¿No estamos Medio Confundidos?
Por Jorge Garaventa*
(especial para La Tecl@ Eñe)
Para entender cabalmente de qué
se trata semejante disputa en torno a la llamada ley de medios, y el porqué de semejante ferocidad opositora, es
necesario establecer de qué estamos hablando: menos de la libertad de
expresión, y aún de la libertad de empresas, que de cuál concepción del estado
es la que finalmente sobrevendrá. Por eso es llamativo que hoy se opongan a la
norma en cuestión, muchos de quienes reclamaban en otros aspectos el
aniquilamiento del Estado regulador.
¿Qué entendemos entonces por
Estado regulador?, ni más ni menos que aquel que interviene para compensar las
inequidades del sistema.
El menemato trajo consigo la
naturalización del sálvese quien pueda y su triste y consecuente secuela de
deslizados y excluidos.
La libre regulación, regula,
valga intencionalmente la redundancia, para el lado de los poderosos, las
escenas se centran en los desbalances comerciales y empresarios y las prácticas
monopólicas son objeto de devoción…es un modelo que se reproduce ya sea tanto
en lo macro social como en lo barrial, y hasta podemos aventurarnos a que ello
se filtre también en lo familiar.
El liberalismo en práctica, que
de eso se trata, es una fabrica prolífica y contundente de ricos y pobres, que
a su vez destruye las capas medias…algunos se deslizan hacia abajo, otros
directamente caen fuera de los límites del sistema, muy pocos promocionan hacia
arriba, y los del podio acrecientan su poder. No hay secretos ni operaciones
extremas, es sencillamente así y a la vista de todos.
Los barrios vieron desaparecer
algunas joyas preciadas, además de los cines que simbolizaron la derrota
cultural de la época, cuando los almacenes cerraron sus cortinas empujados por
las cadenas de supermercados en primera instancia y por los mercados chino-
coreanos más tarde…el desguace del comercio amigo se consolidó con la llegada
de los Blockbuster que llevaron al destierro final del video club del barrio, y
del amigo fanático de Cinema Paradiso que nos aconsejaba con serena dedicación
qué poner en nuestra casetera cada fin de semana.
Lo que queremos ejemplificar, en
síntesis, es que el aniquilamiento de usos y costumbres que significó la
vigencia del Estado liberal no fue solo un fenómeno macro sino que, al lado
nuestro, tampoco dejó títeres con cabeza. Se fue haciendo cada vez más lejana y
extraña, la posibilidad de opción, tras la mascarada de la libertad de elegir.
En el 2004, invitados a hablar
del tema “medios” en una jornada organizada por las Comisarías de la Mujer de
la provincia de Buenos Aires decíamos:
“El gobierno de los 90 y quienes lo sucedieron habilitaron una
transformación y un sinceramiento en los medios, fundamentalmente los llamados
de comunicación masiva.
Transformación en el sentido que, hoy socialmente naturalizados, los
medios devinieron en multimedios conformando mega empresas que atraviesan
transversalmente los dominios de la comunicación y llegan desde múltiples bocas
a los sentidos de los usuarios.
Sinceramiento en el sentido de que la objetividad informativa de los
medios y la independencia en la transmisión fue un elemento que ha anidado más
en las arcas de la mitología que en la realidad palpable.
Redundamos entonces, pero subrayamos que establecidas las cosas de esta
manera responden a intereses sectoriales, empresariales y aún variables según
las circunstancias socio políticas.
La cuestión se ha complejizado hoy de tal manera que, establecer
quiénes son los propietarios de los multimedios no necesariamente da pistas
claras de a qué intereses o sectores responde.
Sintetizando, ha quedado como un inofensivo cuento de hadas aquel
slogan que un diario que apareció en los 80 y pico utilizara para diferenciarse
del resto: “periodismo con opinión”, se leía y creo que aún se lee en su tapa.
El slogan no era inocente y atacaba la esencia del mito dominante:
diarios, radios, televisión, y en menor medida las revistas “informaban
objetivamente”, “mostraban la realidad tal cual era”
Podría pensarse, y tal vez sea
cierto, que nuestro estilo denunciante de entonces, era contundente pero
desesperanzado. Si bien la continuación de esa ponencia no viene al caso,
sí, cabe recordar que nuestras
esperanzas descansaban fundamentalmente en la dinamización voluntaria de los
medios alternativos de difusión de información. El fin del ciclo de Menem, el
fugaz e irresponsable paso de la Alianza por el gobierno y el primer año de la
administración Kirchner desalentaban la fantasía de dar luz a una nueva ley de
medios que pudiera poner algunas cosas en su lugar. De hecho el Ejecutivo
proponía transformaciones impensadas hasta ese momento en el campo de los
derechos humanos, a la vez que consolidaba su alianza con el clan Noble-
Magnetto.
Tal vez eso, y la permisiva
actitud hacia la apurada instauración de la patria sojera permitieron a las
corporaciones agrícolas ganaderas soportar la firme actitud de llevar al
banquillo de la Justicia a los genocidas. Después de todo, los militares nunca
habían sido un poder determinante e influyentes por si mismo sino en tanto y en
cuanto fueran gendarmes de los intereses a los cuales nos referimos.
El gobierno comprendió cabalmente
y desde el principio que para instalar su pretendida hegemonía debería
responder con contundencia a cada
rebeldía sectorial.
Los planteos militares sobre los
juicios recibieron como respuesta, masivos pases a disponibilidad.
Cuando el gobierno decide gravar
suavemente con la resolución 125 las extraordinarias ganancias de las empresas
agro granaderas, estas responden con virulencia, mostrándose como uno de los
poderes más sólidos del país y lo paralizan. La iglesia católica y los
multimedios de información se alían con el conservadurismo campesino, o mejor
dicho, blanquean impúdicamente su alianza histórica con el poder real hasta
entonces. Tal vez desde 1955, las instituciones hegemónicas no mostraban su
verdadero rostro, en una crudeza sin maquillajes.
La Iglesia cumple su triste papel
denunciando la pobreza y la degradación moral. Fue tragicómico ver a esos
hombres de polleras que venían de transitar sin inmutarse, por los pasillos de
los campos de exterminio, pedir la reconciliación de víctimas con genocidas,
entre tantos despropósitos. Desde el gobierno le enviaron tres respuestas
contundentes: la ausencia de las máximas autoridades de los Tedeum del 25 de
mayo, el retiro de los Capellanes de las Fuerzas Armadas, y tal vez, el más
contundente de los golpes, la ley de matrimonio igualitario con derecho a
adopción y herencia. Las contundentes movilizaciones en contra de esta última
medida no hicieron vacilar la decisión.
El grupo Clarín dejó en claro que
la alianza estratégica que mantenía con el gobierno, no era a prueba de balas.
Abandona el acuerdo con los Kirchner y se solidariza con los “dueños” de la
tierra. La respuesta de los Kirchner no se hace esperar y empieza a tomar forma
una ley de medios que amenaza con arrebatar todos los privilegios, que a fuerza
de balas y desapariciones habían logrado durante la dictadura, como el asalto a
los Graiber, merced a las dádivas en los
90; y como prolongación de los beneficios y vista gorda hacia las prácticas
hegemónicas en la primera etapa K.
Veintiséis años después de la
jura de Alfonsín, el país tiene por primera vez una ley que pretende regular la
libre circulación de la información desde una concepción inclusiva.
Comienza una batalla que lleva ya
tres años y que deja al descubierto de qué forma está establecida la alianza de
poderes reales. De ese análisis surge con claridad el porqué de la virulencia a
la que hacíamos alusión en el comienzo.
Para quién ha venido siguiendo la
disputa desde su origen, gran parte de lo aquí relatado puede parecerle un
conjunto de obviedades, pero es precisamente en el campo de las obviedades
donde se libra la pelea de fondo.
El Gobierno equivoca la
estrategia al centrar el eje de la controversia en el grupo Clarín ya que si
bien sabemos que la mega empresa es el símbolo de lo que hay que cambiar en
materia de medios, no es menos cierto que dicha estrategia permitió al holding
empresario victimizarse y alinear en su tropa, alianzas impensadas. Y no nos
referimos a los sectores tributarios de los beneficios económicos que puede
devengar el grupo Magnetto. Hay quienes, y no son pocos, honestamente están
convencidos de estar abanderados en la lucha por la libertad de expresión. El “chau Clarín” o el “Todo Negativo” hubiera
necesitado ser un punto de llegada. Pero estamos hablando del canal de cable
que mas público convoca y del medio gráfico más vendido. Difícilmente se pueda
voltear un gigante haciéndole cosquillas en la panza. Encima, y aquí la otra
falacia, esta ley no se ocupa de los medios gráficos, otro agujero negro en el entramado social de acceso a la
palabra, dicha o escuchada en el formato que fuere.
El gobierno no reservó para el Estado,
cosa que debería haberse previsto, la distribución de los medios producto de la
desinversión. El Ejecutivo puede mediar para garantizar la transparencia y
legitimidad del destino de las operaciones pero no puede incidir. Se pierde de
esta manera una posibilidad de distribución democrática genuina. Estos son
algunos de los vicios que devienen de confundir Gobierno con Estado. Los actos
de los gobiernos de turno son insignificantes si no están pensados para un
Estado que permanece.
El proceso que terminó en el show
de las cautelares distrajo al gobierno y lo dejó en mora en la aplicación de la
ley, sobre todo en los aspectos más distributivos. La dinámica en la aplicación
efectiva hubiera dado otras señales a la sociedad; y valga el concepto de
señales en toda su significancia. Primó la cuestión militante y se tapó parte
del problema.
Sabemos que en determinados
segmentos de la defensa corporativa se actúa en forma delincuencial, y no puede
haber miradas inocentes. Las medidas judiciales cautelares no son sencillamente
un ejercicio de paciencia para el Gobierno. Son lesivas para todos, ya que bien
pueden constituirse en la tregua necesaria para consolidar la creación de
empresas fantasmas, herederas de los bienes monopólicos.
Clarín ha demostrado ya una claridad
insustituible en ese sentido. Sabía que la suerte del destino identitario de
los hermanos Noble Herrera iba a culminar en los análisis de ADN. Pero los
lapsos judiciales logrados le fueron permitiendo relevar las muestras
existentes y presentarse, luego de diez años, como voluntariamente dispuestos a
acatar la ley. Aquí es lo mismo. Si las cautelares le dan el tiempo necesario
será el grupo el que anuncie su “voluntario acatamiento a la normativa
vigente”.
La Corte Suprema es conciente que
el fallo definitivo será a favor de la desinversión. Tuvo en sus manos, y no
quiso, la posibilidad de dar un corte al tironeo. Prefirió, contradiciendo
incluso fallos propios anteriores, ceñirse a la letra de la ley, aun sabiendo
que ello a veces deviene en acto de injusticia o al menos de dilación. La
inusitada fundamentación de los dos últimos fallos recientes parecen darnos la
razón: no nos metemos, total el fallo de
la instancia anterior es inminente. Sin
embargo hubiera sido un ejercicio de pedagogía institucional, aun cuando los
Supremos tendrían que haber tolerado la ira mediática de los empresarios y sus
aliados. En tiempos en que está en disputa lo esencial, la equidistancia y la
prolijidad no suelen ser el mejor camino. No ignoramos que cualquier fallo está
impregnado de la direccionalidad ideológica de quien lo produce. No hay fallos
inocentes. Sólo planteamos que en esta oportunidad la Corte Suprema tuvo la
posibilidad de cerrar el conflicto y prefirió optar por preservar una imagen
higiénica ante Tirios y Troyanos.
Volviendo al principio.
Claramente no está en juego ni la libertad de expresión ni la libertad de
empresa. Lo que se está discutiendo en el fondo es si somos capaces de terminar
de desmontar el Estado liberal que tiene su punto de partida en la Argentina de
Videla y Martínez de Hoz, que se benefició con el respeto que le prodigaron los
gobiernos de la democracia, que se convirtió en el mito del ingreso al primer
mundo en el desguace impiadoso del menemismo, y que cruje fuertemente pero no
termina de caer. El liberalismo, lo hemos padecido, no es necesario explicarlo,
acentúa la inequidad que subyace tras el discreto encanto de la libertad de
opción y de acción, en un mundo tarifado al que pocos tienen acceso.
La ley de Medios inexorablemente
tendrá su plena vigencia e irá sufriendo los cambios que sean necesarios para
adecuarla a una época de transformaciones urgentes. Será tarea de la comunidad
organizada que la misma esté al servicio de la consolidación de un Estado
participativo y no de un gobierno de turno.
La acumulación empresarial de
medios de comunicación masiva es sinónimo de la hegemonía de la palabra dicha
en una sociedad tan diversificada que reclama que cada sector sea difusor de la
propia. Y el Estado tiene la obligación de garantizar que ello ocurra.
Ya vivimos la era de un Estado
ejecutor de su propio desguace y por ende de la consolidación de la injusticia
social. Ya supimos que convertirlo en una oficina administrativa dejaba al país
en zona liberada para las empresas mafiosas. Algo de la batalla que falta es
cultural. Es necesario reponer socialmente el concepto de Estado. Que no se sinonímice
con Gobierno no es tarea del ejecutivo sino de los actores sociales. Pero un
Estado prescindente es para pocos y las consecuencias son tenebrosas y las
hemos padecido trágicamente.
Dice Alberto Cortez:
“Quien no quiera saberlo
Que apague la luz
O entierre la testa
Como el avestruz
Y siga evitando tocar este tema
Y siga pensando, que no es su problema
Y afirme, tajante: ""Es más importante
La miel que las abejas"
Todo esto está en el medio del ataque y defensa de la ley de
Medios, solo que la batalla judicial, medio
confunde…por eso es importante no perder de vista las abejas, aun cuando la Reina del panal
produzca crispaciones. El zumbido no nos debería hacer perder el norte, porque
cuando el Norte se apropió de nosotros…estuvimos fritos…
*Psicólogo
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