19 julio 2010

Degenerados, Anormales y Delincuentes/Conclusiones/ Gabo Ferro

Degenerados, Anormales y Delincuentes


A continuación se presentan las conclusiones de Degenerados, Anormales y Delincuentes, último libro del cantautor, músico e historiador Gabo Ferro . Agradecemos la gentileza del autor y de la editorial Marea

Es tal la extensión de los estigmas degenerativos, que el ánimo se pregunta suspenso si todas esas clasificaciones no importan sino una ilusión de ciertos autores, o por lo menos, la exageración palmaria de un fenómeno más restringido, el excesivo generalizamiento de una doctrina singular.
Carlos Octavio Bunge

Durante la segunda mitad del siglo xix, y avivada por la edición del tratado de las degeneraciones de Auguste Morel, los trabajos de Charles Darwin, y más tarde los de Cesare Lombroso, Jacques Magnan y Max Nordau, la cuestión de la degeneración se expande por Europa hasta difundirse fuera de sus propias fronteras disciplinarias.
A pesar de que el concepto Degeneración no pudo definirse entonces de manera contundente, este podría señalarse como un tránsito del hombre, la mujer y el niño hacia lo in-humano, como la traslación desde un estado original íntegro, higiénico, moral, limpio y saludable hacia una condición subsumida a su corrupción, o como la manifestación de ciertos signos de una irreversible herencia genética por fin manifiesta.
Este dispositivo teórico-médico ha resultado una cuestión con una importante circulación dentro del proyecto de organización y consolidación del Estado argentino en el campo médico, político, legal y pedagógico, y por su medio, se revela una confusa –pero a la vez positiva y poderosa– lucha epistemológica que deviene medular a las nociones de imaginación y creación de las identidades en naciones con cuerpos sociales heterogéneos como este país.
Ya desde los tiempos maduros del gobierno de Juan Manuel de Rosas la tensión entre Civilización y Barbarie es el espacio definitivo en el cual se discute el futuro de esta parte de América. La “civilización”, asociada con el liberalismo económico, la ciencia, el orden y el progreso serán el norte del proyecto de república de aquellos que comienzan a darle forma real con la redacción de la Constitución Nacional, la sanción de los códigos legales, la formación del ejército nacional, el fomento de la inmigración y su llegada masiva.
La dirigencia político-intelectual posee frente a estos cambios vertiginosos elementos y tecnologías de análisis no disponibles por otros estados frente a fenómenos semejantes; una nueva grilla para identificar y definir a los no civilizados por medio de estadísticas médicas para medicalizar la barbarie hecha carne entre las aberraciones físicas, morales, mentales, criminales y lingüísticas, engendros definidos con las categorías de la degeneración: delincuentes, criminales
natos, sádicos, tatuados, masoquistas, fetichistas, invertidos, homosexuales, simuladores, mendigos, locos, alienados, idiotas, imbéciles, inmorales, empollerados, alcoholistas, sifilíticos, pederastas pasivos, tuberculosos, masturbadores, uranistas, neuróticos, morfinistas, invertidos, fumadores de opio y de incienso, alcanforistas, andróginos, asesinos seriales, jugadores compulsivos, cazafortunas y suicidas.
Considerada como una realidad socio-biológica, la degeneración resultará entonces el efecto colateral más costosoque deberá costear una sociedad por ser civilizada.

En el campo de la educación formal universitaria, la dinámica en las asignaturas de la carrera de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, la discusión, apropiación y circulación –si bien mediado y segado– del material bibliográfico nuevo y tradicional de las materias, la edición de manuales de estudio de parte del centro de estudiantes y el número creciente de egresados y tesis presentadas demuestran la intención de una comunidad universitaria activa por ofrecer una
educación y una práctica en consonancia con sus propios tiempos.
Las asignaturas de grado revisadas asocian la degeneración directamente al crimen, al cuerpo físico y psíquico de los sujetos que la portan, a su medio social y a cuestiones generales que trastornan la herencia y la moral normales, asuntos todos que ocupan parte importante de la preocupación de la dirigencia de la Nación Argentina y su proyecto de formación de una cultura, una sociedad y una raza locales; originales.
Más allá de asentir o refutar las definiciones o las teorías europeas, los médicos argentinos se las apropian para hacerlas circular por su caso propio para alumbrar al fin –bajo los
términos mismos de Morel– la propia familia argentina degenerativa,y engrosar así por su participación activa en el plano internacional, la gran familia degenerativa universal.
Una tesis doctoral en medicina puede definirse –en el período que ocupó esta parte del análisis del ensayo– como un escrito original en el cual un estudiante al fin de graduarse trata profundamente un problema, generalmente contemporáneo, para realizar una doble contribución: aportar al avance de su ciencia y mitigar o anular el problema que lo ha ocupado.
Para ser aprobado, y transformarse el autor de alumno a Doctor en Medicina, este trabajo final se presenta a un tribunal formado por prestigiosos académicos de la universidad. Cuando un gran número de estos titulados participa en la producción, promoción, determinación y realización de los proyectos políticos capitales, y su ciencia es hegemónica, estos trabajos inaugurales devienen herramientas importantes para analizar las ideas en juego y el debate en tiempo real. Sin embargo, estas tesis doctorales han sido usadas como notas de color, extrañamente desconsideradas, o en algunos casos directamente olvidadas al momento de revisar estas cuestiones. Esto respondería a un motivo doble: no solo muchos de estos textos caducaron rápidamente con el vertiginoso avance de la ciencia médica, sino que los escritos posteriores de algunos de estos médicos los han eclipsado para la historia.
Otra ventaja que reporta el presente caso es el considerable período de tiempo en el cual estos individuos se sostienen en los ámbitos de la dirigencia, así sus tesis doctorales pueden aprovecharse como herramientas muy pertinentes para comparar las ideas iniciales de los autores –y la de sus padrinos de tesis– con sus hechos políticos posteriores o la enérgica vigencia de un conflicto, como en este caso, el problemade la degeneración.
A lo largo de estos años revisados, la cuestión ha sido relacionada directa y activamente con el crimen y el criminal y ha ocupado un lugar importante en estos textos cuyos autores han devenido con el tiempo en figuras destacadas de la ciencia, la política o ambas.
La intensa producción y tráfico de conceptos sobre la degeneración física y moral y su relación con el crimen no demuestra solamente la fortaleza y duración de la alianza médico-político-legal en perfecta sintonía con el estado de esta cuestión en el mundo. Esto expone además el lugar central que este problema ocupa dentro del debate político para la formación de la ciudadanía y la sociedad pretendidas por los hombres de la elite dirigente, cuya ciencia afirma que toda raza degenerada está condenada a desaparecer. Así los hombres de la ciencia guardiana de la civilización reclaman al Estado su intervención para regenerar, evitar su reproducción, repatriar o exterminar al muy prolífico degenerado de la nación.
Esta convocatoria resulta una acción sensata concebida dentro de un universo científico ordenado por cuestiones médicas, de higiene o eugenésicas, que deben revisarse como engranajes de un sistema mayor: el gran proyecto de formación de una cultura, una sociedad y una raza argentinas.
En tanto, la educación y la escuela se ordenan como dispositivos fundamentales de un sistema mayor destinado a la formación de sujetos masculinos ciudadanos portadores de prácticas y cuerpos civilizados, y de maestras y madres de familia que alumbran individuos útiles para reproducir y perpetuar ese mismo sistema, y por la negativa, a la exclusión de aquellos individuos que interfieran en la concreción de este proyecto. Por ser ineducables, los degenerados superiores e inferiores serán directamente desatendidos por la escuela –ya que los primeros se autoeducan y de los segundos se ocuparán otras instituciones de la nación: los asilos y las cárceles– y se crearán instituciones de enseñanza especiales para los degenerados medios física y/o pedagógicamente anormales.
Enfocada en su misión la escuela común no descansa. Pesará y medirá con solicitud a sus alumnos con el fin de controlar la normalidad de su población estudiantil y disponer así, para la futura sociedad criolla, una comunidad de adultos capaces de reducir a los Otros inferiores en la lucha por la vida.

En cuanto a las representaciones cinematográficas, se ha visto como el corpus atendido lejos de (re)presentar un solo tipo criminal, compone diversos tipos en consonancia con aquellos modelos encarnados por las diferentes escuelas de la ciencia criminológica. En estas imágenes todas estas teorías, activas o vetustas, son accionadas –las primeras– para el policial negro y el discurso de los agentes de las instituciones de la nación y –las caducas– para la comedia y la alocución de los “profanos” las últimas. Todas estas visiones son semejantes a las imágenes y situaciones recreadas por la prensa gráfica, como Caras y Caretas o Crítica, pero no se ajustan con las imágenes de los delincuentes y las situaciones reales, concluyendo que, más que visiones del criminal, todas estas resultan visiones sobre lo que otros dicen explícitamente con respecto
a la identidad del criminal.
El caso de Y mañana serán hombres despliega una clara operación instructiva y pedagógica a los destinatarios de su discurso: delincuentes precoces víctimas de las malas influencias del medio en el que viven y crecen son regenerados por medio de disciplina, educación, amor y tolerancia fundándoseles una conciencia capaz de desarrollar una razón ciudadana y patriótica.
En cuanto a la consideración de una buena o mala administración, la película no concuerda en sí con el reclamo general de los textos científicos y de ciertos intelectuales, como por ejemplo el de Francisco de Veyga, profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y colaborador consecuente desde el primer número de los Archivos de Psiquiatría y Criminología, que publica Degeneración y degenerados. Miseria, vicio y delito, meses antes del estreno de la película y donde declara que es cuestión de Estado –y no de particulares o de sociedades de beneficencia– ocuparse de los niños delincuentes, para él, degenerados. Si bien el filme no agota el espectro de la población de la Colonia (menores encausados, condenados, remitidos por jueces, depositados por defensorías, tutores o padres) aprovecha ciertos casos que considera paradigmáticos para fundar su idea de la inexistencia del criminal nato clásico de la escuela positiva lombrosiana y acercarse a la sociológica francesa de un delincuente víctima de las influencias de su historia y su medio.
El filme omite ciertas preocupaciones expresadas en los textos académicos o en la prensa como cuestiones de nacionalidad, prácticas eróticas inconvenientes o el “contagio” de las malas costumbres, todos temas atendidos profusamente en la literatura científica.
Así, con el correr del siglo xx –alentado básicamente por parte de la prensa gráfica ya señalada anteriormente y por el cine– la cuestión se difunde desde el discurso científico al profano adquiriendo siempre un claro gesto de época. Vaya otro ejemplo. Las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón (1946-1955) fueron consideradas por sus opositores como “la Segunda Tiranía”, heredera de aquella primera de Juan Manuel de Rosas durante parte del siglo xix. Tanto Rosas como Perón fueron considerados por estos como paradigmas de la barbarie que la nación debía dejar atrás para el ingreso al sistema mundo civilizado. Si el concepto de la degeneración y sus herramientas para detectar al anormal conservan su origen científico –civilizatorio–, algunos podrán considerarlo efectivo para embestir contra el “Tirano”.

Por una limitada circulación del discurso opositor en los medios durante los últimos años del segundo gobierno de Perón, los antiperonistas divulgaban su soflama por otros medios.
Uno de los más exitosos fue el panfleto: A todos aquellos que con su inspiración o esfuerzo hicieron del panfleto una de las armas más potentes en la lucha contra la tiranía –dice Félix Lafiandra (h) en su extensa recopilación de panfletos contribuyentes a la Revolución Libertadora– con el noble afán de devolver la libertad a la República. A quienes a través del panfleto defendieron la Fe Católica, y a la Iglesia injustamente atacada e hicieron circular la verdad en esas humildes hojas que llegaban a todas partes. A los que sufrieron persecución o cárcel por imprimir o difundir panfletos. A ellos dedica este recopilador esta humilde colección.1
Uno de ellos –“MORFOLOGÍA PATOLÓGICA DEL DELINCUENTE NATO N.1 DE LA ARGENTINA” del cual se imprimieron y circularon 20 000 ejemplares– parodia un análisis realizado por un tal Kart Von Strunzel sobre el presidente Perón. En él puede leerse: El profesor Von Strunzel aborda en la primera parte de su obra la caracteriología [sic] lombrosiana típica de todo criminal nato de las que son ejemplos los grabados que acompañan esta nota.
En este tipo de delincuente tales rasgos fisonómicos son acompañados por un físico de talla habitualmente pesada y por el excesivo desarrollo feminoide del tronco respecto de los miembros superiores e intermedio (brazos, etc.). Entre los rasgos anímicos son típicos: la insensibilidad ante todo imperativo moral, pero muy sensible al dolor físico y al peligro personal, débil para la amistad y el amor (ama la orgía pero no a la mujer, simple súcubo instrumentadora de sus móviles ilícitos); mentiroso y astuto primario, hipertensivo verborrágico; vanidoso sin límites hasta la egolatría; carencia de afectos familiares…
Entre los estigmas sociales son característicos: el empleo de la “jerga” o abusos de términos vulgares; afinidades con la prostitución, a cuyo respecto recuerda el autor el apotegma de un célebre psiquiatra argentino: “Criminal y prostituta –afirmó Ingenieros– son sinónimos de acero e imán: si se acercan se juntan. […] incendiario impulsivo; depredador sacrílego; odio violento a toda manifestación cultural (se citan incendios de bibliotecas y obras de arte); incitador al cohecho, a los saqueos, violencias y torturas; apañador de delitos comunes y corruptor de mayores y menores y su tendencia probada a rodearse de todo tipo de degenerados sexuales y pervertidos morales.

Velado por la ironía, pero respaldado por este avejentado pero aún activo discurso científico, el autor del panfleto quiere demostrar cómo ciertas cuestiones y hechos adjudicados a Perón pueden leerse en su fisonomía. Se le atribuye por sus signos físicos la cobardía, promiscuidad en el amor –con un guiño poderoso a la figura de Eva Duarte de Perón asimilada como “la prostituta” con respaldo de una cita del mismo José Ingenieros–, el uso de un lenguaje degenerado –el carcelario– y con afán ofensivo recurriendo a la cuestión de género refiriendo a cierto aspecto feminoide de su tronco.
Articulando sus supuestas tendencias incendiarias con las de sacrílego e incitador a la violencia intenta adjudicársele la responsabilidad de los atentados y la quema de iglesias durante 1953 (San Francisco, San Ignacio, Santo Domingo, San Juan, San Miguel, La Merced, la Curia, la Catedral, San Nicolás de Bari y las Victorias en Capital Federal).2
En resumen, dice Von Strunzel, el análisis del delincuente N°1 de la Argentina revela la tipificación del criminal atávico, cuya patología embriológica se ha visto gravada por una educación pervertida de tipo sedentario, provocadora de una metamorfosis regresiva.
Y no solo en las palabras este panfleto refiere al atavismo del Presidente de la Argentina:
La génesis atávica de Perón –el origen hereditario de su sintomatología “delictuosa”– deviene según el autor de las naciones salvajes –hace referencia a los pueblos araucanos y puelches– finalmente conquistadas y dominadas por la civilización
[…] el odio de aquellos indígenas a la obra civilizadora y constructiva desarrollada por los “huincas” o cristianos, sus apetencias puramente materiales y reducidas a los “vicios” (aguardiente, tabaco, cautivas y yeguas) […] los robos, saqueos e incendios constituían la principal actividad de estas hordas […] su promiscuidad sexual y, a menudo, homosexual.
Así este “degenerado, anormal y delincuente” ha quedado –según el prestigioso discurso de la “ciencia”– fijado en la propia herencia de su especie; atrapado en su propia historia.
Nunca sabremos si el autor real de este panfleto ocultó su nombre por seguridad personal, por saberse haciendo uso de elementos de un universo discursivo ya envejecido para la ciencia o por ambas cosas. Pero cualquiera haya sido la razón, quien lo escribe oculta su nombre y apellido reales como la última cita –de diciembre de 2009– que abre nuestra Introducción.
Hoy todo este universo ha devenido en puro recurso agraviante y el anónimo es señal de que la cuestión está agotada.
Que ha sido –para los hombres que imaginaron la Argentina en su ingreso al mundo “civilizado”– una herramienta explotada para identificar a los actores de la “barbarie” para transformarlos, descalificarlos o anularlos. Al presente, y en general, decir “degenerado” y/o “anormal” no anima al autor a cargar su opinión con su propia firma. Pero que se guarezcan en el anónimo –o en el seudónimo– no los hace invisibles; los hace síntomas, señas de nuestra identidad como la nación que fuimos; rasgos que deberán quedar atrás –definitivamente– para la nación que debemos ser.

1. Félix Lafiandra (comp.): Los panfletos, su aporte a la Revolución Libertadora,Buenos Aires, Itinerarium

2. En otro panfleto citan que Perón ha dicho el 1.º de mayo de 1953: “[…] cuando haya que quemar voy a salir yo a la cabeza de ustedes, si eso fuera necesario, la historia recordará de la más grande hoguera que ha encendido la humanidad hasta nuestros días”. F. Lafiandra, cit, p. 366.

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