
El tiempo y los factores reales de poder.
Por Conrado Yasenza*
Raros tiempos de felicidad son
estos que vivimos hoy. Tiempos bisagra, tiempo y espacio político no planteados
como un fin en sí mismo. Tiempos en los que la historia es presente, pero también,
pasado y futuro. Quizás una línea espacio-temporal que se desea sublevada a la repitencia de
circularidades nefastas, instalando sus defensas en la memoria histórica
presente, la de gran parte de Siglo XX.
Tiempos en los que esa rara felicidad experimentada se transforme en una nueva
y creativa fuerza política, abierta al desafío y a lo nuevo, sin que las
torpezas propias resulten un oneroso pago, una forma extremadamente desproporcionada
de sostener el mito necesario sin congelarlo, sin entregar los símbolos de una
historia malamente resignificada a las tolvas trituradoras de las industrias
culturales, de los set televisivos, de cierto resurgimiento de una cultura del
aguante, diferente a los espacios individuales de pertenencia a-ideológica que
signaron los ´90 – aunque es discutible pensar que en aquellos años noventiscos,
la ideología no fuera justamente la negación de la ideología entendida como
cultura política- pero que cataliza la emocionalidad de este raro tiempo en
consignas cristalizadas, sin forjarlas en la formación de lenguajes políticos novedosos y diversos, retomando para ello el largo hilo de la
historia y generando así un pensamiento menos subsidiario de experiencias que se
encajen en estructuras previas, ideadas de antemano.