La pobreza, el estado y la vida en la muerte.
Por Vicente Zito Lema
(para La Tecl@ Eñe)
Por Vicente Zito Lema
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Aimée Zito Lema
Vida en la pobreza; tras un tiempo sin paradigma de tiempo como ilusión de eternidad, donde
no estaba separada la pobreza de la riqueza, o mejor: no había riqueza ni pobreza, pues todo
en la vida era noche sin fin y era miedo y era necesidad en todos los órdenes y para cada cosa;
tras otro tiempo donde estar fuera de los otros en el cuerpo y en las cosas, aún en las estrellas,
era impensable salvo como muerte, o acaso tampoco así; pasado más tiempo en el tiempo del
alma como espiral del cosmos, cuando se concibió la fe en el amor, como única riqueza, delirio
de pureza que Dios no cultivó (Dios ya era una multitud de flores y unidad de belleza en todo lo
creado, sin necesidad de amor humano; y tras mirar y ver como el perfume se pudría en el
alma, llegó la angustia a caballo de otro delirio, se podrá decir…); tras la pobreza como oscuro
pecado de los pobres a expurgar en la pesada realidad de los días en la tierra y en las
alucinadas pesadillas de los infiernos, en esas alcantarillas donde el alma será devorada en el
instante de cada instante, en el centro fugaz de la misma fugacidad, pues el cuerpo ya fue
comido de un solo bocado, presente, rotundo y grosero, (y aquí el sol y la luna que todo lo
alumbran se apagaron, quien sabe si fue un viento o un llanto, o simple y llano el poder eclesial
que salta al ruedo y se apodera de las normas, de los ritos y martirios en boca de la fe…);
después, con ilusión de nueva y definitiva luz, o sueño superior en la penumbra gótica (esa
leyenda con la espada y la furia pestífera para enfrentar por igual a la codicia y al vagabundeo,
merecedores sin distingo de la cólera divina), se abrirá paso la razón y su objetivo mayor: un
contrato social que ponga en acto el bien público como causa final del amor fraterno…; vida en
la pobreza, tampoco aquí la muerte fue humillada de rodillas, ni llevada a la guillotina la
estructura económica que alimenta al hambre y su sinrazón como práctica real y no fingida,
representación absoluta del canibalismo humano…
Vida en la pobreza; se trata del sufrir en el sufrir, de quien anda en el mundo tan desnudo,
necesitado y precario como el día en que llegó, y gritó, meado por los perros del destino,
abandonado a su suerte y privado del fruto con garrote vil, si la suerte o un relámpago le
sonríen…
Vida en la pobreza, las semillas de la razón no crecen en el aire, precisan del humus de la
tierra, una tierra que la usura pervirtió en desierto, como pervirtió la inocencia en crimen; vida
en la pobreza, así como las flores se marchitan, los cuerpos del espanto cotidiano crecen y se
amontonan como evidencia de la muerte menguante, de la existencia menguante, de la stella
matutina y también de la luna que menguan en su brillo, porque la belleza aún en su desvarío
reconoce cierto pudor…; la carne sufriente es maldición y es lluvia sobre la cuna con sábanas
de papel, la tanta muerte abre como un remolino los ojos, una lengua que se corta y que se
seca es agorera del crimen… el demonio de la culpa roe la frente por más que los navíos que
arriman la desgracia avancen con sus mercados viento y en popa y en toda vela; no es secreto
sin embargo que las aguas del río y de la mar viven y rugen mezcladas, el ayer tiene su séquito
y el mañana está anunciado en estrellas que titilan ciegas, lo atroz es tan atroz que levanta la
piedra, la piedra que sangra del suelo ya es una odisea (¡héroes! ¡héroes!... ¿el destino del
héroe es un oficio para que el cielo se separe de la tierra…?); vida en la pobreza, el escándalo
ya no lo constituye el sacrificio obligado de la muerte, su ser cosa como absoluto criminal; el
escándalo es seguir vivos cuando la muerte se lleva a una multitud de pobres de nuestro lado…
Vida en la pobreza; algo más, que asquea y pone al rojo la pasión, que es mucho y
fundamento, y sí que clama a los cielos: el escamoteo del escenario del crimen –con pases de
burda magia- de la mano que empuña el cuchillo de la riqueza y del rostro y de la máscara que
lo tapan…
Vida en la pobreza; ¿acaso el exceso de la pobreza como río de humillación y de espanto que
se desmadra y derriba los pudores, hace del crimen –que aquí hay un crimen terrible, no se
olviden…–, como figura material de semejante pobreza, un juego infantil, con puros jugadores
en la purísima crueldad?; ¿no se escucha por doquier un discurso abierto o encubierto, tanto
da, y siempre con sorna, con tufillo de deprecio, de los dueños reales de la muerte,
pontificando con voz de las alturas sobre el bien y el mal, y dónde está el bien que no sea en la
riqueza, y dónde anida el mal más que en la sucia, blasfema y desdentada boca de la
pobreza…?; ¿no suena a extravío y sin embargo aquí no hay espanto ni rejas, no ofende la luz
de la razón y el sagrado misterio del amor divino (como idea y sentimiento primigenio y final
de todo amor) que los cadáveres del hambre se disputen como porcentajes de estadísticas?;
¿no se ve que en la respiración de sus almas ellos están allí, a las derivas de las aguas y a la
merced de los perros, reproducidos sin piedad ni pausa, tanto igual al pasto bravo que crece
en los zanjones…?
Vida en la pobreza; certezas que se esconden como veneno en el silencio, ¿o es por
indiferencia –¡vaya monstruo! – que hay una nada de preguntas sobre quién sepultó el espejo
que mostraba los celestes y rosados de esos cielos y esas albas de la vida?; vida en la pobreza,
hay una vuelta de tuerca sobre el espanto humano, y hay otra vuelta de tuerca sobre la
negación de la realidad y sobre la negación que se niega, con la misma impunidad e
indiferencia de quien tira margaritas a los chanchos… (aunque después lave sus manos y hasta
su corazón en el rio que brilla bajo la luna amarilla).
Vida en la pobreza, ¿no destella, amenazante en el firmamento y cruel en los baldíos, una ley
como voluntad del poder y organización civil de la riqueza , que recuerda al azufre y apesta de
tantos siglos de sangre?... ¿no fue impuesto desde el terror como verdad en la conciencia
y fantasmas de Tanatos en el inconsciente, el estatuto de la sumisión, el disciplinamiento a palos
y beneficencia?; ¿no está escrito a fuego sobre el cuerpo de los hombres que sueñan con los
dioses como si fueran de oro, que hay un Estado, en tanto personificación metafórica del
orden jurídico, ya no para contribuir a que se compartan en armonía los bienes materiales y los
bienes espirituales en un cúmulo de pasiones alegres y vínculos amorosos, sino, con
aberración y alevosía, para asegurar con la consumación y en su impunidad el crimen de la
pobreza como instituto fundante del orden represivo, y humillar así lo que de legítima
herencia humana perdura todavía en las orillas no sucumbidas de la humanidad…?
Vida en la pobreza; sagrado patio trasero de la legalidad del verdugo (escena de ahorcamiento
que culmina lo que iniciaron las aguas bautismales de la caridad: ¡aceptas mi mendrugo o te
meteré tu orgullo por el culo!); vida en la pobreza, aquí la víctima es una historia, es un cuerpo
con millones de cuerpos, un alma con un infinito de almas, iguales en la pena, únicas en su
desgracia, históricas en la reproducción material que las reproduce y las reproduce en la
agonía de su existencia; necesidad originaria de un ser social que se consuma hoy en la
satisfacción individual de un ser antropofágico, amparado en sus aberrantes ceremonias por
un estado que termina siendo el sostén y refugio del crimen más extenso y alevoso, en tanto
violencia estructural que se privilegia como un organizador de la vida cotidiana en los
extramuros de la propia vida. (¡Basta de ilusiones!, el estado ya no tiene como razón de ser lo que
alguna vez se dijo: la finalidad del estado es la libertad, sino, por el contrario, su meta real
es hoy la sumisión del ser en la esencia de la pobreza como destino fatal).
Vida en la pobreza, para la más vida en la vida de la riqueza; crimen como silencio y crimen
como grito; crimen para que el estado como poder de la muerte sea lo que es; y crimen para
que este estado –sociedad más castigo– y todo los estados de la muerte puedan seguir siendo
lo que son y serán en tanto no tengan otra razón en la existencia de su ser… ¿Metáfora de un
orden fraternal en pos de una igualdad jurídica, o metáfora del crimen de la pobreza…? ¿Qué
desnuda el espejo de nuestros días más que la boca del espanto…?
Vida en la pobreza, aquí lo bendecido y consagrado será la mesa de disección donde se expone
la víctima, mostrada como monstruo, ungida como culpable de vida por haber vivido en un
tiempo y bajo un sistema en que la vida no era para él, no lo necesitaba ni tenía lugar para sus
deseos, menos aún para sus sueños, que son finalmente materia de los ángeles y suceden
cuando el cielo nos rocía con su belleza, pero los pobres no reciben semejante rocío del cielo y
aún menos las glorias del sueño de los ángeles, porque de ellos son las pesadillas, y además y
por las dudas de algún robo, les han amputado los brazos con sus manos, siempre toscas,
siempre sucias (¡cómo sus almas de pecado!, alguien grita desde el púlpito); vida en la
pobreza: hombre pobre, mujer pobre, niño pobre, he aquí el peligro y el mal, la causa de todos
los daños y de todas las desgracias, he ahí el único y excluyente ente criminal; por encima de
dimes y diretes todo está organizado para que los pobres de la pobreza sufran las pestes y
vayan de aquí para allá, como malditos portadores del espanto, como una rata que bien
merece por salud pública unas buenas pedradas, o un buen fuego, o unos buenos tiros, o un
buen hambre, rito que siempre purifica los espíritus y a lo mejor otorga, tras el sufrimiento y
por piedad, un lugar para el pecador en la bóveda divina, o en sus orillas, porque aquí tampoco
hay que exagerar con la bondad, y los rezos y las mensuradas donaciones merecen el justo
amor del privilegio… Vida en la pobreza, para un ser consagrado con el agua del infierno,
juzgado por la ley penal, como culpable antes del hecho, o sea como monstruo, fantasma y
pecado, que se abomina y a quien se teme por su naturaleza de peligrosidad, por ser escoria
entre las escorias, gasto inútil así sea en el asilo manicomial como en la cárcel o en el
cementerio, y al que corresponde por ley retributiva sacarle un último provecho (¡que paguen
el vago y el bandido!); de allí entonces que el ser en la pobreza convertido en vida sin vida, en
cadáver y sólo cadáver, pagará su última deuda (ser pobre es ser deudor), rendirá un plus
cuando ya no hay plus, dará servicio y ganancia, sin misa y sin escándalo, con su última vuelta
de tuerca, cuando la Parca cotiza al ser en órganos , grasa, sangre y demás menudencias… (que
a veces flotan sin escalofrío para los ojos en las aguas turbias del suburbano…)
Vida en la pobreza; imperativo a cumplir, sin provecho ni deseo, sin fin ni más razón que
perpetuar la desgracia como mapa visible de la riqueza; he aquí una ajenidad especulativa y
una pasión de usuras que confluyen en el ejercicio organizado de la crueldad; hay aquí una
producción maléfica –un grupo, una casta, un sector, una clase social, una sociedad, un poder,
un estado…), nutriéndose en el ser del otro, el ser sometido de la pobreza; hay aquí un maldito
maldecido y malnacido que tiene por rostro obligado su máscara, por cuerpo su cadáver y por
alma la nada…
Vida en la pobreza: el pobre de todas la pobrezas ha sido convertido en una multitud histórica
de desaparecidos; su cuerpo sabe su pobreza, y aún así deberá aprender a balbucear, desde la
inocencia del dolor para que termine su dolor: si el hambre es ley, la rebeldía es justicia…
Vida en la pobreza: vida sin vida, llama sin fuego, un sol que se extingue de pura oscuridad en
la orilla de un cielo de pureza absoluta…
Vida en la pobreza, la pobreza como círculo encadenado: Si el viento borra las huellas en la
arena, cuando llegue la música celeste, ¿qué alma, aquel día de respuestas del amor, la podrá
escuchar…?
Por Vicente Zito Lema
Septiembre de 2009