07 septiembre 2009

El Estado y sus relatos/ Vicente Zito Lema

La pobreza, el estado y la vida en la muerte.
Por Vicente Zito Lema

(para La Tecl@ Eñe)

Ilustración: Aimée Zito Lema


Vida en la pobreza; tras un tiempo sin paradigma de tiempo como ilusión de eternidad, donde

no estaba separada la pobreza de la riqueza, o mejor: no había riqueza ni pobreza, pues todo

en la vida era noche sin fin y era miedo y era necesidad en todos los órdenes y para cada cosa;

tras otro tiempo donde estar fuera de los otros en el cuerpo y en las cosas, aún en las estrellas,
era impensable salvo como muerte, o acaso tampoco así; pasado más tiempo en el tiempo del

alma como espiral del cosmos, cuando se concibió la fe en el amor, como única riqueza, delirio

de pureza que Dios no cultivó (Dios ya era una multitud de flores y unidad de belleza en todo lo
creado, sin necesidad de amor humano; y tras mirar y ver como el perfume se pudría en el

alma, llegó la angustia a caballo de otro delirio, se podrá decir…); tras la pobreza como oscuro

pecado de los pobres a expurgar en la pesada realidad de los días en la tierra y en las

alucinadas pesadillas de los infiernos, en esas alcantarillas donde el alma será devorada en el

instante de cada instante, en el centro fugaz de la misma fugacidad, pues el cuerpo ya fue

comido de un solo bocado, presente, rotundo y grosero, (y aquí el sol y la luna que todo lo

alumbran se apagaron, quien sabe si fue un viento o un llanto, o simple y llano el poder eclesial
que salta al ruedo y se apodera de las normas, de los ritos y martirios en boca de la fe…);
después, con ilusión de nueva y definitiva luz, o sueño superior en la penumbra gótica (esa

leyenda con la espada y la furia pestífera para enfrentar por igual a la codicia y al vagabundeo,

merecedores sin distingo de la cólera divina), se abrirá paso la razón y su objetivo mayor: un
contrato social que ponga en acto el bien público como causa final del amor fraterno…; vida en
la pobreza, tampoco aquí la muerte fue humillada de rodillas, ni llevada a la guillotina la

estructura económica que alimenta al hambre y su sinrazón como práctica real y no fingida,

representación absoluta del canibalismo humano…
Vida en la pobreza; se trata del sufrir en el sufrir, de quien anda en el mundo tan desnudo,

necesitado y precario como el día en que llegó, y gritó, meado por los perros del destino,

abandonado a su suerte y privado del fruto con garrote vil, si la suerte o un relámpago le

sonríen…
Vida en la pobreza, las semillas de la razón no crecen en el aire, precisan del humus de la

tierra, una tierra que la usura pervirtió en desierto, como pervirtió la inocencia en crimen; vida

en la pobreza, así como las flores se marchitan, los cuerpos del espanto cotidiano crecen y se

amontonan como evidencia de la muerte menguante, de la existencia menguante, de la stella

matutina y también de la luna que menguan en su brillo, porque la belleza aún en su desvarío

reconoce cierto pudor…; la carne sufriente es maldición y es lluvia sobre la cuna con sábanas

de papel, la tanta muerte abre como un remolino los ojos, una lengua que se corta y que se

seca es agorera del crimen… el demonio de la culpa roe la frente por más que los navíos que

arriman la desgracia avancen con sus mercados viento y en popa y en toda vela; no es secreto

sin embargo que las aguas del río y de la mar viven y rugen mezcladas, el ayer tiene su séquito

y el mañana está anunciado en estrellas que titilan ciegas, lo atroz es tan atroz que levanta la

piedra, la piedra que sangra del suelo ya es una odisea (¡héroes! ¡héroes!... ¿el destino del

héroe es un oficio para que el cielo se separe de la tierra…?); vida en la pobreza, el escándalo

ya no lo constituye el sacrificio obligado de la muerte, su ser cosa como absoluto criminal; el

escándalo es seguir vivos cuando la muerte se lleva a una multitud de pobres de nuestro lado…

Vida en la pobreza; algo más, que asquea y pone al rojo la pasión, que es mucho y

fundamento, y sí que clama a los cielos: el escamoteo del escenario del crimen –con pases de

burda magia- de la mano que empuña el cuchillo de la riqueza y del rostro y de la máscara que

lo tapan…

Vida en la pobreza; ¿acaso el exceso de la pobreza como río de humillación y de espanto que
se desmadra y derriba los pudores, hace del crimen –que aquí hay un crimen terrible, no se

olviden…–, como figura material de semejante pobreza, un juego infantil, con puros jugadores

en la purísima crueldad?; ¿no se escucha por doquier un discurso abierto o encubierto, tanto
da, y siempre con sorna, con tufillo de deprecio, de los dueños reales de la muerte,
pontificando con voz de las alturas sobre el bien y el mal, y dónde está el bien que no sea en la

riqueza, y dónde anida el mal más que en la sucia, blasfema y desdentada boca de la

pobreza…?; ¿no suena a extravío y sin embargo aquí no hay espanto ni rejas, no ofende la luz

de la razón y el sagrado misterio del amor divino (como idea y sentimiento primigenio y final

de todo amor) que los cadáveres del hambre se disputen como porcentajes de estadísticas?;

¿no se ve que en la respiración de sus almas ellos están allí, a las derivas de las aguas y a la

merced de los perros, reproducidos sin piedad ni pausa, tanto igual al pasto bravo que crece
en los zanjones…?

Vida en la pobreza; certezas que se esconden como veneno en el silencio, ¿o es por

indiferencia –¡vaya monstruo! – que hay una nada de preguntas sobre quién sepultó el espejo

que mostraba los celestes y rosados de esos cielos y esas albas de la vida?; vida en la pobreza,

hay una vuelta de tuerca sobre el espanto humano, y hay otra vuelta de tuerca sobre la

negación de la realidad y sobre la negación que se niega, con la misma impunidad e

indiferencia de quien tira margaritas a los chanchos… (aunque después lave sus manos y hasta

su corazón en el rio que brilla bajo la luna amarilla).


Vida en la pobreza, ¿no destella, amenazante en el firmamento y cruel en los baldíos, una ley

como voluntad del poder y organización civil de la riqueza , que recuerda al azufre y apesta de

tantos siglos de sangre?... ¿no fue impuesto desde el terror como verdad en la conciencia

y fantasmas de Tanatos en el inconsciente, el estatuto de la sumisión, el disciplinamiento a palos

y beneficencia?; ¿no está escrito a fuego sobre el cuerpo de los hombres que sueñan con los

dioses como si fueran de oro, que hay un Estado, en tanto personificación metafórica del

orden jurídico, ya no para contribuir a que se compartan en armonía los bienes materiales y los

bienes espirituales en un cúmulo de pasiones alegres y vínculos amorosos, sino, con
aberración y alevosía, para asegurar con la consumación y en su impunidad el crimen de la
pobreza como instituto fundante del orden represivo, y humillar así lo que de legítima

herencia humana perdura todavía en las orillas no sucumbidas de la humanidad…?

Vida en la pobreza; sagrado patio trasero de la legalidad del verdugo (escena de ahorcamiento

que culmina lo que iniciaron las aguas bautismales de la caridad: ¡aceptas mi mendrugo o te

meteré tu orgullo por el culo!); vida en la pobreza, aquí la víctima es una historia, es un cuerpo

con millones de cuerpos, un alma con un infinito de almas, iguales en la pena, únicas en su

desgracia, históricas en la reproducción material que las reproduce y las reproduce en la

agonía de su existencia; necesidad originaria de un ser social que se consuma hoy en la

satisfacción individual de un ser antropofágico, amparado en sus aberrantes ceremonias por

un estado que termina siendo el sostén y refugio del crimen más extenso y alevoso, en tanto

violencia estructural que se privilegia como un organizador de la vida cotidiana en los

extramuros de la propia vida. (¡Basta de ilusiones!, el estado ya no tiene como razón de ser lo que

alguna vez se dijo: la finalidad del estado es la libertad, sino, por el contrario, su meta real

es hoy la sumisión del ser en la esencia de la pobreza como destino fatal).

Vida en la pobreza, para la más vida en la vida de la riqueza; crimen como silencio y crimen

como grito; crimen para que el estado como poder de la muerte sea lo que es; y crimen para

que este estado –sociedad más castigo– y todo los estados de la muerte puedan seguir siendo

lo que son y serán en tanto no tengan otra razón en la existencia de su ser… ¿Metáfora de un

orden fraternal en pos de una igualdad jurídica, o metáfora del crimen de la pobreza…? ¿Qué

desnuda el espejo de nuestros días más que la boca del espanto…?


Vida en la pobreza, aquí lo bendecido y consagrado será la mesa de disección donde se expone

la víctima, mostrada como monstruo, ungida como culpable de vida por haber vivido en un

tiempo y bajo un sistema en que la vida no era para él, no lo necesitaba ni tenía lugar para sus

deseos, menos aún para sus sueños, que son finalmente materia de los ángeles y suceden

cuando el cielo nos rocía con su belleza, pero los pobres no reciben semejante rocío del cielo y

aún menos las glorias del sueño de los ángeles, porque de ellos son las pesadillas, y además y

por las dudas de algún robo, les han amputado los brazos con sus manos, siempre toscas,

siempre sucias (¡cómo sus almas de pecado!, alguien grita desde el púlpito); vida en la

pobreza: hombre pobre, mujer pobre, niño pobre, he aquí el peligro y el mal, la causa de todos

los daños y de todas las desgracias, he ahí el único y excluyente ente criminal; por encima de

dimes y diretes todo está organizado para que los pobres de la pobreza sufran las pestes y

vayan de aquí para allá, como malditos portadores del espanto, como una rata que bien

merece por salud pública unas buenas pedradas, o un buen fuego, o unos buenos tiros, o un

buen hambre, rito que siempre purifica los espíritus y a lo mejor otorga, tras el sufrimiento y

por piedad, un lugar para el pecador en la bóveda divina, o en sus orillas, porque aquí tampoco

hay que exagerar con la bondad, y los rezos y las mensuradas donaciones merecen el justo

amor del privilegio… Vida en la pobreza, para un ser consagrado con el agua del infierno,

juzgado por la ley penal, como culpable antes del hecho, o sea como monstruo, fantasma y

pecado, que se abomina y a quien se teme por su naturaleza de peligrosidad, por ser escoria

entre las escorias, gasto inútil así sea en el asilo manicomial como en la cárcel o en el

cementerio, y al que corresponde por ley retributiva sacarle un último provecho (¡que paguen
el vago y el bandido!); de allí entonces que el ser en la pobreza convertido en vida sin vida, en

cadáver y sólo cadáver, pagará su última deuda (ser pobre es ser deudor), rendirá un plus

cuando ya no hay plus, dará servicio y ganancia, sin misa y sin escándalo, con su última vuelta

de tuerca, cuando la Parca cotiza al ser en órganos , grasa, sangre y demás menudencias… (que

a veces flotan sin escalofrío para los ojos en las aguas turbias del suburbano…)


Vida en la pobreza; imperativo a cumplir, sin provecho ni deseo, sin fin ni más razón que

perpetuar la desgracia como mapa visible de la riqueza; he aquí una ajenidad especulativa y

una pasión de usuras que confluyen en el ejercicio organizado de la crueldad; hay aquí una

producción maléfica –un grupo, una casta, un sector, una clase social, una sociedad, un poder,

un estado…), nutriéndose en el ser del otro, el ser sometido de la pobreza; hay aquí un maldito
maldecido y malnacido que tiene por rostro obligado su máscara, por cuerpo su cadáver y por

alma la nada…


Vida en la pobreza: el pobre de todas la pobrezas ha sido convertido en una multitud histórica

de desaparecidos; su cuerpo sabe su pobreza, y aún así deberá aprender a balbucear, desde la

inocencia del dolor para que termine su dolor: si el hambre es ley, la rebeldía es justicia…


Vida en la pobreza: vida sin vida, llama sin fuego, un sol que se extingue de pura oscuridad en

la orilla de un cielo de pureza absoluta…


Vida en la pobreza, la pobreza como círculo encadenado: Si el viento borra las huellas en la

arena, cuando llegue la música celeste, ¿qué alma, aquel día de respuestas del amor, la podrá

escuchar…?




Por Vicente Zito Lema


Septiembre de 2009