17 mayo 2010

Liggera Rubén/De los fastos del centenario a la encrucijada del bicentenario. Argentina 1910-2010

De los fastos del centenario a la encrucijada del bicentenario. Argentina 1910-2010

“¡Oh, Pampa!¡Oh, entraña robusta/mina de oro supremo!/(…)De ese inexhausto granero/ saldrá la hostia del mañana;/el hambre será, si no vana,/menos multiplicada y fuerte,/y será el paso de la muerte/menos cruel con la especie humana.”
Rubén Darío, Canto a la Argentina.

“Otra vez la sociedad argentina se parte en dos bandos. Otra vez, como tantas otras veces: morenistas y saavedristas, federales y unitarios, mitristas y autonomistas, irigoyenistas y conservadores, peronistas y gorilas. Otra vez se aparece claramente en el escenario político el antagonismo entre dos proyectos”
Norberto Galasso


Por Rubén Américo Liggera
(Especial para La Tecla Eñe)

Ilustración: Castagnino

En pleno auge del modelo agroexportador, el Centenario fue glorificado con toda la pompa de los nuevos ricos. Grandes personajes del mundo de esa época participaron de los fastos celebratorios coronados con un almuerzo en la Fragata Sarmiento, un concierto en el Colón y un imponente desfile militar.
Argentina era la perla más preciada de la corona Británica; el “Granero del Mundo” proveía de materias primas a los países industrializados consolidándose la división internacional del trabajo.
Pero no todo lo que brilla es oro. Esa profundización oligárquica e inequitativa del capitalismo llevaba en su seno sus propias contradicciones. Recordemos la “Semana Roja”, que comenzó con la celebración del 1º de Mayo de 1909, fue reprimida ferozmente por la policía comandada por Ramón Falcón y produjo 80 heridos y 14 muertos. Le siguió una huelga general entre el 4 y el 9 de mayo declarada por las dos centrales obreras: la FORA y la UGT. Más tarde, en un acto de justicia popular, el 15 de noviembre Falcón es asesinado por un joven anarquista judío, Simón Radowizky.
No olvidemos tampoco la oprobiosa Ley de Residencia, sancionada en 1902 a instancia del Senador Miguel Cané, el mismo de Juvenilia, por expresa solicitud de la Unión Industrial poco antes, en 1899. Permitía la expulsión de los extranjeros, especialmente anarquistas y socialistas. La discriminación, el antisemitismo y la xenofobia reinantes en la Argentina del Centenario permitieron expresiones como:”¡fuera los rusos!” o la acción directa de la Liga Patriótica.
Sin embargo, la “Argentina modelo” había sido imaginada por los ideólogos del ´80 con el concurso de la inmigración hacia fines del siglo XIX y principios del XX; una sociedad “blanca” poco a poco fue desplazando a los criollos y mestizos; una naciente clase media, más racista y educada que económicamente relevante, se va diferenciando de las clases populares. Estas actitudes intolerantes se profundizarán en posteriores circunstancias políticas, en el Yrigoyenismo, por caso, y en especial antes, durante y después de los primeros gobiernos justicialistas. Los cabecitas del “aluvión zoológico” habían irrumpido sin pedir permiso de la mano de su líder; arrogantes, desfachatados, violentando el estatus quo de esa sociedad estratificada. Actitud no permitida y por eso mismo rechazada por la oligarquía y, curiosamente, el “medio pelo”, personas casi tan pobres como ellos, pero eso sí, pseudo educados y democráticos. En fin, digamos que “civilizados”, para rememorar a la”zoncera madre”de todas las zonceras argentinas.
Otra curiosidad: la ley de Residencia fue derogada recién en 1958 por el Presidente Arturo Frondizi.¡Cincuenta y seis años después!
Los poetas cantan loas al esplendor económico del centenario (malgastado por unos pocos, claro). El citado Rubén Darío y su farragoso Canto a la Argentina; Leopoldo Lugones y su égloga secular a "los ganados y las mieses”; Calixto Oyuela en su Canto a la Patria dirá: “Ya á la joven nación el mundo aclama; /Y viendo hervir en torno/Feliz y palpitante muchedumbre, /La generosa mano al mundo tiende, /Y ágil y fuerte, asciendeDe su destino á la eminente cumbre”.
En fin, si bien estética e ideológicamente conviven varias tendencias literarias, se imponen temas caros a la elite dirigente como las alabanzas agrarias, la fecundación inmigratoria, el éxito inevitable.
Sin embargo, como sabemos, ese progreso no será indefinido. Desagraciadamente esa profecía no será cumplida.

Crisis del modelo liberal


Hacia 1930, luego de la quiebra de Wall Street, el modelo económico y político liberal es cuestionado en Argentina y en el mundo.
Asistimos al primer quiebre del orden institucional mediante un recurso deleznable como fueron los golpes de estado encabezados por el Ejército y apoyado por la Iglesia y el poder económico financiero durante casi medio siglo. El presidente radical es desalojado del poder por el Gral. Uriburu. En la denominada “Década Infame” gobiernos fraudulentos se doblegan ante el imperio. El Pacto Roca-Runciman –considerado el “estatuto legal del coloniaje”-será la entrega más emblemático de los interesas nacionales. El 1º de mayo de 1933 se firma el tratado por el cual Inglaterra se comprometía a continuar comprando carnes argentinas en tanto y en cuanto su precio fuera menor al de los demás proveedores mundiales. Es decir que el modelo agrexportador sería mantenido a rajatabla. Al mismo tiempo nuestro país tomó el compromiso de no habilitar frigoríficos de capitales nacionales. Paralelamente se creó el Banco Central de la República Argentina con competencias para emitir billetes y regular las tasas de interés bajo la conducción de un directorio con fuerte composición de funcionarios ingleses. ¡Cualquier similitud con la actualidad es pura coincidencia! No obstante todas estas concesiones, se le adjudicó además a Inglaterra el monopolio de los transportes de Buenos Aires. Así, sin ruborizarse, Julio A. Roca (h) pudo decir: “la Argentina, por su interdependencia recíproca es, desde el punto de vista económico, una parte integrante del Imperio Británico.”
La posterior Revolución del ´43 pondría en marcha un proceso nacionalista que culminaría con el mítico 17 de octubre de 1945, cuando el pueblo libera a su líder, el Gral. Juan Domingo Perón.

Del Estado de Bienestar al azote neoliberal
El período peronista significó el ascenso de las clases populares al poder. El Estado intervino en las cuestiones económicas y sociales. La distribución del ingreso alcanzó su máximo porcentaje. Por la sustitución de importaciones la industria nacional transformó a la sociedad con grandes migraciones internas hacia los polos fabriles. Se ejercen plenamente los derechos de los trabajadores, las mujeres, los niños, los ancianos, consagrados por la nueva Constitución de 1949.
Sin embargo, la oligarquía resentida no perdonaría tanta audacia. Un nuevo golpe-represor y sangriento como nunca se había visto antes-puso fin al Estado de Bienestar. Además de la proscripción, la persecución, cárcel y fusilamiento para los defensores del régimen anterior, comenzó a desmontarse el Estado justicialista.
Con idas y venidas, con gobiernos democráticos y de facto, entre 1955 y 2001 se destruyó el aparato productivo y se condenó a la pobreza y a la exclusión a millones de personas.
En este período son significativos el plan ejecutado por José Alfredo Martínez de Hoz, en 1976 durante la sangrienta dictadura de la Junta encabezada por Videla, apoyada por sectores económicos vinculados a los intereses portuarios, la Rural, la Iglesia y el poder financiero internacional y el golpe de gracia de Cavallo-Menem, con el cepo de la Convertibilidad en los ´90. Antes, durante la dictadura, el mismo Domingo Cavallo al frente del Banco Central había estatizado la deuda privada, provocando un grave perjuicio a los gobiernos venideros que vieron incrementada la deuda externa de 7.800 millones en 1975 a 45.100 millones en 1983(¡un 465% más en apenas 8 años!).
La inercia del gobierno de la Alianza profundizó la crisis del neoliberalismo y puso en cuestión a la clase política. Las medidas de Cavallo, nuevamente Ministro de Economía, conocidas como corralito, corralón, blindaje y megacanje y los ajustes salvajes sobre trabajadores y jubilados, hicieron estallar al país.
La pobreza llega a extremos inusitados con un 27% de la población; la indigencia ahora es del 15% y la desocupación trepa al 22%, contra el 4%, el 2% y el 2,8%, en 1974. (López, Artemio y Romero, Martín, citado por Adamosky, Ezeqiel, Historia de a Clase Media Argentina. Apogeo y caída de una ilusión, 1919-2003, Bs.As., 2009)
No debe haber otro ejemplo en el mundo de un país que voluntariamente, a conciencia y por convicción ideológica haya destruido su aparato productivo y haya condenado a su gente a la humillación y el oprobio.

La encrucijada actual


Volvamos al acápite de Norberto Galasso. El bicentenario nos coloca frente a una encrucijada: continuar con este proyecto popular desarrollista o retroceder a una Argentina para pocos, productora de granos, carne, minerales, etc. con escaso valor agregado.
Aunque la economía haya crecido enormemente desde 2003, haya superávits gemelos, haya aumentado las tasas de empleo y hayan bajado sensiblemente la de desocupación y pobreza estamos a mitad de camino. Aún el 51% de nuestra exportaciones corresponden a productos agrarios (Scaletta, Claudio, Página/12, “Dueños de las Divisas”,suplemento Cash, 2/05/10) o también, como en 1955, nos encontramos produciendo menos petróleo y gas; pero además, existen menos reservas comprobadas (del mismo autor, en Página/12, Suplemento Cash, Investigación. El desafío energético.”Baja tensión”, 25/04/2010).
Las fuentes de energía-que deberán diversificarse-son esenciales para el desarrollo industrial y el bienestar general; la distribución del ingreso deberá extenderse a las grandes mayorías; la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual deberá ser una realidad para terminar con los monopolios de la información y la manipulación de la opinión pública; la ley de Entidades Financieras y un nuevo Estatuto para el Banco Central, serán indispensables para financiar al nuevo modelo industrialista; una nueva ley de minería para generar riquezas regionales. El pasado criminal de la dictadura deberá saldarse definitivamente con verdad y justicia. En fin, más y mejor democracia para vastos sectores de nuestra sociedad.
¿Tendremos margen para equivocarnos otra vez? Quien sabe. El tren no suele pasar dos veces. En Argentina hubo algunos momentos históricos con estas características, aunque tal vez no tan evidentes como por estos días. Pensemos en 1910, en 1930, en 1946, en 1958, en 1973.
Los norteamericanos lo resolvieron luego de la Guerra de Secesión, en 1865: el Norte, industrialista y necesariamente abolicionista, se impuso al Sur, algodonero y esclavista. Pero, “Nuestra oligarquía porteña sólo quería exportar carnes y trigo; era una clase ultramarina, miraba hacia fuera en lo económico y en lo cultural. No quería crear un país, quería gozarlo”, dice José Pablo Feinnman (“De un Centenario a otro”, Página/12, Contratapa, 20/04/02) Y continúa: "Este goce (su propio goce) es el que decide festejar el Centenario. 1910 es un largo año de festejos. Semeja lo que fue 1978 para la dictadura de Videla. Semeja el mundial de los militares. Vengan, vean, he aquí el paraíso terrestre”.
Creo que no exagera. Ambos períodos tienen muchas coincidencias. Sobre todo por la supremacía liberal en lo económico, la concentración del poder, el tufo oligárquico, la exclusión de las mayoría, la represión, la mentira autocelebratoria con Rubén Darío o José María Muñoz.
La democracia formal fue recuperada por el pueblo argentino en 1983. Ahora hay que darle contenido popular con producción, trabajo de calidad, consumo, participación. Con la esperanza como bandera. Con o sin poetas que nos acompañen.
Y como siempre-cuando estamos necesitados de inspiración- volvemos a don Arturo: "Lo que movilizó las masas hacia Perón no fue el resentimiento, fue la esperanza. Recuerde usted aquellas multitudes de octubre del '45, dueñas de la ciudad durante dos días, que no rompieron una vidriera y cuyo mayor crimen fue lavarse los pies en la Plaza de Mayo, provocando la indignación de la señora de Oyuela, rodeada de artefactos sanitarios. Recuerde esas multitudes, aún en circunstancias trágicas y las recordará siempre cantando en coro —cosa absolutamente inusitada entre nosotros— y tan cantores todavía, que les han tenido que prohibir el canto por decreto-ley. No eran resentidos. Eran criollos alegres porque podían tirar las alpargatas para comprar zapatos y hasta libros, discos fonográficos, veranear, concurrir a los restaurantes, tener seguro el pan y el techo y asomar siquiera a formas de vida "occidentales" que hasta entonces les habían sido negadas.( Jauretche, Los profetas del odio y la yapa, 1957)
Reconozcamos que puede haber matices, pero sin dudas hay un único camino posible. Basta ponernos de acuerdo en lo principal y dejar de lado lo secundario. Luego, sólo nos resta transitarlo con entusiasmo.

Junín, Buenos Aires, mayo de 2010
rliggera@hotmail.com

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