Formas políticas de la derecha
La política oculta o la máscara del marketing
Existe una tendencia extendida dentro del “progresismo que entiende que el macrismo puede enmarcarse en un plano fantasmático denominado “nueva derecha”. Incluso hay un error más grave y es el de considerar al Pro como una fuerza “antipolítica”. El artículo intenta un análisis más reposado de del diseño de expansión del partido o de la relación con el potencial electorado, que permita sacar alguna conclusión
Por Marcos Cittadini*
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Mauricio Nizzero
Existe una cierta tendencia extendida en la opinión pública –incluso dentro de lo que podríamos llamar “progresismo”- a entender que el fenómeno que representa el macrismo puede enmarcarse en un plano fantasmático, algo que se llama de modo liviano, “nueva derecha”. Incluso hay un error más grave y es el de considerar al Pro como una fuerza “antipolítica”. El abuso de las comillas está vinculado a la impericia de este escriba para desactivar con otros medios y de un simple golpe de vista lo que considera una falacia. Es por eso que –aduciendo esta falta de repentización- apelo a un análisis más reposado de algunos hechos de gestión o campaña, del diseño de expansión del partido o la relación con el potencial electorado que nos permita sacar alguna conclusión.
Lo primero que puede decirse es que todo el entramado de recursos electorales que son considerados nuevos (la difusión alrededor de redes sociales, la presencia alternativa en vía pública a través de los puestos de bicicletas, los actores que difunden la limpieza en la ciudad, etcétera) sólo ocultan una organización punteril que está ligada a los más antiguo del trabajo barrial. Este es el espacio principal en el que el macrismo no es antipolítico: utiliza los mismos sistemas paternalistas o clientelares que dice criticar de la militancia tradicional pero sin aprovechar el costado virtuoso de esta experiencia, que es la cercanía con la gente de los barrios para resolver sus problemas. En muchos casos, parece tratarse de acumulación de poder territorial al mejor estilo previo al surgimiento de la Unión Cívica Radical a principios del siglo pasado. Herederos de cierta estructura del peronismo más rancio del país –el de la ciudad de Buenos Aires- los hombres del Pro conocen quién manda en los barrios más humildes de la ciudad y con él negocian sumisión a cambio de representación.
Pero esta realidad tiene un reflejo lógico en otro ámbito donde el oficialismo de la ciudad tampoco renuncia a la política: la Legislatura. El trabajo arduo y concienzudo que las huestes de Cristian Ritondo hacen día a día para sacar provecho de la impericia de la oposición es algo que no es destacado como corresponde y sólo puede comparase a la presencia territorial antes mencionada. Es aquí donde el Gobierno de la Ciudad basa su poder, más allá de los beneficios que la bonanza económica nacional le hayan reportado a la mayoría de los oficialismos distritales.
Como decíamos, creer que eso no se apoya en práctica políticas muy aceitadas es un error que implica no ver otros elementos. Por ejemplo, el modo en que el Pro pensó su desarrolló territorial luego de renunciar a ser derrotados por el Frente para la Victoria a nivel nacional. Nuevamente la idea de crecimiento, de cara a 2015, tuvo que ver con lo tradicional. Una expansión apoyada en la cercanía geográfica. La estrategia bifronte fue desembarcar en los municipios vecinos a la capital de Vicente López y Lanús. En el primero salió muy bien y hoy puede pensarse en un corredor norte muy afín a la derecha, contando con la simpatía del intendente reelecto de San Isidro, Gustavo Posse y el flirteo sempiterno del mandamás de Tigre Sergio Massa, que hoy tiene influencia también sobre San Martín y San Fernando. En el sur la cosa no salió tan bien Y Néstor Grindetti no pudo hacer pie frente al oficialista Daría Díaz Pérez, que acompañaba a la presidenta.
Pero, por qué entonces caemos en el error de creer que lo que el Pro hace es antipolítica? Quizás, porque encantados con la parte virtuosa del quehacer comprometido que hemos reencontrado en los últimos años, nos olvidamos del costado oscuro que en nuestros países tiene el rubro. El del espionaje y la delación, el de la búsqueda del aniquilamiento del adversario. Y eso, aunque hable de crispación señalando al kirchnerismo, Mauricio Macri lo ha encarnado como nadie.
¿Qué otra cosa es toda la campaña sucia emprendida gracias a empresas vinculadas al ecuatoriano Jaime Durán Barba? El descubrimiento de que estas mismas empresas servían para espiar y clasificar según su ideología a vecinos de la Capital y de Vicente López deja atónito al más plantado pero nadie puede decir que no es conocido en nuestro país.
Y es aquí donde encontramos que nuestro error de no considerar lo que hace el macrismo como político es inducido por los mismos asesores de esta fuerza. Cuando Durán Barba y compañía utilizan estás técnicas invocan fundamentos más ligados al marketing. Eso no es sólo para parecer modernos y acordes a los tiempos, sino para enmascarar prácticas que son mucho más deleznables cuando se les pone el nombre adecuado. El Marketing vende un producto, no una persona que es candidato y porta cierta idea de país, distrito o de la vida de las personas. El marketing permite también que destruir a mi oponente porque al final sólo se trata de objetos de mercado. Si hago marketing, hago estudios de mercado aunque sea evidente que estoy espiando al pueblo de la ciudad. Si lo que digo es que yo me ocupo de mercadeo y no de política, la persecución, la delación y el espionaje son más tolerables para la clase media de la ciudad. Lo mismo que los palos de la UCEP, el abandono de hospitales y escuelas, y los derrumbes de edificios.
En suma, aquellos que llegaron arrogándose la pertenencia a una nueva política, a una flamante derecha, utilizan métodos muy antiguos en nuestro país. Son los mismos que acusamos de no hacer nada mientras trasiegan todos los días las oficinas de la Legislatura y los barrios de la ciudad para instalar un modelo antiguo: el de la falta de solidaridad, el sálvese quién pueda y la supervivencia del más fuerte. Esto, para quienes crecimos en la década del ´70 y surgimos a la vida pública en la década de 1990 no puede sonarnos extraño. De hecho, estamos obligados a recordar que fue la elección más habitual para la clase dirigente de nuestro país.
Periodista. Forma parte del equipo periodístico del programa radial Mañana es Hoy, emitido por Radio Nacional
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