Por María Cecilia Foulon
Té con limón. Me duermo, me despierto. Y más té con limón.
Estiro las frazadas y me tapo hasta la nariz. Qué digo!... hasta la cabeza.
Llovizna tupido. Por la ventana todo se ve grisáceo. Plomizo el cielo, parduscas las baldosas del patio. El aire pesa cargado de humedad, y hace calor.
Es extraño el clima para esta época del año, invierno, pleno invierno, aunque no lo parece.
Y me tapo hasta la cabeza. Será por el resfrío? Puede ser. Los bichitos se colaron por alguna rendija que encontraron, estaba con las barreras de protección baja. Pero ¿Cómo protegerse cuando una se siente calada por una humedad que no es la circundante, sino una más densa que viene desde la propia médula, como una neblina que todo lo empaña?
Los vidrios de la ventana están empañados, se desdibujan las siluetas de los arbustos y no hay pájaros que se animen a detener el vuelo sobre la pared lindera.
El mundo parece detenido, lejano. Pero no es cierto, lo sé, lo percibo. Allí afuera, en la calle, los coches pasan sobre el pavimento, escucho el sonido del rodar de los neumáticos sobre lo mojado, chasqueante. Y la gente transita yendo a sus tareas.
Enciendo el televisor. Y veo tres mujeres, las tres muy parecidas, maquilladas, peinadas, con ese aire artificial de las conductoras de los programas de TV de la tarde.
Están hablando de la puta autoestima. Sonriendo, sonriendo-se unas a otras, y alternativamente hacia las cámaras. Es decir, de frente al público que se engancha inevitablemente con ellas. -“Hay que hacer lo que uno quiere, no postergar nada” -pontifican desde el módico espacio, con escenografía más módica todavía. - “Es preciso anotarse en ese curso que siempre soñamos, ir de compras, renovar el vestuario...” etc. etc. etc....
¿En qué mundo viven estas tilingas? Ay... !, esto de llamarlas tilingas, me delata, me estoy poniendo vieja. Tilinga era una palabra que usaban mi mamá y mi tía, y que ahora nadie conoce. Hoy, si quiero ser tajante, podría decir “estas locas”, o simplemente “las muy boludas”. Sin embargo, de boludas, nada, eso seguro. Al menos encontraron un filón que les permite sobrevivir y ganar guita en este país en que la gran mayoría de la gente, minga de trabajo. Es probable que si les presto algo de atención me entere que se recibieron de Psicólogas -que viene a ser el equivalente de estudiar Corte y Confección en otras décadas. “Serás lo que debas ser, o no serás nada”... No, serás: Psicóloga. Aquello de estudiar Corte y Confección ya no sirve de nada, y está tan fuera de lugar como querer ser maestra. ¿Quién quiere ser maestra con estos niños de los tiempos violentos, que van a la escuela con armas, hambrientos de toda hambre, drogados de bits o de paco -eso según al barrio en el que esté la escuela-? Solamente las que tienen vocación, y esa rara y escasa elite en este caso no cuenta: con vocación siempre quedan algunas pocas, ayer y hoy, no hay diferencia.
El caso es que las minas en la tele siguen hablando de la autoestima. Según ellas, para conservarla hay que cuidar el peso y por lo tanto comer todo sanito, ligth e ir un gimnasio. ¿Sabrán estas minas que comer puede ser una cuestión de elegir lo de menor precio? Que en el mejor de los casos, si tenés un mango la opción más barata de comida es la que más engorda? Bueno, no es el caso... de ellas, según parece -o se la pasan regio, o tal vez sean bulímicas o anoréxicas con sus cuerpitos huesudos y las tetitas de plástico. La cuestión de la autoestima pasa también por conseguirte un mino que te mantenga, y que como suele ocurrir por mantenerte te quite la autoestima... y te joda todo lo posible la vida.
Las escucho afirmar con desparpajo que tenemos que trabajar en lo que nos dé satisfacción, porque esa es la mejor manera de progresar en la vida. ¿Están en pedo? ¿O qué les pasa a estas minas? La mayoría de los argentinos quieren trabajar, con desesperación, en lo que sea. Quieren trabajar sin más pretensión que eso tan elemental: tener un trabajo digno, remunerado, y dejar de estar pendientes de encontrar una changa, algún rebusque, o conseguir alguna ayuda - ropa usada de Caritas, el bolsón de alimentos de la Municipalidad, o los escasos pesos de un plan del gobierno, que incluye a entrar en el circo de los punteros de turno.
Hago zaping. En otro canal, los chefs preparan unos apetitosos platos, muy accesibles... con langostinos, mango, etc. Total, si estamos en el Caribe...! Que los parió!... Por qué no enseñan a cocinar los frijolitos volteados o refritos, de precio más acomodado...?
Apago el televisor y me tapo nuevamente.
La cama está tibia, cómoda, confortable. Descanso mi cabeza sobre la almohada a la que redescubro inesperadamente suave y mullida. Siento sobre las piernas el peso de Sofía, que ronronea como una gata feliz, plácida y satisfecha con su lugar en este mundo, en esta casa, y en esta cama. Ella con sabiduría sabe por instinto discernir con naturalidad lo que es bueno en la vida. Ronronea y deja atrás el recuerdo de los días inciertos en que vagaba sin rumbo, sin techo, y sin comida; se adapta a su nuevo status de gata mimada que duerme arriba de la cama.
Y me contagia, juro que me contagia.
Yo también casi ronroneo contenta. En este día gris, en que llueve, y todo asfixia, siento que cuento con el extraordinario privilegio de su compañía. Y lo disfruto.
Mi autoestima sube y sube.
Atenti, chicas de la tele! Hay otras recetas! Si quieren se las paso!
No es porque haya decidido hacer gimnasia, no adelgacé súbitamente, ni recordé mis habilidades, mis ridículos títulos, o los logros por mis estudios. Es que, maravillada, descifro que tengo una rara y preciada habilidad: puedo ronronear con y como los gatos...
¿Cuál es la realidad? ¿Hay fórmulas para estimular el autoestima? Una humedad que asfixia... una realidad dónde el trabajo nos permita comer... María Cecilia Foulon destaca por su relación con las cosas pequeñas de todos los días, su sensibilidad y ojo crítico nos llevan a descubrir y descubrirnos en el aquí y el ahora como seres humanos queriendo un trabajo digno, que nos permita comer, criar a nuestros hijos, darles una educación gracias a que aún existen los maestros... Vivir sin pretensión... VIVIR!!!!
ResponderEliminarHola Conrado, muy profesional su blog, agradezco a MARIA MARIA que me lo haya linkiado.
ResponderEliminarEn mi país soy otro, no tengo identidad más que la propia, la que me pertenece por derecho divino. Cada día pongo el contador en cero y me digo, que mascara usare hoy, aquella que vaya con el gris de la tormenta o la de pendejo para no desentonar dentro de la marabunta. Silencio, el otro se queda callado como esperando que sea yo el que tome una decisión que no me corresponde. Menudo berenjenal en el que nos he metido.
Viene al caso este preámbulo porque al disfrutar de esta entrada, veo como ante el espejo de Alicia la realidad de nuestras tierras nada escapa al escenario, todos los actores presentes, con la única diferencia de que por acá, el circo no es de bulímicas sino de boludas, si, chicas que de Light no tienen nada pero si mucho de bolas, bolas por acá bolas por acullá, bolas por todos lados. Eso es lo que entretiene a las masas y las mantiene aletargadas, semi zombis, felices con la hormona alborotada.
Que te puedo decir MARIA MARIA, si me conoces que soy PIANTAO, y que este comentario lo que menos tiene es de ello, mas bien es un compartir como siempre lo expreso y mas aun, un aprender de manera constante que existen palabras que con su única mención ya dicen mucho.
Por estos lares ya tenemos escasez de mininos, parece que han pasado a formar parte del arte culinario de algún chef gourmet que promete las mejores “delicatesen” a módicos costos pagados en euros, ya que como todos sabemos el dolarbush esta devaluándose. Así que disfruta a tu minina, porque de repente y así como el corralito nos hizo conocer a muchos que vieron en Guatelinda la tierra prometida, muchos de todos lados, verán a tu país como la meca del buen comer y la recuperación de la autoestima.
Recibi un abrazote y sabes que de este lado de la galaxia, siempre habrá alguien que bien te quiere. BARUHASHEM
Gracias por tu comentario Titus. Espero que María Cecilia te responda. Abrazos
ResponderEliminarConrado.
Gracias por tu comentario Titus. Espero que María Cecilia te responda. Abrazos
ResponderEliminarConrado.
ME GUSTÓ TU HISTORIA. ME SENTÍ IDENTIFICADA.CREO QUE MI GATO TAMBIÉN ES MAS FELIZ QUE CUALQUIER ARGENTINO QUE NO SABE RONRONEAR CON LAS COSA SIMPLES.
ResponderEliminarBESOS
Vivi:
ResponderEliminarDe forma constante se nos bombardea con ideas de "plástico" que intentan sumergirnos en una irrealidad. El consumo, el concepto de una mujer objeto, las simplificaciones burdas de la temática femenina, en fin... Todo para que se quiebre el ontológico lazo con la naturaleza.
Las cosas simples no tienen valor de mercado.
Una gata, un pájaro, una plantita aunque sea en el balcón, nos recuerda nuestra propia y frágil naturaleza humana.
Gracias por dejar un comentario.
Vivi:
ResponderEliminarDe forma constante se nos bombardea con ideas de "plástico" que intentan sumergirnos en una irrealidad. El consumo, el concepto de una mujer objeto, las simplificaciones burdas de la temática femenina, en fin... Todo para que se quiebre el ontológico lazo con la naturaleza.
Las cosas simples no tienen valor de mercado.
Una gata, un pájaro, una plantita aunque sea en el balcón, nos recuerda nuestra propia y frágil naturaleza humana.
Gracias por dejar un comentario.