Ecos de Octubre
Deseo y decepción: El perverso circuito arrasado.
Los comicios del 23 de Octubre de 2011 trajeron un resultado muy afín al de las presidenciales anteriores de 2007, en las que Cristina Fernández triunfó por muy amplio márgen. Desde luego que hay muchos matices, pero existen datos que se reiteran: Cuatro años atrás, Mauricio Macri se imponía en la ciudad de Buenos Aires y Daniel Scioli en la provincia. Entonces, ¿es tan imprevisible el votante?. Justamente, pensar que no lo es lleva a prestar atención a la racionalidad del voto.
Por Jorge Halperín*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Daniel Santoro
En estos días, gran parte de las lecturas del voto presidencial del domingo 23 de octubre se concentran en las novedades. Pero, si se intenta la operación inversa, también aporta lecturas sugestivas.
Si “noticia” es “nueva información”, también puede ser nuevo y significativo que algo se repita en forma llamativa. Mirado así, la idea de que el nuestro es un país altamente imprevisible – ¡cuántas veces lo decimos! -, tan pronto nos salimos de la mirada de corto plazo, se ve como absurda.
Es cierto que apenas dos años atrás, en 2009, la derrota del gobierno en las legislativas parecía sumirlo en un declive, y nadie imaginaba entonces que la presidenta Cristina Fernández sería candidata en 2011.
Pero ampliemos la mira en el tiempo: los comicios de 2011 trajeron un resultado muy afín al de las presidenciales anteriores de 2007, en las que Cristina triunfó por muy amplio márgen. En aquel momento, Elisa Carrió fue la segunda candidata más votada con una fórmula que mezclaba el progresismo con el voto antiperonista y antikirchnerista, como sucedió esta vez con Hermes Binner.
Desde luego que hay muchos matices, pero sigamos con lo que se reitera: cuatro años atrás, Mauricio Macri se imponía en la ciudad de Buenos Aires, y Daniel Scioli en la provincia.
Entonces, ¿es tan imprevisible el votante?.
Justamente, pensar que no lo es lleva a prestar atención a la racionalidad del voto.
Y a combatir otro prejuicio: que los presidentes llegan con promesas exageradas y que luego inevitablemente traicionan. Es cierto que desde la recuperación de la democracia se vino repitiendo el circuito “deseo y decepción” con Alfonsín, Menem, De la Rúa y hasta con Duhalde, que llegó sin campaña ni promesas. Con Alfonsín, se hizo jirones la promesa de levantar todas las persianas de las fábricas cerradas y la de terminar con la prepotencia militar. Con Menem, se fueron al diablo el salariazo, la revolución productiva y la burbuja de prosperidad. Con De la Rúa, duró un suspiro la promesa de salir de la recesión y terminar con una década de corrupción.
Y Duhalde, que cumplió durante año y medio con la tarea de apagar el incendio, bien que enviando bajo la línea de pobreza a la mitad de la población, debió llamar a elecciones cuando su policía ejecutó a los dos manifestantes piqueteros retrotrayéndonos a la tragedia de diciembre de 2001.
Pero Néstor Kirchner y Cristina Fernández rompieron con aquel perverso circuito de deseo y decepción reiterado 20 años. Sus gestiones se miden por un conjunto de políticas que fueron mucho más allá de lo imaginado, desde la renovación de la Corte Suprema a la exitosa renegociación de la deuda; desde una política de cero represión hasta la acumulación de una cantidad inédita de reservas en el Banco Central; del impulso a las paritarias, y la negociación colectiva de los trabajadores, a la incorporación de millones de personas a la jubilación; desde una defensa tenaz del mercado interno a la transferencia de los fondos previsionales al Estado; desde la Ley de Medios, la Ley de Matrimonio Igualitario a la Asignación Universal por Hijo y el enérgico impulso a los juicios contra los responsables del terrorismo de Estado.
Siempre fueron más allá de lo que estaba prometido. Pertenece, entonces, a la racionalidad del voto que Cristina Fernández triunfara con tanta comodidad en 2007, más aún que fuera reelecta ahora con una diferencia abrumadora y que, después de 80 años, una misma fuerza política vaya por su tercer período continuado de gestión.
Daniel Scioli es el gobernador kirchnerista de la provincia que votó por cómoda mayoría a CFDK, y su rival más cercano estuvo un poco por encima del porcentaje obtenido por el competidor más cercano de la presidenta.
Por supuesto que también son muchas las novedades, como la de un triunfo de la presidenta que cruza todas las clases sociales que esta vez ni siquiera resistió la propia ciudad de Buenos Aires. Pero es igualmente evidente la diferencia que se reitera del voto nacional con la ciudad Capital, donde reside la mayor concentración de las clases medias y altas privatizadas que ven en Mauricio Macri un potable exponente de la conservadora pos-política.
Otro rasgo que se repite: igual que en 2007, la derecha no estuvo representada con partido propio en la competencia presidencial. Para buscar el voto de las mayorías todavía necesitan subirse al carro desvencijado de los dos grandes partidos políticos.
*Periodista, escritor. Conductor del Programa radial Argentina tiene Historia, emitido por Radio Nacional
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