Sobre la ofensiva mediática por la política de subsidios
La última operación de los medios concentrados y las corporaciones económicas se centra en anunciar una supuesta “derechización” del Gobierno Nacional por las medidas implementadas en relación a la quita de subsidios. Para salir de la operación hay que decir que en el caso actual se trata de un ordenamiento de los subsidios con un contenido de justicia distributiva.
Por Edgardo Mocca*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Jorge de la Vega
Resulta conmovedor ver cómo los editorialistas de la prensa dominante se preocupan por el regreso a la ortodoxia y al canon fondomonetarista que, según ellos, implicaría la quita de subsidios a los servicios públicos resuelta por el gobierno nacional.
Para salir del enredo de la operación mediática habría que comparar estas disposiciones con el impuestazo de Machinea en el año 2000. En el caso actual se trata de un ordenamiento de los subsidios –necesarios en 2003 para evitar que el aumento de tarifas hiciera estallar la incipiente recuperación económica y, tal vez, mantenidos más de lo aconsejable- con un contenido de justicia distributiva. Es decir, dejar de subsidiar a quien no lo necesita para mejorar las cuentas estatales lo que es doblemente necesario: para mantener la capacidad de intervención redistributiva del Estado y para estar convenientemente defendidos de los efectos de la crisis capitalista mundial. ¿Cuál es el parecido con aquel manotazo contra los ingresos de empleados estatales y jubilados para equilibrar las cuentas fiscales, en consonancia con los reclamos del FMI?
La tan vilipendiada “caja”, la que se engrosó, por ejemplo, con la recuperación de los aportes jubilatorios y a la que se atacó cuando la propuesta de retenciones móviles en el otoño de 2008, es ni más ni menos que el reaseguro público contra las maniobras del “mercado” (eufemismo que intenta ocultar al poder económico concentrado). No hay que ir muy lejos: estamos saliendo airosos de un ataque especulativo a nuestra moneda protagonizado por los mismos sectores que lo hicieron exitosamente en tiempos no muy lejanos. Eso fue posible por la fortaleza del Estado. Hace falta la plata que hoy subsidia a muchos que no lo necesitan, para seguir la inversión en infraestructura, en educación, en asignación universal. Para disponer de recursos–si es que terminan haciendo falta- para hacer lo que se hizo en la crisis de 2009: proteger al empleo, a través de subvenciones a las empresas a cambio de que no echen ni suspendan personal y otras medidas contracíclicas. Para seguir fortaleciendo al Estado en su relación con el mercado
Claro que hace falta una implementación inteligente y justa de la salida de los subsidios. El objetivo de seguir protegiendo a quien necesite seguir siendo protegido no se cumple con la sola voluntad política. Los mismos que clamaron todos estos años por el fin de los subsidios son los que van a amplificar histéricamente cada caso de injusticia (o presunta injusticia) sobre los usuarios. No será sencillo pero hay que asegurar que no haya la más mínima posibilidad de que los aumentos caigan sobre hogares que no están en condiciones de absorberlos. Sería bueno que se estimule la organización de los usuarios populares para conseguir la cuota de solidaridad y sentido público que se necesita. Es posible que la sola burocracia estatal no alcance para evitar iniquidades.
Aun con las previsibles dificultades, la medida tiene sentido redistributivo progresivo. No puede compararse con el pasado de los gobiernos dóciles al FMI y al Banco Mundial. Tampoco a los monumentales ajustes que sufren los países más débiles de la Unión Europea y son expresión del dominio político de los más poderosos grupos financieros. Por fortuna, la Argentina no tiene un gobierno de “técnicos” como Italia y Grecia. Tiene un gobierno que acaba de ser plebiscitado por el pueblo, en respaldo de un proyecto de reindustrialización, redistribución de la riqueza y justicia social. Nuestro país forma parte del grupo de estados que sostiene que no puede salvarse a la economía mundial con las mismas recetas que llevaron al desastre. Este es el ADN del proceso político en curso. Cualquier abandono de ese rumbo equivaldría a un vaciamiento de su sentido. El futuro no luce fácil en el marco de la grave situación mundial. El actual gobierno ha merecido la ratificación de la confianza en que será el más apto para enfrentar las dificultades. Todo lo demás, por ahora, son cantos de sirena de los grandes derrotados del 23 de octubre.
*Politólogo y Dtor. de la Revista Umbrales
No entiendo què justicia distributiva hay. Los ingresos de los trabajadores van a sufrir una depreciaciòn. Eso es un ajuste (en cualquier idioma que se emplee) y no tiene nada que ver con la justicia distributiva.
ResponderEliminarLa ùnica justicia distributiva està en la no disminución del salario real y el poder adquisitivo de los trabajadores, medido en cierta canasta de bienes.
Por eso el conflicto salarial va a ser el eje de las luchas del próximo año. Las paritarias va a ser un asunto.