma. El temor al ridículo obliga a caracteropatizar lo sublime. Se pierde la seriedad, pero se gana en solemnidad. Por eso propuse un éxodo: del diván al piquete. Un psicoanálisis para no psicoanalistas. Un psicoanálisis como fábrica recuperada que pueda ser usado por la militancia política y social. Un intento que la institución del psicoanálisis despliegue nuevos fundantes, organice un nivel convencional descubridor y disuelva todo intento de formalizar un nivel convencional encubridor.

Solamente por eso mi presencia acá, junto a Maria Jose Acevedo, Juan Carlos Volnovich y todos ustedes tiene sentido. Porque como escribiera Gerard Mendel, “el primer elemento referido a ese poder social es este: dicho poder solo es recuperable por el individuo en y mediante una institución y solamente si la dimensión de lo político está presente”
Termino esta ponencia con la sensación placentera de haber recuperado parte de ese poder.

Agosto 2008.



[1] Menciono algunos: “Ideal del Superyo”; “Sexualidad Represora”; “Ternura Primaria”; “Catastrofía”; “Modo yoico y modo superyoico de producción de la subjetividad” “Concepción amplificada del superyo”; “La subjetividad es el decantado identificatorio de la lucha de clases”;”Represión erótica-represión tanática”










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