(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Clorindo Testa
El dicho “la única verdad es la realidad” forma parte de nuestro sentido común, como una verdad que no admite réplica. ¿Quién puede negar que la realidad sea la única verdad? El problema se plantea cuando pasamos a interrogarnos tanto sobre la verdad como sobre la realidad. Para quedarnos sólo en esta última ¿qué es la realidad? La claridad que parecía meridiana inmediatamente se ensombrece apenas hacemos esa pregunta.
¿De qué estamos hablando cuando hablamos de realidad? Para orientarnos en la dilucidación de este problema, recurriremos a Hegel quien distingue dos tipos de realidad. Una cosa es la realidad en sentido fuerte, la que podríamos denominar verdadera realidad, la que nos interesa fundamentalmente, que en el alemán hegeliano suena Wirklichkeit y otra, la realidad en sentido suave, Realität.
Esta última puede ser la afirmación de que ayer llovió, que hoy hace calor, que en esta calle hay un pozo. La otra es la que se refiere a los sujetos y sus relaciones familiares, sociales, económicas, políticas, religiosas, artísticas, profesionales, en una palabra, a los sujetos y sus relaciones. Ésta es la realidad en sentido fuerte, la que nos interesa. A ella se refiere Hegel cuando afirma que “todo depende de que lo verdadero no se aprehenda y se exprese no sólo como sustancia, sino también y en la misma medida como sujeto”.
Aprehender la realidad simplemente como sustancia es quedarse en la realidad en sentido suave que sólo merece denominarse realidad por su relación con la otra realidad, la de los sujetos. Estamos demasiado acostumbrados a aprehender la realidad como un conglomerado de cosas, de objetos. Es necesario cambiar la mirada pues es por medio de los sujetos que los objetos acceden a la realidad.
Ahora bien, los objetos son, están. Los sujetos, por el contrario, son lo que no son y no son lo que son, es decir, son dialécticos. Pero esta dialecticidad no es algo que simplemente sucede sino que se construye, se crea. Los sujetos que en relación conforman lo que denominados la sociedad se crean así mismos y lo hacen en determinada dirección sobre la cual constantemente se influye desde abajo y desde arriba, desde los sujetos que quieren construirse libremente y desde los ámbitos de poder.
Es en este proceso de creación de la realidad que los medios de comunicación cumplen un papel excepcional. Siempre lo han cumplido, pero desde esta última revolución tecnológica, su influencia es cualitativamente superior a cualquier etapa anterior. Desde los medios de comunicación constantemente se crea realidad, se la orienta, se la distorsiona, de acuerdo a determinados intereses. Por ello las clases dominantes tratan de formar verdaderos monopolios de los medios de comunicación.
En la batalla que las corporaciones agrarias entablaron en contra del gobierno para torcer el rumbo de la política económica del gobierno, el monopolio de los medios de comunicación que favorecía a los patrones estancieros instalaron como verdad que la batalla era entre “el campo” generador de toda la riqueza y un gobierno ávido de apoderarse de la misma. Con ello la mitad de la batalla estaba ganada por las corporaciones agrarias.
Si a las plantaciones de soja con sus fumigaciones y el empleo de niños como señaleros para los aviones que fumigan y sus consecuencias cancerígenas, a los pools de siembra, a los dueños de miles de hectáreas que cultivan peones con sueldo miserable, a la Sociedad Rural y las otras organizaciones que constituyen la Mesa de Enlace, a la usurpación de tierras de los campesinos y demás lindezas, si a todo eso se lo denomina “campo”, se construye una realidad en la que todo ese conglomerado de riqueza, violencia e injusticias suscita el apoyo de gran parte de la población aunque no tenga en ello intereses específicos. Si en cambio se los denomina como “corporaciones agrarias” o “patrones de estancia”, la realidad se ha cambiado.
El monopolio de los medios de comunicación fue un factor fundamental en el triunfo de los agrarios sobre el gobierno y los sectores populares. Ese monopolio fue construido gracias a Ley de medios creada por la Dictadura Militar, con retoques importantes del menemismo. Por consiguiente era fundamental para el movimiento popular una nueva ley que le permitiera tener acceso a esos medios. De eso se trata en la Ley de Medios Audiovisuales que se acaba de aprobar en una dura batalla contra los monopolios que, con la aprobación de esa ley, ven peligrar su hegemonía en la construcción de la realidad.
En la batalla entre las corporaciones agrarias y el gobierno el monopolio de los medios de comunicación impuso como verdad que se trataba de la lucha del campo contra el gobierno. Con ello tenían media batalla ganada. En la batalla, en cambio entre esos mismos monopolios y los partidos políticos que les responden, se dio el combate también en el nivel de los medios, aunque los que responden al gobierno y en consecuencia, en este caso, a los intereses populares, son minoritarios. No se aceptó que la ley en discusión fuese la “ley k” o la “ley de mordaza”. Se sostuvo que se trata de la ley de medios audiovisuales. Fue ello un factor importante en la tarea de construir esta nueva realidad que significa la aprobación de la ley.
Buenos Aires, 14 de octubre de 2009
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