04 marzo 2009

Aguafuertes de la Modernidad - por Claudio Barbará

Aguafuertes de la Modernidad[i]

Por Claudio Barbará[ii]

Sensaciones y dichos
(para La Tecl@ Eñe)

Un grupo mediático y una importante encuestadora nacionales trabajan en una forma estadística para sondear la opinión pública en forma cotidiana. Así arriban a ciertas conclusiones sobre la actualidad de nuestra agitada sociedad.
En un programa de radio (de bastante audiencia), la persona responsable de esa encuestadora muy importante del país, es interrogada sobre el último tema en cuestión: “la inseguridad, o la falta de seguridad”, por un muy escandalizado periodista radial. La responsable de la encuestadora enfatiza un hecho curioso: al preguntársele a la gente sobre si “sentía” que el delito había aumentado, seis de cada diez decían “sí”; pero al preguntársele si habían sufrido, o sido testigos de un hecho delictivo, sólo dos de cada diez respondían afirmativamente.
Conclusión personal, hay sensaciones. Así como hablamos desde hace un tiempo de la “sensación térmica”, también hay la “sensación de inseguridad”, medible, atrapable, figurable en el número.
¿Por qué esta adoración del número? Dejo planteada la pregunta.
Todavía no se le ha podido inventar un coeficiente cifrado, pero habría que hacerlo, se dirán. ¿Nos extrañaría verlo aparecer un día de estos, en el sector superior izquierdo de la pantalla? Todavía es posible recordar la época en que los Medio Masivos de Comunicación, hacían desayunar a una aturdida población argentina con el cuadrito del “riesgo país”, un tipo de tormento diario que ascendía como una fiebre imparable, registrando en una cifra las ruinas personales.

Lo que la Señora de la “encuestadora importante” tenía ya en carpeta y no podía decir, era que esta “sensación de inseguridad” tiene su usina, precisamente los medios de comunicación.
¿Por qué causa los medios de comunicación, sin excepción, tienen esa predilección por la imagen delictiva? Los hechos se suceden, los dichos se repiten, la sensación aumenta. ¿Quién gana con la escalada de las “sensaciones”?
La TV lo muestra a diario: los pobres-marginados atacan de sorpresa, a la noche, entre las sombras, evadiéndose en las narices de los agentes de policía o con su complicidad. Asaltan como una fuerza oculta, invisible, salvaje e irrefrenable: a la salida de un banco, en la tranquilidad de un mediodía bonaerense, en la penumbra de una noche cualquiera. Los ladrones de hoy “no tienen códigos” dice el “especialista”, y el vulgo repite. Son los dichos: “antes te robaban pero no te mataban, o no se ensañaban”, dicen los dichos que dicen los que saben, repeticiones.
Antes había ladrones, pero educados: se llevaban la propiedad privada pero respetaban la dignidad del despojado, pero ahora… Ahora no se sabe qué se puede esperar. Lo dicho: no tienen código.


Ilustración: Kenti
Vamos a decirlo de otra manera: el discurso de la época no acepta más la versión romántica del delincuente, cuna de héroes oscuros pero espirituales, arrastrados a la “mala-vida” por las “circunstancias”, pintorescos, bonitos y recuperables, atormentados por una “neurosis de culpa”, por estar demasiado cerca de “la madre” y demasiado enfrentados “al padre”.
En la posmodernidad, señores y señoras, no se sabe que se puede esperar, todo es posible.
El discurso que se instala es: no hay nada que recuperar. Son los “irrecuperables”; “sólo esperan la muerte”. O el sueño de algunos de ser matados o matar. No se trata del delincuente acorralado por la verdad de la novela policial, se trata de un Otro sin escrúpulos, de un Otro sin “moral”. ¿Sin la moral de quién?
¿Fracaso de la educación, de la religión, de los ideales de una época, entonces? Dejo planteadas también estas preguntas. Hay un texto freudiano al que hay que volver: “El malestar en la civilización”. Y temas que hay que retomar: “el goce, la ley, la responsabilidad del sujeto”.
¿Qué podremos esperar de nuestra actualidad? Hay un psicoanálisis que tiene algo que decir al respecto.
Hasta nuestro próximo encuentro.

[i] Antes unas palabras preliminares: quien crea encontrar en la palabra “aguafuerte” algo conocido, rememorado, algún hilo con el pasado, estará en lo cierto. Le he pedido a Roberto Arlt prestado el término. Ahora haré uso de él, del término, en su homenaje y porque me viene al dedillo, para arrancar en este espacio de revista electrónica, con algunas ideas en las cuales reflexiono. Con Arlt, entonces, en deuda.
[ii] Claudio Barbará, psicoanalista y escritor, miembro del Foro Analítico del Río de la Plata, asociado a la Internacional de los Foros del Campo Lacaniano, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad de Bs. As.

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