04 marzo 2009

Zona Literaria/ Latinista del Lunfardo?- Por Fernando Sorrentino




¿Latinista del lunfardo?

Por Fernando Sorrentino*



En su número 94 (julio de 1942), la revista argentina Sur organizó un homenaje a Borges. En una página que se ha hecho célebre, el entonces joven Ernesto Sábato escribió:

A usted, Borges, heresiarca del arrabal porteño, latinista del lunfardo, suma de infinitos bibliotecarios hipostáticos, mezcla rara de Asia Menor y Palermo, de Chesterton y Carriego, de Kafka y Martín Fierro. A usted, Borges, ante todo, lo veo como un Gran Poeta. Y luego: arbitrario, genial, tierno, relojero, débil, grande, triunfante, arriesgado, temeroso, fracasado, magnífico, infeliz, limitado, infantil, inmortal.

No cabe duda de que ambas enumeraciones tienen magia literaria. Sin embargo, me parece que la frase latinista del lunfardo no se ajusta a los hechos, pues, si bien es cierto que Borges fue devoto lector de Virgilio y de Tácito, no lo es menos que detestaba el lunfardo («tecnología de la furca y la ganzúa»),1 al que juzgaba una jerga artificial creada por los letristas de tangos y por los autores de los sainetes.2 Con esa admirable ironía que lo caracterizaba, escribió:

Salvo el lunfardo (módico esbozo carcelario que nadie sueña en parangonar con el exuberante caló de los españoles), no hay jergas en este país. No adolecemos de dialectos, aunque sí de institutos dialectológicos. Esas corporaciones viven de reprobar las sucesivas jerigonzas que inventan. Han improvisado el gauchesco, a base de Hernández; el cocoliche, a base de un payaso que trabajó con los Podestá; el vesre, a base de los alumnos de cuarto grado. En esos detritus se apoyan; esas riquezas les debemos y deberemos.3

Acaso aquí Borges incurra en hipérbole. Aunque no puede negarse que literatos cultos han acrecentado con sus hallazgos verbales el léxico lunfardo, lo cierto es que, en su inmensa mayoría, este vocabulario es de creación popular.
En rigor, Borges postulaba un español que se apoyase en los rasgos más generales de la lengua y que rehuyera los regionalismos y los niveles restringidos del habla, vinieran de donde vinieren:

[…] debemos acentuar nuestras afinidades y no nuestras diferencias. […] la Academia Argentina se equivoca al coleccionar regionalismos. […] lo importante es olvidar los regionalismos y recordar que tenemos la suerte de participar en uno de los idiomas más difundidos del mundo. Y es una lástima que existan los catamarqueñismos, porte­ñismos, andalucismos, catalanismos. Y recuerdo una anécdota bastante buena […]. Los hermanos González Tuñón lo acusaban a Arlt de ignorar el lunfardo. Y entonces Arlt contestó […]: «Bueno», dijo, «yo me he criado entre gente humilde, en Villa Luro, entre malevos, y realmente no he tenido tiempo de estudiar esas cosas», como indicando que el lunfardo era una invención de los saineteros o de los que escriben letras de tango. […] y yo, que he conocido algo a los malevos, he observado […] que casi nunca usan el lunfardo. O no sé: usarán una palabra de vez en cuando. Por ejemplo:

Era un mosaico diquero,
que yugaba de quemera.4


Si alguien hablara así, pensaríamos que se ha vuelto loco o que está ensayando una broma. Porque nadie habla así. Todo ese lenguaje de las letras de tango, que tomó en serio Américo Castro, es un juego literario, no más. 5

El cuento «El indigno» (El informe de Brodie, 1970) nos premia con esta gracia:

—Andá con cuidado. Vos sabés lo que les espera a los batintines.6
Los funcionarios de policía gozan con el lunfardo, como los chicos de cuarto grado.





1. Borges, El tamaño de mi esperanza, 1926.
2. «El lunfardo, de hecho, es una broma literaria inventada por saineteros y por compositores de tangos y los orilleros lo ignoran, salvo cuando los discos del fonógrafo los han adoctrinado» («Prólogo», El informe de Brodie).
3. «Las alarmas del doctor Américo Castro», Otras inquisiciones, 1952. Previamente publicado en Sur, noviembre de 1941, como reseña bibliográfica, con el título de «Américo Castro: La peculiaridad lingüística rioplatense y su sentido histórico».
4. Francisco Alfredo Marino (1904-1973), tango El ciruja (1926). Los octosílabos lunfardos significan más o menos: «Era una muchacha presuntuosa / que trabajaba en la quema [de basura]».
5. F. Sorrentino, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, I, 1974.
6. Batintines (lunf.) = delatores.

*Fernando Sorrentino nació en Buenos Aires el 8 de noviembre de 1942. Es profesor de Lengua y Literatura.
En 1993 dictó una serie de conferencias sobre aspectos de la literatura argentina en once universidades de los Estados Unidos.
Aunque es autor de una extensa obra ensayística, publicada en diversos periódicos y revistas, su género preferido es la narrativa y, dentro de ésta, especialmente el relato breve.
Sus cuentos se caracterizan por entrelazar de manera muy sutil, y casi subrepticia, la realidad con la fantasía, de manera que el lector no siempre logra determinar dónde termina la primera y empieza la segunda. Suele partir de situaciones muy “normales” y “cotidianas” que, paulatinamente, se van enrareciendo y convirtiéndose en insólitas
o intolerables, pero siempre recorridas por un arroyo sinuoso de espléndido y sorprendente sentido del humor. Para obtener información más completa, puede consultarse su página web:
http://www.fernandosorrentino.com.ar






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