19 mayo 2008

El Damero/ Poderío Político - Ezequiel Martínez Estrada


PODERIO POLITICO.
EZEQUIEL MARTINEZ ESTRADA.

En Buenos Aires los viejos y complejos problemas de la nacionalidad se transmutan en problemas teóricos, fáciles y de gran estilo. Conviértese en leve lo grave; lo desesperante, en asunto de tratar despacio. Porque los problemas nacionales pasan a ser vistos condicionados por la urbe. Una cosa son los problemas in vivo del campo y otros los problemas in vivo de la ciudad. Cuando se le trae a la capital, el problema ha sido lisa y llanamente escamoteado, como la tortuga pasa a ser paloma desde el instante de entrar en la galera del prestidigitador.
Cada problema tiene para nosotros dos aspectos: uno nacional y otro urbano, uno que se resuelve y otro que se estudia. De antigua data prevaleció el criterio del edil sobre el del administrador, y cualquier yerro tuvo la ciudad para darle razón. En fin, no hubo mal que a Buenos Aires no le viniera bien.
Cuando la Emancipación, el Cabildo asumió el Gobierno. Se creó un gobierno municipal para todo el Virreinato. La Primera Junta ejerció ese gobierno con igual carácter. Se iba ensayando una independencia relativa, porque ningún buen patriota hubiera consentido que el Cabildo delegase sus facultades específicas en una junta autárquica. Lo consintió porque se sobrentendía que el Cabildo era España. La Municipalidad se arrogó las facultades del Virrey y desde entonces las fue ejerciendo. La línea de evolución ha sido: Cabildo- Junta- Gobernación-Ejecutivo Nacional ( con la Intendencia como apéndice).
El Cabildo proclamó la Primera Junta en la inteligencia de que el orden inaugurado conservara la estructura municipal de su origen. También el Segundo Triunvirato fue creación de la ciudad, después de la revolución del 8 de octubre de 1812. Y ya dijo Groussac bastante del cariz metropolitano de la presidencia de Rivadavia.
La autoridad que así se iba gestando, conservó la facultad de poner y sacar gobernador y dar el frente o la espalda al interior, conforme le conviniera. Hasta convertirse a Buenos Aires en Capital Federal de la República, convivían en él el gobernador de la provincia y el presidente, considerado en ocasiones como huésped no siempre grato, a quien se posponía en el rango de honor en algunas ceremonias. Desde 1810 se plantea esta cuestión: España-Buenos Aires por un lado y América- Interior por otro. Cuando Sarmiento encontró por urgencias de la polémica la fórmula: civilización- ciudad contra interior- barbarie, tocaba el mismo problema de la nacionalidad. Con palabra más expresiva el paisano llamaba godo al español y al porteño.
El interior tuvo que ponerse a ganar la Emancipación contra Buenos Aires tanto como contra España. Carlos Tejedor libró la última batalla y la perdió; es decir, la perdimos todos. La Ley del 20 de septiembre de 1880 dio el tiro de gracia a la metrópoli, a la provincia y al país. Se trataba de un problema dificilísimo que se resolvió por el procedimiento gordiano. La análoga ley de 1826 decidió la caída de Rivadavia y suscitó las guerras civiles. Dos veces tuvo Sarmiento que vetar leyes que erigían a Rosario en capital federal. El abogaba por Argirópolis- isla Martín García-, capital simultánea de Argentina, Uruguay y Paraguay.
Al discutirse los proyectos de 1869, el senador por Córdoba don Martín Piñero expresó: “Mientras el gobierno nacional esté en un gran centro de población no ha de ser el gobierno de la República Argentina, por más virtudes que tengan los hombres; ha de ser el gobierno de la localidad en que esté, y nada más”. Carlos Tejedor, diputado, excluía en 1867 a córdoba y Rosario por las mismas razones que a Buenos aires, prefería “cualquier lugar que se eligiera en medio del desierto”.
La ley de 1880 cortó el nudo. Desde entonces Buenos Aires dejó de ser capital de la provincia y quedó siendo capital de sí misma. Cualquiera que sea el grado de verosimilitud de estos reproches, hace cuarenta años podía comprenderse mejor que hoy lo que significaba una decisión de tal naturaleza. Ya nos hemos acostumbrado a la creencia de que con el fallo de un viejo pleito la situación de hecho cambió. Muy pocos entenderán el sentido de estas palabras de don M.D.Pizarro, publicadas en la Revista de Derecho, Historia y Letras, en 1898: “¿Por qué no se levantan en el interior las voces de sus hombres eminentes? ¿Por qué sólo se oyen las voces metropolitanas que desde la capital de la República se levantan como zumbidos y murmullos de enjambres de colosal colmena? Porque ahí está concentrada toda la vida política de la república, y el interior es una tumba que sólo guarda los despojos de un muerto... El interior es la necrópolis de las autonomías del régimen federativo que hoy sólo pertenece a la historia política de la República”.

Del libro” La cabeza de Goliat” de Ezequiel Martínez Estrada.

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