Por Hugo Francisco Rivella**
Dedico estas palabras a:
Las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo,
a las madres niñas de mi pueblo,
a todas las mujeres.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en que me detuve a pensar sobre la mujer; digo, pensar desde la mitad invisible de la historia, o lo que es peor, desde la mitad de los que a toda costa, nos empeñamos en que siga siendo la mitad invisible de la historia.
Quizá pudo haber sido, cuando niño leí en la Biblia que Dios creó al Hombre y a la Mujer al mismo tiempo, “los creó varón y hembra”... Y a ese primer relato nunca lo escuché repetir en las misas. Lo ocultaron.
Tomé La Biblia. Siempre la serpiente enroscada en el manzano, seduciendo
Y luego Eva. La tentación. El rostro del caído. El pecado en su cuerpo desnudo y de serpiente.
Eva, el origen del pecado del hombre.
Quizá pudo haber sido también, cuando leía que la mujer, en su destino de hembra, era usada casi únicamente para la procreación; y que durante la Conquista, el derecho civil y canónico llegó a autorizar a niñas de hasta doce años a casarse. Y como era únicamente para procrear, ha sido frecuente el casamiento de cincuentones con niñas adolescentes. Y si no que lo diga Juana Clemencia Bernárdez de Ovando, que a los 8 años de edad es pedida en matrimonio por Juan José Campero, de 29, pero que recién logra consumarlo 4 años después, y por ello, Juana Clemencia denuncia a su madre Ana María de Orozco y a su abuelo, y al cura Juan Gutiérrez de Estrada. Corría el año 1678. Juana Clemencia, niña y ejemplo en el marquesado de Yavi, Jujuy.
Cita Luis Vitale(1), que más de una de esas adolescentes se vengó. Que a raíz del casamiento de un militar de edad avanzada con una jovencita porteña, se empezó a escuchar una copla que decía:
Celebróse la función,
e hizo feliz Isabel
a su esposo, y en pos de él
a toda la guarnición.
Las Madres y a las Abuelas de Plaza de Mayo,
a las madres niñas de mi pueblo,
a todas las mujeres.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en que me detuve a pensar sobre la mujer; digo, pensar desde la mitad invisible de la historia, o lo que es peor, desde la mitad de los que a toda costa, nos empeñamos en que siga siendo la mitad invisible de la historia.
Quizá pudo haber sido, cuando niño leí en la Biblia que Dios creó al Hombre y a la Mujer al mismo tiempo, “los creó varón y hembra”... Y a ese primer relato nunca lo escuché repetir en las misas. Lo ocultaron.
Tomé La Biblia. Siempre la serpiente enroscada en el manzano, seduciendo
Y luego Eva. La tentación. El rostro del caído. El pecado en su cuerpo desnudo y de serpiente.
Eva, el origen del pecado del hombre.
Quizá pudo haber sido también, cuando leía que la mujer, en su destino de hembra, era usada casi únicamente para la procreación; y que durante la Conquista, el derecho civil y canónico llegó a autorizar a niñas de hasta doce años a casarse. Y como era únicamente para procrear, ha sido frecuente el casamiento de cincuentones con niñas adolescentes. Y si no que lo diga Juana Clemencia Bernárdez de Ovando, que a los 8 años de edad es pedida en matrimonio por Juan José Campero, de 29, pero que recién logra consumarlo 4 años después, y por ello, Juana Clemencia denuncia a su madre Ana María de Orozco y a su abuelo, y al cura Juan Gutiérrez de Estrada. Corría el año 1678. Juana Clemencia, niña y ejemplo en el marquesado de Yavi, Jujuy.
Cita Luis Vitale(1), que más de una de esas adolescentes se vengó. Que a raíz del casamiento de un militar de edad avanzada con una jovencita porteña, se empezó a escuchar una copla que decía:
Celebróse la función,
e hizo feliz Isabel
a su esposo, y en pos de él
a toda la guarnición.
En realidad lo que se consolidaba era la preeminencia del hombre sobre la mujer. Patriarcado que persiste y retroalimenta, aunque a duras penas se resquebraje.
Pareciera por ahí que la historia se repite con protagonistas diferentes.
Me he preguntado cuando ha sido el momento en que empecé a pensar en la mujer.
Quizá pudo haber sido también, cuando leí que más de la mitad de los hijos del 23% de las niñas madres en Rosario de la Frontera, no conocen a su papá.
Quizá pudo haber sido cuando supe, que en la India, en época de la ocupación inglesa, a las mujeres hilanderas, el Imperio Británico, para impedir la competencia con las hilanderías de Manchester o Liverpool, le cortaban el pulgar para que no pudieran dar vuelta la rueca del telar.
Quizá pudo haber sido, cuando niño vi arrastrar el busto de Eva Perón alrededor de la Plaza Independencia, mientras algunos niños corríamos saltando sin saber de la muerte. O cuando, las clases acomodadas y lo que sería la Revolución Libertadora, escribían en las paredes de Buenos Aires: Viva el cáncer. Y pude ver a la luz de las velas los ojos llorosos de miles de hombres y mujeres y en sus treinta y tres años la maravilla que vuelve eterna a las personas.
Quizá pudo haber sido cuando leía que Francisco Miranda y Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, luchaban incansablemente por incluir a la mujer en la vida social y política con todos sus derechos.
Quizá pudo haber sido cuando supe que Olimpia de Gouges, en plena Revolución Francesa preguntaba: “¿Quién le ha dado al hombre el privilegio de oprimir a mi sexo? Todos los ciudadanos deben acceder por igual a los cargos públicos de acuerdo a sus capacidades”.
Quizá pudo haber sido cuando pude leer cuánta participación tuvieron las mujeres en las luchas por la Independencia latinoamericana.
Y entonces se me aparece Juana Azurduy, nacida un 8 de marzo de 1780, digo, que se me aparece cuando derrota a los españoles en El Villar y les quita la bandera realista, entre las balas y los cañones y las espadas, a cruz y al frente de los hombres y de la libertad.
O cuando en aquel 27 de mayo de 1812, María Josefa Gandarillas, junto a un puñado de mujeres y de niños, se enfrentaba a las tropas realistas en la loma de San Sebastián. Fueron derrotadas y asesinadas, pero la dignidad y el heroísmo de esas mujeres aún resuena en Bolivia. El 27 de mayo se celebra el Día de la Madre. Las Heroínas de la Coronilla caminan esta América.
Y entonces se me aparece Cesárea de la Corte Romero González entre los infernales de Güemes
Y aparece Loreto Sánchez de Peón de Frías cuando disfrazada de lavandera o de vendedora de pan, y entre los manoseos de los soldados españoles, trasmitía el movimiento de las tropas enemigas al entrar en sus campamentos.
Al igual que las putas de Puertos Cabezas, las mujeres más dignas del mundo, dice Eduardo Galeano, pues que por confidencias íntimas conocían la posición de los marines norteamericanos, la de sus armas, la de sus escondites, y le pasaban la información al otro Güemes centroamericano: el General Sandino.
Y aparece Manuelita Sáenz cuando espada en mano le cubrió la retirada a su amado y amante Simón Bolívar, El Libertador, y este pudo escapar del atentado. La Loca estrella, la llamará el Poeta chileno Pablo Neruda, cuando en el puerto de Paita, miraba pasar los barcos en el mar de sus sueños y del exilio.
Y aparecen las 23 mujeres con la catamarqueña Eulalia Ares a la cabeza, sitiando al gobernador y obligándolo a entregar el gobierno a su sucesor.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en el que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando leí, que en Estados Unidos, se permitía el voto a los esclavos liberados …pero no a la mujer; o cuando supe, que Flora Tristán fue una de las más grandes pensadoras del siglo 19 y una inclaudicable luchadora por los derechos de la mujer y de los obreros: “Los hombres no me quieren porque busco la emancipación de la mujer; los poderosos no me quieren porque busco la liberación de los hombres”.
Pudo haber sido cuando supe que Isadora Duncan, en una noche de estudiantes y magia, bailó el Himno envuelta en la bandera, y los que entregan la Patria, como siempre, encadenaron la hipocresía pidiendo su expulsión del país. Respetaban el símbolo…pero entregaban la Patria
Pudo haber sido también cuando descubrí que las sacerdotisas negras, en Bahía, reciben en sus cuerpos a los dioses. Y los dioses danzan y bailan y aman y aceptan amantes pero no maridos. El matrimonio da prestigio pero quita libertad y alegría, cuentan.
Pudo haber sido también cuando descubrí que a la Diosa de Platino, Marilyn Monroe, la hicieron a cincel, a prensa, y hundida entre sus propias manos se suicidó una noche.
La mataron los que la hicieron libre con la muerte.
Me he preguntado cuando ha sido el momento en que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando, conocí a Olga Aredes y el círculo a la muerte en Ingenio General San Martín, en Jujuy, y su lucha que no descansa aún cuando haya muerto hace ya unos meses y Las Madres de Plaza de Mayo buscando justicia y buscando a sus hijos y la dignidad de una madre hace ya 30 años.
Y la lucha que es blanco del miedo y la mentira todavía
Pudo haber sido, cuando Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, me recordaba a las calles de Xelajú, de Quetzaltenango…a la Calle Democracia atestada de pobres y de mujeres lanzadas a los burdeles, a los prostíbulos en donde los turistas comíamos nuestra propia mierda.
Pudo haber sido cuando vi a las mujeres en Bagdad, en Afganistán inmolarse para no ser vejadas por los soldados del Imperio.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando vi que condenaban a Romina Tejerina y sus ojos eran huecos por donde la culpa me llamaba a los gritos.
O cuando pienso en la Dama de Hierro, Margaret Thacher, defendiendo a Pinochet y autorizando el hundimiento del general Belgrano en los mares del Sur de los Olvidos, o a Condoleza Rice, inmiscuirse en Bolivia, en Brasil, en Venezuela… dictándonos cátedra de polvo, de muerte y de mentiras.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto cuando pienso en las rutinarias charlas de café entre hombres en mi pueblo, con los mismos chistes, la misma chatura, los mismos asados, y en las mesas cercanas, o en la casa, mujeres en la sombra, agazapadas, cansadas, al alcance de un hilito de luz o de un te quiero.
Pudo haber sido cuando vi a la niña desnutrida en Tucumán, apenas un huesito con la piel transparente, y un país que en la soja alimenta dragones y la balanza pierde el equilibrio a cada hora.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto, cuando recordaba las películas del Gordo Porcel y a la mujer denigrada en papeles basura, lo mismo que en Tinelli a lucianas de moda, y la baba en la cara del hombre y sus harapos.
O a la Señora de los Almuerzos, tilinga y reluciente con su desprecio rubio.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto, cuando veo que todavía, los hombres, sí, digo los hombres de la iglesia, deciden sobre el cuerpo de la mujer, si pueden abortar, si sí, si no… Y la condenan… Y la estigmatizan. Lo mismo que en la Inquisición…pero ahora, siglo 21, problemático y febril. Discepoliano.
En definitiva pienso que empecé a pensar distinto cuando recordé que mi madre ha sido una madre soltera, y pensaba… qué carga, que estigma para aquellos años; y he pensado en mi abuela también, sola en esa casa de una tipa inmensa en donde vivo, luchando entre los lirios, entre los pájaros con su vuelo verde, entonces pude pensar que no puedo escaparle a tanta dignidad que Dios me ha dado.
*(Texto de: PUTAS, La Cacería del Ángel, de Hugo Francisco Rivella, inédito)
Pareciera por ahí que la historia se repite con protagonistas diferentes.
Me he preguntado cuando ha sido el momento en que empecé a pensar en la mujer.
Quizá pudo haber sido también, cuando leí que más de la mitad de los hijos del 23% de las niñas madres en Rosario de la Frontera, no conocen a su papá.
Quizá pudo haber sido cuando supe, que en la India, en época de la ocupación inglesa, a las mujeres hilanderas, el Imperio Británico, para impedir la competencia con las hilanderías de Manchester o Liverpool, le cortaban el pulgar para que no pudieran dar vuelta la rueca del telar.
Quizá pudo haber sido, cuando niño vi arrastrar el busto de Eva Perón alrededor de la Plaza Independencia, mientras algunos niños corríamos saltando sin saber de la muerte. O cuando, las clases acomodadas y lo que sería la Revolución Libertadora, escribían en las paredes de Buenos Aires: Viva el cáncer. Y pude ver a la luz de las velas los ojos llorosos de miles de hombres y mujeres y en sus treinta y tres años la maravilla que vuelve eterna a las personas.
Quizá pudo haber sido cuando leía que Francisco Miranda y Simón Rodríguez, el maestro de Simón Bolívar, luchaban incansablemente por incluir a la mujer en la vida social y política con todos sus derechos.
Quizá pudo haber sido cuando supe que Olimpia de Gouges, en plena Revolución Francesa preguntaba: “¿Quién le ha dado al hombre el privilegio de oprimir a mi sexo? Todos los ciudadanos deben acceder por igual a los cargos públicos de acuerdo a sus capacidades”.
Quizá pudo haber sido cuando pude leer cuánta participación tuvieron las mujeres en las luchas por la Independencia latinoamericana.
Y entonces se me aparece Juana Azurduy, nacida un 8 de marzo de 1780, digo, que se me aparece cuando derrota a los españoles en El Villar y les quita la bandera realista, entre las balas y los cañones y las espadas, a cruz y al frente de los hombres y de la libertad.
O cuando en aquel 27 de mayo de 1812, María Josefa Gandarillas, junto a un puñado de mujeres y de niños, se enfrentaba a las tropas realistas en la loma de San Sebastián. Fueron derrotadas y asesinadas, pero la dignidad y el heroísmo de esas mujeres aún resuena en Bolivia. El 27 de mayo se celebra el Día de la Madre. Las Heroínas de la Coronilla caminan esta América.
Y entonces se me aparece Cesárea de la Corte Romero González entre los infernales de Güemes
Y aparece Loreto Sánchez de Peón de Frías cuando disfrazada de lavandera o de vendedora de pan, y entre los manoseos de los soldados españoles, trasmitía el movimiento de las tropas enemigas al entrar en sus campamentos.
Al igual que las putas de Puertos Cabezas, las mujeres más dignas del mundo, dice Eduardo Galeano, pues que por confidencias íntimas conocían la posición de los marines norteamericanos, la de sus armas, la de sus escondites, y le pasaban la información al otro Güemes centroamericano: el General Sandino.
Y aparece Manuelita Sáenz cuando espada en mano le cubrió la retirada a su amado y amante Simón Bolívar, El Libertador, y este pudo escapar del atentado. La Loca estrella, la llamará el Poeta chileno Pablo Neruda, cuando en el puerto de Paita, miraba pasar los barcos en el mar de sus sueños y del exilio.
Y aparecen las 23 mujeres con la catamarqueña Eulalia Ares a la cabeza, sitiando al gobernador y obligándolo a entregar el gobierno a su sucesor.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en el que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando leí, que en Estados Unidos, se permitía el voto a los esclavos liberados …pero no a la mujer; o cuando supe, que Flora Tristán fue una de las más grandes pensadoras del siglo 19 y una inclaudicable luchadora por los derechos de la mujer y de los obreros: “Los hombres no me quieren porque busco la emancipación de la mujer; los poderosos no me quieren porque busco la liberación de los hombres”.
Pudo haber sido cuando supe que Isadora Duncan, en una noche de estudiantes y magia, bailó el Himno envuelta en la bandera, y los que entregan la Patria, como siempre, encadenaron la hipocresía pidiendo su expulsión del país. Respetaban el símbolo…pero entregaban la Patria
Pudo haber sido también cuando descubrí que las sacerdotisas negras, en Bahía, reciben en sus cuerpos a los dioses. Y los dioses danzan y bailan y aman y aceptan amantes pero no maridos. El matrimonio da prestigio pero quita libertad y alegría, cuentan.
Pudo haber sido también cuando descubrí que a la Diosa de Platino, Marilyn Monroe, la hicieron a cincel, a prensa, y hundida entre sus propias manos se suicidó una noche.
La mataron los que la hicieron libre con la muerte.
Me he preguntado cuando ha sido el momento en que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando, conocí a Olga Aredes y el círculo a la muerte en Ingenio General San Martín, en Jujuy, y su lucha que no descansa aún cuando haya muerto hace ya unos meses y Las Madres de Plaza de Mayo buscando justicia y buscando a sus hijos y la dignidad de una madre hace ya 30 años.
Y la lucha que es blanco del miedo y la mentira todavía
Pudo haber sido, cuando Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz, me recordaba a las calles de Xelajú, de Quetzaltenango…a la Calle Democracia atestada de pobres y de mujeres lanzadas a los burdeles, a los prostíbulos en donde los turistas comíamos nuestra propia mierda.
Pudo haber sido cuando vi a las mujeres en Bagdad, en Afganistán inmolarse para no ser vejadas por los soldados del Imperio.
Me he preguntado cuándo ha sido el momento en que empecé a pensar distinto.
Pudo haber sido cuando vi que condenaban a Romina Tejerina y sus ojos eran huecos por donde la culpa me llamaba a los gritos.
O cuando pienso en la Dama de Hierro, Margaret Thacher, defendiendo a Pinochet y autorizando el hundimiento del general Belgrano en los mares del Sur de los Olvidos, o a Condoleza Rice, inmiscuirse en Bolivia, en Brasil, en Venezuela… dictándonos cátedra de polvo, de muerte y de mentiras.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto cuando pienso en las rutinarias charlas de café entre hombres en mi pueblo, con los mismos chistes, la misma chatura, los mismos asados, y en las mesas cercanas, o en la casa, mujeres en la sombra, agazapadas, cansadas, al alcance de un hilito de luz o de un te quiero.
Pudo haber sido cuando vi a la niña desnutrida en Tucumán, apenas un huesito con la piel transparente, y un país que en la soja alimenta dragones y la balanza pierde el equilibrio a cada hora.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto, cuando recordaba las películas del Gordo Porcel y a la mujer denigrada en papeles basura, lo mismo que en Tinelli a lucianas de moda, y la baba en la cara del hombre y sus harapos.
O a la Señora de los Almuerzos, tilinga y reluciente con su desprecio rubio.
Pudo haber sido que empecé a pensar distinto, cuando veo que todavía, los hombres, sí, digo los hombres de la iglesia, deciden sobre el cuerpo de la mujer, si pueden abortar, si sí, si no… Y la condenan… Y la estigmatizan. Lo mismo que en la Inquisición…pero ahora, siglo 21, problemático y febril. Discepoliano.
En definitiva pienso que empecé a pensar distinto cuando recordé que mi madre ha sido una madre soltera, y pensaba… qué carga, que estigma para aquellos años; y he pensado en mi abuela también, sola en esa casa de una tipa inmensa en donde vivo, luchando entre los lirios, entre los pájaros con su vuelo verde, entonces pude pensar que no puedo escaparle a tanta dignidad que Dios me ha dado.
*(Texto de: PUTAS, La Cacería del Ángel, de Hugo Francisco Rivella, inédito)
**Escritor y poeta salteño
Un texto amplio, rico, con un despliegue del tema que permite quedarse a vivir en la reflexión. Y valiente. Me encantó. Felicitaciones.
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