10 julio 2009

Estela Calvo/ Medios/ La Televisión y la construcción de la realidad

TELEFICCIÓN: La Televisión y la construcción de la realidad

Por Estela Clavo

(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Collages de Sara Rosenberg


Este escrito quiere discurrir sobre la televisión. Sobre como la televisión consigue levantar o defenestrar a un personaje, una ley, un gobierno, una propuesta, una movilización, una idea…

Toma 1: El montaje

Voy a comenzar con una anécdota de Leopoldo Torre Nilsson. Cuenta que estaban realizando el montaje de El Santo de la Espada. Después de varios días de trabajo, sale el montajista del estudio y dice. “No hay caso: ¡ganan los realistas!”.

El chiste no oculta de que se trata: la edición, el montaje, llevan a la creación de una nueva realidad. Diferente siempre, a la realidad que supone representar. Contraria, incluso, a veces. Intencional o no. La realidad que pretende ser mostrada a través de las imágenes nunca es aquella que se dice que es. Sucede también con las palabras, pero más aun si se trata de imágenes por el tipo especial de percepción y de tratamiento al que se someten. Así, lo que la televisión –el reino de la imagen por antonomasia- muestra es siempre ficción.

La primera cuestión entonces sería afirmar que todo programa de televisión, aún cuando se trate de un noticiero, es ficción, y como tal habría que tomarla.

Ubicados en la posición de estar viendo una pieza ficcional, lo primero que haríamos es preguntarnos por el autor. Y sabiendo quién lo hace, (en este caso, los dueños de los medios en primer término, los periodistas empleados en los mismos, en segundo lugar), su trayectoria, sus compromisos, sus intereses, su ideología, sabríamos a que atenernos en relación a la información que recibimos; a las noticias y su tratamiento. Y aunque no nos preguntáramos todo eso, sabiendo de antemano que se trata de ficción, no nos comprometeríamos tanto en dar fe de lo que se nos presenta.

Pero uno de los problemas a considerar, es que, en términos generales, los espectadores no tomamos lo que vemos en los programas periodísticos de la tele como ficción, sino como realidad. “Lo dijeron en la tele”… suele ser la carta de presentación de una verdad incontrastable.

Entonces, no pensamos en el montaje, en la edición. Creemos lo que vemos sin tener en cuenta que ha habido allí un proceso de selección de la información que privilegió algunos aspectos, los destacó –sacándolos de contexto, recortando partes, repitiéndolos “ad infinitum”- y eliminó otros, o los disminuyó hasta silenciarlos, o los bastardeó, poniéndolos en contacto con imágenes o palabras capaces de provocar reacciones de rechazo, viscerales en lo posible, y a veces, violentas. Un montaje que agregó adjetivos, calificó, juzgó, sancionó. Estos montajes, en la medida en que no son presentados como tales y en la medida en que el espectador no los toma como lo que son, sino como realidades, terminan por influenciar, modificar, manipular, a la “opinión pública”.

Nada mejor que el genio de Capusotto para ejemplificar algo de este tratamiento de la “información”, pero hecho a través de la radio:

(Cortina musical).- “¿Hasta cuando? vamos a ser un país poco serio”
(Arnaldo Pérez Manija).- 7 y 24 en la Argentina, una hora menos en el oeste del país. Otra vez, los muertos, 4 muertos acribillados, en este caso y en esta mañana.

Protesta también de piqueteros que van a provocar caos en el tránsito y la posibilidad de que este caos dificulte el andar de ambulancias y mucha gente morirá por no poder llegar al hospital.

La consultora (X…) prevé una inflación del 40 % para este año y rumores de subas en la tarifas. Para el sábado la desocupación podría llegar al 79 por ciento. Y seguimos con el ritmo de siempre, 7 y 25 de la mañana.

Desabastecimiento de medicamentos y más muertos, entonces. Se comenta la quiebra de 15 bancos para esta tarde. Congelamiento de depósitos; apertura y confiscación de cajas de ahorro. Otro muerto más en la mañana y así empezamos la misma con toda la información que a usted no le sirve para nada pero que le taladra la cabeza y de a poco lo va sacando y llenando de furia. Siendo las 7 y 25 de la mañana. Y así estamos en este país que no es un país en serio porque está lleno de corruptos y siendo las 7 y 26 ¡hay que matarlos a todos!. (Cortina musical: ¡Hasta Cuándo!).

(Otro locutor) “Hasta cuando”, con Arnaldo Pérez Manija. Información y noticias para entrar en miedo, pánico y depresión. (Cortina musical: ¡Hasta Cuándo!!) “Hasta cuando”, para cagarse el día desde bien temprano.

Hay dos palabras que son un claro ejemplo de lo que implica el tomar la palabra como imagen. Tratarla no en sus relaciones con las demás palabras, (las que le anteceden y le siguen y las que podrían haberse seleccionado en su lugar), el contexto, lo que le da su valor, sino en sí mismas, como si fueran cosas, desvinculadas, descontextuadas, desligadas, deshistorizadas. Ellas son: cambio y caos. La primera es un caballito de batalla de todo discurso político opositor y de los medios que lo sostienen. Nunca se explica qué quiere decir “cambio”. Qué es lo que se quiere cambiar. Cuál es –en términos concretos y palpables- la realidad negativa que se desea dejar atrás y en que consistirá y cómo se realizará la transformación positiva que se quiere lograr. Sólo se presenta la palabra en cuestión, unida a una serie de imágenes que no implican más que movimiento, pero no especifican de dónde ni hacia dónde irá el cambio que se postula. La segunda suele ser también vocablo privilegiado de la oposición para dar cuenta del estado de cosas al que lleva un gobierno al que se desea desprestigiar. Descalificación, ansiedad, desasosiego… “Caos en el tránsito” como título permanente en un canal de televisión será suficiente para transmitir zozobra, malestar, preocupación. Esto es lo que brillantemente ha sintetizado Capusotto.

Toma 2: El desmontaje

Como lo afirman algunos expertos (Chomsky, Bourdieu y Ramonet, entre otros) determinado montaje de unas imágenes puede construir un acontecimiento que no ha ocurrido nunca, pero que el telespectador siente e interpreta como real debido a la carga emocional y dramática de las imágenes. Se construye de este modo una suerte de premisa básica: “todo lo que emociona es verdad”, y a partir de ella, información y emoción se confunden. Como resultado, es la televisión la que marca la actualidad, ofreciéndonos imágenes de las que no tenemos constancia de que sean verdaderas, pero que buscan provocarnos un determinado sentimiento. Se organiza así un relato sobre un mundo en el que la importancia de la realidad ha quedado desplazada por la puesta en escena. Y volvemos al punto: ficción.


Creemos en lo que vemos. Es más, algo existe si tenemos imágenes sobre ello y no existe si no podemos mostrarlo de esa manera. Una noticia se convierte en actual y verdadera solamente con el hecho de que sea repetida en los medios, y ya no es necesario que la información sea contrastada ni comprobada su veracidad en fuentes fiables y objetivas. Y como la información se confunde con la comunicación, resulta que la información termina siendo comunicación publicitaria.

¿Y cual es la ficción que se nos presenta? ¿Cómo se determinan sus contenidos? Por lo general, cuando los medios pertenecen a monopolios informativos y son parte de empresas cuyo fin es lo económico, es decir, cuando se trata de medios controlados por potentes grupos industriales, estos medios se dedican a imponer la ideología dominante de tal modo que los periodistas que trabajan en ellos, y sobre todo los que ocupan los puestos más altos, acaban defendiendo también los intereses de ese establishment.

Otro principio que dirige la selección de imágenes y de “noticias”, es el de beneficiar al propio negocio, es decir, al medio televisivo del que se trate. Así, la televisión se concentra en aquello que le interesa a la audiencia: la propia televisión. Y lo primordial, hasta en un telediario, terminan siendo los criterios del espectáculo y la puesta en escena.

Como expresa Bourdieu, regirá entonces el principio de consenso informativo que implica el respeto por la uniformidad de la opinión promedio, esa que en buena medida los propios medios forman a través de la manipulación informativa, buscando entretener y no dividir o polemizar, teniendo en cuenta que cuando más amplia es la audiencia que se quiere alcanzar más hay que esforzarse en limar sus asperezas, banalizando y despolitizando sus contenidos. La tiranía del “rating” impone ocultamientos, censuras y superficialidades varias.

A este marco se ajustará también el principio de selección de la información a favor de lo escandaloso o sensacionalista, aquello que presente mayores dosis de sangre, violencia y muerte en directo, así como la urgencia en el manejo del tiempo, que favorece la simplificación demagógica de sucesos, opiniones y problemas. Asimismo, la exageración de los hechos cotidianos y la presentación de sucesos ordinarios como si fuesen extraordinarios: inundaciones, catástrofes, etc. y la coerción de la primicia informativa por razones de competitividad en desmedro de cualquier análisis que la ponga en contexto, que sería, como identifica Bourdieu, exponer un suceso en su adecuado sistema de relaciones.
Todo esto lleva implícita la parcialización de la realidad, al desviar la atención de todo aquello que no traerá como resultado un éxito de audiencia, con lo cual se censuran de algún modo partes importantes de la realidad que casi nunca llegan al público.

Esto es lo que tendríamos que tener en cuenta cuando vemos como se ensalza o como se defenestra a algo o alguien en la televisión, tanto como deberíamos estar atentos a qué es lo que se oculta, lo que no se dice.

Como resultado de lo expuesto, durante las últimas décadas la televisión ha adquirido entre sus características más importantes, la de desalentar el ejercicio de pensar, privilegiando el impacto de la imagen sobre el contenido y el de la emoción sobre la razón, a favor del vértigo y la impunidad de que goza por razones técnicas ya que en ese mundo virtual y efímero, sus
hechos, dichos y juicios son dificultosamente revisables.
Al desalentar el pensamiento, incentiva lo peor: la venganza, la justicia por mano propia, la crítica sin fundamento, la repetición de slogans vacíos, la inmediatez en lugar del tiempo necesario para pensar, la banalidad y la rapidez, la aseveración fácil en vez de la búsqueda de elementos e historias imprescindibles para un buen análisis. Así, la tríada necesaria al desarrollo del pensamiento: ver, comprender y concluir, se transforma en ver y concluir, sin pasar por el ineludible paso de la comprensión que es la intelección del problema. La conclusión, en tal caso, se vuelve arbitraria, cuando no irracional. Si lo que se ve logra trasuntar una fuerte emoción –lo que se consigue, por ej., a través de sangre y violencia y de reportajes deleznables en los que el modo de preguntar ya predispone la respuesta-, habrá una conclusión-acción inmediata, eliminando el pensamiento. Los ejemplos, sobran.

Toma 3: El lugar del sujeto.

'La información es demasiado importante como para dejarla en manos de los periodistas', dirán Bourdieu y Halimi y éste último llevará esa máxima al límite al abogar por la desaparición de una profesión que califica de 'corrupta, plagiaria y mercenaria', atacando de frente no a ’aquellos periodistas que ejercen su oficio con dignidad', sino al periodismo 'reverencial', ese que da 'la espalda a aquellos a quienes debería servir para servir a aquellos a los que debería vigilar'.

Al revés de la tesis psicoanalítica que dice que “la verdad tiene estructura de ficción”, la televisión sostiene el entramado de una ficción que alcanza estatuto de verdad. Mejor dicho, que nos hace creer en ella.

Tal vez la mejor colocación frente a este relato imaginario sería tomarlo como una versión. Pero el poder de los medios, sobre todo cuando es posible el monopolio de los mismos, como sucede en nuestro país, conlleva al relato único, a la única versión. Es por ello que una nueva ley de medios audiovisuales, que regule y acote las posibilidades monopólicas, se torna imperiosa para poder contar con diferentes versiones, con distintas voces que recorten otros sucesos o que planteen otras ópticas sobre los mismos sucesos, que tal vez ni siquiera sean los mismos al ser contados por otros. Lo cual no nos exime de concluir que la única manera de obtener información veraz o más o menos cercana a los hechos, o medianamente construida sobre diferentes versiones y desde ángulos que permitan abordar la complejidad de un acontecimiento, sea la de una actividad intelectual que requiere atención, esfuerzo e interés por parte de cada uno.

(Arnaldo).- Y siendo las 7 y 27 de la mañana, mientras se levantan para ir al trabajo donde por ahí hoy los echan o para llevar a los chicos a la escuela, donde puede hoy explorar una bomba, vamos con Boby Sansorete y los estrenos de la semana…
(Boby Sansosrete).- “Dulce pausa en el amor” (con…) Una simpática comedia romántica sobre una pareja que decide tomarse un compás de espera antes de casarse y viven muy divertidas vicisitudes que por supuesto, son amortiguadas por el hecho de vivir en un país donde hay una economía de mercado libre, abierta, sin intervención del Estado. Esto posibilita que ese país atraiga inversiones y se pueda progresar, no como acá, adonde los políticos son todos corruptos y en cualquier momento, cualquier borracho te afana y los maestros hacen paro todos los días y hay que mantener a millones de vagos, hijos de puta que viven del Estado. Arnaldo, esta película es divertida. Al menos yo, le pongo como clasificación: 3, “este país es una mierda”.
(Arnaldo).-Y seguimos con ritmo, 7 y 27 de la mañana y sí, la gente esta cansada de no vivir en un país en serio porque en un país en serio estas cosas… no pasan. 7 y 27 de la mañana y el tiempo para hoy:
(Relator del tiempo).- 14 la mínima 14 la máxima; posibilidad de chaparrones, granizo e inundaciones donde miles de hogares serán destruidos y no asistidos por un Estado corrupto que los dejará en la calle, multiplicándose epidemias y enfermedades venéreas malformaciones congénitas, pánico, desesperanza. Todo está perdido.


Referencias:
“Sobre la televisión”, Pierre Bourdieu, 1996.
“La prensa siempre elige lo interesante por sobre lo importante”, entrevista a Serge Halimi, periodista de Le Monde Diplomatique, Sep 2002.
“La tiranía de la comunicación”, Ignacio Ramonet,
“Cómo nos venden la moto”, Noam Chomsky e Ignacio Ramonet,