por Alfredo Grande
(para La Tecl@ Eñe)
(para La Tecl@ Eñe)
“hay personas que hacen leña del arbol caído. Hay otras que para hacer leña, primero tiran el árbol”. (aforismo implicado)
Para los que poco tienen, una buena noticia. Tienen una ley penal propia. Casi tan dura como la tributaria, e intentado, al igual que ésta, lograr un nuevo avance en construir nueva cultura. Pero claro: cuando insemina el diablo, lo que se da a luz son demonios. La nueva cultura (tributaria o de responsabilidad penal) son nuevas vueltas de tuerca, con varios remaches, y de paso cañazo, algunas vueltas de garrote vil. Jardín de las delicias de la cultura represora. A la que definimos como la hegemonía absoluta del mandato, la amenaza y el castigo. Trípode siniestro que cultivado con la cruz, la espada y la picana, logra disciplinar las molestas rebeldías de los que se atreven a cuestionar a la cínica teoría del derrame. Que como aquella otra de “los dos demonios”, retorna una y otra vez. Esa teoría ni siquiera es una hipótesis, apenas una metáfora encubridora de decir que, al ser imposible ganar todo el pan necesario con el sudor de la frente, el recurso democrático que queda es abrir el bolsillo para que algún cobre se deslice desde la caja fuerte del patrón. Forma perversa de la nunca concretada distribución de la riqueza, que termina con una versión posmo de la cada vez mayor distribución de la pobreza. Pero hablar de cultura represora nos permite gambetear la zancadilla jurídica y el patadón moral. O sea: no se trata de resolver el tema de la inseguridad. Se trata de demoler el paradigma de la inseguridad. La inseguridad es una entelequia, una forma de simplificación de una realidad densa y compleja, no apta para comunicadores y funcionarios de sangre tibia. Cuando un lejano ministro de varios imposibles, de profesión hipnotizador, habló del “costo social del ajuste”, obviamente pensó que era un costo social que los pobres de la tierra iban a pagar mansamente. Como clase media en cabina de peaje. No quiso pensar, o mejor dicho, se negó a pensar que ese costo social iba a ser capturado por la maquinaria mafiosa-policial-juridica. Una metamorfosis monstruosa empezó a consumarse. El chiquilín de bachín pasó a ser el “junior” que disparó sin miramientos. O sea: que la máquina trituradora de vidas tenía en esos campos yermos de la infancia y adolescencia huerfana, el mejor ejército de reserva que alguna fuerza represiva pudiera soñar. El delirio de “pobres contra pobres” podía consumarse. Sembrar la discordia en la casa del hermano, para heredar todos los vientos. El hambre, la falta de comida, la humillación permanente, la soledad, los maltratos, el frío, el calor, la sed, la violencia, todas circunstancias que agravan y potencian la metamorfosis necesaria para consolidar a la cultura represora. ¿Cómo fabricamos en serie a pequeños asesinos por naturaleza? Claro que hablo de la naturaleza cultural, que no es la ley de la selva sino la del parque jurásico, una de las formas en las que el genocidio continúa por otros medios. Algunos morirán, pero los que sobrevivan serán los más aptos. Para encubrir la desgarradora realidad, diremos que los niños están en situación de calle. Claro que también están en situación de subte, de mercado central, de abuso sexual, de maltrato, de consumo de drogas, de no consumo de comida…..¡Demasiadas situaciones y ninguna flor! Son los nómades forzados, a los cuales el único sedentarismo que se les permite es el de los institutos de encierro y castigo, las comisarías, familias sustitutas que poco sustituyen, las cárceles pret a porter-. Esta metamorfosis es producto directo de estas formas de las democracias ajustadas. Ajustadas a diversas formas de la impunidad financiera, con políticas pendulares respecto a la justicia social. ¿Asignación universal o rebaja /anulación del IVA para los alimentos de la canasta no demasiada básica? Se entrega con el codo lo que se quita con las dos manos. Pero nada alcanzará. Porque la demanda es totalmente imposible de satisfacer, en tanto la cantidad y calidad de la oferta de mercadería berreta, de marca, con marca o sin marca, tienen una velocidad y aceleración demencial. Lo que denomino “consumismo”. O sea: consumir consumo. Alpargatas si, libros no, ha dejado de ser una consigna políticamente sustentable. Con lo que cuestan las zapatillas…. Un solo par equivale a 8 libros de CRONICAS DE TRAPO. Y encima no hay que leerlas. Los mercados existen, y además, son maníaco depresivos Por eso la metamorfosis ha sido posible. Como la tormenta perfecta, tres factores se han potenciado: vulnerabilidad extrema; delito como constante de ajuste; pacto juridico policial. Pero del monstruo nadie se hace cargo. No hay matriz detectable que lo parió. Pero esa monstruosidad, que piadosamente denominan “pibes chorros”, debe ser cruelmente castigada.. No sea que las honestas y mediocres mentalidades pequeño y mediano burguesas empiecen a sospechar que, lejos de ser un estado ausente, el Estado tiene una siniestra presencia. Alarmas, escándalos, comunicadoras sociales y sexuales que se espantan y piden mano dura, o algo duro al menos. “Mano dura sin tortura”, la hipócrita consigna que, con su sonrisa de guasón aniquilador, pretendía Ruckauf. Vino mano dura con tortura, ya se sabe que nadie es perfecto. Los monstruos de mas de 14 años serán imputables….de su monstruosidad. Pero como la máquina estatal trituradora es piadosa, inventará la “responsabilidad penal”. Que es en realidad la sempiterna, conocida, y siempre bien ponderada excremento de la cultura represora: la culpa. Nada más pero, para que nadie se engañe, nada menos. Culpa cultivada por la cultura represora, confesional o laica, para legitimar y legalizar el mandato, la amenaza y el castigo. Se los hacen penalmente responsables..O sea: se los declara culpables, por ahora desde los 14, de ser lo que son, de hacer lo que hacen, de vivir como viven, de matar como matan. Vamos a decirlo con la misma claridad que Maria Galindo y Sonia Sanchez cuando cuestionan la naturalización de la prostitución, y señalan con profundidad y justicia: “ninguna mujer nace para puta”. Pues bien: ningún pibe nace para chorro, niningún pibe nace para asesino. De esa metamorfosis se tiene que hacer cargo una legión de saqueadores, de hordas que adulteran la vida, de plagas que intoxican las almas de esos pibes. Almas que quizá nunca fueron bellas, pero que tampoco tenían el destino de romper ningún espejo. Pero lo que el sistema predador jamás podrá admitir, es que estas almas que han torturado desde el nacimiento, y mucho antes también, desde el nacimiento de sus padres, ya que son varias generaciones viviendo “en situación” de calle, y “en situación” de desocupados, estas almas también saben rebelarse. Lo hacen con la marca de caín, después que abel los mató con todas las formas de la indiferencia. Estos pibes que han sido metamorfoseados en asesinos, matan para intentar no morir del todo. Matan porque han sido llenados de muerte, y matan con lo poco de vida que todavía tienen. Es en la desesperación atroz de la sed, tomar agua envenenada. Pero los que envenenan la vida utilizan el reduccionismo jurídico y el cinismo existencial para decir que resuelven un problema, cuando en realidad están causando muchos otros. De todos modos, ni siquiera tienen el pudor de barrer bajo la alfombra. Ahora tiran todo directamente encima, y a eso lo llaman “basurales a cielo abierto”. Como cantaba la Bersuit: “los demócratas de mierda y los forros pacifistas” han convertido en basura imputable a nuestra niñez y a nuestra adolescencia. Han tirado el árbol y ahora, ellos sí, con total impunidad, harán leña. Para prender la más espantosa de las hogueras. No de brujas como disfrutaba el Santo oficio, sino de aquellos que alguna vez supieron ser “los únicos privilegiados”.
Para los que poco tienen, una buena noticia. Tienen una ley penal propia. Casi tan dura como la tributaria, e intentado, al igual que ésta, lograr un nuevo avance en construir nueva cultura. Pero claro: cuando insemina el diablo, lo que se da a luz son demonios. La nueva cultura (tributaria o de responsabilidad penal) son nuevas vueltas de tuerca, con varios remaches, y de paso cañazo, algunas vueltas de garrote vil. Jardín de las delicias de la cultura represora. A la que definimos como la hegemonía absoluta del mandato, la amenaza y el castigo. Trípode siniestro que cultivado con la cruz, la espada y la picana, logra disciplinar las molestas rebeldías de los que se atreven a cuestionar a la cínica teoría del derrame. Que como aquella otra de “los dos demonios”, retorna una y otra vez. Esa teoría ni siquiera es una hipótesis, apenas una metáfora encubridora de decir que, al ser imposible ganar todo el pan necesario con el sudor de la frente, el recurso democrático que queda es abrir el bolsillo para que algún cobre se deslice desde la caja fuerte del patrón. Forma perversa de la nunca concretada distribución de la riqueza, que termina con una versión posmo de la cada vez mayor distribución de la pobreza. Pero hablar de cultura represora nos permite gambetear la zancadilla jurídica y el patadón moral. O sea: no se trata de resolver el tema de la inseguridad. Se trata de demoler el paradigma de la inseguridad. La inseguridad es una entelequia, una forma de simplificación de una realidad densa y compleja, no apta para comunicadores y funcionarios de sangre tibia. Cuando un lejano ministro de varios imposibles, de profesión hipnotizador, habló del “costo social del ajuste”, obviamente pensó que era un costo social que los pobres de la tierra iban a pagar mansamente. Como clase media en cabina de peaje. No quiso pensar, o mejor dicho, se negó a pensar que ese costo social iba a ser capturado por la maquinaria mafiosa-policial-juridica. Una metamorfosis monstruosa empezó a consumarse. El chiquilín de bachín pasó a ser el “junior” que disparó sin miramientos. O sea: que la máquina trituradora de vidas tenía en esos campos yermos de la infancia y adolescencia huerfana, el mejor ejército de reserva que alguna fuerza represiva pudiera soñar. El delirio de “pobres contra pobres” podía consumarse. Sembrar la discordia en la casa del hermano, para heredar todos los vientos. El hambre, la falta de comida, la humillación permanente, la soledad, los maltratos, el frío, el calor, la sed, la violencia, todas circunstancias que agravan y potencian la metamorfosis necesaria para consolidar a la cultura represora. ¿Cómo fabricamos en serie a pequeños asesinos por naturaleza? Claro que hablo de la naturaleza cultural, que no es la ley de la selva sino la del parque jurásico, una de las formas en las que el genocidio continúa por otros medios. Algunos morirán, pero los que sobrevivan serán los más aptos. Para encubrir la desgarradora realidad, diremos que los niños están en situación de calle. Claro que también están en situación de subte, de mercado central, de abuso sexual, de maltrato, de consumo de drogas, de no consumo de comida…..¡Demasiadas situaciones y ninguna flor! Son los nómades forzados, a los cuales el único sedentarismo que se les permite es el de los institutos de encierro y castigo, las comisarías, familias sustitutas que poco sustituyen, las cárceles pret a porter-. Esta metamorfosis es producto directo de estas formas de las democracias ajustadas. Ajustadas a diversas formas de la impunidad financiera, con políticas pendulares respecto a la justicia social. ¿Asignación universal o rebaja /anulación del IVA para los alimentos de la canasta no demasiada básica? Se entrega con el codo lo que se quita con las dos manos. Pero nada alcanzará. Porque la demanda es totalmente imposible de satisfacer, en tanto la cantidad y calidad de la oferta de mercadería berreta, de marca, con marca o sin marca, tienen una velocidad y aceleración demencial. Lo que denomino “consumismo”. O sea: consumir consumo. Alpargatas si, libros no, ha dejado de ser una consigna políticamente sustentable. Con lo que cuestan las zapatillas…. Un solo par equivale a 8 libros de CRONICAS DE TRAPO. Y encima no hay que leerlas. Los mercados existen, y además, son maníaco depresivos Por eso la metamorfosis ha sido posible. Como la tormenta perfecta, tres factores se han potenciado: vulnerabilidad extrema; delito como constante de ajuste; pacto juridico policial. Pero del monstruo nadie se hace cargo. No hay matriz detectable que lo parió. Pero esa monstruosidad, que piadosamente denominan “pibes chorros”, debe ser cruelmente castigada.. No sea que las honestas y mediocres mentalidades pequeño y mediano burguesas empiecen a sospechar que, lejos de ser un estado ausente, el Estado tiene una siniestra presencia. Alarmas, escándalos, comunicadoras sociales y sexuales que se espantan y piden mano dura, o algo duro al menos. “Mano dura sin tortura”, la hipócrita consigna que, con su sonrisa de guasón aniquilador, pretendía Ruckauf. Vino mano dura con tortura, ya se sabe que nadie es perfecto. Los monstruos de mas de 14 años serán imputables….de su monstruosidad. Pero como la máquina estatal trituradora es piadosa, inventará la “responsabilidad penal”. Que es en realidad la sempiterna, conocida, y siempre bien ponderada excremento de la cultura represora: la culpa. Nada más pero, para que nadie se engañe, nada menos. Culpa cultivada por la cultura represora, confesional o laica, para legitimar y legalizar el mandato, la amenaza y el castigo. Se los hacen penalmente responsables..O sea: se los declara culpables, por ahora desde los 14, de ser lo que son, de hacer lo que hacen, de vivir como viven, de matar como matan. Vamos a decirlo con la misma claridad que Maria Galindo y Sonia Sanchez cuando cuestionan la naturalización de la prostitución, y señalan con profundidad y justicia: “ninguna mujer nace para puta”. Pues bien: ningún pibe nace para chorro, niningún pibe nace para asesino. De esa metamorfosis se tiene que hacer cargo una legión de saqueadores, de hordas que adulteran la vida, de plagas que intoxican las almas de esos pibes. Almas que quizá nunca fueron bellas, pero que tampoco tenían el destino de romper ningún espejo. Pero lo que el sistema predador jamás podrá admitir, es que estas almas que han torturado desde el nacimiento, y mucho antes también, desde el nacimiento de sus padres, ya que son varias generaciones viviendo “en situación” de calle, y “en situación” de desocupados, estas almas también saben rebelarse. Lo hacen con la marca de caín, después que abel los mató con todas las formas de la indiferencia. Estos pibes que han sido metamorfoseados en asesinos, matan para intentar no morir del todo. Matan porque han sido llenados de muerte, y matan con lo poco de vida que todavía tienen. Es en la desesperación atroz de la sed, tomar agua envenenada. Pero los que envenenan la vida utilizan el reduccionismo jurídico y el cinismo existencial para decir que resuelven un problema, cuando en realidad están causando muchos otros. De todos modos, ni siquiera tienen el pudor de barrer bajo la alfombra. Ahora tiran todo directamente encima, y a eso lo llaman “basurales a cielo abierto”. Como cantaba la Bersuit: “los demócratas de mierda y los forros pacifistas” han convertido en basura imputable a nuestra niñez y a nuestra adolescencia. Han tirado el árbol y ahora, ellos sí, con total impunidad, harán leña. Para prender la más espantosa de las hogueras. No de brujas como disfrutaba el Santo oficio, sino de aquellos que alguna vez supieron ser “los únicos privilegiados”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
comentarios