FRAUDE PARA LA VICTORIA
escribe Alfredo Grande
(para La Tecl@ Eñe)
“hay pequeñas mentiras, grandes mentiras y el Indec”
(aforismo implicado)
El fin justifica los medios. Paris bien vale una misa. El que quiere celeste, que le cueste. No hay dos sin tres. Todas formas más o menos encubiertas de cristalizar el pasaje de lo contingente a lo necesario. De la ilusión de alternativas, a la alucinación de la no alternativa. Los grados de libertad dentro de la cultura democrática denominada “que se queden todos”, se han reducido a valores de menos de un dígito. Las variantes del Partido Conservador han triunfado, con la dudosa tranquilidad que sus opciones fascistas-falangistas han sido pulverizadas. La apatía, abulia, autismo del humor ciudadano es un dato quizá peor que el tránsito lento electoral. Se ha vuelto a escuchar, por parte de un fiscal al atribulado ciudadano, el lejanísimo y execrable: “vos ya votaste”. O la sugerencia perversa de votar en blanco (apenas un voto para la corona) ante la ausencia de las boletas que correspondían al club de los amores. Un presidente que debiera ser de todos los argentinos, incluso de los gorilas, se ufana de haber ganado por paliza. ¿Llegarán otras formas más contundentes, al estilo de la que quisieron propinarle al Barba Gutiérrez? En un país que no cierra heridas porque sólo se ocupa de las más bestiales, sigue sangrando por otras menos profundas pero igualmente letales. Se denomina hemorragia en napa, y no necesita ningún tajo profundo. Es el propio organismo que ya no tiene la capacidad de coagular su sangre, y ésta es derramada por arterias también abiertas. Que los Rodríguez Bah hagan pucheritos, porque el imperio puntano no despega de su territorio de origen, no debiera despreocuparnos del contenido de verdad de la queja de la doble A. Cuando la presidenta electa ganó la elección a senadora nacional, se vulneró la ley electoral. En estas elecciones se repitió. La mayoría gana dos senadores y la minoría, del mismo partido, el otro senador. Este auge de la ley de lemas encubierta con la jocosa denominación de colectoras, es un fraude cultural, político y electoral. Porque la cultura de la democracia burguesa, aunque no sea alternancia, menos implica el poder unitario, en un país que se pretende federal. Que la única interna que haya validado la candidatura de la presidenta electa haya sido la familiar, no ayuda a recuperar la cultura del trabajo, tantas veces cacareada. Por que el trabajo también es la construcción de partidos políticos que den cuenta del trasvasamiento generacional, del desarrollo del pensamiento crítico y colectivo, y de la búsqueda de los dispositivos de participación directa en las decisiones. Ni superpoderes ni la epidemia de decretos de necesidad sin urgencia, ayudan a esos desafíos, mínimo legado de las jornadas del 2001 y de la masacre de Avellaneda, aún impune. Porque esta etapa de la democracia K está regada con la sangre de los militantes caídos en combate, que es posible que no hayan muerto contentos, porque, a diferencia del sargento Cabral, sabían que no habían batido al enemigo. Penosa evaluación la que sólo toma en cuenta el aspecto cuantitativo. La democracia de los porcentajes, donde lo importante es el rendimiento dinero-votos, y apenas que espacio y tiempo para pensar la coherencia y consistencia de las propuestas políticas. Débil alegría porque Pino sacó más votos que López Murphy. La misma que decir que es buen mozo porque es más lindo que Boris Karloff. El suicidio electoral de las izquierdas, no se soluciona con liderazgos asentados en trayectoria, talento y carisma, si no pueden superarse las tendencias al macarteo permanente. El fraude para la victoria no lo enfrentaremos con la defraudación para la derrota. Que en realidad es autodefraudarnos por una tendencia al fracaso. Si la batalla que nos queda es la cultural, no dejemos pasar en la frivolidad de los números, peligrosas tendencias que cristalizan en otra variante de la cultura represora. La peor de todas, porque ahora es, democráticamente, convalidada.
Octubre 2007
(para La Tecl@ Eñe)
“hay pequeñas mentiras, grandes mentiras y el Indec”
(aforismo implicado)
El fin justifica los medios. Paris bien vale una misa. El que quiere celeste, que le cueste. No hay dos sin tres. Todas formas más o menos encubiertas de cristalizar el pasaje de lo contingente a lo necesario. De la ilusión de alternativas, a la alucinación de la no alternativa. Los grados de libertad dentro de la cultura democrática denominada “que se queden todos”, se han reducido a valores de menos de un dígito. Las variantes del Partido Conservador han triunfado, con la dudosa tranquilidad que sus opciones fascistas-falangistas han sido pulverizadas. La apatía, abulia, autismo del humor ciudadano es un dato quizá peor que el tránsito lento electoral. Se ha vuelto a escuchar, por parte de un fiscal al atribulado ciudadano, el lejanísimo y execrable: “vos ya votaste”. O la sugerencia perversa de votar en blanco (apenas un voto para la corona) ante la ausencia de las boletas que correspondían al club de los amores. Un presidente que debiera ser de todos los argentinos, incluso de los gorilas, se ufana de haber ganado por paliza. ¿Llegarán otras formas más contundentes, al estilo de la que quisieron propinarle al Barba Gutiérrez? En un país que no cierra heridas porque sólo se ocupa de las más bestiales, sigue sangrando por otras menos profundas pero igualmente letales. Se denomina hemorragia en napa, y no necesita ningún tajo profundo. Es el propio organismo que ya no tiene la capacidad de coagular su sangre, y ésta es derramada por arterias también abiertas. Que los Rodríguez Bah hagan pucheritos, porque el imperio puntano no despega de su territorio de origen, no debiera despreocuparnos del contenido de verdad de la queja de la doble A. Cuando la presidenta electa ganó la elección a senadora nacional, se vulneró la ley electoral. En estas elecciones se repitió. La mayoría gana dos senadores y la minoría, del mismo partido, el otro senador. Este auge de la ley de lemas encubierta con la jocosa denominación de colectoras, es un fraude cultural, político y electoral. Porque la cultura de la democracia burguesa, aunque no sea alternancia, menos implica el poder unitario, en un país que se pretende federal. Que la única interna que haya validado la candidatura de la presidenta electa haya sido la familiar, no ayuda a recuperar la cultura del trabajo, tantas veces cacareada. Por que el trabajo también es la construcción de partidos políticos que den cuenta del trasvasamiento generacional, del desarrollo del pensamiento crítico y colectivo, y de la búsqueda de los dispositivos de participación directa en las decisiones. Ni superpoderes ni la epidemia de decretos de necesidad sin urgencia, ayudan a esos desafíos, mínimo legado de las jornadas del 2001 y de la masacre de Avellaneda, aún impune. Porque esta etapa de la democracia K está regada con la sangre de los militantes caídos en combate, que es posible que no hayan muerto contentos, porque, a diferencia del sargento Cabral, sabían que no habían batido al enemigo. Penosa evaluación la que sólo toma en cuenta el aspecto cuantitativo. La democracia de los porcentajes, donde lo importante es el rendimiento dinero-votos, y apenas que espacio y tiempo para pensar la coherencia y consistencia de las propuestas políticas. Débil alegría porque Pino sacó más votos que López Murphy. La misma que decir que es buen mozo porque es más lindo que Boris Karloff. El suicidio electoral de las izquierdas, no se soluciona con liderazgos asentados en trayectoria, talento y carisma, si no pueden superarse las tendencias al macarteo permanente. El fraude para la victoria no lo enfrentaremos con la defraudación para la derrota. Que en realidad es autodefraudarnos por una tendencia al fracaso. Si la batalla que nos queda es la cultural, no dejemos pasar en la frivolidad de los números, peligrosas tendencias que cristalizan en otra variante de la cultura represora. La peor de todas, porque ahora es, democráticamente, convalidada.
Octubre 2007
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