08 noviembre 2007

El Damero/Amor Pirata - Rubén Fernández Lisso



Amor Pirata
Internet y los canillitas de hiperespacio

Por Rubén Fernández Lisso

Una discusión recorre el planeta hasta el cansancio: Los peligros que acarrea intercambiar archivos de música por Internet para los autores, para las discográficas, para la mismísima música.

Todos los días, o casi todos, los medios masivos de comunicación tratan de convencer a la humanidad de que si se baja música de Internet los músicos morirán de hambre, las siete plagas arrasarán las empresas discográficas y los que bajan música harán que sus interpretes favoritos queden calvos, impotentes y destruidos por una metástasis cancerígena que no podrán curar por no tener dinero. Claro que lo más probable es que los poderes judiciales que defienden a las discográficas en su disputa contra la gente logren poner tras las rejas a “los traficantes de información”.

Mientras tanto, uno no puede menos que preguntarse ¿qué les pasó a los músicos desde que existe Internet? ¿Les va peor que antes? ¿Se empobrecieron?. ¿Bajar su música es como chuparles la sangre con una pajita? ¿Las editoras de discos están quebrando o desapareciendo por culpa de la demoníaca red?. ¿Se acabaron las ganancias para la industria cinematográfica?.

Si me apuran, diría que sucede todo lo contrario: Tanto las discográficas como los músicos consagrados ganan mucho más dinero que antes, venden muchos más discos y los negocios del mundo del entretenimiento musical son cada vez más y más redituables. Ni hablar da las ganancias que producen el cine y los videos. Y uno piensa: ¿¡qué es lo que lloran estos tipos!?

Me encantó lo que decía una nota publicada en rebelión: “Ver al derecho de autor como una propiedad es olvidar que se trata de una materia “de interés público”, interrelacionada con los derechos sociales y culturales, donde entran en juego el aliento a la creatividad, el desarrollo cultural endógeno, la protección de la diversidad cultural y la producción de nuevos bienes inmateriales que nos permitan disfrutar del avance de la inteligencia en el campo de las ciencias, las artes y las letras”. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=57455)

¿Y los músicos que venden pocos discos, o ninguno, son más pobres porque uno se baje su música de Internet? ¿se acrecienta su pobreza? ¿les quito el pan de la boca? Claro que igualmente estoy un poco preocupado, porque si es verdad lo que dicen los medios masivos de desinformación, estoy seguro que el pobre de Tim Burton no habrá podido pagar sus impuestos porque yo me bajé El gran pez de Internet... pobre Tim, qué desgraciado lo hago con mis perniciosos actos.

Y si no se notó hasta ahora, se los digo: Amo bajar música y películas de Internet. Amo esa magia de picar un nombre y olvidarlo hasta que en la carpeta incoming aparecen canciones y pelis. Arte que llega, penetra los oídos, traspasa células, atraviesa la materia. Y no me produce ningún complejo, nada de culpa. Si los músicos son pobres, no van a ser más pobres porque yo me baje su música ¿O los Soneros de Tesechoacán tienen ahora menos recursos porque yo disfruto cuando quiero el siquisiri?

Pero en última instancia, si mis acciones llevaran a la quiebra a una multi discográfica, ay, qué gran pena tendrán sus dueños, porque lo que es a mí, no me mueve un pelo ¿O es que las multis de la industria del entretenimiento se preocupan por la gente si no puede acceder a los bienes culturales? ¿Pero si ellos tuvieran razón? ¿Oh, dios, entonces en qué clase de monstruo me he convertido?

Pero mientras el mundo del poder discute y trata de encarcelar a la gente que intercambia archivos, el resto nos la disfrutamos de lo lindo con todo lo que baja. Yo, por ejemplo, descubrí varias cosas que me conmovieron: Orishas, Lila Downs, El Cuarteto de Nos, una banda uruguaya más que simpática. y tanto más: Gabo Ferro, banda Agua Caliente de Tijuana, Salif Keita.

Nunca mis oídos hubiesen sabido de Joe Strummer y sus mescaleros si no fuese por la web. Y es un lujo. Joe añejo, tranquilo, intenso. Cuando me enteré de la muerte de Joe, pensé: Qué suerte que hizo éstos discos antes de morirse! Gracias Joe!. Para fanas de Clash, rareza entrañable.

Pero hay más cosas que me patalearon la cabezota como Devendra Banhart, Jack Johnson, o el conmocionante dúo de piano y batería The Dresden Dolls, o Flavio y la Mandinga, la banda solista de Ciancarulo o como sea que se escriba, que también me encanta. En la web la cosa es así como infinita. Y más pienso y más cosas se me ocurren: Colombiafrica, Vinicio Capossela, Ozomatli, José González, Antibalas, y en este mismísimo momento estoy cagado de gusto escuchando una banda de Nigeria: Oliver de Coque, en http://www.duduradio.com/

También llegaron a mí pelis que me encantaron. Una obra maestra del cine como Delicatessen, o La novia del cadáver, del ya mencionado y estimadísimo Tim Burton, o Carretera perdida de David Lynch. Otra cosa grosa que me llegó vía web es el Payador Perseguido de Don Atahualpa Yupanqui y su infinita poesía: “Aunque mucho he padecido, no me engrilla la prudencia, es una falsa esperencia vivir temblándole a todo, cada cual tiene su modo, la rebelión es mi esencia” (o dice cencia, no sé). Don Ata es gigante: Guitarra en mano canta la vida. Debería ser uno de los contenidos en los programas de educación. Otro verso del Ata que debería cotizar en la bolsa: “dios por acá, no pasó”.

Y hablando de infinitudes, salió nuevo disco de Manu Chao. La radiolina es otro continente en el universo Manu: Si lo venís siguiendo en shows o en la web, conocés lo que hay en este disco. Pero, aunque no me sorprendió, ni de pedo me decepcionó: Es como el amigo entrañable que volvemos a encontrar después de un tiempo y no tenemos ninguna pretensión, solamente estar con el amigo, y saber cómo anda. Manu sigue intenso, más oscuro... Si Próxima Estación Esperanza era un día de sol de primavera, La radiolina es una tarde nublada, ventosa, apremiante, del otoño. Otro disco amigo. Me gusta mucho. Hay tema gratis en radio chango: http://www.radiochango.com/ que es una página de la puta madre y de mi más alto aprecio.


Me gusta mucho lo que dice Manu sobre el intercambio de archivos: “Todo esto es una realidad, Internet es una realidad y no se puede ir en su contra. Es como en la era de los dinosaurios, habrá que adaptarse si se quiere sobrevivir. El que se sabe defender en un escenario va a sobrevivir, no se puede luchar contra esto. Si yo fuera un chaval de 17 años y tuviera 20 euros en el bolsillo y la posibilidad de comprarme un disco o bajármelo, me lo bajaría e invitaría a mi novia al cine con la plata. El capitalismo es así y la gente siempre va a elegir lo más barato. Cuando yo era joven, en el barrio también era así, hacíamos lo mismo, uno se compraba un disco y todos los demás se lo copiaban. Personalmente, no me molesta que la gente se baje mis discos”.

Y para terminar, lo tengo que decir: Amo el emule, el ares, el kazaa, que son algo así como los canillitas, o como el camarero amigo, pero no traen ni diarios ni café, son servidores de músicas, de pelis, de archivos de texto. Y miren si los amaré, que ahora mismo dejo de escribir esta nota para ponerme a ver Sicko, el nuevo documental de Michael Moore, que acaba de llegar desde el mágico hiperespacio hasta mi carpeta de archivos compartidos.

Eso sí, sepan disculparme, lo que pasa es que me tengo que apurar antes de que los dueños del circo obliguen a sus perros guardianes a tirar mi puerta abajo. Y eso que en mi bolibolín no hay petróleo, ni agua potable, solamente una computadora con banda ancha que me ha convertido en un peligroso delincuente.

Rubén Fernández Lisso


Octubre 2007

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