LLOREN POR ÉL, ARGENTINA
Escribe Alfredo Grande
(especial para La Tecl@ Eñe)
No importa el acuerdo político.
Ni el enfrentamiento ideológico.
Néstor Kirchner murió combatiendo.
A muchos de nuestros enemigos.
Quizá eso no sea suficiente para convertirlo en mi amigo.
Pero es más que suficiente para recordarlo como aquel que estuvo muy cerca de ser mi compañero. (aforismo implicado)
Dicen que a veces, cuando todo está callado, se puede escuchar el silencio. Dicen que, a veces, cuando la luz se ha escondido, se puede ver la oscuridad. Y que hay lugares donde nada nos asombra, y aquello que en circunstancias que podemos denominar normales nos espantaría, apenas despierta nuestra sana curiosidad. Así fue como Mariano se acercó a Néstor. –Disculpá , pero me parece que sos Néstor…- preguntó con una naturalidad que de todos modos permitía asomar cierta disimulada timidez. –Si, claro, que otro? –respondió el aludido con aplomo y seguridad. Se miraron, con desconfianza Mariano, con aplomo Néstor. –Bueno, la verdad es que me sorprende verte en estos lugares. No sabía que habías….Mariano se interrumpió. No estaba acostumbrado a pronunciar ciertas palabras, que a sus años siempre le parecieron que aludían a cuestiones lejanas, muy lejanas. –Muerto, supongo que querés decir muerto – completó Néstor con cierto fastidio. –No niego que es un contratiempo desafortunado. Un terrible tropezón, quizá, pero te aseguro que no es caída. Mariano se sorprendió. –Como podés estar tan seguro? Yo fui a la plaza y ni se me ocurrió que iba a terminar acá. Y mirá que en el partido siempre hablamos y aprendemos de la represión y de la persecución a los militantes. Néstor tosió. –Bueno, es diferente. -¡Ya lo creo que es diferente!- dijo Mariano sin disimular su bronca. – A mi me asesinaron, vos te moriste en El Calafate. Néstor se dio cuenta que no podía permitir esa diferencia que podía transformar el tropezón en caída. –A mi me asesinaron durante años. ¿O vos te pensás (casi dijo pendejo de mierda, pero no estaba demasiado seguro de quien podría escucharlo en ese extraño lugar y siempre hay que cuidar la política de alianzas) que la lucha contra la derecha, la oposición salvaje, el monopolio mediàtico, incluso la izquierda perdida, no destrozaron mi corazón?
Mariano no estaba dispuesto a retroceder. –Lo de la izquierda perdida me parece una provocación…-Naturalmente que lo es…No voy a cambiar de estilo justo ahora. Mariano no pudo impedir el esbozo de una sonrisa. –Así es, pibe. –dijo Néstor en un tono campechano, casi distendido- la derecha es muy jodida. Mariano lo miró fijamente. – ¿Que sentiste cuando me mataron? –En que sentido? – contestó Néstor que no tenía el menor interés en avanzar en esas cuestiones. –En el sentido que prefieras. Tenemos demasiado tiempo para luego intentar otros. Hubo una pausa, que podría haber sido de 30 segundos o de 30 años. Da lo mismo. –Mirá, pibe. Yo fui militante de toda la vida, también gobernador, bueno, llegué a la presidencia…Mariano lo interrumpió. -¡Decime que sentiste cuando me mataron!. Néstor calló. Trató de recordar si realmente había sentido algo. Algo que le pudiera responder a Mariano. –Creo que tuve miedo, pero no se lo dije a nadie. Ni a mi mismo. –Tampoco se lo pudiste decir a mis compañeros. El silencio se hizo mucho más denso. Néstor se acercó un poco, muy poco. –Vos sos de los que piensan que pude haber hecho más? –No, yo soy de los que piensan que pudiste haber hecho menos, y en demasiadas cuestiones, no hiciste nada – respondió Mariano, quizá un poco más tranquilo. –Tal vez, tal vez…Un segundo mandato hubiera sido necesario. Mariano ironizó. – De eso estoy seguro, no me queda demasiado claro para que. Néstor lo miró con algo parecido a la ternura. –Una sola cosa es cierta: tenemos una eternidad para discutirlo. Pero a lo mejor necesitamos más tiempo. Ninguno de los dos pudo evitar una carcajada. Mariano se distendió. –Para mi la revolución es un sueño eterno, y además, permanente. –Y el peronismo una terrible pesadilla – agregó Néstor, fingiendo seriedad. –Lo único que sé – agregó Mariano – es que en este momento hay muchas personas que lloran por nosotros dos. –Bueno, puede ser – agregó Néstor –pero por mí creo que habrá muchísimos más. Mariano lo miró fijo, por primera vez abrumado. -¿Y eso importa? Néstor no sostuvo esa mirada. –La verdad que no. Néstor se acercó a Mariano. –Escuchame pibe. A lo mejor podés ayudarme. Hay una sola cosa que me aterra. Mariano lo miro con ojos de pibe, con ese aroma de ingenuidad militante. –Decime, Néstor. Decime. Néstor se quebró.- ¿No estará demasiado sola Cristina sin mí? –Los muertos estás siempre solos, pero a veces los vivos no saben como hacer para seguir acompañados. Yo solo puedo decirte que espero que solo acepte las mejores compañías. Incluso la mía. –Mariano sonrió - bueno, la de mis compañeros. Néstor lo agarró del brazo. –Tenemos una eternidad para esperarlo. Y espero que no se tomen tanto tiempo. Mariano no se soltó de ese brazo. –Mientras tanto, llorarán por nosotros. Pero seguirán combatiendo. Al capital y a todos los capitalistas. Se miraron un rato largo, que pudo durar 30 segundos o 30 siglos. En otra dimensión del tiempo y el espacio, el pueblo que no quiere ser vencido, encontrará la manera de estar unido.
Escribe Alfredo Grande
(especial para La Tecl@ Eñe)
No importa el acuerdo político.
Ni el enfrentamiento ideológico.
Néstor Kirchner murió combatiendo.
A muchos de nuestros enemigos.
Quizá eso no sea suficiente para convertirlo en mi amigo.
Pero es más que suficiente para recordarlo como aquel que estuvo muy cerca de ser mi compañero. (aforismo implicado)
Dicen que a veces, cuando todo está callado, se puede escuchar el silencio. Dicen que, a veces, cuando la luz se ha escondido, se puede ver la oscuridad. Y que hay lugares donde nada nos asombra, y aquello que en circunstancias que podemos denominar normales nos espantaría, apenas despierta nuestra sana curiosidad. Así fue como Mariano se acercó a Néstor. –Disculpá , pero me parece que sos Néstor…- preguntó con una naturalidad que de todos modos permitía asomar cierta disimulada timidez. –Si, claro, que otro? –respondió el aludido con aplomo y seguridad. Se miraron, con desconfianza Mariano, con aplomo Néstor. –Bueno, la verdad es que me sorprende verte en estos lugares. No sabía que habías….Mariano se interrumpió. No estaba acostumbrado a pronunciar ciertas palabras, que a sus años siempre le parecieron que aludían a cuestiones lejanas, muy lejanas. –Muerto, supongo que querés decir muerto – completó Néstor con cierto fastidio. –No niego que es un contratiempo desafortunado. Un terrible tropezón, quizá, pero te aseguro que no es caída. Mariano se sorprendió. –Como podés estar tan seguro? Yo fui a la plaza y ni se me ocurrió que iba a terminar acá. Y mirá que en el partido siempre hablamos y aprendemos de la represión y de la persecución a los militantes. Néstor tosió. –Bueno, es diferente. -¡Ya lo creo que es diferente!- dijo Mariano sin disimular su bronca. – A mi me asesinaron, vos te moriste en El Calafate. Néstor se dio cuenta que no podía permitir esa diferencia que podía transformar el tropezón en caída. –A mi me asesinaron durante años. ¿O vos te pensás (casi dijo pendejo de mierda, pero no estaba demasiado seguro de quien podría escucharlo en ese extraño lugar y siempre hay que cuidar la política de alianzas) que la lucha contra la derecha, la oposición salvaje, el monopolio mediàtico, incluso la izquierda perdida, no destrozaron mi corazón?
Mariano no estaba dispuesto a retroceder. –Lo de la izquierda perdida me parece una provocación…-Naturalmente que lo es…No voy a cambiar de estilo justo ahora. Mariano no pudo impedir el esbozo de una sonrisa. –Así es, pibe. –dijo Néstor en un tono campechano, casi distendido- la derecha es muy jodida. Mariano lo miró fijamente. – ¿Que sentiste cuando me mataron? –En que sentido? – contestó Néstor que no tenía el menor interés en avanzar en esas cuestiones. –En el sentido que prefieras. Tenemos demasiado tiempo para luego intentar otros. Hubo una pausa, que podría haber sido de 30 segundos o de 30 años. Da lo mismo. –Mirá, pibe. Yo fui militante de toda la vida, también gobernador, bueno, llegué a la presidencia…Mariano lo interrumpió. -¡Decime que sentiste cuando me mataron!. Néstor calló. Trató de recordar si realmente había sentido algo. Algo que le pudiera responder a Mariano. –Creo que tuve miedo, pero no se lo dije a nadie. Ni a mi mismo. –Tampoco se lo pudiste decir a mis compañeros. El silencio se hizo mucho más denso. Néstor se acercó un poco, muy poco. –Vos sos de los que piensan que pude haber hecho más? –No, yo soy de los que piensan que pudiste haber hecho menos, y en demasiadas cuestiones, no hiciste nada – respondió Mariano, quizá un poco más tranquilo. –Tal vez, tal vez…Un segundo mandato hubiera sido necesario. Mariano ironizó. – De eso estoy seguro, no me queda demasiado claro para que. Néstor lo miró con algo parecido a la ternura. –Una sola cosa es cierta: tenemos una eternidad para discutirlo. Pero a lo mejor necesitamos más tiempo. Ninguno de los dos pudo evitar una carcajada. Mariano se distendió. –Para mi la revolución es un sueño eterno, y además, permanente. –Y el peronismo una terrible pesadilla – agregó Néstor, fingiendo seriedad. –Lo único que sé – agregó Mariano – es que en este momento hay muchas personas que lloran por nosotros dos. –Bueno, puede ser – agregó Néstor –pero por mí creo que habrá muchísimos más. Mariano lo miró fijo, por primera vez abrumado. -¿Y eso importa? Néstor no sostuvo esa mirada. –La verdad que no. Néstor se acercó a Mariano. –Escuchame pibe. A lo mejor podés ayudarme. Hay una sola cosa que me aterra. Mariano lo miro con ojos de pibe, con ese aroma de ingenuidad militante. –Decime, Néstor. Decime. Néstor se quebró.- ¿No estará demasiado sola Cristina sin mí? –Los muertos estás siempre solos, pero a veces los vivos no saben como hacer para seguir acompañados. Yo solo puedo decirte que espero que solo acepte las mejores compañías. Incluso la mía. –Mariano sonrió - bueno, la de mis compañeros. Néstor lo agarró del brazo. –Tenemos una eternidad para esperarlo. Y espero que no se tomen tanto tiempo. Mariano no se soltó de ese brazo. –Mientras tanto, llorarán por nosotros. Pero seguirán combatiendo. Al capital y a todos los capitalistas. Se miraron un rato largo, que pudo durar 30 segundos o 30 siglos. En otra dimensión del tiempo y el espacio, el pueblo que no quiere ser vencido, encontrará la manera de estar unido.
* Médico, Psicoanalista y Presidente Honorario de Atico Cooperativa de Salud Mental
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