15 marzo 2010

Medios de Comunicación y tratamiento informativo/ Amado Adriana

Información y desinformación
Por Dra. Adriana Amado* (http://www.catedraa.com.ar/)
(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Aoife Sapinosa

La teoría clásica de la información - que supone una relación directa entre emimisor y receptor - deja fuera otras variantes que también significarían un menoscabo al derecho a la comunicación como ocurriría con las categorías de subinformación y sobreinformación

Los medios se han pensado alrededor de la teoría de la información, que considera que ésta es una magnitud discreta que circula entre un emisor y un receptor. Ignacio Ramonet explicaba en su texto -ya clásico- La tiranía de la comunicación que habría desinformación cuando se impulsaran noticias falsas o que inducen a engaño. Pero otras variantes también significarían un menoscabo al derecho a la comunicación como ocurriría cuando la información ofrecida fuera insuficiente, o producto de un recorte excesivo de lo que se informa, que llamaba subinformación. Ramonet señalaba otra instancia, muy común por estos días, para los medios inundados con infinidad de noticias anodinas o personajes triviales. En este caso podríamos hablar de sobreinformación, como resultado de la producción en serie de noticias que ni siquiera son falsas, sino que las más de las veces son innecesarias.
Estas categorías estaban referidas a un mundo donde los medios eran los principales productores de información, que distribuían por irradiación. Y que demanda una serie de supuestos teóricos y empíricos, que merecen repensarse para ver si se cumplen en la mayoría de los actos de comunicación en los que participamos hoy:
· Supuesto fundamental: Esta perspectiva supone que la información es una, objetiva, evidente, que existe previamente a su ingreso al circuito comunicativo. Todo lo que desvirtúe esa entidad indiscutible, accesible mediante el conocimiento atento y despojado de intencionalidad, sería una distorsión. La pregunta es quién determina qué es esa cosa indubitable, previa a la instancia de comunicación, que se llama “la información”.
· Correlato: Todo lo que desvíe, tuerza, manipule “la información” es una amenaza, especialmente en las sociedades estructuradas alrededor de sistemas hegemónicos, con canales de comunicación únicos, de llegada homogénea y simultánea. Pero ¿qué ocurre cuando irrumpen en este sistema otros mensajes, por débiles o marginales que sean? ¿Qué pasa con sistemas hegemónicos sin credibilidad o sin audiencias atentas? ¿Estamos hablando de sociedades con un sistema informativo, o con varios sistemas a la vez?
· Constatación empírica: En la era de la información la circulación de mensajes es más bien entrópica. Además de los medios tradicionales, las organizaciones políticas, económicas y sociales hoy cuentan con medios propios, de mayor o menor envergadura, pero que de alguna manera intervienen en los circuitos informativos de manera muy activa. Por otro lado, los canales tradicionales se enfrentan hoy a una crisis de audiencias como nunca antes tuvieron, debido a la multiplicación de oferta (incluso desde los mismos medios clásicos) y a la proliferación de emisores (hasta las campañas de publicidad más potentes deben lidiar con los rumores y las acciones ciudadanas que las cuestionan). La accesibilidad de tecnologías que permiten, por ejemplo, que la información que no reciben algunos medios, circule por otras vías. Hoy la información no está (sólo) en los grandes medios. Hay nuevos actores para la desinformación, la subinformación y la sobreinformación.
Es probable que lo que mejor describa el actual sistema de comunicación sea la idea de sobreinformación, pero con un agregado a la idea de Ramonet y es que es difícil encontrar un único responsable de la catarata de mensajes que se reciben a diario. A la potencial conspiración del poder (mediático, político, económico) por ocultar alguna cuestión a través de una campaña de distracción comunicativa o de silenciamiento, hay que agregarle la naturaleza misma del sistema, que funciona a aluvión de mensajes que cada día se arrojan en los distintos canales con la esperanza de ser distribuidos (e idealmente, escuchados). Se trata claramente de un sistema de oferta, que raramente coincide con las demandas reales de información de los ciudadanos y con sus posibilidades fácticas de recepción y comprensión de mensajes. En este contexto, no parece que la peor amenaza sea la distorsión de la información, sino el descrédito hacia los emisores y hacia los vehículos que transmiten los mensajes insuficientes o excesivos, inexactos o innecesarios.

22 de febrero de 2010
*Investigadora y profesora en la Universidad Nacional de La Matanza y docente de postgrado en universidades de Buenos Aires, Rosario y Córdoba. De formación en Letras (UBA), cuenta con una Maestría en Comunicación institucional y un doctorado Ciencias Sociales en FLACSO.

3 comentarios:

  1. En base a la enorme cantidad de información que circula por nuestras vidas (y mentes) a través de la web, diarios y revistas impresos, canales TV, radios, etc...Debemos sumarle la gran cantidad de información que se nos presenta de forma visual como por ejemplo la cartelería en la vía pública, con intención publicitaria, campañas de moda, descuentos en supermercados, publicidad y propaganda política.
    Me pregunto: ¿será capaz nuestro cerebro de procesar tanta información, o será que sólo trabaja en el almacenamiento de lo que considera "importante", desechando lo "inservible"?
    ¿Cómo operará esta selección en cada una de las personas?
    Y me pregunto también hasta qué punto podemos almacenar, procesar, deglutir esta información-comunicación-propaganda y llegar a una conclusión "propia", teniendo en cuenta la velocidad con la que se genera una nueva información-comunicación-propaganda en nuestra mente, al segundo siguiente de deglutida la anterior.
    ¿Cuál es entonces el tiempo que utilizamos para pensar lo que acabamos de incorporar?
    Muy bueno el blog.
    Saludos,

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  2. Hola Virginia! Gracias por escribir. Me parece que leemos y almacenamos haciendo recortes de lo que nos interesa y nos parece confiable ( claro que también nos vamos entrenando cada vez más en detectar opreciones de prensa e intereses) para darnos una idea de lo real; y sí, desechando lo periférico. Entonces le dedicamos tiempo a aquello sobre lo que nos parece importante detenerse y reflexionar.
    Besos y gracias!

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  3. Manuel Castells publica el cálculo de que a diario nos enfrentamos con 1600 estímulos de comunicación promedio. Es decir, una cantidad inmanejable desde la perspectiva de una selección racional o de una libre elección de lo que vamos a consumir como información. Baumann habla de que estamos padeciendo una especie de "bulimia informacional", en donde la voracidad por incorporar contenidos se acompaña con un descarte inmediato de lo que habíamos visto/leído apenas segundos antes.
    La pregunta que nos deberíamos hacer es si este desequilibrio informativo se arregla simplemente con más información y con más medios. Personalmente no creo que una forma de contrarrestar los contenidos comerciales o de la mala calidad sea aportando más mensajes al sistema, que está claramente desbordado. ¿Quién sabe hoy cómo funciona la recepción? Estamos hablando mucho de lo que la gente hace con los medios sin tener un dato confiable al respecto. Apenas si ofrecemos una pobre descripción de lo que hacen los medios. Pero ni imaginamos qué puede estar haciendo hoy la ciudadanía con el sistema, tal como observa Virginia.

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