EL DISCURSO DEL AMO, RECITADO
COMO PROPIO DE BOCA DEL ESCLAVO
La derecha no se aboca a la construcción de sentido a través de la
política, sino mediante otros canales de
poder que están dados por su posibilidad –muchas veces de origen económico-
para incidir en el curso de las cosas, en el modo de interpretar ese devenir.
Posibilidad o poder que proviene de lo que Antonio Gramsci llama “los
aparatos ideológicos de las clases dominantes”. Aquellos que, en la mayoría de los procesos históricos latinoamericanos
(y en una suerte de “internacional” del poder), la derecha ha manejado desde el
dominio o bien la cooptación del Estado, con excepción de los cortos
interregnos de flujo popular. Procesos éstos, a los que la derecha supo,
también, cooptar o destituir, en la medida que viera lesionados sus intereses
con alguna seriedad.
Por Carlos Raimundi*
(para La Tecl@ Eñe)
- La
derecha ideológica y oligárquica
Ese sujeto lábil, escurridizo, de fronteras
difusas, que da lugar al espacio ideológico cotidiano de “la derecha” o de “las
ideas de derecha”, o de “el pensamiento de la derecha” -a que se refiere
Ricardo Forster en su trabajo “La derecha y su metamorfosis” publicado en esta
misma página- no se dedica a “construir ideología”, esto es, a delinear un
conjunto de valores y creencias que moldeen una visión a largo plazo del mundo
y de la sociedad. No destinan a ello demasiado tiempo. Es más, hasta podría
decirse que muchos de sus integrantes deben pensar para sí, o darlo por
supuesto en todo caso, que no les hace falta “perder tiempo” en eso. No porque
no necesiten una ideología para vivir, sino porque se encuentran con que esa
“Ideología” que necesitan para vivir, está predeterminada, premoldeada, por
toda ese despliegue previo de sentido que el poder construye astutamente , con
el fin de justificarse, sostenerse, consolidarse y auto-reproducirse.
La derecha no se aboca a esa
construcción de sentido a través de la política, sino de otros canales de
poder, que están dados por su posibilidad –muchas veces de origen económico-
para incidir en el curso de las cosas, en el modo de interpretar ese devenir.
Posibilidad o poder que proviene, entre otros caminos, de aquellos medios de
comunicación surgidos al amparo de los intereses empresarios y corporativos
dominantes, o de las instituciones del sistema educativo privado ligado a las
más altas elites, de la cúpula de la Iglesia Católica. En definitiva, a través
de lo que Antonio Gramsci llama “los aparatos ideológicos de las clases
dominantes”. Aquellos que, en la mayoría de los procesos históricos
latinoamericanos (y en una suerte de “internacional” del poder), la derecha ha
manejado desde el dominio o bien la cooptación del Estado, con excepción de los
cortos interregnos de flujo popular. Procesos éstos, a los que la derecha supo,
también, cooptar o destituir, en la medida que viera lesionados sus intereses
con alguna seriedad.
- Las
verdaderas causas de su irritación
Esta derecha nunca temió
demasiado a las conquistas parciales del campo popular. Es más, fueron estas conquistas
parciales las que le posibilitaron justificar su “tolerancia” democrática. A lo
que esta derecha teme es a la disputa de los paradigmas ordenadores de las
relaciones de poder. Y a eso se debe su reacción destemplada frente a este
presente de Sudamérica. No es que les tema tanto a los miles de médicos cubanos
que prestigian los flamantes centros de salud en medio de las comunidades
indígenas de Bolivia. Lo que no están dispuestos a tolerar es que esos
indígenas que fueron sometidos durante siglos, estén hoy día tan saludables
como para sostener en el tiempo la profundización de un proceso revolucionario
democrático encarnado en “uno de ellos” como lo es Evo Morales, y ocupándose,
ellos mismos, de las cuestiones del Estado. No le temen tanto a un aumento de
salarios, como a la autonomía del Estado para tomar decisiones económicas. No
se molestan tanto con que los graffities afeen el paredón de una de sus
mansiones, sino que estallan de indignación, hasta llegar al paroxismo, cuando
comprueban el desarrollo de nuevas estructuras políticas populares capaces de
inundar las calles y sostener con solidez el debate público desde una mirada
alternativa. En definitiva, su grado de indignación es directamente
proporcional a la profundidad de los intereses y las cuotas de poder que sea
capaz de afectar un proyecto popular.
De aquí, que, sus voceros de
clase como Beatriz Sarlo, Magalena Ruiz Guiñazú o el diario La Nación,
elogiaran los “buenos modales” de la última campaña presidencial de Chile. ¿Qué
nivel de conflicto profundo podía acarrear una campaña en la que sus
intervinientes no se proponían alterar ninguno de los pilares fundamentales del
status quo?
En la Argentina, el poder estaba
acostumbrado a que una amenaza de corrida de depósitos armada por el poder financiero
lograba torcerle el brazo a los sucesivos gobiernos. En cambio, la presencia de
una Presidenta que no se amedrenta los mueve de ese lugar hegemónico, y, por lo
tanto, los encoleriza de manera reveladora. La disputa por la orientación
de la autoridad monetaria que ejerce el
Banco Central, la directiva de destinar fondos para asistir a las pymes o para
la inversión financiera, la obligación de liquidar divisas en el país, son
medidas conducentes a establecer, progresivamente, regulaciones al mundo
financiero a las que éste no se muestra dispuesto a disciplinarse. Y lo mismo
podría decirse con la negativa a devaluar la moneda nacional, y con las
restricciones a la liberalidad absoluta que reinó durante décadas respecto de
las transacciones con moneda extranjera. Desde luego que, si esperaban recibir
siete pesos (en realidad no son siete, sino lo que “ellos” fijaran luego de
ganar la disputa) por cada dólar proveniente de las exportaciones de soja y el
Estado sólo está dispuesto a reconocerles menos de cinco, estamos ante una
derrota en el pleito por ese excedente económico que los grupos concentrados no
están dispuestos a aceptar en silencio. Inentendible sería si ocurriera lo
contrario. ¿Cómo no van a reaccionar los grandes estudios de abogados y contadores,
que, primero, arreglaron el endeudamiento usurario del país, y una vez que se
hizo imposible su pago, se enriquecieron litigando contra el Estado Nacional en
nombre de los acreedores? ¿Cómo no van a reaccionar –decía- si hoy el Estado,
por la vía del desendeudamiento, ha logrado sortear las condiciones extorsivas
que le imponían los organismos internacionales de crédito, de los que ellos
cobraban ingentes comisiones? ¿Cómo no va a reaccionar el mayor oligopolio
mediático de habla hispana ante un modelo nuevo de país, que, no sólo lo
desplaza del ficticio pedestal de la imparcialidad informativa, sino que, al
obligarlo a transferir la mayor parte de sus licencias, afecta seriamente la
cotización de sus acciones en las plazas financieras del exterior? Por último,
¿podemos desligar el clima de agresividad que invade a una parte considerable
de nuestra sociedad, de aquellas grandes líneas de interpretación real y
simbólica de los hechos, que estos factores de poder han desplegado
históricamente para sostener sus intereses?
- La
derecha capilar, los sectores en disputa
Dejemos de lado a esa oligarquía
rancia, no tanto referenciada en su abolengo –lo que sería un prejuicio- sino
en sus prácticas. Esa que se ha enriquecido haciendo trampas al país, la que
ascendió al precio de la ruina del Estado y de las mayorías populares, la
cómplice del saqueo, la de los grandes estudios jurídicos y contables dedicados
a legalizar la elusión de impuestos, la que humilló y denigró históricamente a
miles de trabajadoras y trabajadores.
Me refiero, ahora, a esos
sectores medios que en muchos aspectos cultivan la rectitud en sus
comportamientos (aunque muchas veces pacatos), que no roban, que han conseguido
un buen pasar por razones de herencia, de movilidad social ascendente o de
mérito personal, que pagan impuestos y tienen en blanco a su personal. Y que,
incluso, a la hora de constatar los valores en base a los cuales educan a sus
hijas e hijos, se trata de valores similares a los de quien escribe esta
columna. Y que, sin embargo, a la hora de analizar la coyuntura política, lo
hacen desde la perspectiva que le inculcan los medios dominantes. Sectores a
los cuales, aunque muchas veces les resulte objetivamente perjudicial a sus
intereses, esa Ideología prestablecida del y por el poder les resulta cómoda
para que puedan vivir inmersos en ella. Sectores medios, medios bajos y hasta
pobres, dispuestos a plegarse a las cacerolas del poder, en una especie de
trasversalidad destituyente policlasista. Sin reparar algo tan elemental, como
lo es responder a la pregunta: ¿quién hegemoiza a quién en el diseño del
proyecto de país? Van a ser esos grupos medios y medios bajos los que impondrán
un modelo productivo y mercadointernista a las grandes corporaciones mediáticas
que difunden la convocatoria, o será el modelo financiero y de ajuste social
funcional a estas últimas el que los llevará de las narices, y luego les
destrozará nuevamente sus vidas cotidianas. En definitiva, el discurso del amo,
recitado como propio de boca del esclavo.
La pregunta que surge a esta
altura es: ¿Podrían los procesos totalitarios, de proscripción, de ajuste,
haberse prolongado en el tiempo por fuera del consentimiento de una parte muy
importante de la sociedad en cuyo seno esos procesos acaecen? Y, al decir “parte
muy importante de la sociedad”, la expresión bien puede justificarse por su
condición mayoritaria en cuanto al número, o bien en términos cualitativos, es
decir, a partir de su capacidad para imprimirle a la etapa su modo de
interpretar y significar esos acontecimientos. Modo, que, como he tratado de
explicar, surgen de los laboratorios de los poderes fácticos permanentes.
- Pasar
de la anécdota a la historia
Mi planteo es que deberíamos
edificar defensas para que esa historia no se repita. No podemos regalar a esos
sectores, sino que debemos asumir como central el desafío de desplazarlos del
campo de la anécdota al amplio universo de la historia. El campo de la anécdota
es el que intenta circunscribir el rumbo de un proyecto político a la declaración
patrimonial de un funcionario –información la más de las veces manipulada- en
lugar de analizar las grandes tendencias del modelo y la fuerza transformadora
del sujeto que lo sustenta. Desde la perspectiva de cierto discurso, y su
potencia para penetrar en ciertos sectores sociales permeables a ello,
pareciera ser que una sentencia de primera instancia o una columna periodística
constituyen el centro de una etapa histórica, y haberle dicho que no al ALCA en
conjunto con América del Sur, es un mero detalle. Haber recuperado los fondos
previsionales es menos importante que la reasignación de una partida menor del
presupuesto, y restituirle al país la soberanía sobre sus hidrocarburos es
insignificante si se lo compara con un rumor adverso impreso en el zócalo de un
programa periodístico o con la marca de una cartera. ¿Cuántos sectores sociales
se arrepienten hoy de no haber estado en el lugar correcto cuando la oligarquía
plasmó el golpe de 1955, y justificó proscripciones y fusilamientos? ¿Cuántos
sectores se dejaron llevar por el clima de la prensa que elevó las condiciones
para el derrocamiento de Arturo Illia en 1966? ¿Cuántos sectores terminaron
siendo condescendientes, sin tener plena conciencia de ello en el momento
preciso, con el planteo de “vacío de poder” que justificó el golpe de 1976? Finalmente,
cabría preguntarse cuán intensamente debemos trabajar para que esa parte oscura
de nuestra historia no se repita.
- Desplegar
la dimensión pedagógica de la política
Es precisamente en este terreno,
el de bregar por la construcción de un mensaje alternativo al de los poderes
dominantes, donde el gobierno popular y las organizaciones políticas y sociales
en que se sustenta debemos desplegar toda la batería de herramientas
disponibles en pos de ese objetivo. Reconocer las razones históricas que la
clase media tiene para no confiar en el peso como moneda de ahorro, pero al
mismo tiempo explicar las diferencias estructurales que hoy existen respecto de
ese pasado. Hoy estamos en presencia de un Estado, que, gracias al desendeudamiento,
ya no sufre el estrangulamiento del sector externo, y merced al crecimiento con
superávit, se ha convertido en tenedor mayoritario de divisas, lo que le ha
permitido sostenerse en pie no obstante los reiterados intentos de corrida
financiera operados por los grandes conglomerados de poder. Y que es justamente
esa cualidad de controlar las principales variables macroeconómicas, lo que
torna inviable que se desmadre la evolución de los precios. Y esto, no obstante
el aumento que los mismos han tenido a consecuencia de la cartelización que
rige la formación de los mismos, y la puja distributiva que hizo que las
empresas trasladaran a los precios la recuperación salarial operada, de modo de
mantener su tasa histórica de ganancia. Y lo mismo cabe decir de la necesidad
de explicar las ventajas que apareja a los sectores medios la protección de
nuestras industrias por vía del modelo de sustitución de importaciones, aun
cuando deben repararse sus efectos no deseados y explicarse las razones por las
cuales ellos se producen. Y así también habría que explicar las ventajas de ir
reconvirtiendo a pesos el mercado inmobiliario y la importante tasa de ahorro
de la que hoy pueden gozar vastos sectores medios de nuestra sociedad. Reitero:
así como el Canal Encuentro, Paka Paka, el canal y la radio públicas, las
radios comunitarias y los cientos de nuevas experiencias de comunicación
alternativa, han desarrollado un papel extraordinario durante la última década,
debe aprovecharse en esta dirección el abanico de nuevas ofertas de
comunicación audiovisual que se abre de la mano de la plena aplicación de la
llamada Ley de Medios.
- Construir
nuevos paradigmas culturales
En definitiva, por primera vez,
en muchos años, estamos en presencia de un gobierno que cuenta con algunas
condiciones esenciales, que son favorables a un proceso de profundos cambios de
paradigmas. La primera es el contexto latinoamericano, que cuenta con gobiernos
populares de una densidad y fortaleza sin precedentes. La segunda es la férrea
conducción política de la Presidenta de la República. La tercera es lo ya
mencionado respecto al control político de las variables macroeconómicas
fundamentales. Y la cuarta es la gran capacidad de las organizaciones políticas
y sociales afines al gobierno, de ocupar la calle y protagonizar el debate
público.
A todo esto podría agregar una
última conclusión. A corto plazo, hay que trabajar sobre esa franja de sectores
medios en disputa. Y conste, una vez más, que no me refiero a la derecha
oligárquica, de intereses irreconciliables a vencer, sino a esa otra franja
social en disputa. Aun cuando se pueda ganar una elección sin ella, se trata de
la ampliación de un bloque social capaz de garantizar una gobernabilidad más
pacífica, y apoyar la profundización del proceso. Eso, a corto plazo.
Pero, a mediano plazo, esos
sectores cada vez más vastos que se incorporan al espacio democrático en
términos políticos, económicos y culturales por vía del plan Conectar Igualdad,
de la educación cooperativa, de las primeras generaciones de universitarios, y
tantas otras vías de inclusión, conformarán una nueva franja social ascendente,
con niveles de consumo propios de las capas medias tradicionales, pero con otra
estructura o matriz ideológica y cultural. Un nuevo paradigma cultural,
despojado del perverso mensaje impuesto sutil e inteligentemente por el poder,
aunque no menos perverso, durante las cuatro décadas precedentes al corte que
se inició en nuestro país, en 2003.
* Diputado Nacional del Frente Nuevo Encuentro. Abogado
Excelente nota!!
ResponderEliminarMe parecio una muy buena nota.
ResponderEliminarFelicitaciones desde España de un argentino.
Alfredo Moles
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