ENTREVISTA A RICARDO FORSTER
MEDIOS Y PODER
Papel Prensa: Una historia de complicidades cívico-militares
MEDIOS Y PODER
Papel Prensa: Una historia de complicidades cívico-militares
Los acontecimientos develados en este último tiempo sobre el traspaso de las acciones de Papel Prensa, pertenecientes a la familia Graiver, a los diarios Clarín, La Nación y La Razón bajo la última dictadura militar y sus repercusiones políticas, conforman el eje central de la presente entrevista a Ricardo Forster.
Por Conrado Yasenza
(para La Tecl@ Eñe)
Por Conrado Yasenza
(para La Tecl@ Eñe)
- ¿Cuáles son los aspectos medulares que se desprenden del hecho de que el Estado Nacional haya decidido abordar la investigación sobre la conformación de Papel Prensa durante la última dictadura militar?
- Creo que lo primero y principal es que la investigación sobre la conformación de Papel Prensa es una cuestión que hay que analizarla hacia el interior de lo que es la problemática de la memoria, sus vínculos con los derechos humanos, la reapertura jurídica que fue clausurada en su momento por las leyes de impunidad y después el indulto. Quiero decir, estamos en un momento en el que para pensar el presente y para dar cuenta de aquello que se juega en la actualidad, hay que necesariamente hacer ciertas genealogías. Genealogías que son a veces del orden de la interrogación, de la búsqueda, y otras que necesariamente son del orden de la reparación vinculada a la justicia. En ese sentido, la indagación sobre Papel Prensa hay que vincularla, en primera instancia, con las políticas de la memoria y evidentemente con la problemática de los derechos humanos, como así también hay que vincularla con los rastros, las huellas, las persistencias de lo generado por la dictadura militar en la sociedad democrática. Hasta dónde todavía hay ciertos ejes, ciertas influencias, ciertos trazos que están directamente marcados por aquello que se generó en los años más oscuros de la Argentina. Desde esta perspectiva, si uno no es un ingenuo o si no se es un hipócrita, la construcción del modelo de Papel Prensa, tal cual lo conocimos en las últimas décadas, implica que al menos hay que abrir allí una reflexión crítica. Sería inimaginable que en el año ’76, probablemente el más denso, más brutal y oscuro de la Dictadura junto con el año ’77, la Junta militar no haya tenido parte en la resolución de un eje estratégico de cualquier gobierno autoritario o dictatorial, como es en este caso el traslado de las acciones de la principal empresa productora de pasta celulosa para la prensa gráfica del país. Quiero decir, una dictadura que tiene una estrategia de ocupación de los espacios, incluyendo fundamentalmente el comunicacional, difícilmente pueda dejar librado a la voluntad de empresarios autónomos la estrategia frente a lo que era una empresa como Papel Prensa. Digo, sería pecar de una ingenuidad insostenible o de un cinismo a toda prueba, imaginar que no hay relación directa entre el acuerdo que se cierra entre el grupo que integraban Clarín, La Nación y La Razón y, en este caso, la familia Graiver. Pensar que la dictadura militar estaba afuera de este acuerdo, o de este negocio o estrategia, es desmentir la realidad histórica y suponer que en la Argentina del ’76 se era libre para tomar decisiones de este tipo por más que no se estuviera formalmente preso. Los Graiver-Papaleo fueron detenidos, torturados; se los hostigó de manera constante desde medios como Clarín, La Nación o la Revista Somos; se los responsabilizó de la conexión montonera. Además fueron estigmatizados por judíos desde el círculo del genocida Camps. Imaginar, entonces, que Videla y los suyos, en noviembre de 1976 no conocían estos datos de la familia Graiver es también pecar de una ingenuidad ya absurda, o insisto, volver a ser portadores de un cinismo insostenible. Entonces, si esto es así, si estamos pensando en el año ’76, en la dictadura más genocida que hemos conocido en la historia de los argentinos, si estamos pensando en el uso sistemático del chantaje, del miedo, que no sólo involucró a la familia Graiver, ya que hay otros casos muy connotados como el que está llevando al banquillo de los acusados a Martínez de Hoz, digo entonces que estos datos marcan una tendencia en el interior de ciertas políticas que pueden llamarse asiduas en la época de la dictadura, una suerte de discrecionalidad, de impunidad con que se manejaba el poder cívico-militar en los años de la dictadura. Por lo tanto, me parece que abrir en el 2010 el expediente de Papel Prensa es también abrir estas complicidades, es desgarrar el velo de una historia que muestra las relaciones profundas entre el poder militar, el poder económico y la construcción de un modelo corporativo mediático, porque entregarle Papel Prensa a estos grupos era determinar las condiciones de hegemonía en la palabra escrita en la Argentina. Esto incluso se va a profundizar mucho más en los años de la democracia cuando ya no haya un centro estatal hegemónico en la distribución de la comunicación como todavía lo había mientras la comunicación audiovisual estaba fuertemente controlada por la dictadura, lo cual implica que sobre todo el grupo Clarín y el diario La Nación - La Razón ya había quedado fuera de lugar prácticamente - se convierten en los dueños del insumo básico para la prensa gráfica argentina con lo que generan un desequilibrio fenomenal llevando a la quiebra infinidad de diarios de todo el país y generando una concentración cada vez más estrecha en estas dos empresas.
Entonces, me parece que acá hay dos puntos centrales: Por un lado, le toca a la Justicia indagar si hubo efectivamente apremios ilegales, si hubo un chantaje, si hubo una venta compulsiva aprovechando circunstancias como las que se vivían en el año ’76, junto al temor que podía tener la familia Graiver. Recordemos que David Graiver ya había fallecido en un sospechoso accidente en México, que su viuda regresa a la Argentina, a un país bajo el terror de Estado; es decir, imaginar que ahí había garantías jurídicas, constitucionales, y que las personas actuaban con absoluto uso de su libertad es una canallada. Uno podría decir que no se pueden revisar todos los negocios que se hicieron en la Argentina durante aquel tiempo, invalidándolos porque se estaba bajo una dictadura militar, pero hay ciertos negocios que especialmente pueden y deben ser investigados por sus características y por su importancia estratégica y las sospechas evidentes de que ahí hubo un acuerdo entre la Junta Militar y aquellos que fueron beneficiados por ese negocio.
Por otro lado, el segundo punto importante tiene que ver con la construcción de una empresa que tendió a monopolizar la producción de pasta celulosa y que generó las condiciones de un dominio monopólico sobre el mercado de la prensa gráfica en la Argentina, incluyendo también los años de la democracia. De ahí que resulte fundamental el proyecto de ley que elevó el Poder Ejecutivo y que se discutirá en el Congreso Nacional, que implica garantizar la producción de pasta celulosa en condiciones equitativas al conjunto de las empresas dedicadas al mundo gráfico en la Argentina.
Tenemos dos aspectos entonces: Uno tiene que ver con lo oscuro, con el terror, con la violencia, con la impunidad, con los rastros y las huellas de la dictadura; y el otro tiene que ver con la distribución más equitativa de la palabra impresa en la Argentina. La combinación de ambos elementos me parece nodal, tiene que ver con la estrategia de la corporación mediática, con la construcción en nuestro país, en estas últimas décadas, de un dispositivo corporativo-mediático que está profundamente entramado con el establishment económico, con lo que fueron en los’90 las políticas liberales y que también se imbrican profundamente con el proyecto económico abierto con el plan Martínez de Hoz, que de alguna manera transforma radicalmente la estructura económica Argentina y que entre otras cosas favorece la concentración y la monopolización, en este caso, de una empresa como Papel Prensa que la convierte en el eje del dominio, insisto, de la producción gráfica en Argentina.
- Creo que lo primero y principal es que la investigación sobre la conformación de Papel Prensa es una cuestión que hay que analizarla hacia el interior de lo que es la problemática de la memoria, sus vínculos con los derechos humanos, la reapertura jurídica que fue clausurada en su momento por las leyes de impunidad y después el indulto. Quiero decir, estamos en un momento en el que para pensar el presente y para dar cuenta de aquello que se juega en la actualidad, hay que necesariamente hacer ciertas genealogías. Genealogías que son a veces del orden de la interrogación, de la búsqueda, y otras que necesariamente son del orden de la reparación vinculada a la justicia. En ese sentido, la indagación sobre Papel Prensa hay que vincularla, en primera instancia, con las políticas de la memoria y evidentemente con la problemática de los derechos humanos, como así también hay que vincularla con los rastros, las huellas, las persistencias de lo generado por la dictadura militar en la sociedad democrática. Hasta dónde todavía hay ciertos ejes, ciertas influencias, ciertos trazos que están directamente marcados por aquello que se generó en los años más oscuros de la Argentina. Desde esta perspectiva, si uno no es un ingenuo o si no se es un hipócrita, la construcción del modelo de Papel Prensa, tal cual lo conocimos en las últimas décadas, implica que al menos hay que abrir allí una reflexión crítica. Sería inimaginable que en el año ’76, probablemente el más denso, más brutal y oscuro de la Dictadura junto con el año ’77, la Junta militar no haya tenido parte en la resolución de un eje estratégico de cualquier gobierno autoritario o dictatorial, como es en este caso el traslado de las acciones de la principal empresa productora de pasta celulosa para la prensa gráfica del país. Quiero decir, una dictadura que tiene una estrategia de ocupación de los espacios, incluyendo fundamentalmente el comunicacional, difícilmente pueda dejar librado a la voluntad de empresarios autónomos la estrategia frente a lo que era una empresa como Papel Prensa. Digo, sería pecar de una ingenuidad insostenible o de un cinismo a toda prueba, imaginar que no hay relación directa entre el acuerdo que se cierra entre el grupo que integraban Clarín, La Nación y La Razón y, en este caso, la familia Graiver. Pensar que la dictadura militar estaba afuera de este acuerdo, o de este negocio o estrategia, es desmentir la realidad histórica y suponer que en la Argentina del ’76 se era libre para tomar decisiones de este tipo por más que no se estuviera formalmente preso. Los Graiver-Papaleo fueron detenidos, torturados; se los hostigó de manera constante desde medios como Clarín, La Nación o la Revista Somos; se los responsabilizó de la conexión montonera. Además fueron estigmatizados por judíos desde el círculo del genocida Camps. Imaginar, entonces, que Videla y los suyos, en noviembre de 1976 no conocían estos datos de la familia Graiver es también pecar de una ingenuidad ya absurda, o insisto, volver a ser portadores de un cinismo insostenible. Entonces, si esto es así, si estamos pensando en el año ’76, en la dictadura más genocida que hemos conocido en la historia de los argentinos, si estamos pensando en el uso sistemático del chantaje, del miedo, que no sólo involucró a la familia Graiver, ya que hay otros casos muy connotados como el que está llevando al banquillo de los acusados a Martínez de Hoz, digo entonces que estos datos marcan una tendencia en el interior de ciertas políticas que pueden llamarse asiduas en la época de la dictadura, una suerte de discrecionalidad, de impunidad con que se manejaba el poder cívico-militar en los años de la dictadura. Por lo tanto, me parece que abrir en el 2010 el expediente de Papel Prensa es también abrir estas complicidades, es desgarrar el velo de una historia que muestra las relaciones profundas entre el poder militar, el poder económico y la construcción de un modelo corporativo mediático, porque entregarle Papel Prensa a estos grupos era determinar las condiciones de hegemonía en la palabra escrita en la Argentina. Esto incluso se va a profundizar mucho más en los años de la democracia cuando ya no haya un centro estatal hegemónico en la distribución de la comunicación como todavía lo había mientras la comunicación audiovisual estaba fuertemente controlada por la dictadura, lo cual implica que sobre todo el grupo Clarín y el diario La Nación - La Razón ya había quedado fuera de lugar prácticamente - se convierten en los dueños del insumo básico para la prensa gráfica argentina con lo que generan un desequilibrio fenomenal llevando a la quiebra infinidad de diarios de todo el país y generando una concentración cada vez más estrecha en estas dos empresas.
Entonces, me parece que acá hay dos puntos centrales: Por un lado, le toca a la Justicia indagar si hubo efectivamente apremios ilegales, si hubo un chantaje, si hubo una venta compulsiva aprovechando circunstancias como las que se vivían en el año ’76, junto al temor que podía tener la familia Graiver. Recordemos que David Graiver ya había fallecido en un sospechoso accidente en México, que su viuda regresa a la Argentina, a un país bajo el terror de Estado; es decir, imaginar que ahí había garantías jurídicas, constitucionales, y que las personas actuaban con absoluto uso de su libertad es una canallada. Uno podría decir que no se pueden revisar todos los negocios que se hicieron en la Argentina durante aquel tiempo, invalidándolos porque se estaba bajo una dictadura militar, pero hay ciertos negocios que especialmente pueden y deben ser investigados por sus características y por su importancia estratégica y las sospechas evidentes de que ahí hubo un acuerdo entre la Junta Militar y aquellos que fueron beneficiados por ese negocio.
Por otro lado, el segundo punto importante tiene que ver con la construcción de una empresa que tendió a monopolizar la producción de pasta celulosa y que generó las condiciones de un dominio monopólico sobre el mercado de la prensa gráfica en la Argentina, incluyendo también los años de la democracia. De ahí que resulte fundamental el proyecto de ley que elevó el Poder Ejecutivo y que se discutirá en el Congreso Nacional, que implica garantizar la producción de pasta celulosa en condiciones equitativas al conjunto de las empresas dedicadas al mundo gráfico en la Argentina.
Tenemos dos aspectos entonces: Uno tiene que ver con lo oscuro, con el terror, con la violencia, con la impunidad, con los rastros y las huellas de la dictadura; y el otro tiene que ver con la distribución más equitativa de la palabra impresa en la Argentina. La combinación de ambos elementos me parece nodal, tiene que ver con la estrategia de la corporación mediática, con la construcción en nuestro país, en estas últimas décadas, de un dispositivo corporativo-mediático que está profundamente entramado con el establishment económico, con lo que fueron en los’90 las políticas liberales y que también se imbrican profundamente con el proyecto económico abierto con el plan Martínez de Hoz, que de alguna manera transforma radicalmente la estructura económica Argentina y que entre otras cosas favorece la concentración y la monopolización, en este caso, de una empresa como Papel Prensa que la convierte en el eje del dominio, insisto, de la producción gráfica en Argentina.
- Hay en este momento una fuerte impugnación por parte de un sector de la oposición y de los medios hegemónicos en cuanto al tiempo transcurrido para llevar a cabo la investigación sobre la vinculación de Papel Prensa y la última dictadura militar ¿Cuál es para Ud. la razón política que permite que el Gobierno Nacional pueda llevar a cabo hoy la investigación sobre Papel Prensa?
- Son varias cosas. Creo que tiene que ver con un giro dramático y fundamental en la relación entre un gobierno democrático y las corporaciones económico-mediáticas. Esto tiene un punto de partida muy claro en el conflicto en torno a la 125, que fue un conflicto en el que el gobierno se enfrentó a una alianza entre dos grandes corporaciones de la Argentina, una que es la que maneja la producción y la renta agropecuaria, y la otra la que maneja la distribución de las informaciones y la comunicación. A partir de allí se fueron acelerando y complejizando las pujas políticas, las conflictividades en el interior del espacio democrático. Seguramente antes no hubo condiciones para que los gobiernos democráticos se enfrentaran al poder. Tal vez haya que analizar por qué durante el gobierno de Raúl Alfonsín, o después durante el gobierno de Carlos Menem o de la Alianza, incluso durante el mandato de Néstor Kirchner, no hubo voluntad o no hubo condiciones o posibilidades para investigar algo que era vox populi. Quiero decir, cualquiera que estuviera vinculado con los medios de comunicación o que conociera la historia de la última dictadura y el modo como desplegó poder y chantaje, conocía lo que se decía de la historia de Papel Prensa. Pero también es cierto que el poder extraordinariamente compacto de la corporación mediática, su capacidad de horadar, de chantajear, de poner condiciones a los gobiernos democráticos debilitó e imposibilitó que se llevara adelante lo que ahora se está llevando a cabo. Este gobierno ha confrontado con el poder real: Lo ha hecho frente a la corporación agropecuaria, lo hace frente a la corporación mediática; lo hizo cuando re-estatizó el sistema jubilatorio. Me parece que estamos frente a una situación histórico-política muy diferente que nos habilita para discutir una cantidad de cosas que antes estaban vedadas en la Argentina, o que formaban parte de un pasado que ya no se podía reabrir. En este sentido creo que las condiciones actuales son diferentes. La pregunta es equivalente a cómo fue posible discutir y llevar adelante y aprobar una ley de servicios audio-visuales, porque hasta 2009 y bajo todos los gobiernos democráticos previos, siquiera se pudo llevar a comisión un pre-proyecto de modificación de la Ley de radiodifusión, porque seguramente la capacidad de presión, de chantaje, la fuerza con la que la corporación mediática manejo, dominó y maniató a la propia clase política impedía que se pudiera avanzar sobre un proyecto de ley sobre medios. Insisto, no era posible discutir la conformación de Papel Prensa o una ley de Medios Audiovisuales por el peso de ese poder omnímodo que en su momento tuvo la corporación mediática y por la construcción y la potencia de un relato hegemónico. A veces las sociedades necesitan que pasen muchas cosas, o que se den condiciones muy particulares para poder meterse en algunas zonas de su propio pasado que son muy complejas. Fijémonos en el caso español, que hasta el día de hoy no puede reabrir los crímenes de la dictadura franquista, y que cuando lo intenta un juez como Baltazár Garzón, el sistema jurídico español reacciona de tal manera que somete a juicio a quién intenta reabrir los expedientes de la dictadura franquista. En Argentina, y esto es inusual mundialmente, desde ese primer gesto del gobierno de Raúl Alfonsín, que aprobó primero la CONADEP y que después abrió el juzgamiento a la Junta Militar, hasta lo que fue la reapertura de los juicios después de derogar las leyes de impunidad por parte del gobierno de Néstor Kirchner, la Argentina ha girado de vuelta de un modo extraordinario y dramático para reparar, dentro de lo que se pueda reparar en términos jurídicos, el fabuloso daño infligido por parte de la dictadura militar. Entonces, me parece que todo esto ha abierto otras posibilidades. Además, también se ha debilitado la corporación mediática frente a la opinión pública; su discurso monocorde, la brutalidad con la que ha expuesto la burda defensa de sus intereses le ha quitado la credibilidad que podía tener en otro momento el grupo Clarín para manejar un discurso ambiguo, sibilino, que tuvo una incidencia muy grande en la conformación del sentido común, en la construcción de la opinión pública en la Argentina de los últimos cuarenta años. Por lo tanto, ese Clarín, hoy tiene una posición mucho más frágil, mucho más expuesta; ha pasado de lo cocido a lo crudo, por decirlo de alguna manera: lo cocido implicaba la capacidad, la sofisticación de un medio de comunicación para no hacer tan explícitos sus intereses y pasar a lo crudo que es poner de una manera brutal por delante sus intereses. Eso ha llevado a que la corporación mediática se haya debilitado. Por otro lado, todo el debate sobre la ley de servicios audiovisuales también habilitó una mutación cultural, rompió parte de ese muro o ese bloque absoluto que impedía discutir la lógica comunicacional de la Argentina. Me parece que este es el momento en que hay que ver la apuesta del gobierno en la investigación de Papel Prensa como un caso testigo, seguramente como parte de una gran conflictividad política y ligado no a la prioridad particular con la empresa llamada Clarín, sino al conflicto con un sector de una derecha restauracionista que tiene en esta corporación mediática, en el sentido más amplio que incluye a La Nación, o a Perfil o a otros sectores, el eje articulador de las derechas argentinas y que captan en el sentido más profundo lo que hay que hacer frente al gobierno junto a un sector de la oposición política que es nada más que correa de transmisión de lo que el poder corporativo tanto económico como mediático hoy están planteando. Creo que el gobierno ha comprendido que la lucha que tiene que llevar adelante para seguir avanzando en sus políticas lo pone delante del núcleo corporativo mediático. Así lo entendió y así avanzó con la Ley de Servicios Audiovisuales y me parece que ahora lo hace también haciéndose cargo de una deuda extraordinaria de la democracia que es la investigación a fondo, que en su momento había hecho el fiscal Molinas, sobre la construcción de Papel Prensa. Siempre podrá uno preguntarse por qué ahora y no antes, y las respuestas podrán ser variadas. Pero estamos ahora, en el 2010, lo que significa que nos hacemos cargo y responsables de lo que nos acontece como sociedad en el 2010. Uno podría decir por qué ahora la ley de matrimonio civil igualitario y no antes si también estaban los mismos prejuicios, las mismas discriminaciones, las mismas violencias retóricas y de otro orden sobre una minoría sexual; bueno, porque las condiciones políticas y culturales ahora lo posibilitaron. También podríamos preguntarnos por qué todavía no se trata la ley de despenalización del aborto. Bueno, quizá ahora están dadas las condiciones, como dijo la jueza Argibay, para dar un debate fuerte, social, y que llegue al Parlamento la ley de despenalización del aborto.
Las sociedades se enfrentan a problemas que pueden resolver en situaciones en que están en condiciones de hacerlo, si no es como ciertos sectores de izquierda, de un dogmatismo absoluto, que piensan que si no hacemos la revolución socialista todo lo que se haga no tiene sentido; o que está en condiciones de transformar radicalmente la sociedad sin leer las vicisitudes, los tiempos históricos, las contradicciones, las relaciones de fuerza. Este es un gobierno que ha ido, por distintos motivos, confrontando con núcleos muy poderosos. Ha confrontado con el sector agrario, lo ha hecho con el sector mediático, de algún modo lo ha hecho con el sector financiero a través de la re-estatización del sistema de las AFJP; probablemente vuelva a hacerlo en un debate sobre la Ley de entidades financieras, o lo ha hecho directa o indirectamente con el nombramiento de Marcó del Pont al frente del Banco Central, que es claramente un nombramiento que es antagónico a las políticas neoliberales. Lo ha hecho con la Iglesia, debatiendo muy duramente con ella. Ha resuelto reabrir lo que gran parte de esta sociedad no quería que se reabriera jamás que es toda la problemática de derechos humanos, del juicio a los genocidas. Entonces, me parece que estamos en un momento vital, extremadamente complejo y por lo tanto de una dinámica no fácilmente desentrañable frente a la realidad político- social- cultural y económica argentina. Y dentro de esa complejidad está la cuestión de Papel Prensa.
- En estos últimos años se produjo un hecho interesante que es la recuperación de la palabra para la política en la vida cotidiana, la cual se había transformado en la década del ‘90 en propiedad de los medios masivos de comunicación. Al mismo tiempo, ese recobrar la palabra y la acción política, inaugura un tiempo en que se produce cierta ampliación por la cual hay una sociedad más movilizada, que reclama más participación, que propone más debates hacia el interior de la esfera institucional. Este acontecimiento vendría a ser otro aspecto más de este cambio social que se está produciendo en el país. ¿Está de acuerdo con esta idea?
- Sin dudas. Si solamente viésemos esto como un conflicto superestructural que pone en lucha a un gobierno que solamente se lo puede referenciar a un pequeño grupo que hoy comanda al gobierno frente a otro grupo que se llama Clarín, creo que estaríamos entendiendo muy poco de lo que está sucediendo en la Argentina de los últimos años. Hay un proceso de repolitización, de debates que están atravesando cosas claves de la construcción de la propia sociedad. Si pensamos en todos los debates que se han desplegado en estos últimos años creo que estamos en presencia de una época formidable: Se debaten los medios de comunicación, se debate el rol de Argentina en América Latina, se debaten las políticas sociales, se debate la problemática del trabajo, se debate el rol de Estado, se debate el problema de la distribución de la renta, se debate la cuestión del medio ambiente, de los desarrollos sustentables, se debate la despenalización del aborto, del matrimonio civil igualitario, se debate la problemática de los monopolios. Me parece que todo esto marca que algo está pasando en la sociedad, que ha salido del marasmo, del aislamiento, de la caída en el abismo de la década de los ’90 con una sociedad civil vaciada, absolutamente banalizada. Hoy tenemos una sociedad civil inquieta que se mueve, que discute; tenemos una territorialidad democrática en conflicto y el conflicto es parte de la propia concepción de la democracia; tenemos, de algún modo, con sus contradicciones y sus problemas, un cierto retorno de lo político - en el mejor sentido del término - sacándolo de sedes tribunalicias que es donde estuvo en los últimos veinte años de historia política argentina. Entonces, todo eso tiene que ver con lo que viene sucediendo, en un primer momento en el gobierno de Néstor Kirchner y actualmente en el gobierno de Cristina Fernández, y tiene que ver con una sociedad que se está pensando, se está discutiendo y se está preguntando hacia dónde quiere ir. En este marco hay que colocar también el nivel de disputa y de conflicto porque se están tocando intereses fundamentales y fundacionales de un modo de determinar el rumbo de la Argentina, al menos con claridad desde el ’76 en adelante. Y esto no es menor, es muy importante. Les importa poco a aquellos que todavía imaginan que lo único significativo, insisto, es el Parnaso revolucionario. Pero para aquellos que vivimos la cotidianeidad de una Argentina que fue fragmentada, desolada, donde también el cuerpo social, cultural, popular fue dañado, es crucial ver que se van dando reaperturas de ciertas cuestiones claves, que se puede recomponer tejido social, que se pueden reabrir espacios de participación, que se puede salir a confrontar con cierta fuerza con el poder real en la Argentina. Todo esto tiene que ver con un escenario que exige de nosotros una cierta mirada, romper los esquemas autocomplacientes y dogmáticos para comprender lo que está en juego en este momento en la Argentina. Por eso me parecen espantosas las últimas declaraciones de Pino Solanas con respecto a Papel Prensa, usando esa adjetivación “Esto es un mamarracho”. A quién está defendiendo Pino Solanas. Esa es una pregunta inquietante, porque todos sabemos cómo se construyó el poder del grupo Clarín, a dónde apunta; qué es La Nación por otro lado; cuál ha sido el manejo absolutamente discrecional de Papel Prensa, cómo fue la construcción monopólica de ese grupo para dominar plenamente el mercado gráfico. Digo, para alguien que se reclama democrático, popular, con ideas de distribución, salir a defender al Grupo Clarín es como salir a decir lo mismo que Elisa Carrió cuando afirma que La Nación y el grupo Clarín son la Argentina. Es una frase extraordinaria de Carrió porque quiere decir que si esos diarios son la Argentina ahí está la verdad, ahí está no sólo el poder sino lo que la clase política tiene que defender, la Argentina, es decir los intereses de Clarín y La Nación. Hay un sector que se llama progresista, que se dice de centro izquierda, que me parece que se está equivocando muy dramáticamente. Hay otro sector que por el contrario comprende que este es un momento muy particular e importante, que seguramente será parte del debate parlamentario cuando se discuta esta nueva ley para la producción de papel en la Argentina. Creo que estas cosas hay que salir a decirlas, a discutirlas, a pensarlas, porque si no estamos simplemente en una bruta especulación electoral que implica ver cuántos votos más voy a sacar al colocarme en ese lugar de crítica salvaje y perdiendo de vista la responsabilidad que nos cabe a todos aquellos que defendemos no sólo la democracia, sino una profundización en un sentido más equitativo, igualitario y de justicia de la democracia. Bueno, estamos en ese momento.
Entrevista realizada por Conrado Yasenza, para La Tecl@ Eñe, 28 de agosto del 2010
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