08 noviembre 2007

Zona Literaria/Cuento Andrés Fabián Valdés



Andrés Fabián Valdés



El encierro

Apenas una hora para caminar, sólo en fila, respirando el aire húmedo del patio, mientras el resto del tiempo, estábamos aprisionados en celdas constreñidas y pestilentes, en el aislamiento más miserable, siendo obligados a cardar estopa, a comer de alimentos nauseabundos y a dormir sobre un astillado tablón, bajo la tenaz vigilancia de los guardias, que aprovechaban cualquier movimiento ajeno a la monotonía, para inventar una infracción y así infligir severos castigos. El fundamental motivo de las represiones, consistía en la degradación física y en un deterioro mental desgarrador. Sin embargo, sin mérito de violencia, ningún castigo tenía la constante capacidad de alteración, como el repugnante olor a materias descompuestas, en el que el vaho de las secreciones humanas: heridas virulentas, transpiraciones y excrementos, se mezclaba con los insalubres vapores de las cocinas; el hedor espeso y flotante invadía las dimensiones del recinto celular, que recibía oxígeno del patio sólo por una rejilla de ventilación, por cierto, bastante obstruida por la suciedad.

Las celdas, de poco más de dos metros de largo por un metro y medio de ancho, con un cielo raso completamente invadido por hongos, que no llegaba a superar la estatura de los guardias más altos, estaban abismadas en una oscuridad densa y asfixiante. El aciago ambiente era atenuado por la borrosa luz del corredor, que se filtraba por una angosta hendidura, ubicada sobre la plomiza puerta de metal que se abría sólo durante las rigurosas inspecciones.
Contemplando aquella tiznada luz que se colaba, quizás desde otro pabellón, mil veces, por decirlo de algún modo, pensé en la manera de quitarme la vida, y mil veces me consolé escuchando los agónicos lamentos del sufrimiento ajeno.

1 comentario:

  1. aca tenemos un hilo nuevo que nos lleva a conocer un poco mas de otras texturas de andres. bien. sigue asi.

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