El que nace en un puerto tiene el viaje puesto
Por Conrado Yasenza, para La Tecl@ Eñe
La primera vez que entré en contacto con el universo Boccanera (universo desconocido para mí hasta entonces) fue a través de un disco de Alejandro del Prado, Dejo Constancia, - disco, sí - que aún conservo. Allí hay una hermosa canción, Qué cazador, cantada por Silvio Rodríguez y Alejandro del Prado. La melodía y la letra me hechizaron de inmediato, y sucedió lo que ocurre con esas bellas y misteriosas canciones: No pude dejar de escucharla nunca más. Uno de sus versos: mejor es que se vayan aves negras/ mejor me dejan solo/ que estoy enamorado/ de otra muerte.
Intenso y conmovedor. Luego quise saber de quién era la letra, y leí entonces: "Todos los temas, Boccanera/ del Prado"!! Surgió allí mismo la necesidad de leer más de Boccanera y entonces hallé una hermosa antología, Marimba. Ya nada fue igual: Jorge Boccanera se transformó en uno de mis poetas de cabecera junto a Juan Gelman. Muchos años después, más de quince años, obtuve por casualidad el correo electrónico del poeta ( no se lo dije a él: alguien me envió un email sin utilizar la opción “con copia oculta” y allí la maravilla, el tesoro encontrado!. No se enoje maestro: Fue el destino, nomás) y le propuse, con ansiedad y esperanzas de que aceptara, hacer una entrevista. Y aceptó! para mi felicidad.
Va entonces, en el último número del año de La Tecl@ Eñe, la entrevista al poeta, ensayista, dramaturgo y periodista, Jorge Boccanera. Según sus palabras: “La entrevista más larga que me hicieron en la vida”. Ojalá la disfruten.
Va entonces, en el último número del año de La Tecl@ Eñe, la entrevista al poeta, ensayista, dramaturgo y periodista, Jorge Boccanera. Según sus palabras: “La entrevista más larga que me hicieron en la vida”. Ojalá la disfruten.
Conrado Yasenza: -Para comenzar, Usted nació en Ingeniero White, un puerto cerca de Bahía Blanca. ¿Cómo era la atmósfera que circulaba en torno al puerto y qué influencia tuvo – si la tuvo – en su inclinación hacia la poesía?
Jorge Boccanera: -La influencia de ese puerto fue, creo yo, determinante. Con sus marineros, sus lenguas diferentes, los piringundines, los pescadores, sus nostalgias y sus anhelos, pero también un sentido profundo de la solidaridad que venía del espíritu del inmigrante y la necesidad mancomunada de pelearle a las inclemencias. Ese puerto peleador, rebelde, fue uno de los puntos fuertes del anarquismo a nivel nacional. En 1907 los remachadores del puerto se enfrentaron a la empresa inglesa que los contrataba y fueron reprimidos; el hecho que dejó varias víctimas, movilizó a todo el pueblo. Es una fecha histórica de las luchas sociales del país. Al lugar le debo el aire que se respiraba, hecho de aventuras, de enigmas, de plenitud, de anhelos, de historias intensas. Todo aquello debe haber despertado mis primeras preguntas, esas que me llevaron de chico a la poesía.
CY- Además de poeta es periodista. ¿Cómo se vinculó al oficio de la escritura periodística y que representó dentro de esa actividad ser parte de la revista Crisis?
JB: - Creo que poesía y periodismo son dos modos de consultar la realidad, y cuando digo realidad, digo también enigmas y sueños. La cosa empezó con una revista que sacamos unos jóvenes a inicios de los 70 sin mucha idea de lo que estábamos haciendo. Se supone que todo grupo saca su publicación. Ahí escribí alguna reseña, algún comentario, pero más que nada recababa los materiales. Luego, exiliado en Perú, un escritor de allá me sugirió que hiciera algunas notas, que aunque aún no manejaba la herramienta iba a expresar mi punto de vista. No sé si él estaba en lo cierto, pero me animó y empecé a trabajar algunos reportajes; creo que el primero fue a un director de teatro indígena que ponía sus obras en castellano y quechua, en galpones de cardar lana ubicados lejos de Lima. En el trayecto de Perú a México, que duró unos 5 meses, fui garabateando poesía y entrevistando gente; algunas de esas notas las publiqué luego en medios mexicanos. En ese país que me abrió las puertas, me formé trabajando en agencias noticiosas, diarios y revistas.
Haber sido parte de dos de las etapas de Crisis tiene que ver con una forma de ver la cultura, una mirada antropológica hecha de cruces entre quehaceres que van del arte a la política; la gente que armó la revista la hizo sobre la base de la investigación a fondo con un interés especial en América Latina, algo que no es usual en nuestro país. Esto mismo, con una visión más agiornada fue lo que intenté hacer desde la dirección de la revista Nómada.
CY: - Sé que le interesa viajar, y en ese sentido, esa inquietud se puede rastrear en el clima de aquel puerto de Ingeniero White?
JB: -Más que viajar -algo que en nuestra sociedad pudiera aludir a un empeño meramente turístico- yo hablaría del viaje y todo lo que conlleva ese tránsito: lo desconocido, el descubrimiento, el azar, los imprevistos, el dejarse formar por lo diferente y, sobre todo, la vida de la gente; precisamente ese tránsito fue la usina de muchos de mis reportajes e historias de vida. Me tocó desplazarme por distintas razones –políticas, de trabajo, familiares- y me he descubierto a mí mismo en esa encrucijada de caminos. Algunos críticos dicen que lo que escribo tiene el jadeo del viaje. Puede ser. El que nace en un puerto tiene el viaje puesto. Ya de niño me asomaba al mar y observaba a los pescadores, intuyendo en aquellos rostros curtidos alguna historia. A ellos, los inmigrantes de White les dediqué una antología editada hace poco en México: Libro del errante; quizá fueron quienes me transmitieron este asunto de la errancia.
CY: -Juan Gelman dijo alguna vez, no es textual, que la poesía es como una señora caprichosa que nunca se deja alcanzar. ¿Qué le sugiere esta opinión?
JB: -Bueno, en el caso de Juan pareciera no solamente que le dio alcance sino que la tiene encerrada en su casa. ¡Qué producción la del troesma! Sostenida siempre en una búsqueda a fondo. Habría que decirle que la suelte un poco, a ver si nos visita a los demás.
CY: -¿Qué fue lo que lo motivo para escribir un libro cuyo tema es la selva (Palma Real), teniendo en cuenta que el registro de su poesía es más bien urbano?
JB: -La naturaleza centroamericana, la exhuberancia del follaje y el paisaje humano, su historia. Algo que empieza en el tránsito de 1976 y se profundiza en sucesivos viajes. Y se plasma en libro a mediados de los 90, recogiendo apuntes de varias zonas -México, Guatemala, Nicaragua-, pero sobre el bosque húmedo en Costa Rica donde viví de 1989 a 1997. Me conmovió ese universo enmarañado que contenía todos los sabores y los olores y las texturas; todas las formas posibles de la vida y la muerte que “cantan a dúo”, como escribió un poeta. Con datos sobre pájaros, reptiles, plantas, situaciones, imaginerías, fui llenando cuadernos, y terminé 10 años después filtrando todo eso en un libro exiguo. Allí alojaron esas imágenes más algunos datos de la realidad que me parecieron llamativos; desde la invención a los carteles en altas montañas tupidas de verde que indicaban: “deja sólo tus huellas” y otro “escucha, huele, mira”. Parecen versos, son versos, pero en realidad advierten; uno: no arrojar basura; el otro: prestar mucha atención al entorno que tiene muchas maravillas camufladas.
Soy un tipo urbano, es verdad, pero en esa espesura encontraron un lugar mis obsesiones: el exilio, los viajes, el anhelo, el pesar; como si el follaje me diera migas de su gran libertad y yo pudiese hablar por el parloteo de sus animales y se sumaran las voces de personajes - Rimbaud, Frida Kalho, Pablo de Rokha, Ana Frank, otros- en un viaje hacia lo que desconozco -como todo viaje exploratorio- con la palmera en el centro; hay una selva que en lugar de crecer, imagina. Esa su manera de multiplicarse: imaginar. Y allí la sensualidad, el silbido de la memoria, los árboles talados de mi generación y los insectos que al tiempo que devoran con sus mandíbulas las hojas crepitantes, construyen montañas de silencio.
CY: -¿Existe una línea de continuidad entre Los espantapájaros suicidas y Palma Real? Quiero decir, a través de los años y los libros, el poeta va creciendo, buscando nuevas formas de decir, temas, pero ¿queda la huella del tono primero en la construcción de una poética?
JB: -Quisiera creer que hay un fraseo, una mirada, una manera de decir, pero eso le corresponde a los críticos. Lo que subsiste es la misma pasión, las mismas ganas, la misma entrega, la misma curiosidad, las mismas convicciones…
CY: -En la revista Comunicación de Costa Rica, se publicó un ensayo Jorge Boccanera y la poesía de la imposibilidad. Imposibilidad de asir vivencialmente el fenómeno poético, acto de incertidumbre o misterio poético con el que convive el poeta. En ese sentido se plantea como hipótesis que, partiendo del libro Polvo para morder, la poesía es la pérdida y se asocia el ejercicio de la escritura con el hecho de morder el polvo. ¿Está de acuerdo con esta hipótesis que parte del análisis de su poema?
JB: -Tanto Polvo para morder como Sordomuda son metáforas con las que intento acercarme al hecho creativo, que siempre plantea una lucha entre las ideas, las imágenes y la expresión final, de ahí lo de “morder el polvo”, la media lengua, los silencios. Acuerdo sí, con ese crítico que analiza el tema desde ese ángulo; quizá el poema sea el resultado de esa lucha. Un poeta maestro, el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, decía que quería “calcar a la imaginación”…
CY: -Pareciera, por algunas declaraciones de narradores, que contrariamente a lo que yo pensaba, los poetas hoy han encontrado una manera de circulación a través de blogs, lecturas conjuntas; mediante espectáculos multidisciplinarios que combinan arte, música y poesía; y a través de grupos o espacios como Ezquizodelia, Poeticazo, etc.; mientras que los narradores parecen no encontrar caminos alternativos de circulación y difusión. ¿Está de acuerdo con este planteo?
JB: -Acuerdo, sí. Hay una red donde circula todo lo que mencionás con una dinámica fuerte y me parece muy bien, porque los saca del universo del libro, visto a veces como el único camino de difundir los textos. La poesía fabrica siempre nuevos caminos.
CY: - Este panorama se podría completar con la reflexión sobre el desarrollo actual de la poesía y su vinculación con el mercado o la mercadotecnia. ¿Cuál es su parecer sobre la relación entre poesía y mercado?
JB: -La relación entre poesía y mercado siempre ha sido conflictiva, vista desde la óptica comercial. La disyuntiva se puede profundizar más en una época de discurso único que produce individuos en serie; y el tema se prolonga al del debate de ideas y la educación. Pero en lo sustancial, el desarrollo de la poesía corre por carriles independientes del mercado y la mercadotecnia; tiene que ver con aspectos que sólo hacen a una intensidad y a la búsqueda que son consubstanciales.
CY: - ¿Existe algo así como una poesía argentina, digo una poesía con un corpus y un sustrato identitario que la constituye en argentina?
JB: -A ratos hay miradas y expresiones que se van homogeneizando alrededor de aquello que en general llaman identidad y que a ratos se parece mucho a cierto aislamiento. Aún la globalización –dirigida a mostrar y ocultar a la vez- va formando y estructurando un modo de pensar más ligado al turismo que al conocimiento. Aunque está marcado indefectiblemente por su entorno (el paisaje humano y geográfico) el poeta siempre está más allá de las fórmulas, de las dictaduras del consenso, de las escuelas en boga.
Los ’70: Militancia, Exilio y una discusión
CY: - Usted en los ’70 se exilió. ¿Por qué se exilió? ¿Debido a la militancia política?
Jorge Boccanera: -La influencia de ese puerto fue, creo yo, determinante. Con sus marineros, sus lenguas diferentes, los piringundines, los pescadores, sus nostalgias y sus anhelos, pero también un sentido profundo de la solidaridad que venía del espíritu del inmigrante y la necesidad mancomunada de pelearle a las inclemencias. Ese puerto peleador, rebelde, fue uno de los puntos fuertes del anarquismo a nivel nacional. En 1907 los remachadores del puerto se enfrentaron a la empresa inglesa que los contrataba y fueron reprimidos; el hecho que dejó varias víctimas, movilizó a todo el pueblo. Es una fecha histórica de las luchas sociales del país. Al lugar le debo el aire que se respiraba, hecho de aventuras, de enigmas, de plenitud, de anhelos, de historias intensas. Todo aquello debe haber despertado mis primeras preguntas, esas que me llevaron de chico a la poesía.
CY- Además de poeta es periodista. ¿Cómo se vinculó al oficio de la escritura periodística y que representó dentro de esa actividad ser parte de la revista Crisis?
JB: - Creo que poesía y periodismo son dos modos de consultar la realidad, y cuando digo realidad, digo también enigmas y sueños. La cosa empezó con una revista que sacamos unos jóvenes a inicios de los 70 sin mucha idea de lo que estábamos haciendo. Se supone que todo grupo saca su publicación. Ahí escribí alguna reseña, algún comentario, pero más que nada recababa los materiales. Luego, exiliado en Perú, un escritor de allá me sugirió que hiciera algunas notas, que aunque aún no manejaba la herramienta iba a expresar mi punto de vista. No sé si él estaba en lo cierto, pero me animó y empecé a trabajar algunos reportajes; creo que el primero fue a un director de teatro indígena que ponía sus obras en castellano y quechua, en galpones de cardar lana ubicados lejos de Lima. En el trayecto de Perú a México, que duró unos 5 meses, fui garabateando poesía y entrevistando gente; algunas de esas notas las publiqué luego en medios mexicanos. En ese país que me abrió las puertas, me formé trabajando en agencias noticiosas, diarios y revistas.
Haber sido parte de dos de las etapas de Crisis tiene que ver con una forma de ver la cultura, una mirada antropológica hecha de cruces entre quehaceres que van del arte a la política; la gente que armó la revista la hizo sobre la base de la investigación a fondo con un interés especial en América Latina, algo que no es usual en nuestro país. Esto mismo, con una visión más agiornada fue lo que intenté hacer desde la dirección de la revista Nómada.
CY: - Sé que le interesa viajar, y en ese sentido, esa inquietud se puede rastrear en el clima de aquel puerto de Ingeniero White?
JB: -Más que viajar -algo que en nuestra sociedad pudiera aludir a un empeño meramente turístico- yo hablaría del viaje y todo lo que conlleva ese tránsito: lo desconocido, el descubrimiento, el azar, los imprevistos, el dejarse formar por lo diferente y, sobre todo, la vida de la gente; precisamente ese tránsito fue la usina de muchos de mis reportajes e historias de vida. Me tocó desplazarme por distintas razones –políticas, de trabajo, familiares- y me he descubierto a mí mismo en esa encrucijada de caminos. Algunos críticos dicen que lo que escribo tiene el jadeo del viaje. Puede ser. El que nace en un puerto tiene el viaje puesto. Ya de niño me asomaba al mar y observaba a los pescadores, intuyendo en aquellos rostros curtidos alguna historia. A ellos, los inmigrantes de White les dediqué una antología editada hace poco en México: Libro del errante; quizá fueron quienes me transmitieron este asunto de la errancia.
CY: -Juan Gelman dijo alguna vez, no es textual, que la poesía es como una señora caprichosa que nunca se deja alcanzar. ¿Qué le sugiere esta opinión?
JB: -Bueno, en el caso de Juan pareciera no solamente que le dio alcance sino que la tiene encerrada en su casa. ¡Qué producción la del troesma! Sostenida siempre en una búsqueda a fondo. Habría que decirle que la suelte un poco, a ver si nos visita a los demás.
CY: -¿Qué fue lo que lo motivo para escribir un libro cuyo tema es la selva (Palma Real), teniendo en cuenta que el registro de su poesía es más bien urbano?
JB: -La naturaleza centroamericana, la exhuberancia del follaje y el paisaje humano, su historia. Algo que empieza en el tránsito de 1976 y se profundiza en sucesivos viajes. Y se plasma en libro a mediados de los 90, recogiendo apuntes de varias zonas -México, Guatemala, Nicaragua-, pero sobre el bosque húmedo en Costa Rica donde viví de 1989 a 1997. Me conmovió ese universo enmarañado que contenía todos los sabores y los olores y las texturas; todas las formas posibles de la vida y la muerte que “cantan a dúo”, como escribió un poeta. Con datos sobre pájaros, reptiles, plantas, situaciones, imaginerías, fui llenando cuadernos, y terminé 10 años después filtrando todo eso en un libro exiguo. Allí alojaron esas imágenes más algunos datos de la realidad que me parecieron llamativos; desde la invención a los carteles en altas montañas tupidas de verde que indicaban: “deja sólo tus huellas” y otro “escucha, huele, mira”. Parecen versos, son versos, pero en realidad advierten; uno: no arrojar basura; el otro: prestar mucha atención al entorno que tiene muchas maravillas camufladas.
Soy un tipo urbano, es verdad, pero en esa espesura encontraron un lugar mis obsesiones: el exilio, los viajes, el anhelo, el pesar; como si el follaje me diera migas de su gran libertad y yo pudiese hablar por el parloteo de sus animales y se sumaran las voces de personajes - Rimbaud, Frida Kalho, Pablo de Rokha, Ana Frank, otros- en un viaje hacia lo que desconozco -como todo viaje exploratorio- con la palmera en el centro; hay una selva que en lugar de crecer, imagina. Esa su manera de multiplicarse: imaginar. Y allí la sensualidad, el silbido de la memoria, los árboles talados de mi generación y los insectos que al tiempo que devoran con sus mandíbulas las hojas crepitantes, construyen montañas de silencio.
CY: -¿Existe una línea de continuidad entre Los espantapájaros suicidas y Palma Real? Quiero decir, a través de los años y los libros, el poeta va creciendo, buscando nuevas formas de decir, temas, pero ¿queda la huella del tono primero en la construcción de una poética?
JB: -Quisiera creer que hay un fraseo, una mirada, una manera de decir, pero eso le corresponde a los críticos. Lo que subsiste es la misma pasión, las mismas ganas, la misma entrega, la misma curiosidad, las mismas convicciones…
CY: -En la revista Comunicación de Costa Rica, se publicó un ensayo Jorge Boccanera y la poesía de la imposibilidad. Imposibilidad de asir vivencialmente el fenómeno poético, acto de incertidumbre o misterio poético con el que convive el poeta. En ese sentido se plantea como hipótesis que, partiendo del libro Polvo para morder, la poesía es la pérdida y se asocia el ejercicio de la escritura con el hecho de morder el polvo. ¿Está de acuerdo con esta hipótesis que parte del análisis de su poema?
JB: -Tanto Polvo para morder como Sordomuda son metáforas con las que intento acercarme al hecho creativo, que siempre plantea una lucha entre las ideas, las imágenes y la expresión final, de ahí lo de “morder el polvo”, la media lengua, los silencios. Acuerdo sí, con ese crítico que analiza el tema desde ese ángulo; quizá el poema sea el resultado de esa lucha. Un poeta maestro, el guatemalteco Luis Cardoza y Aragón, decía que quería “calcar a la imaginación”…
CY: -Pareciera, por algunas declaraciones de narradores, que contrariamente a lo que yo pensaba, los poetas hoy han encontrado una manera de circulación a través de blogs, lecturas conjuntas; mediante espectáculos multidisciplinarios que combinan arte, música y poesía; y a través de grupos o espacios como Ezquizodelia, Poeticazo, etc.; mientras que los narradores parecen no encontrar caminos alternativos de circulación y difusión. ¿Está de acuerdo con este planteo?
JB: -Acuerdo, sí. Hay una red donde circula todo lo que mencionás con una dinámica fuerte y me parece muy bien, porque los saca del universo del libro, visto a veces como el único camino de difundir los textos. La poesía fabrica siempre nuevos caminos.
CY: - Este panorama se podría completar con la reflexión sobre el desarrollo actual de la poesía y su vinculación con el mercado o la mercadotecnia. ¿Cuál es su parecer sobre la relación entre poesía y mercado?
JB: -La relación entre poesía y mercado siempre ha sido conflictiva, vista desde la óptica comercial. La disyuntiva se puede profundizar más en una época de discurso único que produce individuos en serie; y el tema se prolonga al del debate de ideas y la educación. Pero en lo sustancial, el desarrollo de la poesía corre por carriles independientes del mercado y la mercadotecnia; tiene que ver con aspectos que sólo hacen a una intensidad y a la búsqueda que son consubstanciales.
CY: - ¿Existe algo así como una poesía argentina, digo una poesía con un corpus y un sustrato identitario que la constituye en argentina?
JB: -A ratos hay miradas y expresiones que se van homogeneizando alrededor de aquello que en general llaman identidad y que a ratos se parece mucho a cierto aislamiento. Aún la globalización –dirigida a mostrar y ocultar a la vez- va formando y estructurando un modo de pensar más ligado al turismo que al conocimiento. Aunque está marcado indefectiblemente por su entorno (el paisaje humano y geográfico) el poeta siempre está más allá de las fórmulas, de las dictaduras del consenso, de las escuelas en boga.
Los ’70: Militancia, Exilio y una discusión
CY: - Usted en los ’70 se exilió. ¿Por qué se exilió? ¿Debido a la militancia política?
JB: -Por esos años me movía entre la militancia, el trabajo gremial y el activismo cultural; fundamos con otros escritores el grupo literario “El Ladrillo”, que realizó distintos actos profundizando el debate cultural. Un mes antes del golpe recibí el Premio Casa de las Américas de Cuba. Como en la mayoría de los desterrados la militancia se continuó con una labor de denuncia sostenida, constante, en todos los espacios posibles. Ahí estaban escritores como Pedro Orgambide, Humberto Costantini, Alberto Adellach, David Viñas –con quienes fundamos en México la editorial “Tierra del Fuego” para difundir materiales del exilio- y cineastas como Jorge Denti y Nerio Barberis, entre muchos. Creo que dentro de esa militancia se puede ubicar el periodismo escrito en ese tiempo dedicado a las luchas sociales en América Latina.
CY: - ¿Qué cambios produjo en su escritura la experiencia del exilio?
JB: -Se ahondó el registro del extrañamiento, que quizá arrastro desde niño; una extranjería que viene de mi infancia en el puerto. Y seguramente se enriqueció al contacto con otras culturas, otros decires, otras sonoridades del idioma, el conocimiento de otras realidades, otras historias, otras experiencias y aún otros exilios que conocí en México, desde el republicano español, al de los salvadoreños, nicaragüenses, chilenos, uruguayos, etc.
CY: - Además, me gustaría saber si tiene elaborada alguna reflexión en torno al exilio, a la condición de exiliado y sus consecuencias. El debate alguna vez se planteó pero en un tono de enfrentamiento entre los que se habían exiliado y los que habían decidido quedarse, y terminó en una suerte de discusión que no arrojó ninguna reflexión sobre el tema.
JB: -Tengo, desde ya, algunas ideas respecto al exilio y hace unos años publiqué el libro Tierra que anda/ los escritores en el exilio. Es un debate pendiente. No voy a explicar aquí que significaba el destierro para los griegos ni qué significó en los años 70, como desterradero de identidades. Justamente ahora estoy releyendo un relato de Humberto Costantini titulado “En la noche”, que pinta como pocos esa situación. Creo que de la narrativa que trata los años de plomo, sobradamente destaca Costantini por varios textos, especialmente este relato, dando cuenta de la entretela existencial de esos años: valentías y temores, convicciones y contradicciones en un desmenuzamiento de conductas humanas más allá de dogmas y esquematismos para mostrar, decía, “el aspecto ético y humano de una generación”. “En la noche” (que integra el tomo reeditado de sus Cuentos Completos) nombra al exilio como vacío, oquedad que es circunstancia política y deviene en boquete metafísico, sueño, pesadilla, atmósfera de desvarío. La metáfora es clara: un exiliado atraviesa un mercado para llegar a su casa, de pronto los miles de kilómetros que lo separaban de los suyos se convierten en metros.
El protagonista es un ser fragmentado que avanza a tientas, tropezando sobre un suelo barroso, charcos pestilentes con verduras podridas, cartones, plumas, botellas de plástico. Con los ojos acostumbrados a la oscuridad. Es un cuento intenso que también responde tu pregunta sobre la polémica entre los desterrados y el exilio interior, ya que la voz que atraviesa la oscuridad, dice querer atravesar una puerta de hierro: “Para “verlos a ellos –dice- abrazarlos a ellos, protegerlos a ellos, estar otra vez junto a ellos”, preguntándose una y otra vez: “dónde estarán ellos? ¿cómo estarán ellos?”. La polémica entre los desterrados y el exilio interior fue algo bastante fabricado en términos de planteo más o menos generalizado; lo que sí existió es intercambio de opiniones entre intelectuales desterrados –entre ellos Osvaldo Bayer- y de adentro. Personalmente coincido con Osvaldo en muchos de sus planteos. También debo decir que nunca escuché en los casi 8 años que viví afuera –y recorrí colonias de exiliados no sólo de México, sino de Centroamérica y algunos países de Europa- palabras de agravio sobre la gente que estaba adentro, donde por otro lado, y quizá en calidad de rehenes, estaban nuestras familias. Cuando trascendía para afuera algún gesto de resistencia, se lo festejaba.
CY: - ¿Le interesa el hecho de que se haya reavivado la discusión sobre los ’70?
CY: - ¿Qué cambios produjo en su escritura la experiencia del exilio?
JB: -Se ahondó el registro del extrañamiento, que quizá arrastro desde niño; una extranjería que viene de mi infancia en el puerto. Y seguramente se enriqueció al contacto con otras culturas, otros decires, otras sonoridades del idioma, el conocimiento de otras realidades, otras historias, otras experiencias y aún otros exilios que conocí en México, desde el republicano español, al de los salvadoreños, nicaragüenses, chilenos, uruguayos, etc.
CY: - Además, me gustaría saber si tiene elaborada alguna reflexión en torno al exilio, a la condición de exiliado y sus consecuencias. El debate alguna vez se planteó pero en un tono de enfrentamiento entre los que se habían exiliado y los que habían decidido quedarse, y terminó en una suerte de discusión que no arrojó ninguna reflexión sobre el tema.
JB: -Tengo, desde ya, algunas ideas respecto al exilio y hace unos años publiqué el libro Tierra que anda/ los escritores en el exilio. Es un debate pendiente. No voy a explicar aquí que significaba el destierro para los griegos ni qué significó en los años 70, como desterradero de identidades. Justamente ahora estoy releyendo un relato de Humberto Costantini titulado “En la noche”, que pinta como pocos esa situación. Creo que de la narrativa que trata los años de plomo, sobradamente destaca Costantini por varios textos, especialmente este relato, dando cuenta de la entretela existencial de esos años: valentías y temores, convicciones y contradicciones en un desmenuzamiento de conductas humanas más allá de dogmas y esquematismos para mostrar, decía, “el aspecto ético y humano de una generación”. “En la noche” (que integra el tomo reeditado de sus Cuentos Completos) nombra al exilio como vacío, oquedad que es circunstancia política y deviene en boquete metafísico, sueño, pesadilla, atmósfera de desvarío. La metáfora es clara: un exiliado atraviesa un mercado para llegar a su casa, de pronto los miles de kilómetros que lo separaban de los suyos se convierten en metros.
El protagonista es un ser fragmentado que avanza a tientas, tropezando sobre un suelo barroso, charcos pestilentes con verduras podridas, cartones, plumas, botellas de plástico. Con los ojos acostumbrados a la oscuridad. Es un cuento intenso que también responde tu pregunta sobre la polémica entre los desterrados y el exilio interior, ya que la voz que atraviesa la oscuridad, dice querer atravesar una puerta de hierro: “Para “verlos a ellos –dice- abrazarlos a ellos, protegerlos a ellos, estar otra vez junto a ellos”, preguntándose una y otra vez: “dónde estarán ellos? ¿cómo estarán ellos?”. La polémica entre los desterrados y el exilio interior fue algo bastante fabricado en términos de planteo más o menos generalizado; lo que sí existió es intercambio de opiniones entre intelectuales desterrados –entre ellos Osvaldo Bayer- y de adentro. Personalmente coincido con Osvaldo en muchos de sus planteos. También debo decir que nunca escuché en los casi 8 años que viví afuera –y recorrí colonias de exiliados no sólo de México, sino de Centroamérica y algunos países de Europa- palabras de agravio sobre la gente que estaba adentro, donde por otro lado, y quizá en calidad de rehenes, estaban nuestras familias. Cuando trascendía para afuera algún gesto de resistencia, se lo festejaba.
CY: - ¿Le interesa el hecho de que se haya reavivado la discusión sobre los ’70?
JB: -Me interesa mucho, porque es un modo de colocar contenidos en los agujeros de la historia. Cuando regresé del exilio en enero del ’84 esperaba eso, pero la cosa aún no estaba preparada, como que los temas quemaban, la sociedad salía de un cuarto en sombras con los ojos apretados: no digo que se hayan disipado los traumas y los miedos que una dictadura tan cruenta deja como saldo, pero recién a partir del gobierno de Néstor Kirchner veo un debate abierto, sin tabúes, sin tantas mediaciones. En esa misma reactivación, me llama la atención la aparición de muchos libros, de reflexión y de ficción, que satanizan a la militancia de los ’70, confundiendo convicciones con arrebato juvenil y voluntarismo.
CY: -En estos días hemos escuchado y leído que algunas personas que siempre estuvieron vinculadas a las causas de los derechos humanos hoy dicen estar algo cansados de seguir discutiendo el pasado vinculado a la última dictadura, algo así como la frase del diálogo final del protagonista de Solos en la madrugada con relación al franquismo. ¿A qué cree que responde este viraje?
JB: -Me parece una cosa un tanto inflada por los medios. Y como siempre pasa en los medios, muy farandulizados: gente mediática habla de gente mediática, como si todo se dirimiera entre un grupete de personas y el resto del país estuviera instalado en la pasividad. Yo no veo deserciones en la intelectualidad de peso, en la gente que uno respeta, que tiene atrás una tradición de lucha. Ahora, depositar esas tradiciones de lucha, de solidaridad, de convicciones en los Lanata y los Caparrós… es estar muy pendiente de lo mediático oportunista. El travestismo político –de Jorge Asís a Cobos- es insustancial frente a la coherencia y profundidad de mucha de nuestra intelectualidad.
CY: - ¿Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general? Quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, los políticos, los televisivos sin reflexionar sobre si esta banalización implica un vaciamiento de contenido digamos del modo de pensar y proceder en la vida.
JB: -Cuando yo era chico leí una frase que me impactó, decía que nos alimentan con basura y que la televisión usaba la cuchara más grande; ya más crecidito, en el bar San Quintín tomando una copa con Roberto Goyeneche, el polaco me dijo: “¿Cómo hacía la gente de antes para aburrirse, cuando no había televisión?”. La televisión pretende institucionalizar el cachivache social, la frivolidad, el boludeo, el individualismo exacerbado; hay muchos programas basados en peleas callejeras de vecinos, de pibes, de marginales, de pobres contra pobres. Espero que esto cambie con la ley de medios y la apertura de espacios como el Canal Encuentro.
CY: - Le parece que desde cierta crítica académica se ha declarado la caducidad de ciertos escritores? Y por qué motivos?
CY: -En estos días hemos escuchado y leído que algunas personas que siempre estuvieron vinculadas a las causas de los derechos humanos hoy dicen estar algo cansados de seguir discutiendo el pasado vinculado a la última dictadura, algo así como la frase del diálogo final del protagonista de Solos en la madrugada con relación al franquismo. ¿A qué cree que responde este viraje?
JB: -Me parece una cosa un tanto inflada por los medios. Y como siempre pasa en los medios, muy farandulizados: gente mediática habla de gente mediática, como si todo se dirimiera entre un grupete de personas y el resto del país estuviera instalado en la pasividad. Yo no veo deserciones en la intelectualidad de peso, en la gente que uno respeta, que tiene atrás una tradición de lucha. Ahora, depositar esas tradiciones de lucha, de solidaridad, de convicciones en los Lanata y los Caparrós… es estar muy pendiente de lo mediático oportunista. El travestismo político –de Jorge Asís a Cobos- es insustancial frente a la coherencia y profundidad de mucha de nuestra intelectualidad.
CY: - ¿Cree Usted que existe una suerte de banalización de la vida en general? Quiero decir, se banalizan los discursos cotidianos, los políticos, los televisivos sin reflexionar sobre si esta banalización implica un vaciamiento de contenido digamos del modo de pensar y proceder en la vida.
JB: -Cuando yo era chico leí una frase que me impactó, decía que nos alimentan con basura y que la televisión usaba la cuchara más grande; ya más crecidito, en el bar San Quintín tomando una copa con Roberto Goyeneche, el polaco me dijo: “¿Cómo hacía la gente de antes para aburrirse, cuando no había televisión?”. La televisión pretende institucionalizar el cachivache social, la frivolidad, el boludeo, el individualismo exacerbado; hay muchos programas basados en peleas callejeras de vecinos, de pibes, de marginales, de pobres contra pobres. Espero que esto cambie con la ley de medios y la apertura de espacios como el Canal Encuentro.
CY: - Le parece que desde cierta crítica académica se ha declarado la caducidad de ciertos escritores? Y por qué motivos?
JB: -La caducidad o vigencia de algunos escritores pareciera que se ajustan al canon académico, como si algunas obras existieran recién a partir de que ese ámbito las percibe. En ese repartir bendiciones se parece a la iglesia; siempre me sentí un poco lejos de su dinámica burocrática y muchos trabajos homologados en formatos de tesis. Aunque no se puede generalizar. En lo personal me he sentido a distancia de esa especie de panteón, de una crítica académica que deja por fuera a muchos de nuestros mejores escritores. Quizá pasa en muchos lugares. Yo ahora estoy leyendo textos del narrador chileno Juan Emar, muy ninguneado en los años en que publicó sus novelas, la década del ’30. Tanto que se retiró del ámbito literario –no de la escritura- y ahora es rescatado como uno de los iniciadores de la nueva novela latinoamericana.
Los Noventas y el presente
Los Noventas y el presente
CY: -¿Existe lo que en los ’90 se definió como la nueva narrativa y poesía argentina?
JB: -No lo sé.
CY: - Hablando de los ’90 ¿cómo los vivió Usted? Lo pregunto a nivel de qué opinión tiene sobre esos años pero también a nivel de lo emocional, de la vivencia interna del trastocamiento de una sociedad, quizás de un mapa de referencias de vida
JB: -Yo viví del 89 al 97 en Centroamérica, pero claro que si te referís al menemismo, me golpeó el nivel de aturdimiento al que llevó el menemismo a la sociedad, a tal punto que más que designar una época, eso de “menemizarse” se abre a significados diversos para designar a decadencia, en todos los sentidos. Ese es su legado.
CY: -¿Y cómo vive este momento político del país?
CY: -¿Y cómo vive este momento político del país?
JB: -Con tristeza porque acaba de fallecer el ex presidente Néstor Kirchner, quien encabezó un proceso de transformación y reactivación económica, enfrentándose a los mandamás de siempre. Aunque yo vengo de una izquierda no peronista, sería estar ciego negar los cambios en el país desde su gobierno y ahora el de Cristina Fernández, el tema de juicio y castigo a los culpables, la inserción en una América Latina que busca su dignidad por fuera de los tutelajes del imperio. Deja una mística que estaba ausente antes de su gobierno, eso se ve en la juventud que fue a despedir sus restos. Cuando tenía mucho por delante, se da su deceso, que se inscribe en el mapa de vidas truncadas que es una marca fuerte en la historia argentina. Habrá que estar atentos a los manotazos de la derecha, que trabajan en la sombra y ver de qué modo se puede profundizar este proyecto de soberanía, y que sus aciertos vayan por encima de sus deficiencias.
CY: -¿Cómo observa el panorama de la creación y difusión literaria en la argentina de hoy?
JB: -La creación es siempre profusa, tumultuosa, diversa, algo que ha sido una característica de nuestra sociedad. La difusión en cambio es pobre, faltan medios, espacios que den cuenta de toda esa producción.
CY: -¿Tiene alguna opinión formada sobre el fenómeno de Internet y su relación con la literatura?
CY: -¿Tiene alguna opinión formada sobre el fenómeno de Internet y su relación con la literatura?
JB: -No.
CY: - A lo largo de una serie de entrevistas a escritores me ha interesado plantear la siguiente inquietud: Se ha preguntado y escrito mucho sobre los acontecimientos ocurridos en el 2001 en Argentina, pero poco se ha buscado la voz de los escritores. Es por eso que me interesaría saber cómo vivió Usted ese momento histórico y si elaboró alguna reflexión o sentimiento en torno a lo vivido.
JB: -En lo personal, hechos como los del 2001, me retrotraen a los 70 y al accionar del aparato represivo, que en la Argentina siempre estuvo al servicio de quienes detentaron el poder. No hay que subestimar tampoco a una mano de obra para nada desocupada, siempre presta a golpear al campo popular desde las sombras, ahí está de muestra la desaparición de Julio López. Muchas líneas integran ese entramado fascista.
CY: -¿Qué opinión le merece el tratamiento actual de la realidad por parte de los grandes medios masivos de comunicación?
JB: -Los grandes medios han reemplazado a las facciones políticas a quienes solían representar. La parcialidad en el tratamiento de la información, en esos monopolios que abarcan prensa, radio y televisión, es pasmosa y obscena. Sobre todo en los últimos años, cuando han visto amenazados sus intereses. Da pena que haya periodistas sin otra vocación que servir al amo, un periodismo de agachada, lameculista. Tampoco laburan, porque esa servidumbre los libera de investigar a fondo, de buscar la noticia por fuera de la chicana. El colmo, en un país de numerosos periodistas y escritores secuestrados, torturados, desaparecidos, dicen sentirse amenazados, perseguidos. Son hipócritas, se victimizan…
CY: - Para finalizar, ¿Cuál es a su entender la función de la poesía?
JB: -Vuelvo a Cardoza y Aragón, quien dijo: “la poesía no le hace los mandados a nadie”; por ello mismo no creo que tenga ninguna tarea asignada, ni misión, ni función. Aunque es cierto que acerca preguntas, un modo de interpelar nuestros desvelos; y por fuera de planteos de optimismo o pesimismo, de lo explícito y lo oculto, de la coyuntura más o menos social, más o menos íntima, da una hondura, o mejor: como decía ese gran poeta cubano que fue Eliseo Diego: da el peso de la intensidad.
Conrado Yasenza, La Tecl@ Eñe, Octubre 30 de 2010
CY: - A lo largo de una serie de entrevistas a escritores me ha interesado plantear la siguiente inquietud: Se ha preguntado y escrito mucho sobre los acontecimientos ocurridos en el 2001 en Argentina, pero poco se ha buscado la voz de los escritores. Es por eso que me interesaría saber cómo vivió Usted ese momento histórico y si elaboró alguna reflexión o sentimiento en torno a lo vivido.
JB: -En lo personal, hechos como los del 2001, me retrotraen a los 70 y al accionar del aparato represivo, que en la Argentina siempre estuvo al servicio de quienes detentaron el poder. No hay que subestimar tampoco a una mano de obra para nada desocupada, siempre presta a golpear al campo popular desde las sombras, ahí está de muestra la desaparición de Julio López. Muchas líneas integran ese entramado fascista.
CY: -¿Qué opinión le merece el tratamiento actual de la realidad por parte de los grandes medios masivos de comunicación?
JB: -Los grandes medios han reemplazado a las facciones políticas a quienes solían representar. La parcialidad en el tratamiento de la información, en esos monopolios que abarcan prensa, radio y televisión, es pasmosa y obscena. Sobre todo en los últimos años, cuando han visto amenazados sus intereses. Da pena que haya periodistas sin otra vocación que servir al amo, un periodismo de agachada, lameculista. Tampoco laburan, porque esa servidumbre los libera de investigar a fondo, de buscar la noticia por fuera de la chicana. El colmo, en un país de numerosos periodistas y escritores secuestrados, torturados, desaparecidos, dicen sentirse amenazados, perseguidos. Son hipócritas, se victimizan…
CY: - Para finalizar, ¿Cuál es a su entender la función de la poesía?
JB: -Vuelvo a Cardoza y Aragón, quien dijo: “la poesía no le hace los mandados a nadie”; por ello mismo no creo que tenga ninguna tarea asignada, ni misión, ni función. Aunque es cierto que acerca preguntas, un modo de interpelar nuestros desvelos; y por fuera de planteos de optimismo o pesimismo, de lo explícito y lo oculto, de la coyuntura más o menos social, más o menos íntima, da una hondura, o mejor: como decía ese gran poeta cubano que fue Eliseo Diego: da el peso de la intensidad.
Conrado Yasenza, La Tecl@ Eñe, Octubre 30 de 2010
Muy buena la entrevista, Conrado. Y qué lujo, sacarle palabras tan necesarias para nosotros, a un grande de la poesía argentina!
ResponderEliminarGracias Eduardo! Sí realmete es un placer hacerle una entrevista a Boccanera; gran poeta entre los poetas argentinos. Le paso el comentario al poeta. Abrazos Eduardo
ResponderEliminarConrado: muy buena la entrevista, Es interesante conocerlo en profundidad. Si bien no comparto algunas cosas con él. Es un lujo escucharlo y saber como su opinion por las cosas pasadas y presentes. Realmente un lujo!
ResponderEliminarFelicitaciones!
hola!! felicitaciones por la entrevista a boccanera, llegue a vos buscando justamente, algo de boccanera y voila! que buen blog!!! lo visitare seguido cariños
ResponderEliminarPaola
Gracias Paola!! Buenísimo si pudiste encontrar lo que buscabas en la revista. Y será un placer que la sigas vistando.
ResponderEliminarBesos
Conrado