17 diciembre 2009

Sobre cuervos, garrotes y utopías/ Rubén Américo Liggera

Sobre cuervos, garrotes y utopías


Por Rubén Américo Liggera

Especial para La Tecla Eñe

Ilustración: Aimée Zito Lema

“¿Cómo se puede pensar que alguien pida cosas superfluas
si está seguro de que no ha de faltarle nada?”

Utopía, Tomás Moro (1516)


Una vez más, como flujo y reflujo de los tiempos mediáticos, se ha vuelto a instalar en la agenda social el tema “inseguridad”. Fogoneado por los grandes medios-espadas principales de la oposición política pero más que nada en defensa de sus propios intereses- con la amplificación de líderes “mediático-espirituales” como Susana, Mirta, Marcelo o Chiche, así llamados, como si fueran uno más de nuestras familias.
Tal como sucede con la pobreza, cada tanto redescubierta, la inseguridad es un asunto que los medios tratan de manera superficial y alarmista; sólo consignas que avivan el miedo y la desconfianza del pueblo. Sumando estos y otros elementos del “periodismo negro”, cuyo Manual de Estilo describió estupendamente en su columna el periodista Orlando Barone, podríamos afirmar sin ruborizarnos que estamos ante una oleada de terrorismo mediático.

Los fines y los medios


¿Qué se pretende con esta actitud? Seguramente crear un clima de zozobra y violencia social. ¿Destituyente? Tal vez. Depende de nuestra prudencia. Si no caemos en la tentación de las soluciones facilistas seremos capaces de repechar la tendencia e instalar un análisis más o menos racional sobre una cuestión que si por algo se caracteriza es por su complejidad.
Otra cosa también es cierta: los monopolios de la información vieron afectados sus intereses luego de la aprobación de la nueva Ley de Servicios Audiovisuales y se pintaron la cara antes, durante y después de su estado parlamentario. A estos intereses, que son concretos, debemos sumarle las voces de ricos y famosos que reiteradamente solicitan represión y hasta pena de muerte. Y de alguna manera-dado su bien merecido prestigio, nadie lo duda-se convirtieron en la voz de vastos sectores populares. Están en la tele y son palabra santa. ¿Saben que representan a la derecha más xenófoba y retrógada? No lo creo. Son sectores que consumen medios sin actitud crítica. (Aunque detrás, hay otros sectores que sí tienen conciencia de lo que simbolizan)
Es curioso que la clase media, media baja, trabajadores y hasta desocupados sean fieles y exaltados corifeos de estos personajes mediáticos. Porque si se mira bien, también son responsables de muchas de sus desgracias.

Cría cuervos…



No me animaría a considerarlos los causantes de los males de la Argentina. Sería una enormidad. Si embargo, festejaron la fiesta neoliberal de los ´90. ¿O no fueron beneficiarios directos de la especulación financiera, el uno a uno, la concentración económica, las “relaciones carnales”, el consumismo desenfrenado?
Sin embargo, como dice el refrán: “Cría cuervos y te quitarán los ojos”… La inequidad, la injusticia retributiva, la creciente desocupación, la obscena marginalidad y otras desgracias producidas por el Consenso de Washington son en gran parte causantes de los males del nuevo siglo.
Debo aclarar, que tampoco pretendo realizar una burda simplificación de este fenómeno social. No hay seguramente una traslación mecánica y determinista que indique con certeza pobreza = violencia. Pero convengamos que la llamada “inseguridad”, que mejor podríamos considerar como “violencia social”, tiene, en gran parte, un origen que remite necesariamente al empleo decente, la justicia distributiva, la educación, la salud y la igualdad de oportunidad para todos los ciudadanos.
Volvamos a la sabiduría del refrán: si hemos sido insensibles a los clamores de los sufrientes, si hemos pensado solamente en nosotros mismos, si hemos avalado políticas destructivas del aparato productivo nacional, si hemos aplaudido desde nuestros barrios privados la aniquilación de las organizaciones sindicales y sociales, la degradación de la educación estatal, la pauperización de la salud pública, ¿qué habremos logrado? ¡Criar cuervos que luego, ahí nomás, a la vuelta de la esquina, nos quitarán los ojos!

Responsabilidad social y política



No podemos ni debemos mirar para otro lado. Asumamos las responsabilidades que nos tocan. Aunque fueran mínimas. Todos las tenemos, de alguna u otra manera; por acción u omisión.
No será con la baja de la edad de imputabilidad de los menores, la represión indiscriminada, el cierre de fronteras, la construcción de oprobiosos muros o con la implantación de la pena de muerte que solucionaremos el problema de la convivencia pacífica en sociedad.
Por el contrario, deberemos ser conscientes de nuestro compromiso político y social. Trabajemos para favorecer a los más débiles: los niños, las mujeres, los ancianos; defendamos políticas sociales inclusivas; desarrollemos una economía de consumo popular; luchemos por una mejor educación; pensemos que el mejor sistema de salud es el que se anticipa a las enfermedades, como nos enseñara el sanitarista Carrillo hace ya algunas décadas.
Ni garantistas ni mano dura: solo sentido común, apego a la ley, humanidad, amor al prójimo.
En lo inmediato podrá intensificarse la prevención del delito, es una obligación legítima del estado democrático preservar la paz interior, sin embargo, unas políticas económicas y sociales de largo aliento serán indispensables e ineludibles, para mitigar-si no erradicar- relaciones sociales violentas.

Viejas utopías



Aunque parezca un pensamiento pasado de moda-o “setentista”, otra manera grosera de descalificación intelectual-las viejas utopías continuarán motorizando el pensamiento y la acción de muchos argentinos.
Volvamos al estado de bienestar que algunos conocimos siendo niños, ¿por qué no? Aunque ya el mundo no sea igual, debemos intentarlo. Aunque más no fuera para justificar nuestra propia vida.
Derrotemos la desesperanza y la impotencia. Los intereses a desmontar son incalculables. Valgan como ejemplos la airada reacción de la patronal agrosojera cuando vieron reducidos en algo sus fabulosas ganancias o los monopolios de la comunicación cuando advirtieron que con las nuevas reglas de juego deberían desprenderse de algunas de sus empresas. Y así sucederá con la especulación si se presentara alguna nueva ley de entidades financieras o se intentara afectar cualquier otra actividad concentrada. Cada vez que se toca el más sensible de los órganos las clases privilegiadas pondrán el grito en el cielo, nadie lo dude.
De ahí en más, los gobiernos populares serán demonizados. La caracterización más grosera dirá que es un gobierno demagógico, clientelista, antidemocrático, distribucionista, intervencionista, resentido, en fin, “crispado”( palabreja hoy de moda entre legos y periodistas notorios)
Pero las políticas liberales, supuestamente éticas y republicanas, a lo largo de nuestra historia nos demuestran lo contrario. Hagamos un sencillo ejercicio de memoria y veremos que la pobreza y la exclusión no son un invento de estos tiempos, sino por el contrario, vienen desde muy lejos. Si nos animamos, desde varios siglos atrás.
Cerremos esta nota como la abrimos, con un homenaje a Tomás Moro y todos aquellos utopistas que lo precedieron y sucedieron. En diversas épocas, hombres y mujeres que no se conformaron con las sociedades en que vivían, pensaron en otra manera de organización social: utopías.
Según la real Academia, utopía o utopia. (Del gr. οὐ, no, y τόπος, lugar: lugar que no existe).1. f. Plan, proyecto, doctrina o sistema optimista que aparece como irrealizable en el momento de su formulación.
No seamos ingenuos ni voluntaristas, pero tengamos determinación y firmeza para vencer la mediocridad, los clisés, el pensamiento acrítico o directamente berreta. Así, la utopía podrá establecerse en algún lugar: nuestra patria.
Y sobre todo, superpongamos nuestras voces-ahora que es posible- a la uniformidad informativa y valorativa de los grandes monopolios de la comunicación.
Hay otra realidad, hay otras posibilidades. Depende de nosotros.



rliggera@hotmail.com

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