09 noviembre 2010

Poesía/Carta a Matilde/ Vicente Zito Lema

Carta a Matilde
Poema de Vicente Zito Lema

Carta de Matilde es un poema escrito en Barcelona, 1978, y revisado en Buenos Aires, 2010, para esta nueva publicación en la Tecla Eñe. Sabemos que es nuestra manera de resistir al olvido, y a la vez la posibilidad de abrir nuestro corazón a las nuevas heridas, como las que hoy sacuden a nuestra patria; sabiendo también que más allá de nuestros esfuerzos la poesía no alivia ni menos cicatriza las heridas, y que quizás allí, precisamente y locamente, se desnude su sentido. Sentir como propio y para siempre el dolor y la alegría de los otros.

Por Vicente Zito Lema
(para La Tecl@ Eñe)
Ilustración: Ernesto pereyra http://ernesto-pereyra.blogspot.com/
Carta de Matilde
A Matilde Herrera

¿Cuál es mi fortaleza para espera aún?
¿Y cuál mi fin para dilatar mi vida?
(Libro de Job)

Cuando secuestraron a sus hijos –uno a uno cuando
los arrancaron con fórceps de la vida ¡ay Matilde
tus hijos! – Matilde su alma mecida en su brillo
de súbito un lóbrego páramo
el aire del temblor mismo
Exigió / rogó / clamó tanto hasta quedar
ahogada en ira y lloro (tus lágrimas Matilde desde
la ventana abierta a las palmeras a la aurora
abierta más que negra infinita del Parque Lezama)
Llorabas Matilde caminabas a nadie veías
ya era tarde de ausencias
por la rue Junot tan lejos Matilde ¡que sombrío
sueño nuestra patria!
Ante ella –una rama igual a otra consumida
en el fuego de un tiempo perverso–
Los verdugos de sus hijos callaron (y el silencio
fue otra agonía)
Mintieron (y las palabras acuchillaron
con su frío de chacras la razón)
Amenazaron con peor tortuoso espanto para sus hijos
(¡sus ojos de los cielos! ¡sus ojos! )
Matilde sintió como crecía el muro
que apesta sin pausas a cadáver…
Conoció el temblor la soledad de la victima
en un impune coto de caza
Y recurrió en cruel desespero / agónica y suplicante
a los jueces los diarios el alto clero
las fuerzas vivas los políticos respetables
A todo aquel henchido de palabras que podía hacer
o decir algo (¡una mínima fugacidad de luz
en la alta noche!)
Sólo encontró un desierto de piedras negras…

Matilde pudo verse en gordas horas
de espera nocturna y pesadumbre
la más seca de las mujeres
Pudo gritar con boca exhausta
y desgraciada: ¡mi vientre sólo es
un enorme sepulcro!
Pudo maldecir a una divinidad perdida a unos hombres
que blandían como gloria la guadaña
a los perversos de perversa indiferencia contemplando
el cortejo de la muerte sin el cuerpo de los muertos(¡ la vida
era anterior al aire!)
Abierto a sus pies estaba un desnudo pozo
de la mayor demencia: ¡ese acto de suicidio! ¡esa lengua
de suplicio! (Toma esta cruz y sígueme y sepúltate de
tinieblas… la voz en tus oídos Matilde la voz)
Pero Matilde mujer vejada en el dolor
convirtiendo su dolor en lluvia de humanas
resurrecciones (¡oh, sí, el alma, que es luz de la memoria
y tan fugaz como eterno movimiento!)
Tomó un lápiz y un papel que semejaba la piel de dios
Puso su corazón bien desnudo sobre la mesa
Y escribió una carta que resplandece de vida
como música de amor sobre la tierra viviente…

Desde aquel día de la celebración Matilde
anda con su carta a cuestas
Lo que es igual a decir que lleva no la dicha
pero sí la pasión de sus hijos
otra vez en brazos
Cuenta Matilde que el 26 de julio de l976 cuando
fue invierno en la boca del infierno
su hijo Martin –cumplía 20 años al día siguiente–
y la mujer de su hijo –casi una niña de peinado antiguo–
(yo vi su foto estaba embarazada / su vientre lucía
goloso de ventura…)
en el momento en que entraban en la casa
terminada la jornada de trabajo
se encontraron frente a l5 hombres armados…
Los estaban aguardando
Escondidos como fieras / acechando en un luctuoso bosque
Los llamados grupos de tareas forzaron la entrada
–las metralletas cortando el aire / a patadas las puertas–
Obligaron a los vecinos a cerrar las ventanas a cerrar
las estrellas y los cielos / que ya no lucieron serenos ni diáfanos
y se llevaron a Martin y a María Cristina temblando
Sus manos muy blancas sobre el vientre redondo
Sus cabezas cubiertas por una capucha
Y de pronto el silencio que huele a peste / a maldición
de Biblia
Como si alguien anunciara que también las piedras
y los frutos del olivo deberán dar sangre…

Y Matilde ahora se pregunta / sin ver que el crepúsculo
volvió moradas sus alas: ¿Dónde están ellos? ¿Quién
los tiene? ¿Sólo lluvia y lluvia? ¿Nada más que desgracia
sobre las desgracias? ¿Muerte en el sinfín de la muerte?
¿Si los han matado por qué no devuelven
sus cuerpos - ¡oh, cuerpos de mi cuerpo!- a unos
padres desesperados?
Nadie le responde a Matilde
El país es un desierto de piedras negras…

El 13 de mayo de l977 y ese día no es en la historia
de la noche un día más –sigue contando Matilde /
sigue la sal que baña en frio la surgente llaga–
Personas que no se identificaron y no ocultaron
sus armas / tampoco sus caras cuando abunda
más que el pasto duro la impunidad /
Dejaron en un hospital del oeste de Buenos Aires
a una criatura con una pancarta atada
al cuello que decía: soy la hija de Valeria
Como la pequeña lloraba muy excitada en una tarde
de piedad gastada
le dieron un calmante que tampoco fue amor
Luego la llevaron a la comisaria (tu arcángel
de inocencia tu nietita el agua de tu sed Matilde)
¿Clamabas tu en ella en sus labios
nuevos de gloria nueva y ya perfecta?
Lo que no cuenta Matilde lo que la congoja
desciende y calla
pero yo puedo recordarlo –Oh yo el poeta naufrago
del manto blanco / Oh yo guardián
devoto de recuerdos– es que Valeria tiene en los ojos
el aire celeste del que siempre sueña –la dicha se
construye entre todos y en la tierra: decía–
Y Ricardo su compañero –abrazando a la pequeña–
¡Cambiaremos el mundo!
Gritaba como el primero que se quemó en la hoguera…

Nada sabe Matilde ahora
de su hija Valeria y de Ricardo / ellos dos la guía en su cansancio
Si volverán ellos a ver a la pequeña –también tiene
los ojos del agua y del aire y mal duerme nerviosa
por las noches que ahora son la garganta de un fantasma-
¡Ah, Matilde! que no sabe de sus hijos
si están vivos (cualquiera fuera su destino)
torturados y presos en algún campo clandestino (seria buenaventura)
O si son una tumba más (un soplo de pavor)
en el desierto de piedras negras…

El 30 de mayo de l977 y otra vez la fecha es una marca
de fuego a lo largo del alma
Fuerzas armadas conjuntas irrumpieron en un apartamento
en el centro de Buenos Aires frente a una plaza de flores
ahora ahogadas / siempre a oscuras / donde vivía mi hijo José
y su mujer Electra que se reía de su nombre y amaba
el teatro de tragedias pero nunca como a su niño
de apenas 20 meses –continua Matilde y en su pecho
hay un gemido ronco como la ola contra la piedra–
Ya en la vereda José alcanzó a gritar –Matilde recuerda y tiembla–
¡Nos secuestran! ¡Nos secuestran!... y resistió y resistió
Aferrado a la tierra resistió
Imposible / digno / solo
Aferrado a los cielos como un sol que se apaga
en la bruma y manchado con su sangre resistió...
¿…Y no es cierto Matilde que aunque muchos
los escucharon y los vieron y los conocían
nadie se movió ni rasgo sus vestiduras ni llamó a los dioses
ni respondió en auxilio de quien no hizo mucho más
en su hermosa vida de cielos abiertos y de rama
de sauce que crece junto al fuego
que abrir su alma a la desdicha ajena que no fue
ya ajena…?

En menos de un año la familia entera de Matilde
ha sido secuestrada y desaparecida (hablo de una fosa
de mar donde se vuelven hilachas las palabras fuertes)
Así de simple y silencioso es el terror (pienso en la sudadera
de un ángel dormido sobre lo brazas)
Así vasto y comulgado por millares
el pan de la tragedia
Lo sabe Matilde desfallecida hasta el fondo
del barro que la ahoga cuando dice:
No creo poseer más dolor que nadie
He dado a conocer mi historia
pero quiero también hacer mía / hondamente mía
la angustia de todas las madres que atraviesan
circunstancias parecidas…
…¿Es parecido y único el gemido del que
gime Matilde?
¿Es eterno el duelo por los hijos el duelo de
los justos sin justicia Matilde?
¿Siempre habrá lágrimas viejas y nuevas
lágrimas / rostros celestísimos aventurados
del destino Matilde?
¿Ya no dejaran de volar las malditas carroñas
del pico ducho
ensangrentado sobre el desierto
de piedras negras Matilde…?

Ayuda / Ayuda no compasión de corazón afuera
para lograr que la Junta Militar publique las listas
de los secuestrados / desaparecidos / y muertos
¡Que rindan cuenta de sus actos! Grita Matilde y
rasga los cielos para que despierten los dioses
más que sordos y mudos temerosos del horror que crece
y no deja de crecer y de caer como río en el deshielo
Como sangre que corre por las alcantarillas del matadero
Ay Matilde tu grito apenas el frágil eco
de una campana de vidrio
La humilde claridad de una conciencia que hierve de amor
no basta para arrancar la máscara de los ciegos ni mover
el ciego desierto de piedras negras…

Terminando su carta y no su fortaleza ante el dolor
Y no la desesperación que dilata
sin treguas los días de la vida escribe Matilde:
Si mis hijos están vivos pido a aquellos
que los detienen / sea en un pozo o en el fondo de la nada
me lo hagan saber
Si están muertos espero tener la fuerza
y el coraje de proseguir mi ruta y enseñar
a mis nietos el amor
a los hombres y a la vida…
…Sí / Matilde / sí y aun colmada tu alma
por un ladrido difunto dulce Matilde ¿también
enseñarás a tus nietos
que tus hijos guardaron como joyas la ambición
de que la patria no fuera para siempre
un callado desierto
de piedras negras…?

Ayer he visto a Matilde en Barcelona
El exilio nos hizo caminar por las ramblas abandonadas
Bajo una lluvia muy lejana y muy fuerte
Hablamos de sus hijos
La abracé
Me dio una copia de la carta…

¿Qué será de la poesía y de los viejos dioses de la infancia
si la memoria del horror se vuelve palabra más
que prohibida / vacía…?

Vicente Zito Lema

1 comentario:

  1. Es un tema tremendo. Necesario a la vez. No puedo decir mucho, sin que me vengan ciertos dolores a la boca del estómago, visita obligada de lo que fue aquel entonces en nuestras vidas. Pero hay belleza, una lúcida belleza, en las palabras que eligieron a Vicente, para manifestarse y perdurar.

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