Por Ronaldo Wright*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Eduardo Stupía
En anteriores ediciones de La Tecl@ Eñe hemos abordado diversos temas vinculados a los adolescentes y su vertiginosa inserción social en estos tiempos globalizados e hipermodernos. Ante los sucesos acaecidos en la madrileña Puerta del Sol y el movimiento de jóvenes indignados acampando en las principales plazas de España —acontecimiento que rápidamente se expandió hacia otros puntos del planeta—, creemos que en nuestro país nos encontramos hoy con una juventud posicionada en lo que entendemos un lugar y un tiempo mejor. Puntualmente, seguimos destacando lo rico que es trabajar con nuestros pibes en grupos de reflexión y de acción, tomando como punto de partida esta cultura líquida y fluida aún vigente que nos permite hablar de una verdadera era del vacío. Así, coordinando grupos de adolescentes podemos —entre todos— hacernos una guía para la vida cotidiana, además de habilitar un espacio para la invención y la creatividad.
Grupalmente intentamos averiguar cómo la hipermodernidad incide en los modos de relacionarnos, caracterizados por la atenuación de los lazos y de las reglas de convivencia, en muchos casos al límite de su desaparición. Nuestros grupos de adolescentes procuran promover una concreta lógica democrática y participativa, recuperando la dignidad de la palabra singular y aceptando la diversidad de sus distintos saberes. Significativamente, los jóvenes protagonistas del mayo español reclaman democracia real ya, exigiendo un cambio profundo y sustancial en la forma de hacer política además de una mayor inserción social y laboral para esa juventud excluida. Las dificultades de la recesión en la actual economía española han dejado una tasa de desempleo que supera el 44% entre los adolescentes de menos de veinticinco años de edad. El parecido con nuestra angustiosa crisis del año 2001 se advierte al ver que allá también se escuchan fuertes ruidos de ollas y cacerolas.
El aludido movimiento de jóvenes indignados, impulsado desde las redes sociales bajo el nombre de greekrevolution, ha calado hondo en Grecia ante la crisis económica que llevó a ese país al borde de la quiebra. El centro de las protestas se instaló en la plaza Sintagma —ubicada frente al Parlamento— al grito de “¡Que se vayan!” por parte de los manifestantes. Significativamente, la protesta adolescente se produjo el mismo día que llegó a Atenas un equipo de supuestos expertos de la Unión Europea y del Fondo Monetario Internacional para examinar un nuevo programa de privatizaciones y de medidas de ajuste. Casi una réplica de lo acontecido en nuestras tierras hace una década, cuando nuestros jóvenes también se auto organizaron en asambleas diarias en cada plaza, convirtiéndolas en espacios de libre y común expresión. Nuestra realidad hoy sirve de modelo a los europeos, pese a que hay quienes quieren convencernos que la Argentina no existe a nivel mundial.
A casi una década de aquel levantamiento popular, hoy tenemos cada vez más jóvenes enteramente consustanciados con la sociedad, participando en diversos proyectos políticos, económicos, sociales y culturales. Adolescentes trabajando intensamente en temáticas tales como el trabajo y la producción, la educación, los derechos humanos, los medios y la comunicación, la integración regional, el cuidado del espacio ambiental, entre otras. Pibes apostando al proceso democrático vigente desde hace ya más de veintisiete años, promoviendo programas encaminados al bienestar general de la comunidad, contribuyendo a solucionar problemáticas puntuales de los que menos tienen, planteando acciones concretas para la apertura de múltiples espacios interdisciplinarios en los cuales ellos actúan como sujetos plenos de su propio desarrollo. En síntesis, hablamos ni más ni menos que de una juventud sumamente creativa y activamente adaptada a la realidad actual.
No obstante ello, la actual era del vacío tiende claramente hacia una renovada forma de control de los comportamientos, un nuevo proceso de personalización que pretende oscuros fines, valores y legitimidades sociales. Se apunta al surgimiento de jóvenes sincrónicos que vivan sin ideales propios y sin objetivos trascendentes, en un modelo de cultura donde el incremento de semejante interacción lleve al sincretismo, a la mezcla de dioses extraños, para desembocar en la disminución del sentimiento de pertenencia a un grupo y en la acentuación de los fenómenos de exclusión. También en Europa, quienes apoyan al movimiento M-15 gritan sus consignas exigiendo trabajo en vez de emigración, entendiendo los adolescentes que al salir de las universidades no tienen ningún futuro esperándolos. Advierten con desazón que son relativamente pocos los jóvenes y adolescentes llamados a consumir mundo, mientras que cada vez son más los consumidos por este mundo salvajemente globalizado.
Desde lo psicosocial abordamos la problemática vinculada al trabajo adolescente y su correlato, la desocupación, como así también la capacitación continua y la experiencia que van adquiriendo nuestros pibes en espacios de reflexión grupal que ayudan a potenciar las posibilidades individuales y colectivas. El clima de solidaridad entre los jóvenes siempre permite responder mejor a los diferentes cambios sociales y a las nuevas modalidades del mercado laboral posmoderno. Poco a poco los adolescentes logran constituir una identidad grupal dada por una tarea y un proyecto en común, llegando a establecer fuertes pautas de integración y comportamiento que se van institucionalizando en el grupo. Juntos pueden generar nuevos modos de pensar, sentir y hacer que en verdad los compromete con la comunidad que integran. Y afortunadamente esa integración suele llevarlos hacia un destino que jamás imaginaron al inicio del proceso grupal compartido.
Nuestra juventud sabe que tiene que esforzarse para filtrar críticamente los relatos hegemónicos impuestos y sostenidos desde lugares que no les pertenecen. Es así que son cuestionadas las ideas presentadas como la verdadera realidad y como el único modo de sociedad, advirtiendo su claro sentido hiperindividualista. Hoy podemos ver a los poderosos medios concentrados de comunicación no sólo distorsionando diariamente la realidad, sino difundiendo explícita e implícitamente el estilo de vida a seguir. Los adolescentes españoles también comenzaron a tomar conciencia de que esos mensajes están dirigidos a ellos, pretendiendo crearles nuevas necesidades y deseos a través de la mentira y de la desinformación manipulada. Así, los jóvenes indignados de Murcia invadieron la sede de la televisión autonómica, reivindicando el derecho a una información más libre, a una programación cultural de mayor nivel y a utilizar los medios para dar una información de verdad.
Nuestra tarea grupal, con técnicas operativas de indagación y acción específicas, pretende brindar a los pibes un mayor protagonismo para operar de modo positivo en la superación conjunta de los conflictos, problemas y dilemas. Sabemos que lo grupal incentiva la producción de ideas y la realización de acciones concretas, logrando una adaptación del joven al medio en que le toca vivir. Se modifican nuestras matrices de aprendizaje, trabajando sobre las distintas individualidades y alentando permanentemente la heterogeneidad grupal. Desde ya, hay casos en que aparece la falta de sentido existencial promovida por esta hipermodernidad y que desemboca en lo que llamamos kakón adolescente (kakón: palabra griega de género neutro, que significa “lo malo”). Similar al término inglés spleen, utilizado para designar a la experiencia depresiva en la que predomina una vivencia subjetiva de vacío y tedio, presentándose bajo la figura de síntomas propios de la pulsión de muerte.
Pero esta juventud siente que tiene una tarea por delante, cual es la de edificar una nueva y mejor estructura de la sociedad, afianzando y extendiendo las redes sociales y capacitándose de modo constante. A tales fines, hacemos del aprendizaje una apropiación instrumental de la realidad, sin olvidar la concepción dialógica y problematizadora de la vida cotidiana abordada desde una dimensión social. Concebimos al sujeto como un ser habitado por las imágenes de la realidad exterior, inscriptas en cada uno de nosotros de una forma singular para transformarse luego en el signo de nuestra identidad. Si adentro de cada uno de nosotros habita una tensión —y contradicción dialéctica— entre lo solidario y lo solitario, sabemos que para interaccionar adecuada y operativamente en cualquier grupo debe haber un trasfondo de sociabilidad y de solidaridad. Ojalá podamos continuar por este firme camino, a la vez que deseamos que los jóvenes europeos también encuentren el suyo.
*Psicólogo Social – Abogado
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