23 diciembre 2010

Política/Encadenados/ Por Rubén. A. Liggera

¡ENCADENADOS!

Por Rubén Américo Liggera*
Especial para La Tecla Eñe

Quiero convocarlos a nuevas gestas. Tenemos que despojar nuestras cabezas de las cadenas culturales, que son más fuertes, más invisibles, más profundas, que los cañonazos de la flota extranjera”,
CFK, Vuelta de Obligado, 20/11/10.

“De todo modos los interventores habrán visto por este échantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que abrir la boca”,
José de San Martín.


Para quienes tenemos algunos años, volver a escuchar hablar sobre la “teoría de la dependencia” o cualquier aproximación a ella, nos vuelve a nuestra juventud y nos llena de vitalidad.
No sé si aquellos tiempos fueron mejores o peores que los actuales. Creo que tampoco interesa mucho. Lo importante es que todos estamos en condiciones de participar de estas discusiones en torno a temas fundamentales para el desarrollo de nuestro país. Es que la metáfora presidencial de las “cadenas culturales” toca nuestras fibras más íntimas.
No es una novedad, pero ciertos temas de nuestra historia reaparecen como inexorable resultado de ciertas decisiones gubernamentales. No sería más que un nuevo hito cultural en este religamento del pasado con el futuro en un presente pleno de tensiones.

Pesadas cadenas

A no dudarlo, estas cadenas, las culturales, las más oprimentes de todas, resultan una pesada carga de la que deberemos liberarnos. Son el lastre que nos han impedido tomar vuelo. Son el ancla que nos ha enterrado en el barro de la dependencia política y económica durante tantos años de nuestra vida independiente. Y aún de mucho antes.
Pero ningún Presidente en medio siglo nos había realizado semejante propuesta. Y de golpe rememoramos lecturas juveniles, apasionadas discusiones, intensa militancia.
Maestros de la talla de Hernández Arregui, Ramos o Jauretche daban letra a aquella fervorosa juventud.
Sobre todo don Arturo con su célebre “Manual” y con la descripción sociológica del “medio pelo”. Todo un entramado de supuestos y creencias que nos confinó, nos degradó y nos humilló durante décadas. Es que por mirar las lejanas luces europeas extraviamos el camino. Tuvimos algunos destellos, mínimos, pero con eso nos alcanza para saber que podemos recomponer el proyecto inconcluso. De la barbarie americana abrevaremos dignidad y autoestima, elementos necesarios para ser nosotros mismos.

Hay otra historia

Hay otra Historia. Por algo La Nación, heredera ideológica del gran falsificador, no publicó una línea, ni una, acerca del acto conmemorativo de la “gran epopeya” sobre las márgenes del Paraná. Todo un gesto, también.
Porque esta es la otra historia, la sepultada deliberadamente por quienes ostentaron los beneficios de la granja del mundo; la de las gestas heroicas de un pueblo que nunca estuvo dispuesto a la sujeción económica y política. ¡No somos empanadas!
Enhorabuena la tibia polémica en torno a la conmemoración de la batalla de la Vuelta de Obligado. Por un lado, desde el diario de los Mitre, y su putativa descendencia, Perfil, un inexpresivo y soberbio Luís Alberto Romero, depositario de cierta historia “científica” escrita por “historiadores profesionales”(él y otros plumíferos celosos guardianes del relato oficial); descalifica a revisonistas y neorevisonistas (“confieso que me cuesta llamarlos historiadores”, dice) Pero además, sangra por la herida: “...baten el parche y despiertan sentimientos e imaginarios de un nacionalismo hondamente arraigado en nuestra sociedad. A la vez, por qué no, realizan un buen negocio editorial”(¡Epa!) Lo peor de todo es considerar que alimentan al “´enano nacionalista´ que combina la soberbia con la paranoia…”Y más todavía:” Ese nacionalismo constituye un mito notablemente plástico, capaz de adaptarse a situaciones diversas. Así, nuestro actual gobierno puede hacer uso de él, resucitar muchos de sus tópicos -tarea en la que ayudan estos escritores neorrevisionistas- e incluir en su campaña general contra diversos enemigos -la lista es conocida- este revival de la Vuelta de Obligado que preanuncia una revitalización del mito en beneficio propio, tal como lo está haciendo con la causa de las Malvinas. En 1983, muchos creímos que habíamos logrado desterrar al ´enano nacionalista´. Hoy, yo al menos lo dudo” En fin, allá él.
Por otro lado “Pacho” O´Donnel, Francisco Pestanha, Norberto Galasso, José Pablo Feinnman o el, en buena hora, mediático Felipe Pigna celebran la decisión presidencial de decretar un nuevo feriado nacional el 20 de noviembre.
No quisiera cerrar este apartado sin citar a Jauretche y un libro esclarecedor aparecido por primera vez en el proteico año 1969, aunque hoy creo que injustamente olvidado: Política nacional y revisionismo histórico, Bs.As., 6ª ed., 1982.
Me permito citar un breve pasaje: ”De mi puedo decir que sólo he integrado mi pensamiento nacional a través del revisionismo, al que llegué tarde. Sólo el reconocimiento de la historia verdadera me ha permitido articular piezas que andaban dispersas y que no formaban un todo. De tal manera, pensar una política nacional (destacado por el autor. N de la R), sobre todo ejecutarla requiere conocimiento de la historia verdadera (…) Es muy frecuente oír impugnar al revisionismo, en razón de que discutir el pasado es abrir sin objeto viejas heridas. Podría contestarse a esta razón que nada hay más peligroso para la salud que el cierre en falso de las mismas, con el pus dentro (…)”…me propongo demostrar que lo de ´ahora´no se `puede resolver sin primero entender ´lo de antes´” (Pág.10) Y luego continúa con la falsificación como “política de la historia”. Es que la historia es la política del presente, dice Galasso, como discípulo dilecto de Don Arturo que es. El tema da para otra nota, pero por ahora, lo dejamos acá. Quien quiere oír, que oiga…
¡Cipayos!

Término creado y popularizado también por Arturo Jauretche en la década de los ´60 refiriéndose a los nativos que se alistaban en los ejércitos coloniales ingleses en la India. Nada más apropiado para caracterizar a quienes traicionan a los suyos. Una palabra olvidada en el descafeinado diccionario político argentino pero que hoy cobra actualidad.
¿Cómo no considerar “cipayos” a los políticos que se arrodillan frente al imperio; a los economistas librecambistas que destruyeron sistemáticamente la producción nacional o a los “periodistas cautivos” de la embajada norteamericana; serviles y alcahuetes del poder mundial al igual que aquellos interventores que se embarcaron en la flota anglofrancesa para invadir a su patria?
¿Qué pesadas cadenas culturales los habrá impulsado a despreciar lo propio, la historia de sus mayores, el decir y hacer de sus contemporáneos?
Tal vez la madre de todas las zonceras: los enceguecedores destellos de los espejitos de colores de la “civilización” entrevistos con un solo ojo desde el puerto de Buenos Aires. Una copia defectuosa de la cultura europea en tierras americanas transmitida por un sistema educativo necesario al modelo agroexportador. Y también una adulteración de la historia argentina para justificarla.
Ya en el siglo XIV el Dante en su Divina Comedia había condenado a los traidores a la patria en el Noveno Círculo del Infierno, segundo recinto, a padecer –curiosamente-suplicio por hielo:«Ahora ‑le dije yo‑ no quiero oírte, /oh malvado traidor: que en tu deshonra, /he de llevar de ti veraces nuevas.»
¿Habrá llegado la hora de desenmascarar a todos aquellos que de alguna u otra manera pretendieron convencernos de nuestra supuesta incapacidad para llegar a ser nosotros mismos?
¿Habrá llegado la hora de recuperar la dignidad y la autoestima para el pueblo argentino?
Los actos por el Bicentenario o de la batalla de Obligado hoy no son más que la resignificación popular de una épica.
A darle sentido y a continuarla estamos convocados los argentinos. Mal que le pese a Romero.
*Poeta

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