El kirchnerismo, última conformación del movimiento nacional
Política de derechos humanos, designación de una corte suprema digna, descabezamiento de la cúpula militar comprometida con el genocidio y derogación de las leyes de impunidad fueron algunas de las medidas que anunciaron que el movimiento nacional y popular se volvía a poner en marcha con un nuevo líder. El peronismo traicionado desde su mismo seno se transformaba en kirchnerismo.
Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Tanto en las sociedades precapitalistas como en las tercermundistas de la época del capitalismo, el impulso de los pueblos hacia la liberación se expresó en movimientos populares. En los albores de nuestra independencia ello se efectivizó a través de las montoneras federales. Es el interior profundo del país naciente que pugnaba por construir una nación soberana, con el horizonte de la Patria Grande Latinoamericana, frente al proyecto de la patria chica centrada en el puerto de Buenos Aires, dependiente del imperio británico.
Es la montonera federal la primera conformación, la primera forma, en que se presenta el movimiento popular argentino. La defección de Urquiza en la batalla de Pavón (1861) selló la derrota del movimiento que se habría de consumar en el Pozo de Vargas (1867) y en Cerro Corá (1870). El Movimiento entra desde ese momento en un cono de sombra y comienza su recuperación en forma subterránea, hasta poder emerger en las dos primeras décadas del siglo siguiente con el Yrigoyenismo.
Los hijos de las montoneras y los de la primera camada de inmigrantes conformaron esta nueva forma que asumía el movimiento popular. La oligarquía agroexportadora, dependiente del imperio británico, sufría así su primera derrota y el movimiento popular retomaba la tarea que Pavón había dejado inconclusa.
Defecciones internas y ataques externos provenientes del proyecto agroexportador hacen que el movimiento pierda fuerza y finalmente sea derrotado, sumiéndose la patria en la noche negra de la primera década infame. Nuevamente el movimiento, como el viejo topo, va haciendo su trabajo subterráneo hasta poder sacar la cabeza y asumir una nueva conformación: el peronismo.
Llega el momento más glorioso del movimiento popular, el momento de la “patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Es el momento de los trabajadores, el de los humildes, el de los olvidados. Plena ocupación, agremiación, vacaciones en lugares antes reservados para la oligarquía, orgullo de ser argentino. Es un país que comienza a cambiar la mirada. Ya no es Europa hacia donde se apunta sino hacia Latinoamérica. Se vislumbra nuevamente la Patria Grande que se perdió cuando la derrota de los federales.
Pero en el devenir de los movimientos populares, como en el devenir de todo sujeto, nada es definitivo. Todo se mueve dialécticamente. Los impulsores del proyecto agroexportador dependiente no estaban definitivamente derrotados ni mucho menos. Volvieron por sus fueros y lo hicieron de manera sangrienta. Bombardearon al pueblo en plena Plaza de Mayo y sometieron al movimiento popular a una sangrienta persecución.
El movimiento, nuevamente derrotado, recomienza su recuperación. Es la “resistencia peronista”. Desde abajo, desde las raíces, se va rearmando hasta llegar a las décadas del 60 y del 70 del siglo pasado en que logra nuevamente llegar al gobierno y, con numerosas organizaciones avanza hacia una transformación profunda de la sociedad. La “patria socialista” es la utopía, horizonte hacia el que se tensan las energías populares.
El enemigo no podía de ninguna manera permitir esto y, orientándose por la experiencia del nazismo alemán y con las enseñanzas aprendidas en la Escuela de las Américas desata, por medio de las Fuerzas Armadas, un verdadero genocidio. “Noche y niebla” en todo el territorio nacional. Destrucción masiva de las organizaciones populares, completada en la década del 90 con la implementación a raja tabla del más fundamentalista plan neoliberal que se pueda pensar. Se había instalado la segunda Década Infame.
Pero el movimiento nacional y popular no estaba muerto. ¡Nunca está muerto! Siempre resucita, resurge desde sus raíces. Derrotado en lo político, se refugia en lo social. Es el momento de los movimientos sociales, verdaderas raíces del movimiento popular. La vergonzosa entrega de todas las conquistas que habían conseguido las luchas populares no tuvo su final con el menemismo de los 90. Se continuó con De la Rúa que terminó como no podía ser de otra manera que escapando de la furia popular expresada en el ¡que se vayan todos!
La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 hirió de muerte a la continuación del plan neoliberal, pero no tuvo respuestas alternativas en lo inmediato. Se rompieron todas las compuertas, todos los límites, pero no se trazaron los nuevos límites que le darían contenido al proyecto nacional y popular. Era el momento de la destrucción, de la primera negación. Había que producir la segunda negación, la negación de la negación que comienza a producirse en el 2003.
Desde el sur patagónico, escenario alejado de la gran política, y con un minúsculo apoyo ciudadano, emerge la figura de Néstor Kirchner, quien, luego de asumir como presidente y jugar con el bastón de mando, se sumerge en la multitud, manifestando, de esa manera, que era el movimiento nacional y popular el que volvía a ponerse en marcha.
Política de los derechos humanos, remoción de la corte vergonzosa y designación de una corte suprema digna, descabezamiento de la cúpula militar comprometida con el genocidio, derogación de las leyes de impunidad, fueron algunas de las primeras medidas que decían a las claras que el movimiento nacional y popular se volvía a poner en marcha con un nuevo líder. El peronismo deshilachado, traicionado, desde su mismo seno se transformaba en kirchnerismo.
Esas primeras medidas fueron seguidas de otras y otras, cada vez más profundas, más comprometidas. Movimiento nacional, porque la nación volvía a recuperar su dignidad plantándose frente al imperio, y junto con otras naciones latinoamericanas hace naufragar el ALCA en las aguas del océano atlántico. Movimiento popular que se manifestó en los millones que celebraron las fiestas del bicentenario. Movimiento latinoamericano que hizo avanzar el Mercosur, impulsó la Unasur, dejó de mirar al imperio para volverse a una Latinoamérica que tiene la voluntad de constituirse definitivamente en la Patria Grande.
De Néstor a Cristina el movimiento se profundiza, se agranda, celebra y lucha. El 2009 fue clave. El proyecto del país chico dependiente vuelve por sus foros. Es la rebelión de los agroexportadoras que levantando la falsa bandera del “campo” pretenden extorsionar al gobierno, amenazando con un “golpe” de nuevo tipo, “blando” como lo llaman. La firmeza del gobierno y el apoyo popular hicieron fracasar el proyecto.
La muerte de Kirchner, lamentable e irreparable pérdida para el movimiento, sacó a luz la profundidad que había alcanzado el movimiento. La juventud salió a expresar que el kirchnerismo era efectivamente la nueva forma o conformación que asumía el movimiento nacional, popular, latinoamericano.
Buenos Aires, 8 de junio de 2011
*Filósofo y Teólogo
Política de derechos humanos, designación de una corte suprema digna, descabezamiento de la cúpula militar comprometida con el genocidio y derogación de las leyes de impunidad fueron algunas de las medidas que anunciaron que el movimiento nacional y popular se volvía a poner en marcha con un nuevo líder. El peronismo traicionado desde su mismo seno se transformaba en kirchnerismo.
Por Rubén Dri*
(para La Tecl@ Eñe)
Tanto en las sociedades precapitalistas como en las tercermundistas de la época del capitalismo, el impulso de los pueblos hacia la liberación se expresó en movimientos populares. En los albores de nuestra independencia ello se efectivizó a través de las montoneras federales. Es el interior profundo del país naciente que pugnaba por construir una nación soberana, con el horizonte de la Patria Grande Latinoamericana, frente al proyecto de la patria chica centrada en el puerto de Buenos Aires, dependiente del imperio británico.
Es la montonera federal la primera conformación, la primera forma, en que se presenta el movimiento popular argentino. La defección de Urquiza en la batalla de Pavón (1861) selló la derrota del movimiento que se habría de consumar en el Pozo de Vargas (1867) y en Cerro Corá (1870). El Movimiento entra desde ese momento en un cono de sombra y comienza su recuperación en forma subterránea, hasta poder emerger en las dos primeras décadas del siglo siguiente con el Yrigoyenismo.
Los hijos de las montoneras y los de la primera camada de inmigrantes conformaron esta nueva forma que asumía el movimiento popular. La oligarquía agroexportadora, dependiente del imperio británico, sufría así su primera derrota y el movimiento popular retomaba la tarea que Pavón había dejado inconclusa.
Defecciones internas y ataques externos provenientes del proyecto agroexportador hacen que el movimiento pierda fuerza y finalmente sea derrotado, sumiéndose la patria en la noche negra de la primera década infame. Nuevamente el movimiento, como el viejo topo, va haciendo su trabajo subterráneo hasta poder sacar la cabeza y asumir una nueva conformación: el peronismo.
Llega el momento más glorioso del movimiento popular, el momento de la “patria socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Es el momento de los trabajadores, el de los humildes, el de los olvidados. Plena ocupación, agremiación, vacaciones en lugares antes reservados para la oligarquía, orgullo de ser argentino. Es un país que comienza a cambiar la mirada. Ya no es Europa hacia donde se apunta sino hacia Latinoamérica. Se vislumbra nuevamente la Patria Grande que se perdió cuando la derrota de los federales.
Pero en el devenir de los movimientos populares, como en el devenir de todo sujeto, nada es definitivo. Todo se mueve dialécticamente. Los impulsores del proyecto agroexportador dependiente no estaban definitivamente derrotados ni mucho menos. Volvieron por sus fueros y lo hicieron de manera sangrienta. Bombardearon al pueblo en plena Plaza de Mayo y sometieron al movimiento popular a una sangrienta persecución.
El movimiento, nuevamente derrotado, recomienza su recuperación. Es la “resistencia peronista”. Desde abajo, desde las raíces, se va rearmando hasta llegar a las décadas del 60 y del 70 del siglo pasado en que logra nuevamente llegar al gobierno y, con numerosas organizaciones avanza hacia una transformación profunda de la sociedad. La “patria socialista” es la utopía, horizonte hacia el que se tensan las energías populares.
El enemigo no podía de ninguna manera permitir esto y, orientándose por la experiencia del nazismo alemán y con las enseñanzas aprendidas en la Escuela de las Américas desata, por medio de las Fuerzas Armadas, un verdadero genocidio. “Noche y niebla” en todo el territorio nacional. Destrucción masiva de las organizaciones populares, completada en la década del 90 con la implementación a raja tabla del más fundamentalista plan neoliberal que se pueda pensar. Se había instalado la segunda Década Infame.
Pero el movimiento nacional y popular no estaba muerto. ¡Nunca está muerto! Siempre resucita, resurge desde sus raíces. Derrotado en lo político, se refugia en lo social. Es el momento de los movimientos sociales, verdaderas raíces del movimiento popular. La vergonzosa entrega de todas las conquistas que habían conseguido las luchas populares no tuvo su final con el menemismo de los 90. Se continuó con De la Rúa que terminó como no podía ser de otra manera que escapando de la furia popular expresada en el ¡que se vayan todos!
La pueblada del 19-20 de diciembre de 2001 hirió de muerte a la continuación del plan neoliberal, pero no tuvo respuestas alternativas en lo inmediato. Se rompieron todas las compuertas, todos los límites, pero no se trazaron los nuevos límites que le darían contenido al proyecto nacional y popular. Era el momento de la destrucción, de la primera negación. Había que producir la segunda negación, la negación de la negación que comienza a producirse en el 2003.
Desde el sur patagónico, escenario alejado de la gran política, y con un minúsculo apoyo ciudadano, emerge la figura de Néstor Kirchner, quien, luego de asumir como presidente y jugar con el bastón de mando, se sumerge en la multitud, manifestando, de esa manera, que era el movimiento nacional y popular el que volvía a ponerse en marcha.
Política de los derechos humanos, remoción de la corte vergonzosa y designación de una corte suprema digna, descabezamiento de la cúpula militar comprometida con el genocidio, derogación de las leyes de impunidad, fueron algunas de las primeras medidas que decían a las claras que el movimiento nacional y popular se volvía a poner en marcha con un nuevo líder. El peronismo deshilachado, traicionado, desde su mismo seno se transformaba en kirchnerismo.
Esas primeras medidas fueron seguidas de otras y otras, cada vez más profundas, más comprometidas. Movimiento nacional, porque la nación volvía a recuperar su dignidad plantándose frente al imperio, y junto con otras naciones latinoamericanas hace naufragar el ALCA en las aguas del océano atlántico. Movimiento popular que se manifestó en los millones que celebraron las fiestas del bicentenario. Movimiento latinoamericano que hizo avanzar el Mercosur, impulsó la Unasur, dejó de mirar al imperio para volverse a una Latinoamérica que tiene la voluntad de constituirse definitivamente en la Patria Grande.
De Néstor a Cristina el movimiento se profundiza, se agranda, celebra y lucha. El 2009 fue clave. El proyecto del país chico dependiente vuelve por sus foros. Es la rebelión de los agroexportadoras que levantando la falsa bandera del “campo” pretenden extorsionar al gobierno, amenazando con un “golpe” de nuevo tipo, “blando” como lo llaman. La firmeza del gobierno y el apoyo popular hicieron fracasar el proyecto.
La muerte de Kirchner, lamentable e irreparable pérdida para el movimiento, sacó a luz la profundidad que había alcanzado el movimiento. La juventud salió a expresar que el kirchnerismo era efectivamente la nueva forma o conformación que asumía el movimiento nacional, popular, latinoamericano.
Buenos Aires, 8 de junio de 2011
*Filósofo y Teólogo
Excelente sintesis de lo cocurrido en estos años y de la conformación del movimiento Nacional y Popular
ResponderEliminarQué nada lo debilite,que todos estemos a la altura de las circunstancias,para sostenerlo y defenderlo,que las despariciones irreparables e insustituibles no sean en vano,no podemos retroceder y descuidar lo obtenido es lo que pienso y siento.Y Macri tiene que ser,o mejor, convertirse en solo un accidente, no podemos permitirnos que la clase media pacata ,insensible e inútil,"juegue inconcientemente" con nuestro futuro y nuestro presente.
Gracias Maya por tu comentario!! Le pasé tu correo a Drí. Y gracias por leernos : Difundir es amar un poco. Besos
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