15 marzo 2010

Barbará Claudio/ Informe Jóvenes y aturdiemiento social

Los aturdidos[i]

Por Claudio Barbará*

(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: F. Bacon
Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, esos encantadores seres que transitan la frontera indecisa entre dos vidas; esos seres que no son ni una cosa ni la otra, que no están plantados en la cándida niñez que la historia nos ha demostrado que no es tan cándida, ni en el responsable mundo adulto, que la historia también nos ha demostrado que está lejos de ser el universo de la responsabilidad. Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, florida luz que queda guardada en las retinas íntimas porque tal vez contenga la única epopeya memorable que valga la pena recordar, o tal vez porque el drama de una vida torcida nos haya marcado definitivamente, como el martillo que moldea el hierro para siempre. Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, territorio de las grandes victorias y los inmensos fracasos; campo abierto al infinito de la existencia, a los confines de la conciencia, a las fronteras inexploradas de los cuerpos. Planeta construido con extrañas moléculas que en el Siglo XXI entrelaza bits y hormonas, clips y neuronas, absolutos y terrores. Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, esas entidades sometidas al acoso y la vigilancia, al control social y a la tentación. Cuerpos sitiados por la malignidad del apuro y la sin razón del mercado, por el empuje al consumo y la victimización de sus actos, por la psicologización medrosa de los especialistas mediáticos y la culpabilización altisonante de una criminología atenta a los intereses de la época.

Todo esto no agota ni un poco las aristas por donde la ingrata sabiduría de una modernidad avasallada por sus contradicciones, golpea con sus tambores del sentido común, el complejo mundo en que una nueva generación de seres humanos se ve empujada a entretejerse en la oscura trama de una existencia que, paradojalmente, la rechaza y le exige su sumisión incondicional, al tiempo que impone el imperativo categórico de salir en defensa de un mundo que no los incluye ni los tiene en cuenta. Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, entonces, caen en el único casillero que ha quedado vacante: son los aturdidos.

Cierta tendencia del pensamiento global nos ha machacado hasta el cansancio con la idea de la universalización de una realidad en la que se concentra el para todo. Un todo-saber universal, de tal manera que ya no pueda insistirse con la singularidad del sujeto, sin caer en ser tildado de una decadencia intelectual manifiesta. ¡Dios nos libre de no estar en la cresta de la ola conceptual! El martilleo ha dado sus frutos. La pobreza de las ideas que bañan el debate actual, nos sirven como prueba contundente. Así, no se trata más del sujeto, sino de esas construcciones cretinas que suponen englobar el conjunto de los universales. Tenemos, entonces, los jóvenes, la juventud, los adolescentes, así, con el artículo delante del sustantivo, signando el acento superlativo sobre una significación que se cristalizaría por su esencia misma. Entonces los jóvenes, la juventud, los adolescentes, se objetivizan en el mismo falso movimiento que pretende llenar de significación la subjetividad de estas entidades. Por tanto se da de hecho, por la razón que se le aplica, que el conjunto de los elementos que quedan abarcados en el universal, participa de su particularidad, de las propiedades asignadas (por el ojo agudo que engorda el saber del especialista), al conjunto en su previa construcción.

Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, claro está, lleva el signo de la negatividad. Son los malos, feos y sucios que abundan y pululan en la Ciudad, por sus grietas y sus hiancias; de la misma manera que se dice: intoxicados, inadaptados y aturdidos, que golpean las puertas del infierno para que se abran y los demonios invadan los encantados jardines de nuestras sociedades occidentales. Nuevas denominaciones y demonizaciones para un asunto que no tiene nada de novedoso: la nueva generación es peligrosa, y lo es ante todo para las viejas generaciones que se han establecido en el trono del reino. En las oscuras noches del medioevo a los jóvenes se los alentaba a la pillería, a conformarse en hordas que amenazaban las aldeas vecinas. En sus correrías (intoxicados, inadaptados y aturdidos), los jóvenes morían y mataban, conquistaban tierras ajenas, se hacían hombres en duras jornadas sangrientas; pero además se alejaban de los

Señores de las aldeas en las que habían nacido, dejaban de ser una amenaza para su propia comarca. Y sobre todo de las mujeres, ese terreno siempre enigmático, siempre inalcanzable incluso cuando se lo ha conquistado, que los machos se disputan y se disputarán aunque nunca entiendan del todo en que arenas movedizas posan sus pies de guerreros.

Viejas historias que se repiten en un decorado que por cierto ha cambiado, pero que no tienen ese sagrado tinte de lo nuevo que el discurso capitalista siempre desea imprimirle (por estructura) a los acontecimientos contemporáneos; apenas un barniz que sólo tiene la vaga intención de capturar la conciencia de los incautos. Los jóvenes, la juventud, los adolescentes, continúan expulsados hacia las tierras alejadas de la comarca dominada por el Amo. Claro, ya no hay aldeas vecinas que arrasar; el mundo se ha vuelto una geografía topológica, y en los pliegues de este nuevo mundo del tercer milenio, la batalla se da en ámbitos más opacos y menos aprehensibles. Así los aturdidos sufren de perturbaciones descriptas en las nosografías de los manuales de prestigio, que representan más una impugnación que la descripción de una causa de morbidad probada. Son los jóvenes cuyas prácticas sociales se alejan de manera críptica de las normas de una sociedad que les cancela el paso, los etiqueta en sus clasificaciones, los encorseta dentro de los límites de una moralidad que sólo se sustenta en el reinado de la oferta y la demanda. Así, la juventud, con sus desgarradas maneras de embotellarse a sí misma en un no quiero saber nada de todo esto, se la diagnostica de aturdimiento, que el diccionario define como estado morboso en que los sonidos se confunden y los objetos giran alrededor de uno; manera más que plástica, en que los jóvenes, cada uno y a su manera, en un mundo intoxicado por sus propios aires viciados, agotado en sus fragantes contradicciones, da su batalla a este Amo loco que rige la vida contemporánea. Y por supuesto, hoy como en el medioevo, en jornadas sangrientas, los jóvenes, la juventud, los adolescentes, son lanzados a la pillería por los Amos de la comarca.

[i] Aturdimiento. (De aturdir). m. Perturbación de los sentidos por efecto de un golpe, de un ruido extraordinario, etc. 2. Perturbación moral ocasionada por una desgracia, una mala noticia, etc. 3. Torpeza, falta de serenidad y desembarazo para ejecutar algo. 4. Med. Estado morboso en que los sonidos se confunden y parece que los objetos giran alrededor de uno. (Diccionario de la Real Academia Española).
*Psicólogo

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